De una historia de amor clandestina a un proyecto familiar: el relato de la intimidad en el nuevo libro de Mauro Libertella

En “Un futuro anterior”, el escritor argentino compone un formidable arco de narración y ensayo sobre el amor, la amistad, la traición, la escritura y la paternidad en tiempos de asedio al machismo

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El epígrafe elegido suena apropiado o, al menos, reproduce en su espíritu mucho de lo que el escritor dirá a lo largo de la entrevista que el lector podrá leer a continuación. La frase es de la escritora belga y ciudadana del mundo Amélie Nothomb, es posible leerla al comienzo de la novela y dice así: “¿Quién era el escritor que decía que cada existencia se reducía a un montoncito de secretos?”. El escritor que eligió ese epígrafe se llama Mauro Libertella y es argentino aunque nació en Ciudad de México en 1983. Su ¿novela? lleva por título Un futuro anterior y acaba de ser publicada por Sexto Piso. Libertella es escritor, es periodista, es crítico literario y es autor de varios libros de autoficción en los que su vida y las de los suyos son los personajes principales; libros en los que desde hace algunos años viene trabajando en su propio montoncito de secretos.

En esa dirección, Libertella escribió sobre la muerte de su padre, sobre su entorno adolescente en los 90 y sobre viejos amores (Mi libro enterrado, El invierno con mi generación y Un reino demasiado breve) y también es autor de los libros de no ficción El estilo de los otros y Un hombre entre paréntesis. Retrato de Mario Levrero. Como periodista, escribe para medios argentinos e internacionales. Sus libros fueron publicados en varios países de Latinoamérica y Europa y en 2017 fue seleccionado por el Hay Festival como uno de los 39 mejores escritores de ficción latinoamericanos menores de 40 años. Recientemente sumó a sus tareas la de ser editor del nuevo sello Vinilo.

En Un futuro anterior vuelve a la autobiografía y esta vez el centro del relato es una historia de amor que se inició de manera clandestina, una pasión culpable y tormentosa que en el presente ha tomado la forma de una familia. Un futuro anterior es, a su manera, un estudio sobre la pareja y habla de los cimientos sobre los que se construye una historia amorosa que arrancó con incertidumbre y culpa y que se continúa en el tiempo. Una relación en la que sus integrantes se obligan a empezar de cero cuando se derrumban los muros del secreto y el engaño y a la que consiguen cambiar de signo durante la aventura que va del affaire culposo al proyecto familiar.

“Vuelco las fechas en mi cuadernito rojo. Trato de ordenar los tiempos, las secuencias. Voy escribiendo este libro sin que nadie se entere. me remonto a esos años clandestinos y la escritura también se vuelve, a su modo, secreta. Escondo la libreta de anotaciones en lo más profundo de mi mochila y cuando alguien me pregunta qué estoy escribiendo, uso una palabra comodín: nada”.

En el trayecto que va de los encuentros prohibidos y perturbadores a las visitas al pediatra y las reformas de la casa para más de dos, Libertella compone un formidable arco de narración y ensayo sobre el amor, la amistad, la traición y la paternidad en tiempos de asedio al machismo, que incluye iluminadoras reflexiones sobre la escritura y el oficio de escribir, un oficio que heredó de sus padres, dos nombres clave de la literatura argentina: Tamara Kamenszain y Héctor Libertella.

Libertella define su libro como una novela, más allá del registro autobiográfico (Crédito: Alejandra Lopez)
Libertella define su libro como una novela, más allá del registro autobiográfico (Crédito: Alejandra Lopez)

¿Cómo se escribe después de heredar la pasión literaria de esos padres? ¿Cómo se construye un tono, un estilo, una obra en diálogo con las obras familiares? ¿Cuánto tiene de peso y cuánto de maravillosa herencia? ¿Cómo se escribe sobre uno mismo y sobre los otros, pasando por encima de los reparos éticos? ¿Cómo se cuenta la propia historia sin pasar por encima de los pudores ajenos? ¿Es posible para un hombre despojarse de los mandatos y narrar sus sentimientos pasando por encima de la tradición que define que en la conducta masculina no hay lugar para esos sentimientos? De todas estas cosas conversamos con Libertella días atrás por zoom, una tarde de verano justo a la hora en que sus chicos ya no estaban en casa, aunque las huellas de esa presencia amorosa resplandecían como fondo mientras Mauro contaba cómo en este nuevo libro decidió avanzar secretamente un paso más en el relato de su intimidad.

— Sos escritor, sos periodista cultural, haces crítica, haces reseñas. Lo primero que tengo para preguntarte es: ¿definirías Un futuro anterior como una novela?

— Uf, qué pregunta tremenda. Arrancaste con un punto muy sensible te diría que en relación al libro y a todo lo que hago, en algún sentido. De hecho, tuvimos un debate con los editores de Sexto Piso, que es donde salió este libro, respecto de si poner o no la palabra novela en la contratapa. Ellos no querían, yo sí, y bueno, finalmente triunfó el autor. Creo que es el único lugar en la vida donde el autor triunfa pero bueno, ahí triunfó (risas). Tampoco podría justificar de un modo muy contundente por qué considero que es una novela pero, en principio, me amparo en una frase de Mario Levrero que es: hoy en día cualquier cosa que pongas entre una tapa y una contratapa es una novela. Viste que hay un poco eso, la novela es un género ya tan híbrido y tan abierto que admite casi todas las formas de la narración y de cierto ensayo, llamémosle ensayo narrativo. El libro evidentemente tiene una alternancia entre la narración y una especie de ensayo en primera persona o de ciertas reflexiones de la vida cotidiana. Incluso está un poco quebrado; tal vez al principio es más narrativo y la segunda parte es ensayística. Pero creo que todas esas posibilidades caben hoy en día dentro de una novela.

— Hay quienes escriben textos muy vinculados a la propia biografía pero se se amparan cuando dicen que también hay ficción y por eso hablan de novela. ¿Uno podría pensar que en tu libro/novela hay también ficción?

— Sí, hay dos puntos ahí que me parecen interesantes. Uno es pensar si un libro de autoficción o puramente autobiográfico puede ser una novela. Yo creo que sí, que hay novelas autobiográficas. Hay novelas de ciencia ficción, hay novelas policiales, hay novelas autobiográficas. O sea que un libro en principio autobiográfico yo creo que puede ser leído como una novela, no así tal vez los viejos libros de memorias. Cuando un autor o un político, un personaje de la cultura o del espectáculo a los 80 años se sentaba y finalmente escribía sus memorias. Eso creo que no es estrictamente una novela. Pero cuando se trata más de una novela autobiográfica de autor me parece que sí. Y después está el segundo elemento que mencionás, que es cuánto admite de ficción un libro así o, incluso, si los porcentajes de lo que verdaderamente viví y están en el libro, cuánto de eso influye en cómo pensar el libro. Es todo un tema. En este libro, y te diría que prácticamente en todos, pero en este puntualmente me ceñí de un modo muy, muy estricto a la realidad de los hechos. Lo que hago, sí, cuando hay diálogos, es que en general están un poco como inventados. Una vez, hace muchos años, mi mamá le hizo una entrevista a Juan L. Ortiz y me contó que estaban en un pasillo de un hotel, él se estaba yendo y ella le seguía haciendo preguntas y él ya estaba harto y le dijo “mire señorita, a partir de ahora invente sin tergiversar”. Eso le dijo Juan L. Y siempre me quedó esa frase, incluso para lo que yo hago, ¿no? Hay diálogos que quizás son un poco fraguados pero invento sin tergiversar, podría incluso haber acontecido ese diálogo. Así que yo mismo me pregunto si hay ficción ahí o no.

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— Bueno, también uno piensa que cuando hay hechos compartidos el modo en que uno los cuenta nunca va a ser el mismo que como los cuente otra persona. En un diálogo podría pasar algo parecido: uno no anda por la vida grabando los diálogos que tiene con las personas cercanas, ¿no?

— Sí, sí, totalmente, sí. Bueno, para mí el caso medio extremo en este asunto del que estamos hablando es Knausgård, que es como una referencia medio radical. Son libros supuestamente autobiográficos o que creemos que son autobiográficos, al mismo tiempo tiene un nivel de detalle o incluso hay escenas que tienen diálogos de cuarenta páginas que vos decís “bueno, esto es imposible”. Algo parecido puede llegar a ocurrir muy en otro tipo de libro con el Borges de Bioy; nunca se va a saber bien qué pasó ahí.

— Es como pensar que cuando se iba Borges de su casa, Bioy se ponía a transcribir todo y que antes había tomado notitas mientras Borges hablaba...

— Claro, no sabemos. Y hay diálogos muy largos también y no se grababa en ese momento. Es un libro que nosotros leemos como verdad pura pero también hay que desconfiar un poco. Con Knausgård pasa un poco lo mismo. Y finalmente yo creo que con lo mío a su modo inevitablemente va a pasar algo de eso. También porque uno trabaja con la memoria y sabemos que la memoria te tiende trampas todo el tiempo.

— Hablabas recién de una especie de división en tu libro. En la primera parte hay una historia contada de una manera más cronológica en la que también aparecen reflexiones pero no como aparecen en la segunda parte, en donde están ya más con un tono ensayístico. Son los mismos temas pero con distinta intensidad. La idea del amor, de la pareja, de la amistad, de la paternidad. Pero lo que aparece también, y sobre todo se da mucho en esa primera parte, son las ideas del secreto, de la clandestinidad, de la culpa, de la traición. Cuando Mauro Libertella cuenta su historia, está contando también la historia de otros. ¿Cómo te decidiste a contar esta historia?

— Fue difícil. Hacía rato que la quería escribir o que sentía que tenía ganas o que estaba ahí como el deseo de hacerlo y no me animaba. Si bien es siempre mi historia, es, obviamente, la historia de un grupo, y había gente involucrada y no sabía si era el momento o si podía llegar a lastimar a alguien que yo no quería lastimar. Pero después el deseo de escritura fue más fuerte que todos estos reparos, no sé si éticos, pero bueno, reparos incluso personales o autobiográficos. Y también me pasa, hilando con lo que hablábamos antes, que a mí me gusta mucho escribir, me hace bien, pero por ahora o incluso ya creo que definitivamente, pero digamos que, por ahora, no se me ocurren temas que estén por fuera de mi vida como novelas de género o tramas inventadas. Entonces me pasa que en un momento tengo muchas ganas de escribir y se empiezan a agotar los materiales de mi propia vida porque es el cuarto libro autobiográfico que escribo; tengo 39 años, se me va agotando un poco. Entonces, estaba ese tema, que es un tema muy importante de mi vida y que sabía que en algún momento iba a querer escribir sobre eso y tenía todos estos reparos y, finalmente, en un momento dije bueno, ya está, lo escribo. Y ahí me pasa algo bastante raro y es que cuando me pongo a escribir, se me va todo ese miedo de “uy, qué pasará si esto después se publica o si lo lee tal o tal otra persona”; no podría escribir si en el momento de hacerlo estoy con esos fantasmas. Es como que esos fantasmas están en el momento previo a la escritura y tal vez un poco en el momento en que el libro se publica...

Mauro Libertella y su mujer, la escritora Leticia Frenkel (Gentileza Mauro Libertella)
Mauro Libertella y su mujer, la escritora Leticia Frenkel (Gentileza Mauro Libertella)

— Y se publica sin permiso de nadie, digamos. ¿No hay una lectura previa? Porque muchas veces los libros que tienen que ver con hechos reales son leídos por alguno de los involucrados como para testear y eventualmente cambiar algo.

— Bueno, en este caso lo leyó mi mujer, que es una de las personas más involucradas. Pasa que ella tal vez no es de las personas que se podrían ofender o ponerse mal si leen este libro porque, finalmente, nuestra historia de amor concluyó bien y seguimos juntos y tenemos hijos y el libro un poco retrata ese camino. Ella no es de las personas que quedaron en el camino.

— Que podrían sentirse afectados o heridos, claro.

— Claro. Que podrían tal vez enterarse de cómo fue lo que ocurrió. Ella ya lo sabía porque lo había vivido, pero igual se lo di a leer. Primero para saber si le gustaba, si le parecía bien como libro y si no había nada que la hiciera sentir mal. Me pidió en algún momento que aligere alguna cosita pero muy mínima. Creo que fue la primera vez que alguien involucrado leyó un libro mío de los autobiográficos. Mi primer libro fue sobre mi padre, que ya estaba muerto. Ese libro fue una especie de aprendizaje, no tenía idea de lo que iba a ocurrir, fue todo medio a ciegas, ni sabía si se iba a publicar. Yo me mandé a escribirlo y cuando lo terminé se lo pasé a mi mamá, que además de ser escritora trabajaba corrigiendo, haciendo taller de finalización de obra, o sea que tenía el oficio de leer libros ajenos en ese proceso. Y me dijo muchas cosas pero una que fue muy importante fue: “mirá, hay ciertas cosas que vos no te estás animando a decir”. Y a lo que se refería era al alcoholismo de mi viejo; yo lo quería como cuidar, viste.

— Obvio.

— Entonces lo trataba como con ciertos eufemismos: sus años oscuros, el derrumbe final, los años qué sé yo. Ella me dijo: mirá, yo entiendo que quieras protegerlo y yo sé de lo que estás hablando, pero no se entiende. No se entiende lo que está pasando en este libro justamente porque no te estás animando a decir todas las cosas, entonces estás dejando afuera al lector y sólo lo entendemos las diez personas que vivimos esto. Me dijo: si vos querés que esto sea un libro para todo el mundo, tenés que ir a fondo. Si querés que sea más una catarsis o algo para nosotros, está perfecto, pero no es un libro. Y bueno, fue tremendo escuchar eso pero me sirvió mucho. Entonces escribí el que es el capítulo más largo de ese libro, que es, sobre todo, sobre el alcoholismo de mi viejo. Y ahí le perdí un poco el miedo a tratar ciertos temas, hasta qué punto es lícito hablar del otro y hasta qué punto no. Igual es un límite sobre el que me pregunto todo el tiempo.

— Estamos hablando de tu mamá, de Tamara Kamenszain, y es posible ver su nivel de profesionalismo, ¿no? Porque el libro tenía que ver con vos y con tu padre pero tenía que ver con su propia vida, también...

— Sí, sí, lo que debe haber sido para ella. Ella me leyó todos los libros, hasta éste, que fue el último que leyó en original. Y te diría que siempre me hizo los comentarios que más me sirvieron pero siempre me aclaraba que era muy difícil para ella hacer eso porque, bueno, es un hijo, se juegan un montón de cosas. Pero siempre logró sobrepasar esa cosa familiar y decir algo más o menos objetivo, literario, si es que existe esa pureza.

"Mi libro enterrado" fue el primer libro de Mauro Libertella y es sobre su padre, el escritor Héctor Libertella.
"Mi libro enterrado" fue el primer libro de Mauro Libertella y es sobre su padre, el escritor Héctor Libertella.

Un futuro anterior es un libro en donde de pronto uno podría admitir también un tipo de lectura diría más de coyuntura con el mundo de las ideas, a partir de la mirada de un hombre cercano a los 40 años sobre ciertos temas en esta era de la deconstrucción y el feminismo como ideología mainstream. Aparece mucho de eso. ¿Cómo estás viviendo vos los grandes cambios en las cuestiones de género en tu vida, en general, y a la hora de sentarte a escribir?

— Sí, es un gran tema ese. Yo te diría que no me había dado cuenta de que el libro tenía una zona importante o amplia sobre ese tema hasta que algunas amigas mujeres leyeron el manuscrito y me lo mencionaron. No quiero pecar de ingenuo, cuando uno va escribiendo algunas cosas, qué sé yo, salen medio inconscientemente y otras son más deliberadas. Supongo que hubo una mezcla de las dos cosas. Pero en general no me había dado cuenta hasta que algunas amigas me dijeron: bueno, acá está mucho el tema de la masculinidad o de los hombres que hoy se permiten hablar de los sentimientos, cosa que tal vez antes era más como patrimonio de las mujeres en la literatura. Y también algo que yo cuento en el libro que sí me parece que fue un poco más consciente que es esta cosa de que cuando era más chico, cuando estaba en el colegio secundario, estaba un poco instalada la idea de que a las mujeres les gustaban los hombres un poco malos viste, un poco maltratadores, que es una idea muy terrible, horrible. Pero bueno, estaba instalado eso. No sé si era así o no pero yo tenía esa sensación y me consideraba como un naif, un buenudo. Más como el amigo de las chicas que el novio o un objeto de deseo posible para ellas. Y eso fue medio traumático para mí en esa época, en los años más difíciles, que son 16, 17, la adolescencia. Yo tenía mucho ese no sé si trauma pero sí esa idea de que como soy el buenito para ellas entonces nunca le voy a gustar a ninguna. Y todo eso, por alguna razón, cuando empecé a escribir el libro empezó a aflorar; no sé, volvió ese recuerdo. Y entonces lo empecé a mezclar en esto que llamamos la parte más ensayística con la paternidad y con qué será ser padre. Porque tenemos también la idea de que ser padre requiere cierta firmeza y cierta firmeza por ahí puede estar asociada a la masculinidad, la ley paterna.

— Hay una frase del libro que dice: “como si ser padre fuera también aprender de nuevo a ser hombre”.

— Claro, sí. Mi primera hija es una nena, también hay algo de eso, ¿no? Ella es una nena, una mujer, y ser su padre es también aprender a ser hombre desde otro lado. Ser padre es también una forma de una relación con una mujer con la que uno tiene que ser cariñoso pero también tiene que ser firme, que a mí eso es lo que más me costaba digamos. Yo siempre pensaba que si le ponía límites -es algo un poco de mi generación, me fui dando cuenta- que si yo le ponía límites o era estricto con algunas cosas iba a perder su cariño. Como que no me iba a querer. Entonces el libro fue mezclando un poco todo eso. Creo que finalmente también es parte de mi autobiografía todo ese recorrido. Como que todo lo que fue planteando el feminismo en los últimos años nos fue interpelando a todos de un modo o de otro. Y termina apareciendo así, a veces de un modo inconsciente.

— En el libro aparecen muchas reflexiones sobre las diferencias entre los géneros, del tipo “los hombres, en general, no hablamos de temas personales”. O “nos decimos lo que queremos escuchar”. Hay mucho de esto y que claramente tiene que ver con el tiempo en el que estás viviendo y en el que estás escribiendo, ¿no?

— Sí, sí. Hay muchas cosas que estamos también tratando de cambiar y que no lo logramos. Tampoco es para demonizarnos todo el tiempo o decir que tenemos que cambiar todo. Pero ese punto que mencionás, no sé, yo me junto con amigos de toda la vida, amigos muy íntimos, y nos cuesta mucho hablar de cosas nuestras o decir “estoy mal”. Bueno, mi vieja, que ya la mencionamos varias veces, murió hace unos seis, siete meses y con mis mejores amigos jamás se mencionó el tema desde que ocurrió. No sé, mi mejor amigo, con el que hablo todos los días hace 25 años, desde que murió mi vieja él no me la mencionó, yo no se la mencioné, él no me preguntó cómo estoy, yo no le conté cómo estoy, digamos. Es raro, o sea, me parece raro. Al mismo tiempo, qué sé yo, tampoco sé si tenemos que cambiar ese tipo de cosas. También uno encuentra otros lugares para hablar de esas cosas y tal vez con los amigos hombres podemos hacer una línea de fuga y no hablar de ese tipo de cosas, pero me parece raro todo eso y me empezó a parecer raro justamente en estos últimos años, cuando todos estos temas empezaron a conversarse.

Héctor Libertella y Tamara Kamenszain, con su hijo Mauro en brazos.
Héctor Libertella y Tamara Kamenszain, con su hijo Mauro en brazos.

— Estábamos hablando de Tamara, hablábamos antes también de tu papá, Héctor Libertella. El título de tu libro se menciona en dos oportunidades, una es cuando el narrador dice: “quizás para un niño con padres escritores los libros de sus mayores sean como fotos imposibles de su infancia, como postales que llegarán en el futuro desde el mundo lejano y perdido en el que crecieron, un futuro anterior”. Tus libros son autobiográficos, de modo que se me hace imposible no preguntarte esto: ¿cuánto te benefició como escritor ser el hijo de Libertella y Kamenszain y cuánto sentís que puede haberte perjudicado?

— Al principio cuando empecé a escribir fantaseaba o deseaba o añoraba una vida sin padres escritores porque lo sentía como un peso fuerte. Sentía, sobre todo, que me iban a comparar; como que la palabra literaria o la literatura era de ellos, ya está, qué puedo hacer yo si ellos ya lo hicieron un poco todo, además, porque se dividieron: él era la narrativa, ella era la poesía, los dos eran el ensayo. Como si dijera: bueno, listo, la parte familiar literaria ya está, qué puedo venir a hacer yo acá. Después me empecé como a relajar con ese miedo y a reconciliar con la idea de tener y de haber tenido padres escritores. Y ahora lo siento como pura potencia y como una herencia muy valiosa. Mi viejo murió cuando yo tenía 23 años, mi primer libro sobre él es posterior a su muerte. O sea, él no llegó a ver mi parte más de escritor pero hablamos mucho de literatura. Pero con mi vieja sí, la relación fue mucho más larga y el modo en que ella leyó libros, todas las conversaciones que hemos tenido que fueron muchas sobre libros propios, ajenos, sobre qué escribir, sobre por qué escribir, todo eso yo creo que me constituyó de un modo muy profundo y ahora ya es como que no puedo pensar en ser un escritor sin eso. Ahora me pasa lo contrario a lo que me pasaba al principio, ya no sé cómo hace la gente para escribir sin padres escritores, digamos (risas).

(Risas) Está buena esa frase. Ahora, habiéndolos conocido no sólo como escritores sino también personalmente y demás, yo me atrevería a decir que en el caso de Tamara, habiendo tenido durante muchos años un hijo que también era escritor, yo creo que hubo algo de tu escritura que también la atravesó a ella. Creo que su libro El libro de Tamar tiene bastante que ver con tu obra. Con esto quiero decir que ellos te enriquecieron pero me parece que vos enriqueciste la obra de Tamara, también.

— Bueno, gracias. Sí, te lo tomo. Me da pudor decir que sí pero sí, creo que hubo algo en los últimos años de ella, en los que escribió los libros que más me gustan; creo que estaba en su mejor momento, ella esto lo cuenta en El libro de Tamar, es como que se pudo desprender de ciertos dogmas literarios muy fuertes de su generación y se fue hacia una literatura más abierta y también mucho más autobiográfica. Y eso es también un poco lo que yo hago y nos encontramos ahí, como a mitad de camino. De hecho, a mí, por el peso casi te diría cultural y psicoanalítico que tiene el apellido, me pasaba que mi miedo era que me compararan con mi padre, y ahí hay algo también que nos hace volver al patriarcado y todo lo que estamos hablando. Es como que el escritor finalmente era él. Y mi madre era alguien que escribía cosas más chiquitas, viste. Y, con el tiempo, me fui dando cuenta de que estoy mucho más cerca de lo que escribe mi vieja y de que, finalmente, si puede haber una comparación es entre nosotros. O mejor, no una comparación; es una palabra horrible de la que ya nos hemos desprendido, pero sí un diálogo, un contrabando, una influencia cruzada.

Con el paso del tiempo, cuenta Libertella que comenzó a sentir que su diálogo literario más fuerte era con su madre, la gran poeta argentina Tamara Kamenszain (Alejandra López)
Con el paso del tiempo, cuenta Libertella que comenzó a sentir que su diálogo literario más fuerte era con su madre, la gran poeta argentina Tamara Kamenszain (Alejandra López)

— Exacto.

— Como que, al final, fui encontrando que el diálogo literario más fuerte era con ella. Y sí, yo le pasaba también muchos libros; ya, al final, en los últimos 10 años siempre que leía algo que sabía que a ella le podía ir se lo pasaba y ella siempre todo lo que leía lo terminaba metiendo, de un modo u otro, en un libro. Así que eso fue muy lindo.

— El tema central del libro, en algún sentido es qué es una pareja, cómo se forma una pareja. En un momento, mencionás una frase de Piglia que dice que “escribimos para saber lo que es la literatura” y luego el narrador dice que “estamos en pareja para saber qué es la pareja”.

— Sí, curiosamente estoy escribiendo un libro sobre Piglia, justo la casualidad de que menciones a Piglia en este momento.

— O no tanta casualidad.

— O no tanta casualidad (risas). Bueno, la frase de Piglia es muy linda y es como también medio esotérica, porque se puede usar medio para cualquier cosa. Es una de esas frases de Piglia muy generales y muy hermosas que tienen un toque de chamuyo. Eso me gusta de Piglia, era un poquitito chamuyero y se animaba a la sentencia, que es algo que a mí me gusta bastante y que a veces trato de evitar porque siento que se me puede ir la mano. Me gusta la sentencia, lo que acabás de leer de mi libro es también una sentencia montada sobre la sentencia de Piglia. Y la pareja es como la escritura, supongo, uno va como descubriendo qué son las relaciones, la pareja, la paternidad, los amigos a medida que va ocurriendo y es como que nunca se llega a una conclusión o siempre que estás por llegar a una conclusión pasa algo que viene a anular el punto al que acabás de llegar.

— Mientras leía tu libro -tu novela- recordaba una frase de Kundera que decía algo así como que el primer mes determina el signo de una pareja y se hace muy difícil modificarlo después. En el caso de ustedes, todo comenzó como una relación secreta y en la clandestinidad. Y hoy son una familia. Quiere decir que se puede cambiar el signo de una pareja.

— Sí, sí, totalmente. Creo que -lo estoy pensando ahora- en el libro hay como tres inicios de la relación y los tres marcan épocas. El primer inicio es esa relación secreta, clandestina, que coincide con la primera parte del libro y que marcó toda una época en nuestra relación. Está la segunda época, que es la parte intermedia del libro, un pequeño puente que es la convivencia, cómo empezar de cero teniendo ese pasado. No existe el cero pero fue un modo de decirnos a nosotros mismos: si empezamos, empezamos de cero, que es un poco lo que cuento en el libro que ella me dijo en un momento, de que si volvíamos era para ser distintos a lo que habíamos sido hasta entonces. Algo como “lo que vivimos ya está, estuvo muy bueno, pero ya es un callejón sin salida. Si arrancamos, arrancamos de cero”. Algo que es también como una ficción; no existe empezar de cero después de muchos años de haber vivido eso pero bueno, la pareja es una ficción, que es otra frase que digo ahí en el libro, y nos contamos un poco la ficción a nosotros mismos. Y después hay un tercer comienzo que es tener un hijo y empezar a estar juntos como padres de otra persona. Son como tres comienzos y los tres dejan su marca y también dejan su olvido. Ahora no recordamos demasiado la época en la que éramos pareja clandestina y amantes. Sin embargo, eso debe estar ahí, en el día a día.

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