George Harrison: la vida genial y paranoica del Beatle silencioso, que transformó para siempre la música

Se cumplen dos décadas del fallecimiento del guitarrista principal de The Beatles. Con bajo perfil, sus canciones empezaron a abrirse paso entre los clásicos de Lennon y McCartney para luego tomar vuelo propio. Su curiosidad y su búsqueda de paz fueron fundamentales para hacer de los Fab Four la banda más importante de la historia

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George Harrison
George Harrison

“George quedó estancado por ser un Beatle y tuvo que luchar con Lennon y McCartney para que sus composiciones sean grabadas. Bueno, ¿quién no quedaría estancado? Si Harrison hubiese tenido su propio grupo y hubiera escrito canciones en ese entonces, probablemente habría sido tan grande como cualquiera”. Ésta es la visión que tenía Bob Dylan del Beatle silencioso, el guitarrista que, motivado por trabajar codo a codo con dos de los músicos más importantes de la historia del pop, empezó a componer tímidamente y llegó a igualar, y en muchos casos a superar, a sus compañeros. A pesar de su bajo perfil, fue tan innovador como John y Paul: entre sus innumerables logros, acercó la música y la cultura hindú a Occidente y organizó el primer concierto benéfico de la historia. El cáncer se lo llevó muy joven, a los 58 años, hace ya dos décadas, pero George vivió lo suficiente como para dejar, tanto con The Beatles como en solitario, algunas de las canciones más hermosas del mundo.

El Benjamín de The Beatles

George Harrison provenía de una familia humilde. “No teníamos baño”, recordó en Anthology (Chronicle Books, 2000). “Teníamos una bañadera colgada en la pared del patio trasero que entrábamos a la casa y llenábamos con agua caliente de ollas y pavas hirviendo”. Era el menor de cuatro hermanos y su padre manejaba un colectivo, tras varios años de trabajar en la Marina Mercante. Cuando su hijo mostró interés en la guitarra –entre los 12 y 13 años durante una internación en el hospital por una infección renal-, compró una usada y le pidió a un amigo que le enseñara los acordes básicos.

Un retrato temprano del grupo de rock británico The Beatles. De izquierda a derecha: Paul McCartney, Pete Best, George Harrison (1943 - 2001) y John Lennon (1940 - 1980) (Hulton Archive / Getty Images)
Un retrato temprano del grupo de rock británico The Beatles. De izquierda a derecha: Paul McCartney, Pete Best, George Harrison (1943 - 2001) y John Lennon (1940 - 1980) (Hulton Archive / Getty Images)

Como le pasó a muchos chicos de las décadas del ‘40 y el ‘50, la radio fue fundamental en su formación musical. “Nos gustara o no, incluso la música basura que odiábamos tuvo alguna influencia sobre nosotros”, admitió en sus memorias (I, Me, Mine, Genesis Publications, 1980). “La música tiene una calidad trascendental y alcanza partes de uno mismo a las que no esperaba que llegara”, agregó en Anthology. Esa apertura, que George compartía con el resto de The Beatles, fue fundamental para el desarrollo de su sonido y, en consecuencia, el de toda la música popular desde la salida de “Love me do” en adelante. De todas maneras, fue el rock and roll el que lo conquistó en la adolescencia cuando escuchó las guitarras de “Heartbreak hotel” de Elvis Presley mientras paseaba por su barrio en bicicleta: “De pronto salió de la radio de alguien y se metió en mi cerebro para siempre”.

George y Paul McCartney iban al mismo colegio, pero estaban en cursos diferentes. Sin embargo, compartían el viaje en transporte público. Entre la ida y la vuelta al instituto empezaron a charlar y, gracias a sus gustos en común, se hicieron amigos. Fue Paul quien convenció a John Lennon de sumar a Harrison a The Quarrymen, la banda de skiffle que fue el germen de The Beatles. Al principio, John, dos años mayor que él, se negó porque lo consideraba demasiado joven para su grupo. Paul también lo veía pequeño, aunque solo se llevaban nueve meses. Ambos pasaban noches enteras intercambiando sus conocimientos de guitarra y hasta se habían ido de vacaciones juntos como mochileros. George tuvo que lidiar durante años con el hecho de que sus compañeros lo vieran como un aprendiz y terminó siendo una de las cuestiones que acentuó sus diferencias con los demás. Fue creciendo como compositor bajo la sombra de los otros dos, luchando por que sus canciones sean reconocidas, algo que recién logró cuando The Beatles se desmoronaron.

No le resultó fácil entrar a The Quarrymen. Se mantuvo cerca del grupo como seguidor, asistiendo a los conciertos y a los ensayos y tratando de ayudarlos cuando era necesario, mientras Paul destacaba frente a John sus dotes como guitarrista, convencido de que George sería fundamental en la transición del skiffle, que era lo que tocaban, al rock and roll, que era lo que realmente les gustaba y el estilo de música que se impondría en Inglaterra a fines de los ‘50. Al final, Lennon se dio cuenta de las habilidades de Harrison cuando le mostró que sabía tocar a la perfección un éxito instrumental de esa época, “Rauchy” de Bill Justis. George era el músico más virtuoso del cuarteto y le enseñó a los demás algunos acordes que no sabían. “John ni siquiera sabía que las guitarras debían tener seis cuerdas”, comentó en Anthology. La de él tenía apenas cuatro, como un banjo.

Los Beatles en Hamburgo en 1961. (De izquierda a derecha) Pete Best, George Harrison, John Lennon, Paul McCartney y Stuart Sutcliffe (AP)
Los Beatles en Hamburgo en 1961. (De izquierda a derecha) Pete Best, George Harrison, John Lennon, Paul McCartney y Stuart Sutcliffe (AP)

Más allá de su destreza, The Beatles sabían que tener a un menor de edad podía traerles dificultades. George, en realidad, no debió haber entrado a muchos de los lugares donde tocaron y durante la primera residencia de la banda en Hamburgo, Alemania, fue deportado por trabajar en clubes nocturnos con 17 años.

Un silencioso en medio de la Beatlemania

El apodo de “Beatle silencioso” surgió durante su primera visita a los Estados Unidos. A los periodistas les sorprendió lo poco que hablaba. En verdad, su silencio se debía a que estaba con faringitis y debía mantenerse callado para cuidar su garganta para la aparición en el show de Ed Sullivan, el programa de televisión más importante de Norteamérica. De hecho, aquella presentación fue histórica porque disparó la Beatlemania en el continente americano y de ahí al resto del mundo. Fue el comienzo de la llamada Invasión Británica, ya que, con el éxito de The Beatles, se abrieron las puertas al mercado estadounidense para otras bandas de rock inglesas, como The Rolling Stones y The Who.

El mote que le había puesto la prensa norteamericana a George no podía ser más adecuado, al menos respecto de su figura pública. Al principio disfrutó de los privilegios de ser famoso, pero luego, con el asedio constante del público y de los medios, empezó a molestarle y con el tiempo construyó una coraza cada vez más infranqueable. “Siempre creí firmemente en la libertad y la privacidad”, dijo en una ocasión, según cita Mark Shapiro en su libro Detrás de esos ojos tristes: La vida de George Harrison (Emecé, 2002). La misma publicación repara en otra declaración del guitarrista donde expone sus sentimientos frente al éxito de The Beatles: “La enorme magnitud de nuestra fama me ponía nervioso”. John, Paul y Ringo parecían sentirse cómodos con su estatus de súper estrellas, pero Harrison no podía soportar que los fanáticos se acercaran a su casa o que no pudiera visitar tranquilo ningún lugar. También le frustraba el hecho de que el excesivo fervor de las masas les impidiera tocar en vivo. “La calidad musical dejaba de importar”, señaló sobre los shows que daba la banda en estadios en plena Beatlemania, donde los gritos eran tan fuertes que ni ellos podían escuchar lo que tocaban. Fue uno de los grandes motivos por los que abandonaron las giras en 1966, una decisión que tuvo a George como principal promotor.

The Beatles - Don't Bother me

No es casualidad que su primera composición haya sido “Don’t bother me”, incluida en el álbum With The Beatles (1963), cuyo estribillo dice de manera contundente: “Vete de aquí y déjame solo/No me molestes”. “La escribí como un ejercicio, para ver si era capaz de hacerlo”, confesó en su libro. Lo hizo mientras se recuperaba de una gripe en un hotel durante una gira por el sur de Inglaterra. Como señala el crítico Ian MacDonald, que escribió uno de los análisis más completos de la música de The Beatles (Revolution in the head, Penguin Random House, 2005), la canción es claramente “una auténtica expresión de la profunda necesidad de Harrison por tener privacidad”. Hasta ese momento, el crédito compositivo de George había sido reconocido en dos ocasiones: en “In spite of all the danger”, la primera canción que grabaron The Quarrymen y la única acreditada a McCartney-Harrison, y el instrumental que registraron en Hamburgo “Cry for a shadow”, coescrita con Lennon.

Un camino largo y sinuoso

Además de lidiar con las consecuencias de ser un Beatle, también luchó por ser reconocido como compositor por parte de sus compañeros y del productor George Martin. El tándem Lennon-McCartney era tan fuerte que sus canciones habitualmente eran rechazadas o dejadas en segundo plano, como fue el caso de “Only a Northern song”, que él la pensó para Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y terminó en la banda sonora de Yellow Submarine, prácticamente como un descarte. Cuando aceptaban grabar uno de sus temas, lo hacían a regañadientes y no se ponía tanto empeño como en las composiciones de John y Paul, ya que eran vistas como relleno para completar el álbum. “Era como si me estuvieran haciendo un favor”, manifestó el guitarrista en una entrevista con Crawdaddy en 1977. “El problema con George es que ninguno de nosotros lo consideró un compositor de nivel”, confesó Martin en Anthology. “Yo solía decir de forma condescendiente que si tenía algo lo incluyéramos en el álbum. Sé que debió haberse sentido mal por eso. Perseveró y gradualmente sus canciones fueron mejorando hasta volverse extremadamente buenas”. Lamentablemente, se dieron cuenta de esto sobre el final, cuando ya se estaban separando.

The Beatles - Something

Harrison empezó a escribir muy tímidamente. Luego de “Don’t bother me”, su segunda canción fue “You know what to do”. La banda registró un demo del tema en 1964, pero finalmente fue desechado y recién salió a la luz en el primer volumen de Anthology en 1995. “Componer […] me daba algo de miedo porque John y Paul lo hacían desde que tenían tres años. […] Ellos habían escrito la mayor parte de sus canciones malas antes de que pudiéramos acceder a un estudio de grabación. Yo lo hice de la nada y debía salir con algo que al menos tuviera la calidad suficiente como para incluirlo en un álbum junto con todos sus maravillosos hits”, reflexionó. Dos años le llevó componer un material que estuviera a la altura, que fue “I need you” y “You like me too much”, incluidas en Help!, editado en 1965. A partir de ahí, todos los LPs del cuarteto incluyeron al menos una canción de su autoría.

La evolución de George como compositor fue lenta, pero sostenida. Martin señaló que corría en desventaja porque no tenía ningún colaborador. “Escribir por mi cuenta se volvió la única forma de hacerlo porque así fue cómo empecé. En consecuencia, con el correr de los años nunca logré componer con nadie y terminé un poco aislado”, reflexionó el guitarrista, que sin embargo tuvo notables colaboraciones con Bob Dylan y Eric Clapton, entre otros. Más allá de un consejo o alguna ayuda puntual, en Anthology McCartney admitió que él y Lennon decidieron excluirlo deliberadamente de su sociedad compositiva. No sólo eso: tampoco solían mostrar un compromiso real al momento de grabar sus canciones. El menor de los Fab Four recordó con amargura cómo le costó grabar “While my guitar gently weeps”, una sus mejores composiciones: “no se la tomaron en serio y creo que ni siquiera la tocaban”. Tuvo que invitar a Eric Clapton a tocar el solo principal para que los demás descubrieran la magnitud de la pieza que tenían frente a ellos.

El momento más grande de George con The Beatles llegó en Abbey Road, el último álbum del grupo, grabado a la sombra de su ruptura. “Here comes the sun” fue su forma de canalizar las presiones que recaían sobre el cuarteto, abrumado por los problemas económicos de Apple. Harrison siempre siguió de cerca las finanzas del grupo, pero un día decidió faltar a una reunión y pasar el día en el jardín de Clapton. Inspirado por la atmósfera relajante del campo abierto, escribió uno de sus himnos más perfectos.

George Harrison - Here comes the sun (Subtitulada)

La otra gema de ese LP es “Something”, según Frank Sinatra, “la mejor canción de amor de los últimos 50 años” y, para Lennon, lo más sobresaliente de Abbey Road. Fue el único simple de su autoría que sacó el grupo como lado A –antes, temas suyos como “The inner light” y “Old brown shoe” habían sido relegados al lado B-, y por lo tanto su primer número uno en los rankings de varios países (menos Inglaterra). Está dedicada a su primera esposa, la modelo Pattie Boyd, con quien se casó en 1966, luego de conocerse durante el rodaje de la película A hard day’s night en 1964.

Según cuenta Boyd en su autobiografía (Wonderful tonight, Random House, 2008), abandonó su carrera por pedido del Beatle para resguardar su intimidad. Eso, sumado a los excesos de drogas y alcohol y las constantes infidelidades del músico –entre ellas un affaire con Maureen Tigrett, la esposa de Ringo-, hicieron que lo dejara en 1974 por Eric Clapton, el mejor amigo de su esposo. El líder de Derek And The Dominos estaba profundamente enamorado de ella y lo inspiró a escribir uno de sus mayores éxitos, “Layla”.

The Beatles - The Inner Light

El dueño del sonido de The Beatles

Más allá de las canciones que sumó Harrison al repertorio de The Beatles, como músico su aporte fue fundamental para forjar el sonido característico del grupo. Si bien no se consideraba un guitarrista virtuoso, desarrolló un estilo único y distintivo que se puede apreciar no solo en sus propias composiciones, como “Taxman” o “If I needed someone” –el único tema de su autoría que el cuarteto tocó en vivo–, sino también en las de Lennon y McCartney. Ejemplos sobran, pero “A hard day’s night”, “Ticket to ride”, “And your bird can sing” o “Rain” no serían lo mismo sin la guitarra de George.

La otra influencia que incorporaron los de Liverpool gracias a él fue la música de la India. La descubrió durante la filmación de la película Help!, donde hay una escena en un restaurante hindú en la que aparecen músicos tocando los clásicos instrumentos de la antigua colonia británica. Además, el compositor Ken Thorne utilizó el sitar en parte de la banda sonora que escribió para el largometraje, como “Another hard day’s night”, un pequeño popurrí con “A hard day’s Night”, “Can’t buy me love” y “I should have known better” tocada en clave hindú. Fue una de las primeras veces que las canciones de The Beatles tuvieron un tratamiento tan exótico.

Ken Thorne - Another Hard Day's Night

Luego fueron David Crosby y Roger McGuinn de The Byrds quienes lo introdujeron a la música del maestro del sitar Ravi Shankar, quien le enseñó a tocarlo. La primera vez que The Beatles utilizaron el instrumento hindú fue en “Norwegian wood (this bird has flown)”, una composición folk de Lennon incluida en Rubber Soul (1965). Luego fue utilizada en la clásica “Tomorrow never knows” y “Love you to” de Revolver –editado en 1966 y un punto de inflexión en su discografía-, el lado B “The inner light” y en “Within you without you”, la única contribución de George a Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.

Harrison fue pionero en fusionar el pop occidental con los ritmos tradicionales de una cultura oriental, que posee una estructura musical totalmente diferente. Los artistas que lo siguieron –incluyendo a The Rolling Stones en “Paint it black”–, descubrieron que el raga, que es un esquema melódico típico de la música clásica hindú abierto a la improvisación, se complementaba muy bien con los viajes lisérgicos del LSD gracias a su minimalismo y su monotonía, que generan una sensación hipnótica de elevación. Así, de la mano de The Beatles, la instrumentación de la India se incorporó a la psicodelia imperante del Verano del Amor, a punto tal que Ravi Shankar se presentó frente a una gran audiencia en el Monterey Pop Festival de 1967, que junto con el Festival de Woodstock del ‘69 fue el evento más importante del movimiento hippie.

Se cumplen dos décadas del fallecimiento del guitarrista principal de The Beatles. Con bajo perfil, sus canciones empezaron a abrirse paso entre los clásicos de Lennon y McCartney para luego tomar vuelo propio. Su curiosidad y su búsqueda de paz fueron fundamentales para hacer de los Fab Four la banda más importante de la historia

En busca de la paz interior

George no sólo abrazó la música de la India. También se acercó al hinduismo. Estudió la religión con diferentes gurús, peregrinó al país asiático varias veces para visitar los lugares sagrados y se hizo vegetariano mucho antes que Paul McCartney. En 1968 convenció al resto del grupo de tomar un curso de meditación trascendental en la ciudad de Rishikesh con el Maharishi Mahesh Yogi. Más allá de que la respuesta de sus compañeros fue dispar –Starr lo abandonó a los 10 días-, fue un periodo de mucha inspiración que dio origen a varias de las canciones que integraron el Álbum Blanco.

La filosofía hindú le permitió atravesar con mayor fortaleza las crisis, desde la separación de la banda hasta el colapso de su primer matrimonio. En su momento, le dijo a un periodista: “el hinduismo me hace sentir mejor. Cada vez me siento más y más feliz. Siento que no tengo límites y que puedo controlar mejor mi cuerpo”. Sin embargo, su adoración por Krishna se contradecía con su forma de vida pagana, plagada de sexo casual y sustancias prohibidas. “Podía ser espiritual y limpio y meditar por horas”, señala Pattie Boyd en su libro, “pero si los placeres de la carne se hacían irresistibles, dejaba de meditar, aspiraba coca, se divertía, coqueteaba con mujeres y se iba de fiesta”.

La figura de Harrison empezó a despegar sobre el final de The Beatles. Adquirió más confianza en sí mismo luego de colaborar con otros músicos de alto perfil, como Clapton y Bob Dylan que, a diferencia de Paul y John, lo veían como un par. En esa última etapa del grupo se animó a grabar un álbum de música experimental (Electronic Sounds), tan intrépido como los que hicieron Lennon y Yoko Ono, y ofició de productor de innumerables trabajos de los artistas nóveles que fichó Apple, como Jackie Lomax y Doris Troy.

Un Beatle no tan silencioso

Cuando los Fab Four se separaron en 1970, George había acumulado muchas canciones. Algunas de ellas las había mostrado a sus ex compañeros, que las rechazaron rotundamente, como “All things must pass”, cuyo primer demo fue registrado durante las sesiones de Let It Be. Marc Shapiro rescata una contundente declaración que describía cómo se sentía en aquel momento: “Había tanta música dentro de mí que estaba musicalmente constipado”. Por eso, cuando encaró su debut en solitario, soltó todo lo que tenía guardado. El resultado fue un voluminoso álbum triple, el primero de la historia del rock, producido por Phil Spector.

Junto a Ravi Shankar
Junto a Ravi Shankar

La mayor parte del material de All Things Must Pass gira en torno a la espiritualidad, el principal refugio de George en ese momento de incertidumbre. En las notas de la reciente reedición del disco por sus 50 años, Dhani Harrison destaca que la obra maestra de su padre “es un balance de la oscuridad y la luz que él estaba atravesando, porque hay mucha felicidad en estas canciones, pero también mucho dolor”. Durante la grabación, además de lidiar con las secuelas de la ruptura de The Beatles, el músico sufrió la muerte de su madre y la infidelidad de Pattie Boyd con Clapton.

Pese a la osadía de haber editado un LP triple, el Beatle silencioso fue el primero en llegar a la cima de los rankings como solista, en especial gracias a “My sweet lord”. El éxito, sin embargo, se vio opacado por una demanda de plagio que determinó que había copiado inconscientemente “He’s so fine” del grupo femenino The Chiffons. A pesar de esta mancha, All Things Must Pass es considerado lo mejor que hizo en toda su carrera.

My Sweet Lord

Su renovada popularidad lo llevó a aventurarse a organizar algo que nunca se había hecho antes: un recital benéfico. Con The Beatles se había negado a regresar a los escenarios, que había sido el objetivo final del proyecto Get Back que luego derivó en Let It Be.

En verdad, a duras penas había aceptado tocar en la terraza de las oficinas de Apple para la película. Pero la grave situación que estaban atravesando los refugiados de la guerra civil de Pakistán, que derivó en la independencia de Bangladesh en 1971, lo motivó a reunir a sus amigos y tocar para 40 mil personas en el Madison Square Garden de Nueva York con el propósito de reunir fondos destinados a la ayuda humanitaria. George armó un súper grupo integrado por Ravi Shankar, Ringo Starr, Bob Dylan, Billy Preston, Leon Russell y Eric Clapton, entre otros, y dio una histórica presentación que quedó inmortalizada en una película y un LP –también triple- que ganó el Grammy a Álbum del Año.

George Harrison en "Mientras mi guitarra llora suavemente”- concierto para Bangladesh

Junto con “Bangla Desh”, el primer sencillo solidario de la historia, el Concierto de Bangladesh fue un hito que inspiró a otros artistas a prestar su música para promover y colaborar en diferentes causas. Sin el aporte de George, grandes recitales solidarios como el Live Aid no hubieran existido.

Bangla Desh

George, el predicador

La última vez que Harrison había tocado frente a una audiencia fue en diciembre de 1969, cuando se sumó a la gira de Delaney & Bonnie junto con Eric Clapton y otros músicos que luego participaron de la grabación de su álbum debut. Al principio mantuvo un perfil bajo, pero luego, según Delaney Bramlett, se fue soltando. “Realmente se liberó de todas sus inhibiciones”, recordó en Detrás de esos ojos tristes. Se puede escuchar lo bien que sonaba la guitarra de Harrison en la reedición de lujo del disco del dúo On Tour With Eric Clapton. Sin embargo, y pese al éxito del Concierto de Bangladesh, optó por no presentar en vivo All Things Must Pass y en su lugar recluirse para preparar su segunda placa.

Delaney & Bonnie con George y Clapton - Comin' Home

Living In The Material World salió en 1973 y fue un éxito que desafió otra vez los cánones de la industria al contener once canciones que profundizaban sus creencias religiosas y espirituales. Aunque muchas letras hablaban de su devoción hacia la conciencia Krishna, también hay referencias a la separación de The Beatles y a la libertad que sentía en ese momento al no ser parte del grupo (“Mi vida me pertenece”, canta en “Who can see it”), así como el juicio que enfrentó a Macca con sus tres ex compañeros (“Sue me, sue you blues”). No sentía que había triunfado como miembro de la banda más grande de la historia, sino a pesar de eso. “Después de tocar con otros músicos, me he dado cuenta de que The Beatles no eran tan buenos”, llegó a decir a la prensa.

"Handle With Care", de The Traveling Wilburys

Como artista, estaba en su punto más alto, pero a nivel personal, George debía atender varios frentes. Su esposa finalmente lo dejó, cansada de los engaños y los excesos. Al mismo tiempo, como empresario, era el que más se ocupaba de los asuntos de Apple, que atravesaba una nueva crisis tras la decisión de él, John y Ringo de echar al manager Allen Klein. Por si fuera poco, fundó su propio sello, Dark Horse Records, y se animó a salir de gira para promoverlo. Convocó a Ravi Shankar -cuyo álbum Shankar Family & Friends fue el primer lanzamiento junto con el debut de un dúo llamado Splinter- y organizó un tour por los Estados Unidos y Canadá que fue vapuleado por la crítica. El músico convirtió cada escenario en un púlpito donde se dedicó a dar sermones y a tocar sus canciones religiosas con una voz destrozada por una laringitis. Además, dejó poco espacio para sus hits y de The Beatles apenas tocó cuatro temas, todos con nuevos arreglos y letras que la audiencia, aburrida luego del extenso set de Shankar, no recibió bien.

El período obsceno

El difícil momento que atravesaba el autor de “Something” quedó reflejado en Dark Horse, su trabajo más oscuro, pesimista y secular, con varias canciones dedicadas a su divorcio, como “So sad” y una versión de “Bye bye love” de The Everly Brothers en la que incorporó una estrofa cuya letra rezaba:

Ahí va nuestra señora

Con un “ya sabes quién”

Espero que ella sea feliz

También el viejo Clapper (que significa “aplaudidor”, pero la palabra también es similar a Clapton)

Teníamos buen ritmo

Entonces ella se interpuso

Me hizo un favor

Los eché a los dos

Las nueve pistas dejaban en evidencia su estado de ánimo y el público, acostumbrado a la energía positiva de su música, esta vez no lo acompañó. Fue su primer fracaso musical y coincidió con lo que él mismo denominó en su autobiografía como “el período obsceno”, en referencia a su conducta errática, que oscilaba entre peregrinaciones a la India, el consumo abusivo de sustancias y aventuras amorosas.

This Is Love

El destino del siguiente álbum, Extra Texture (Read All About It), no fue muy diferente. Desde el punto de vista comercial fue superior a su antecesor, pero respecto de lo musical, se trató de un disco poco inspirado, con canciones tristes que daban cuenta de la depresión en la que estaba sumido -como “This guitar (can’t keep from crying)”, una secuela sin fuerza de su clásico “While my guitar gently weeps”- y hecho a las apuradas, donde la mayor novedad fue una incursión mucho más profunda en el soul. Su principal objetivo con ese LP era dar por terminado su contrato con EMI y Apple para poder editar sus siguientes discos con su propio sello.

La luz interior

Fue en esos años turbulentos que George conoció a la mujer que lo acompañó hasta el final. Olivia Trinidad Arias había sido designada por A&M Records para ocuparse de todo lo relativo a Dark Horse. La disquera californiana se había comprometido a distribuir los lanzamientos del nuevo emprendimiento del ex Beatle y ella demostró ser la indicada para administrar y llevar orden al caos en el que vivía el músico, pero también para dar contención y cariño. Olivia resultó ser una persona muy espiritual y con el tiempo logró aplacar las conductas autodestructivas de Harrison, que encontró la paz en actividades mundanas como la jardinería.

George Harrison (1943-2001) con su esposa Olivia en los Evening Standard Film Awards en Londres, el 28 de enero de 1986 (Dave Hogan / Hulton Archive / Getty Images)
George Harrison (1943-2001) con su esposa Olivia en los Evening Standard Film Awards en Londres, el 28 de enero de 1986 (Dave Hogan / Hulton Archive / Getty Images)

Thirty Three & 1/3 fue una especie de renacimiento de su carrera. Sí, había sufrido embates, como un cuadro de hepatitis (su cuerpo empezaba a sentir los años de excesos) y el juicio por “My sweet lord” (al que hace referencia en “This song”), pero anímicamente George se sintió renovado y eso se vio plasmado en su quinto álbum, el primero que salió a través de Dark Horse. Se trató de un regreso al estilo de All Things Must Pass, donde predomina la guitarra slide -cuyo sonido se convirtió en una de las marcas registradas de George en su etapa solista-, y tanto la crítica como el público lo recibieron con los brazos abiertos. Se percibe el brillo de sus primeros hits en composiciones que rescató de la época de The Beatles (“See yourself”) y en las que le declara su amor a Olivia (“Beautiful girl”). Era evidente que había vuelto a disfrutar del proceso de grabación.

A fines de la década del ‘70, Harrison abandonó el caparazón que él mismo había construido y sus heridas del pasado empezaron a sanar. Se divorció formalmente de Pattie Boyd y recuperó su amistad con Eric Clapton. Cuando la pareja se casó en 1979, George asistió al festejo y se sumó a una gran zapada en la que también participaron Paul McCartney y Ringo Starr. Fue lo más cercano a una reunión que vivió el cuarteto de Liverpool luego de su disolución. Además, Olivia quedó embarazada y, tras el nacimiento de su hijo Dhani, el guitarrista contrajo sus segundas nupcias en una ceremonia privada.

Crackerbox Palace

En 1978, casi por accidente, inició un nuevo negocio. Eric Idle, miembro de Monty Python, buscaba financiación para el nuevo film del célebre grupo de comedia. El humorista había dirigido el video de Crackerbox Palace y George era un ferviente seguidor del colectivo teatral, así que hipotecó su casa e invirtió en la película, que resultó ser un clásico: La Vida de Brian.

La parodia sobre la vida de Jesús, aunque no estuvo exenta de polémicas, recaudó millones de dólares. El éxito de su primera incursión en el cine lo llevó a fundar su propia productora, HandMade Films, que durante los ‘80 estuvo detrás de varios largometrajes taquilleros, como Los ladrones del tiempo, protagonizada por Sean Connery.

Escena de "La Vida De Brian" donde aparece George Harrison

Sus buenas vibras se tradujeron en otro glorioso regreso a las bateas, esta vez con un álbum homónimo. Muchos críticos coincidieron en que George Harrison era su mejor disco en mucho tiempo e incluye algunas de sus composiciones más sobresalientes, como “Blow away”, “Faster” –inspirada en su pasión por la Fórmula 1 y su amistad con prestigiosos corredores como Niki Lauda y Emerson Fittipaldi- y “Not guilty”, un descarte del Álbum Blanco (disponible en el tercer volumen de Anthology) que recién encontró su forma definitiva una década más tarde.

No corrió la misma suerte su siguiente placa, Somewhere In England. Por primera vez, una disquera (Warner), le rechazó un trabajo por considerarlo poco comercial. George aceptó hacer cambios, reemplazar algunas canciones y hasta utilizar una portada diferente a la que había propuesto.

George Harrison y Patricia Anne Pattie Boyd hablando con el piloto de carreras Jim Clark durante su visita a Montecarlo, Mónaco 1966 (Wolfgang Kuhn / United Archives a través de Getty Images).
George Harrison y Patricia Anne Pattie Boyd hablando con el piloto de carreras Jim Clark durante su visita a Montecarlo, Mónaco 1966 (Wolfgang Kuhn / United Archives a través de Getty Images).

Otra vez reclusión

El 8 de diciembre de 1980, John Lennon fue asesinado. Aunque llevaban un par de años sin hablarse, la noticia lo conmocionó, no solo por haber perdido a un amigo, sino porque uno de sus mayores miedos se había materializado. Preso del pánico, transformó su mansión en una fortaleza y se recluyó con su familia. Durante la explosión de la Beatlemania había vivido el acoso de los fans, que aparecían en la casa de sus padres o en propio hogar. Paul describe estos episodios en “She came in through the bathroom window”, canción que integra el medley de Abbey Road. “Mi vida estaba siendo afectada por los gritos de las masas”, dijo Harrison A Rolling Stone en 1987. “Con todo lo que estaba ocurriendo, los presidentes asesinados, la magnitud de nuestra fama me ponía nervioso”. La muerte de John no hizo más que acrecentar su justificada paranoia. Shapiro cuenta que levantó en Friar Park, su residencia en Inglaterra, un muro con cables de metal, cámaras de seguridad y reflectores e instaló carteles de “Prohibido pasar” en diferentes lenguajes con sus respectivas banderas. A pesar del terror que sentía, nunca perdió el sentido del humor y al lado de la bandera de los Estados Unidos, el letrero advertía, para que no quedaran dudas: “Saca tu culo de aquí”. Fue el inicio de su alejamiento de la esfera pública.

La regrabación de Somewhere In England, que finalmente vio la luz en 1981, le permitió incluir un homenaje a Lennon. Tomó “All those years ago”, que había escrito en un principio para Ringo, le hizo unos retoques a la letra para dirigirse a su ex compañero (“Señalas el camino hacia la verdad cuando decís ‘All you need is love’”) y convocó al baterista y a Paul McCartney para recordarlo. El sentido tributo hacia el fallecido Beatle escaló alto en los charts y permitió que el álbum, que recibió críticas negativas, tuviera una cifra de ventas decente.

Ringo Starr, Paul McCartney, John Lennon, y George Harrison durante una escena del docuemntal "The Beatles: Get Back" (EFE / Apple Corps Ltd)
Ringo Starr, Paul McCartney, John Lennon, y George Harrison durante una escena del docuemntal "The Beatles: Get Back" (EFE / Apple Corps Ltd)

Sin embargo, Harrison estaba desencantado con la industria musical y con la fama. Se replegó a la vida doméstica y grabó el álbum que le debía a Warner con desgano y sin ningún interés en su promoción. Había comprendido que su música se había quedado en el tiempo y que estaba lejos de las tendencias musicales de esa época. A diferencia de Paul, que coqueteó con el sonido de sintetizadores y cajas de ritmo de principios de los ‘80, George, en palabras del biógrafo Simon Leng, “aceptó su estatus de dinosaurio del rock con elegancia” (While My Guitar Gently Weeps: The Music of George Harrison¸ Firefly, 2003). Gone Troppo (1982) suena más a pasatiempo que a la búsqueda creativa de un artista consagrado, a un ejercicio de composición de un músico con tiempo de sobra, un estudio de grabación propio y ninguna necesidad de vender discos.

Por siempre un Beatle

Cinco años le llevó al guitarrista volver al ruedo. Durante ese período sus apariciones públicas fueron escasas, en general como invitado en algún recital. Estar en contacto con músicos en un escenario lo motivó a regresar al estudio. Convocó como productor a Jeff Lynne, líder de Electric Light Orchestra, que lo rodeó de viejos amigos (Eric Clapton, Ringo Starr y Elton John) y sacó lo mejor de él. En 1987, Cloud Nine revitalizó la música que aportó George a The Beatles sin caer en la nostalgia. Por primera vez en mucho tiempo, sus nuevas composiciones sonaban frescas, pero sin dejar de lado su origen rockero. Su increíble versión pop de “Got my mind set on you”, un sencillo olvidado del cantante de R&B James Ray, fue su primer número uno en casi quince años.

Got My Mind Set On You

El álbum no era simplemente un regreso triunfal (aunque él decía que en realidad nunca se había ido), sino que mostraba a George amigándose con su pasado, como en “When we was Fab”, donde recordó con humor su etapa con The Beatles. Esta composición, sumada a la gira por Japón que encaró con Clapton en 1991 donde repasó todos sus hits (su segundo tour en toda su carrera solista), fue la catarsis final que le permitió reunirse en 1995 con McCartney y Starr para revisitar la historia del grupo. Anthology fue una monumental obra retrospectiva que incluyó una serie documental, un libro y tres volúmenes de discos con grabaciones perdidas y dos composiciones inéditas de Lennon que los otros Beatles terminaron de dar forma especialmente para la ocasión (“Free as a bird” y “Real love”).

When We Was Fab

Su siguiente proyecto fue de esos que nacen por casualidad, que si lo hubiera planeado no se habría concretado nunca. Aprovechando el éxito de Cloud Nine, Warner le pidió que compusiera un lado B para incluir en el tercer sencillo, “This is love”, una de esas gemas pop que tan bien le salían. Con Jeff Lynne surgió la idea de grabar la canción con Roy Orbison, un ídolo de su juventud, en el estudio de Bob Dylan, que también aceptó participar. George pasó a buscar una guitarra a la casa de Tom Petty y lo invitó a sumarse a la sesión. “Handle with care” sorprendió a los ejecutivos de la disquera, que consideraron que el tema era demasiado bueno como para desperdiciarlo en un lado B y preguntaron si no era posible que la colaboración se tradujera en un álbum completo.

"Handle With Care", de The Traveling Wilburys

Así, el supergrupo integrado por George Harrison, Jeff Lynne, Roy Orbison, Bob Dylan y Tom Petty puso manos a la obra y, bajo el nombre de The Traveling Wilburys entregó un clásico instantáneo, The Traveling Wilburys Vol. 1, considerado uno de los mejores discos de 1988. El autor de “Oh, Pretty woman” murió repentinamente a finales de ese año de un ataque al corazón, por lo que el resto de los músicos le rindió un tributo con un segundo álbum, titulado The Traveling Wilburys Vol. 3, una típica humorada de George.

El legado de George Harrison

El 30 de diciembre de 1999 su mayor pesadilla se había hecho realidad. Un hombre que padecía esquizofrenia llamado Michael Abram irrumpió en su casa y lo atacó a puñaladas. No llegó a asesinarlo porque Olivia lo redujo a golpes con un atizador. El músico había sido sometido dos años antes a intervenciones quirúrgicas a causa del cáncer, primero en el pulmón y luego en la garganta, y tras el atentado pasó semanas de recuperación en el hospital. Lamentablemente nunca superó del todo este incidente y en 2001 los tumores regresaron a sus pulmones e hicieron metástasis en el cerebro. El 29 de noviembre, a los 58 años, perdió la batalla y el mundo se llenó de conmoción y tristeza. Otro Beatle se había ido antes de tiempo.

Sin embargo, todavía tenía cosas para decir. Había empezado a grabar un nuevo álbum y, al descubrir que no iba a poder terminarlo, le dejó instrucciones a su hijo para que junto a Lynne le diera los toques finales. Brainswashed salió en 2002 pocos días antes del primer aniversario de su muerte y es el testimonio final, lleno de reflexiones personales y espirituales, de uno de los músicos más importantes del siglo XX.

Al contrario de lo que dijo Bob Dylan, no es que George hubiera sido más grande de no haber pertenecido a The Beatles. Justamente, él trascendió como compositor a pesar de haber vivido a la sombra de Lennon y McCartney. Se nutrió de ellos y con el tiempo logró ponerse a su altura. De hecho, hay una grabación descubierta en 2019 en la que se escucha a John proponer que para el sucesor de Abbey Road el guitarrista aporte la misma cantidad de canciones que él y Paul. Unas semanas después anunció que los abandonaba, pero el testimonio, descubierto por el historiador Mark Lewisohn, es la prueba de que The Beatles habían reconocido su madurez.

Give Me Love (Give Me Peace On Earth) (en vivo en Japón)

Él detestaba ser una estrella de rock y el acoso de los fans. Era un artesano en busca de una melodía perfecta sobre la cual canalizar su eterna necesidad de paz interior. Para la prensa, era el Beatle silencioso, pero todo lo que tenía para decir estaba en su música. Como señala Simon Leng, “la paradoja de George Harrison es que, aunque él solo quería cambiarse a sí mismo, terminó cambiando el mundo”. Sus inquietudes transformaron para siempre la música popular de Occidente y su filosofía quedó plasmada en una obra que, incluso en sus momentos más débiles, rebosa de belleza. The Beatles rompieron todos los paradigmas del pop y, a poco más de medio siglo de su final, no queda lugar a dudas de que George fue una pieza fundamental de esa revolución.

Como bien dice el escritor Paul Theroux en las notas del álbum Concert for George, un registro del homenaje que le hicieron amigos como Tom Petty, Paul McCartney, Ringo Starr y Eric Clapton al cumplirse el primer aniversario de su muerte: “Todos sabíamos que su música tenía poder y corazón, que perduraría y nos conmovía; su clarividencia nos ayudó a ver el mundo y sus sutilezas a comprendernos a nosotros mismos. Dimos todo eso por sentado.”

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