La belleza del día: “El día del Derby”, de William Powell Frith

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

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“El día del Derby”, de William Powell Frith, en la Galería Tate
“El día del Derby”, de William Powell Frith, en la Galería Tate

Una “obra maestra” y “el ejemplo definitivo del género victoriano de la vida moderna”. Esas fueron algunas de las descripciones de El día del Derby, obra de William Powell Frith, presentada en sociedad en 1858 en la Royal Academy y que se convirtió en un fenómeno a tal punto que se debió colocar un riel para contener a las multitudes que llegaban para apreciarla.

La obra, que se encuentra en la Galería Tate, es monumental y exhaustiva (110 x 220 cm), y nada sencilla de realizar: Frith trabajó en ella a lo largo de 15 meses, entre 1856 y 1858. Durante todo ese tiempo, el artista trabajó con bocetos y modelos en vivo. Una gran cantidad de modelos en vivo, lo que generó un gran caos compositivo, pero que resolvió con solidez.

Para empezar, contrató modelos para cada uno de los personajes principales. Así, le pidió a un jockey que posara en un caballo de batalla en su estudio para los jinetes a la derecha de la imagen; a un acróbata y a su hijo, para los actores de ropaje blanco, a familiares y a amigos, e incluso le encargó al fotógrafo Robert Howlett que “fotografiara para él desde el techo de un carruaje tantos grupos de personajes extraños como pudiera”. Para realizar este trabajo, Howlett asistió a una carrera en Epsom Downs, Surrey, donde se realiza la carrera de caballos más rica de Gran Bretaña.

Esta obra maestra nació como un encargo de Jacob Bell, un prestigioso químico y farmaceútico de la época, por el que le pagó 1.500 libras esterlinas y que devino en dos dos grandes bocetos además del trabajo terminado. Las mujeres de la obra fueron elegidas por Bell, quien las envió al estudio del pintor.

Charles Dickens
Charles Dickens

Miembro de The Clique, que también incluía al genial Richard Dadd, Frith era el Charles Dickens -a quien reatrató- de la pintura en eso de mostrar los diferentes escalafones que conformaban la sociedad, a tal punto que es conocido como el “mayor pintor británico de la escena social desde William Hogarth”, aunque su gran influencia fue Sir David Wilkie.

En ese sentido, fue el creador de todo un género en ese momento, el de la vida victoriana moderna, con su obra La vida en la playa, Ramsgate Sands, de 1854, que se encuentra en la Royal Collection.

Por otro lado, Frith era un creyente de la frenología, una pseudociencia en desuso que afirmaba la posible determinación del carácter y los rasgos de la personalidad, así como las tendencias criminales, basándose en la forma del cráneo, cabeza y facciones. Por eso, cada personajede la obra está representado para ajustarse a ciertos estereotipos, especialmente en los criminales y las personas de bajos recursos.

 La vida en la playa, Ramsgate Sands
La vida en la playa, Ramsgate Sands

Si se observa en detalle hay tres escenas principales. En la izquierda, junto a la carpa privada del Reform Club, un grupo de hombres se concentran en un juego de mesa con apuestas. Entre ellos, uno saca un papel del bolsillo, revelando que hay una trampa en el asunto, y tienta a su vez a otro que es retenido por su mujer que lo agarra del brazo. Un poco a la derecha, un joven con mirada perdida coloca sus manos en los bolsillos buscando un reloj que ya fue robado por uno de los de atrás. En estos pequeños actos, el artista recrea un estrato social en el que el engaño es moneda corriente.

En el centro de la imagen se encuentra el acróbata y su hijo, que mira con un suntuoso picnic organizado por un lacayo, un criado de algunos de las personas de clase alta que se encuentran en los carruajes. Si se comparan los rotros de los hombres de la primera y esta escena, puede notarse claramente cómo el prejuicio frenológico fue esencial en la construcción de las identidades no solo en la ropa, sobre todo en los rasgos, unos refinados, otros más gruesos, de cejas anchas y desordenadas.

A la derecha de los carruajes, una cortesana, una amante mantenida del personaje apoyado, evade la mirada de una anciana que le pide dinero o sencillamente le habla. Otra cortesana aparece en la obra, pero en el extremo izquierdo: viste un traje de montar oscuro, representando a una de las prostitutas de clase alta que desfilaban diariamente a caballo en Hyde Park.

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