La ficción como “actividad esencial” y el valor de la imaginación

Una reflexión del dramaturgo y director argentino sobre el teatro como insumo vital, a propósito de la emisión online de su obra “Todo tendría sentido si no existiera la muerte”, que podrá verse a partir de esta noche a las 20 y hasta el domingo 14 de junio a las 23

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(Foto: Ariel Feldman)
(Foto: Ariel Feldman)

Las ficciones producen operaciones formales que nos permiten establecer nuevas relaciones con la experiencia. No podemos entender el mundo sin ficciones. El teatro es particularmente poderoso a la hora de pensar qué relación tenemos con el tiempo y, en última instancia, qué relación tenemos con la muerte. La realidad da datos, contabiliza, informa, pero nada sabe sobre la muerte. El arte existe para poder hablar de lo que no se puede hablar. Siguiendo al historiador Yuval Harari, si los seres humanos logramos subsistir como especie y ser quienes dominamos al mundo no es por ser más grandes, ni más veloces, ni más fuertes: es por la ficción. Y no por el lenguaje, ya que muchos animales se pueden comunicar. Un mono puede indicarle a otro “cuidado, un león”. Pero ningún animal puede decirle a otro “El león será el guardián espiritual de nuestra tribu”. La ficción nos permitió compartir una experiencia común. Mientras la negra figura de una pandemia acecha a todo el planeta yo pretendo, en estas líneas, hablar sobre el valor de la imaginación.

Soy director de teatro, así que buena parte de las actividades que me hacen feliz (ensayar, tener funciones, ir a ver obras de teatro) no se pueden realizar en estos días. Pero también soy dramaturgo y docente. Escribir y dar clases (online) sí se puede hacer. Y esta última actividad adquirió una intensidad infrecuente. Alumnos y alumnas tienen un compromiso todavía mayor al habitual con las clases, nunca faltan, nunca llegan tarde, y escriben muchísimo más que en tiempos anteriores al virus. Seguramente esto tenga que ver con que tienen más tiempo, y también tenga que ver con que siendo las dos únicas actividades teatrales que nos quedan (escribir y enseñar/aprender), no queda otra que consagrarse a ellas.

Como sea, no puedo más que agradecer ese acto de fe: dedicarle tiempo y dinero a una actividad que no sabemos ni cuándo ni cómo va a poder volver a ejercerse. Así, mi compañero en la docencia, el dramaturgo y director Ignacio Bartolone y yo, nos entregamos a este furor y leemos muchos más trabajos por semana, al tiempo que preparamos aún más clases que lo habitual. A su vez, alumnos que no habríamos podido tener se suman a nuestros talleres desde Ushuaia, Rosario, San Luis, pero también desde Perú, Colombia, Venezuela, México y hasta Miami.

(Foto: Ariel Feldman)
(Foto: Ariel Feldman)

Hace algunas semanas decidimos dar la clase sobre uno de nuestros dramaturgos favoritos: Copi. Nacido en Buenos Aires como Raúl Damonte en el año 1939, su abuelo fue Natalio Botana, fundador del Diario Crítica, y su abuela, Salvadora Medina Onrubia: anarquista, feminista y brillante escritora. Copi se estableció en París en 1962 y ya no volvió a vivir nunca más en la Argentina. Fue dibujante, actor y dramaturgo. Escribió ocho novelas y quince obras de teatro. Sin embargo, sólo tres de sus creaciones fueron escritas en español. Y a pesar del francés, nada más argentino que el teatro de Copi. Eva Perón, Loretta Strong o Cachafaz son ejemplos perfectos.

En el teatro de Copi, muchas veces los personajes mueren para luego revivir. Incluso en el caso de su obra Las cuatro gemelas (la que podría ser una reescritura delirante de La comedia de las equivocaciones de Shakespeare) dos pares de gemelas básicamente no dejan de morir y resucitar, matarse y renacer. Cocteau dice que “la diferencia entre el teatro y la vida es que en el teatro los muertos se levantan al final, y en la vida no”. Así, los muertos se levantan “en la vida”, cuando la representación ha terminado. Pero afirma el escritor César Aira, “Copi los hace levantar dentro del teatro, es decir hace retroceder la vida hasta que queda dentro del teatro”. Quizás eso estemos haciendo mis alumnos y yo, querer meter a la vida dentro del teatro.

En el año 2013 escribí una extensa obra que fue central en mi teatro y en mi vida, si es que existe tal separación. El origen de esta escritura se remonta a 2010, año en que falleció mi abuela Lila, la persona que me crió junto a mis padres. Lila nació en el límite entre Uruguay y Brasil, y su lenguaje mestizo me ha marcado para toda la vida. Desde su fallecimiento descubrí que leer novelas o mirar películas sobre la muerte me resultaban una compañía y así decidí escribir mi ficción sobre la muerte. Así, a finales del año 2012, en un avión rumbo a México, a un festival de teatro, me vino una idea para una obra: una mujer que tiene una enfermedad terminal y decide como última voluntad filmar una película pornográfica.

Esa obra se llama Todo tendría sentido si no existiera la muerte. En 2015 la obra recibió el Premio a la Nueva Dramaturgia “Germán Rozenmacher”, que entregan el Centro Cultural Rojas y el FIBA (Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires). En 2016, por la misma obra fui elegido –junto a 35 escritores de todo el mundo- para formar parte del prestigioso International Writing Program de la Universidad de Iowa, la residencia de escritores más antigua del mundo. Finalmente, en 2017, la obra se estrenó en el Rojas. Hizo temporadas hasta finales del año pasado en el Cultural San Martín, en el Teatro Payró, en La Comedia de La Plata y en el Teatro Metropolitan (además de viajes a Rosario, Mar del Plata, Montevideo y Lima).

(Foto: Ariel Feldman)
(Foto: Ariel Feldman)

Todo tendría sentido si no existiera la muerte se sitúa en el final de los años 80 y narra la historia de María, una maestra de pueblo del interior de Buenos Aires. Dos hechos cambiarán radicalmente su vida: primero, la amistad con Liliana, la extravagante dueña del videoclub del pueblo, que la acercará a una nueva pasión: las películas pornográficas feministas; y segundo, enterarse de que sufre una enfermedad terminal y le quedan pocos meses de vida. En ese momento decidirá realizar un gesto insensato y ridículo: como última voluntad, ella desea filmar su propia película pornográfica. Una de las operaciones de sentido que intenté desarrollar en la obra es sobre la percepción del tiempo. Primero: ¿cuánto tiempo de la vida de un personaje puede contar una obra de teatro? Parecería ser más propio del cine, o de las series, contar un largo período. Y parecería ser más sencillo para el teatro contar un tiempo acotado: por ejemplo una cena, o una clase. Al mismo tiempo, ¿cuánto debe durar una obra de teatro? Lo habitual, en Buenos Aires, suele ser alrededor de una hora. Y en última instancia: ¿qué me sucede como espectador si estoy en un teatro un tiempo mayor al habitual? ¿De qué forma esa modificación en el tiempo de percepción comienza a cambiar mi manera de relacionarme con el teatro? Todo tendría sentido si no existiera la muerte cuenta la agonía de María, y dura tres horas y cuarto. El objetivo es producir intimidad con el personaje, y que el dispositivo formal nos permita acompañar esta vida que se apaga y poder asistir a lo imposible: ver a la muerte en acción.

El día sábado 6 de junio a las 20 horas se emitirá un registro en video de Todo tendría sentido si no existiera la muerte a través de las plataformas del Teatro Timbre 4. La obra quedará disponible hasta el 14 de junio. Cada espectador podrá decidir cómo quiere verla: si de un tirón, si con un pequeño recreo, o si prefiere verla en varios episodios, como una miniserie. No sabemos cuánto tiempo pasaremos sin teatro. La actividad fue declarada no esencial ni bien comenzó la pandemia. Incluso un productor teatral de dilatada experiencia afirmó que el teatro sería lo primero en cerrar y lo último en abrir. La ficción, la buena ficción, nos conmueve y nos entretiene. Pero es mucho más importante que eso: la ficción, cada novela o cada obra de teatro, funda su propia hipótesis de lectura: en el mundo que crea esta obra, la cosa funciona así, la cosa se lee así. Entonces la ficción inventa modos de leer. Y en ese movimiento, fundando una nueva forma de leer, lo que hace la ficción es inventar una nueva forma de ver el mundo.

(Foto: Ariel Feldman)
(Foto: Ariel Feldman)

No hace falta haber leído toda la obra de Kafka para entender qué está sucediendo cuando uno realiza un trámite administrativo. La obra de Kafka organizó una porción de la realidad, que ahora entendemos de otro modo. Dijo Oscar Wilde “la neblina en Londres no existía hasta que la pintaron los impresionistas”. Y claro que había neblina, pero no la percibimos hasta que no la vimos eternizada en una obra.

Salimos a buscar en la realidad lo que ha creado la ficción. Así, el camino es claro: la ficción modifica el modo en que vemos la realidad. Como Copi, que decide meter a la vida adentro del teatro, o como mis alumnos y alumnas, entregados a su fe en el teatro. O como el personaje de María, que decide utilizar a la ficción para vencer a la muerte; yo considero a la ficción una actividad esencial. “Uno no llega a ser quien es por lo que escribe, sino por lo que lee”, dijo Borges. En tiempos de pandemia, terror y muerte, yo no encuentro fuerza más poderosa que la imaginación.

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*Todo tendría sentido si no existiera la muerte Estreno online: Sábado 6 de junio a las 20. Estará disponible hasta el domingo 14 de junio a las 23. GRATIS - Entrada a la gorra - Donación voluntaria: $50 a $1000. Cualquier colaboración es vital para sostener el trabajo de los artistas y espacios independientes. El 50% de lo recaudado será para la compañía y el otro 50% para el Teatro Timbre 4.

LINK de la SALA VIRTUAL: https://www.timbre4.com/teatro/705-todo-tendria-sentido-si-no-existiera-la.html

Con: Lorena Vega, Maruja Bustamante, Andrea Nussembaum, Juana Rozas, Bruno Giganti y Agustín Rittano. Escenografía: Oria Puppo. Vestuario: Cecilia Bello Godoy y Johanna Bresque. Iluminación: Matías Sendón. Coreografía: Jazmín Titiunik. Musicalización: Mariano Tenconi Blanco. Música original: Ian Shifres. Fotografía: Sebastián Freire (estudio), Ariel Feldman (escena) y Xavier Martín (gráfica). Diseño gráfico: Gabriel Jofré. Producción general: Carolina Castro. Asistencia de producción: Eugenia Tobal. Meritoria de dirección: Ana Schimelman. Asistencia de dirección: Maxi Muti. Dramaturgia y dirección: Mariano Tenconi Blanco

Todo tendría sentido si no existiera la muerte, obra ganadora del IX Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia, es una coproducción de Compañía Teatro Futuro y el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), el Festival de Artes Escénicas de Uruguay (FIDAE), el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas (UBA), el Centro Cultural San Martín y la Comedia de la Provincia de Buenos Aires.

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