Una exquisita historia del poncho, la prenda argentina que conquistó las pasarelas y las calles

Los 35 ponchos que componen la muestra “Poncho, Territorio y cultura” son una invitación para conocer la historia, la materia prima y los procesos, antiguos y modernos, con que se produce esta pieza autóctona, a partir de la obra de diferentes artesanas de todo el país

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La muestra recorre los diferentes tipos de poncho a partir del trabajo de artesanas argentinas
La muestra recorre los diferentes tipos de poncho a partir del trabajo de artesanas argentinas

Los treinta y cinco ponchos que componen la muestra "Poncho, Territorio y cultura", en el Museo Parlamentario, se agrupan según ostenten fibras naturales de llama, lana de oveja, 100 % vicuña, remixes con hilados semi- industriales y las variopintas técnicas textiles implícitas en sus urdimbres (del telar criollo al witral, pasando por los telares traídos por la inmigración europea del siglo diecinueve). En conjunto enfatizan la producción contemporánea de las artesanas mapuches, las artesanas no indígenas, artesanas migrantes y otros que incorporaron el oficio mediante plataformas de capacitación.

La instalación de ponchos se exhibe sobre maniquíes acicalados por las túnicas en tonos de negro, crudo, yerba mate y bordó creadas a medida por la diseñadora Vicki Otero, una experta en recrear los modismos de trajes regionales para las pasarelas contemporáneas. Sobre las toiles negras irrumpe un poncho con rayas verticales en rojo granate y marrón con terminación de flecos a peine urdido por Vilma Guzmán, una artesana salteña de 31 años, quien despuntó el oficio en la adolescencia y con los telares de su padre, el eximio tejedor Alfonso Guzmán. El ribete y el moño de su creación se coronan con un lazo negro ideado por Otero inspirándose en los pañuelos golilla o serenero que ciñeron cuellos y frentes de los gauchos.

Laboreo de poncho mapuche
Laboreo de poncho mapuche

No es arbitrario que la curaduría de la muestra que exhibe el Museo del Senado recalara en la experta Roxana Amarilla, la directora del Mercado Nacional de Artesanías Tradicionales de la Argentina (Matra) y quien en un recorrido por la exhibición – abrigada para la ocasión con una manta de llama con motivos ojo de perdiz de la artesana Lucrecia Cruz, y una chalina de vicuña tejida por Fátima Delgado– destaca un conjunto de ponchos con el común denominador de su lana hilada en husos y mediante la técnica de ikat.

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La pieza rara avis del conjunto resulta un poncho cuya superficie replica círculos teñidos luego del tejido y mediante una técnica de atado similar al tye die que veneraron los rockers de 1970 en sus camisetas batik. Fue realizado por Liliana Ballota Pardeilhan, una maestra artesana de Azul que como consecuencia de un problema de visión trabaja al tacto y divulga sus técnicas en la "Biblioteca Braille Digital y Parlante" de La Plata.

Durante el itinerario museístico las miradas se detienen ante la creación de Lidia Calfuqueo, una artesana mapuche cuya iniciación en el telar vertical data de tres décadas: su obra remite al poncho en lana de oveja con tintes naturales en una paleta cromática que oscila del verde oliva al rosa Dior y concluye en marrón. En rigor, su ficha técnica advierte que el verde se obtuvo del chacaré, el rosado del coclle y el marrón proviene de la cáscara de los piñones.

Silvia Tropan, mapuche, lana de oveja, paraje Aucapan, Neuquen
Silvia Tropan, mapuche, lana de oveja, paraje Aucapan, Neuquen

La artesana Guillermina Cabral, es descendiente de ranqueles y no vacila en afirmar: "Sueño con los colores y el tejido de cada poncho, la gente me hace pedidos por teléfono, confían en mi elección de los colores". Como indicador de sus requeridas piezas que en 2016 se exhibieron en la muestra "World Ikat Textiles" en la Brunei Gallery de la Universidad de Londres, asoma un poncho en lana de oveja en tonos beige y blanco creados con la raíz de piquillín, el arbusto que crece en Córdoba, San Juan y Mendoza y cuyo nombre científico es condalia microphylla.

La familia de los ponchos de vicuña cautiva por su belleza y representa los ponchos más preciados: cotizan en cuarenta mil pesos. Por un lado, asoma el poncho a rayas en color "lomo y panza del animal" con la impronta de Santos Eladia Gutiérrez, la artesana premiada en la "Fiesta Nacional del Poncho" que transcurre en Catamarca cada mes de julio. Por otro, se suman las prendas de Guillermina del Valle Zarate, desarrolladas en telar rústico y cuyas fichas técnicas hacen alarde de la levedad: el primero pesa 330 gramos, fue urdido en 1500 hebras y ostenta un 66% de fibra de vicuña mientras que el segundo asciende a 425 gramos de peso y al 72% de vicuña en su composición.

Guillermina Zarate, vicuña, Fray Mamerto Esquiú, Catamarca
Guillermina Zarate, vicuña, Fray Mamerto Esquiú, Catamarca

Del relato de la curadora se desprende la expresión "alarde del artesano" y que en la jerga refiere a quienes tejen de modo tan suave que no necesitan recurrir a un telar flequero para las terminaciones y también tecnicismos sobre los tiempos de realización; un poncho requiere a cada artesano tres meses de labor y un promedio de ocho horas diarias. Amarilla se refiere además a las cualidades slow fashion implícita en los ponchos: "En un contexto crítico de contaminación y superproducción de objetos, los artistas del poncho representan un espacio para el consumo consciente. Los nuevos modos de consumo resemantizan el lujo y el poncho es y siempre fue una pieza lujosa".

Poncho de llama, motivo ojo de perdiz
Poncho de llama, motivo ojo de perdiz

Otras fuentes eruditas sobre el poncho no pueden omitir las afirmaciones sobre medidas y materiales que se desprenden de Ponchos del Río de la Plata de la experta Ruth Corcuera, que señala: "Si bien el 1800 hubo en Buenos Aires un furor de pequeños ponchos peruanos- cinco mil piezas-, su habitual morfología remite 'una pieza rectangular de 180 x 1.40 con una abertura en el centro que permite al usuario inclinarlo sobre su cabeza o bien, dejarlo caer sobre los hombros'". Agrega que, como consecuencia de sus raíces indígenas y su posterior popularidad entre los europeos, constituye una prenda mestiza.

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En el tratado Pilchas Criollas, del historiador uruguayo Fernando Assuncao, se recrean modos de uso: "Salvo para lucirse, paquetear, o antes de arribar a una casa conocida, cuando lo llevaba sobre el caballo en espera de que le secase después de una lluvia, iba siempre el hombre de a caballo cubierto con su poncho, la más de las veces hecho en los telares de la provincias de arriba, llamado cordobés, santiagueño, baladrán y vicharí. Para pelear a duelo de cuchillo lo arrollará en su antebrazo izquierdo para que le sirva de protección".

Apodado "haragán" porque su morfología difiere de otros ropajes aptos para oficios, el poncho devino en prenda Prêt á porter en diversidad de texturas y se erigió como prenda ineludible en las colecciones de la industria de la moda desde inicios de 2010. Por entonces la firma inglesa Burberry Prorsum los realizó con tartanes prestados de los interiores de sus impermeables y los customizó con las iniciales de sus compradoras.

Muestra de ponchos sobre túnicas verdes
Muestra de ponchos sobre túnicas verdes

Pero el listado de apropiaciones del poncho desde la moda es extenso y variopinto: los diseñadores de vestuario Paco Jaumandreu y Horace Lannes rescataron el poncho salteño en versión alta costura y los llevaron a las pasarelas circa 1970.

Otro caso extravagante remite a la diseñadora austríaca Fridl Loos, quien luego de graduarse en la Escuela de Arte de Viena y de diseñar vestidos para las actrices Hedy Lamarr y Lana Turner, hizo posteriores desarrollos para la casa londinense Jaeger (de capas de cuero y de pelo de camello que cautivaron a los duques de Kent). En 1940, Fridl se radicó junto a su marido arquitecto, en la Argentina. Vivieron en un edificio racionalista del downtown porteño y comenzaron a realizar viajes por el NOA; en un safari por Salta y por Jujuy surgió su rescate de barracanes y guardas que cimentaron una colección de ponchos avant- garde que fueron comercializados en la tienda norteamericana Neiman Marcus. No es casual que una de las boutiques más celebradas de Fridl Loos, situada en las Galerías Pacífico se llamara "Rancho". Su interiorismo se jactó de boleadoras y de ponchos dispuestos cual ornamentos que veneraron usar la actriz Delia Garcés y el pintor Alberto Grecco.

*"Poncho, territorio y cultura" se exhibe en el Museo Parlamentario Senador Domingo Faustino Sarmiento -Hipólito Yrigoyen 1702 – y la muestra se puede visitar de lunes a viernes de 10 a 18. La entrada es libre y gratuita.

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