
La noche del 25 de marzo de 1981, Gabriel García Márquez tuvo que abandonar Bogotá en un vuelo de Aeroméxico, acompañado por su esposa Mercedes Barcha y bajo la protección de la embajadora mexicana María Antonia Santos.
El escritor, ya entonces una figura central de la literatura latinoamericana, se vio forzado a dejar su país tras recibir una advertencia directa: existía un plan para detenerlo, vinculado a la represión estatal que marcó el gobierno de Julio César Turbay Ayala.
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Según reconstruyó Cambio, la voz que lo alertó fue la de Nydia Quintero de Turbay, primera dama y esposa del entonces presidente, que le transmitió la gravedad de la amenaza y la urgencia de huir.
En ese contexto, la popularidad de García Márquez contrastaba con su incomodidad ante la fama.
“Me estorba (la fama). Lo peor que le puede ocurrir a un hombre que no tiene vocación para el éxito literario, en un continente que no estaba preparado para tener escritores de éxito, es que sus libros se vendan como salchichas. Detesto convertirme en espectáculo público. Detesto la televisión, los congresos, las conferencias, las mesas redondas…”, confesó a Plinio Apuleyo Mendoza en El olor de la guayaba.

A esa aversión por el protagonismo se sumaban temores personales, como el miedo a volar. “El único miedo que los latinos confesamos sin vergüenza, y hasta con un cierto orgullo machista, es el miedo al avión. Tal vez porque es un miedo distinto, que no existe desde nuestros orígenes, como el miedo a la oscuridad o el miedo mismo de que se nos note el miedo", expresó el Nobel colombiano.
“Al contrario: el miedo al avión es el más reciente de todos, pues solo existe desde que se inventó la ciencia de volar. Yo lo padezco como nadie, a mucha honra, y además con una gratitud inmensa, porque gracias a él he podido darle la vuelta al mundo en 82 horas, a bordo de toda clase de aviones, y por lo menos diez veces”, agregó Gabo.
La situación política en Colombia era tensa. El entonces presidente Turbay Ayala, que asumió el 7 de agosto de 1978, había prometido “mano dura” contra los llamados “desmanes de los comunistas”, tras el Paro Nacional de 1977.
Su Gobierno, junto al ministro de Defensa Luis Carlos Camacho Leyva, implementó el Estatuto de Seguridad, que permitía detenciones arbitrarias y la incomunicación de sospechosos durante diez días.
Se denunciaron desapariciones forzadas y torturas, mientras la guerrilla, especialmente el M-19, ganaba simpatía en sectores urbanos.

El M-19 protagonizó acciones como el robo de más de 5.000 armas al Ejército el 1 de enero de 1979 y la toma de la embajada de la República Dominicana en 1980, en la que secuestraron a 50 personas, incluidos 17 diplomáticos.
En marzo de 1981, el Gobierno rompió relaciones con Cuba y acusó a Fidel Castro, amigo personal de García Márquez, de enviar armas al M-19. El escritor, por su cercanía con Castro y su prestigio internacional, se convirtió en blanco de sospechas.
El rumor de que colaboraba con la guerrilla se extendió, y varios funcionarios del Gobierno lo señalaron públicamente. “Distintos funcionarios, en todos los tonos y en todas las formas, han coincidido en dos cargos concretos”, escribió García Márquez el 7 de abril en El País de Madrid.
“El primero es que me fui de Colombia para darle una mayor resonancia publicitaria a mi próximo libro. El segundo es que lo hice en apoyo de una campaña internacional para desprestigiar al país”, relató el escritor.
El 25 de marzo, mientras trabajaba en un artículo para El Espectador sobre la ruptura con Cuba, García Márquez recibió dos llamadas anónimas. “Tenga cuidado. Están convencidos de que usted está enredado con el lío de las armas del M-19”, advirtió la primera voz.
Poco después, otra persona le comunicó: “Mira, amigo, no te puedo decir mi nombre porque tu teléfono está intervenido. Pero tienes que estar alerta: hay una orden de detención contra ti por vinculación con el M-19”.

Tiempo después durante una investigación realizada por Cambio se conoció en detalle que doña Nydia Quintero, en su calidad de primera dama durante el Gobierno de Turbay Ayala y fundadora de la Fundación Solidaridad por Colombia, fue quien lo alertó personalmente para que huyera de inmediato, pues la situación y las acusaciones en contra de Gabo eran graves.
Amigos cercanos al Nobel confirmaron la noticia y le aconsejaron no esperar a que llegaran los militares. “Gabo, podrían haber fabricado pruebas. No puedes esperar a que lleguen aquí en la madrugada y te lleven”, le insistieron.
En medio de la confusión, García Márquez buscó hablar con el canciller Carlos Lemos Simmonds para transmitirle información sobre Fidel Castro y las relaciones con Colombia. “Yo quería servir de mediador”, explicó después a la periodista Margarita Vidal en una entrevista para Cromos.
Sobre su relación con Castro, aclaró: “Yo soy el único extranjero que cada vez que voy a Cuba, y voy más o menos cada tres meses, veo a Fidel. Conversamos horas enteras. Y, ¿sabes de qué hablamos casi siempre? De literatura. Él es un excelente lector, cosa que nadie puede imaginarse, con esa imagen de chafarote y de salvaje que le han dado. Pero es un lector muy fino”.
La salida de García Márquez de Colombia fue interpretada por algunos como una maniobra publicitaria para su novela Crónica de una muerte anunciada, publicada ese año. El escritor respondió: “No, ilustres oligarcas de pacotilla: nadie se construye una vida así, con las puras uñas, y con tanto rigor minuto a minuto, para salir de pronto con el chorro de babas de asilarse y exiliarse solo para vender un millón de libros, que además ya estaban vendidos”.

A pesar de la vigilancia y el exilio, García Márquez continuó su labor literaria. “Sé que la trampa estaba puesta y que mi condición de escritor no me iba a servir de nada, porque se trataba precisamente de demostrar que para las fuerzas de represión de Colombia no hay valores intocables (…). La verdad es que las voces de que me iban a arrestar eran de dominio público en Bogotá desde hacía varios días y –al contrario de los esposos cornudos– no fui el último en conocerlas”, relató.
Su llegada a México quedó registrada por la DFS: “Procedente de Bogotá, Col., en el vuelo 480 de Aeroméxico, arribó a esta ciudad el señor Gabriel García Márquez en calidad de asilado político. En una breve entrevista al bajar del avión dijo que él había pedido en la Embajada de México en Bogotá protección para él y su familia pues él sabía de una orden de aprehensión expedida por el Ministerio Militar de ese país, pues se le conectaba con cargamento de armas”.
La protección que Nydia Quintero de Turbay brindó a García Márquez fue confirmada por Cambio, que estableció que la entonces primera dama lo contactó y le advirtió que huyera de inmediato, pues la amenaza era real.
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