Raúl Vera López, el último de los obispos humanitarios de México, se despidió de su Diócesis

El miércoles 6 de enero de 2021, la Diócesis de Saltillo ofició una misa para conmemorar el trigésimo tercer Aniversario Episcopal de Raúl Vera López.

El festejo dobló como despedida para Vera López, que en mayo de 2020 presentó al Vaticano su renuncia como Obispo de Saltillo y que, en noviembre, fue aceptada por el papa Francisco. El 29 de enero, la Diócesis recibirá a Hilario González García como nuevo líder de la congregación.

Durante su homilía de 37 minutos, el ahora administrador de la Diócesis de Saltillo, fue fiel a su costumbre de comentar con severidad sobre la situación de violencia y desigualdad en el país.

“El equipo político debe velar por la paz, por la fraternidad, por todos los habitantes, que no deben encerrarse en un grupo de socios. [...] El colmo es cuando los jefes de Estado hacen socios de los líderes de cárteles, los que hacen dinero a través del crimen organizado. Los dejan que pisoteen a la gente”, dijo durante el sermón.

Vera López, como Samuel Ruiz García en Chiapas y Arturo Lona en Oaxaca, fue un Obispo con una clara, y a veces controversial, vocación social. En la década de los 90, fue asignado a la Diócesis de Chiapas.

Recordó que fue enviado para “corregir” a Samuel Ruiz, quien se había vuelto un defensor vocal de los derechos indígenas, lo que incomodaba a “los terratenientes que empleaban a estos indígenas como mano de obra barata, o casi gratuita”. Sin embargo, Vera terminó siendo otro exponente de la causa.

Junto al altar de la iglesia, el Nacimiento estaba enmarcado por imágenes de personas desaparecidas en México y consignas de organizaciones sociales. Vera López señaló estas fotos como “un signo de lo que significa una vida política mal llevada, una gobernanza mal llevada”.

“Todos los desaparecidos”, dijo, “están desaparecidos porque no los han buscado. Porque no han perseguido crímenes. Y llegaba la gente a denunciar, y aquí en México los mantuvieron en la impunidad. Es uno de tantos crímenes que mantienen impunes, como el día de hoy los feminicidios. Esta impunidad es algo que nosotros no debemos ver normal. Estas personas están trabajando por leyes más justas y, con los organismos internacionales, para que en México se establezca una lucha contra la impunidad”.

Su llegada a Saltillo sirvió como una continuación para la labor social que había comenzado en Guerrero y Chiapas. Desde el principio se posicionó como una figura polémica, los políticos y élites de Coahuila, y los obispos de otras diócesis, llegaron a rechazarlo abiertamente. En 2011 un grupo de personas colocó una manta frente a la Catedral de Saltillo. Decía: “Queremos un obispo católico”

En su homilía, recordó algunos de los proyectos sociales que causaron rechazo en la zona, como el refugio para migrantes por el que pasaron miles de personas, la construcción de una pastoral LGBT+, un colectivo de búsqueda para desaparecidos que creció hasta independizarse y multiplicarse, luchas por el agua y el territorio y la misa para exigir justicia por los mineros fallecidos en Pasta de Conchos.

El religioso dejó su cargo episcopal, pero aseguró que no dará la espalda a sus proyectos sociales ni a la congregación. A los feligreses que lo escucharon a través de la transmisión digital en vivo les pidió hacer lo mismo, enfrentarse a la injusticia y observar y ayudar a los necesitados.

MÁS SOBRE ESTE TEMA: