Violencia en el Eje Cafetero: el padecimiento de las comunidades afro e indígenas en el territorio

Además del desplazamiento forzado, los homicidios y la pérdida de bienes, estas comunidades también vieron afectadas sus tradiciones culturales a causa del conflicto armado

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 De acuerdo con el Registro Único de Víctimas en el Eje Cafetero, entre 1978 y 1991, 528 indígenas y 91 afrocolombianos fueron víctimas directas de la violencia.
De acuerdo con el Registro Único de Víctimas en el Eje Cafetero, entre 1978 y 1991, 528 indígenas y 91 afrocolombianos fueron víctimas directas de la violencia.

Colombia, tierra cafetera privilegiada con dos mares, cordilleras, montañas, planicies, selvas y desiertos; infortunadamente, también es reconocida por la violencia. Del conflicto armado en el país se habla desde hace décadas, pero desde la firma del Acuerdo Final de Paz, en 2016, por los menos esa última palabra de tres letras hace parte de la discusión.

La violencia, los crímenes y las víctimas están en todo el territorio nacional, sin importar condiciones geográficas, económicas o sociales. A través del capítulo Colombia Adentro del Informe Final de la Comisión de la Verdad se abordó el conflicto desde 1958 y hasta 2016 en todo el país, dividiéndolo en 11 regiones con cada una de sus particularidades.

El Eje Cafetero es una de las regiones más pequeñas analizadas por la Comisión -la cual se une como macroregión con el departamento de Antioquia- y está conformada por los departamentos de Quindío, Risaralda y Caldas. A pesar de su poca extensión geográfica, en comparación con las otras 10 regiones, esta representa una de las porciones del país más ricas en tierra productiva y de difícil acceso, ya que por estos departamentos pasan a la vez las cordilleras occidental y central.

De manera infortunada, también es uno de los territorios que padeció gravemente el conflicto armado en el país, debido a la disputa de los grupos criminales por utilizar esas tierras, lo que generó el desplazamiento de miles de personas, entre ellas, pertenecientes a comunidades indígenas y negras.

De acuerdo con el Registro Único de Víctimas en el Eje Cafetero, entre 1978 y 1991, 528 indígenas y 91 afrocolombianos fueron víctimas directas de la violencia y, entre 1991 y 2002, hubo 103.313 víctimas directas de cara al conflicto armado, de las cuales 85.058 fueron desplazadas de sus territorios.

Las poblaciones que habitan en estos tres departamentos (2.5 millones de habitantes) están cargadas con una fuerte cultura que, ante los ojos del resto del país podría estar únicamente ligada a la antioqueña, pero lo cierto es que por su ubicación -limitando con Antioquia, Chocó, Valle del Cauca, Tolima y Cundinamarca-, en el Eje Cafetero hay mucho más que paisas y café.

Un ejemplo de ello es el municipio de Guamal, un lugar ubicado en el noroccidente del departamento de Caldas, entre la jurisdicción de los municipios de Supía y Riosucio. Según el volumen territorial del Informe Final de la CEV dedicado al Eje Cafetero, en este lugar “desde 1717 habita una comunidad afro que trabaja la producción de panela”. O Marmato, lugar reconocido por sus importantes minas de oro y que al tiempo es el municipio de la región con más población negra.

En ambos casos, las personas que habitan la zona son descendientes de esclavos y están allí desde la época de la colonia española. La comunidad de Guamal, desde 1990, es una de las 32 que hacen parte del Cabildo del Resguardo Indígena Cañamomo Lomprieta; sin embargo, allí el apellido Moreno y los ritmos africanos reinan para marcar su diferencia de las comunidades indígenas.

En esa pequeña porción de tierra, aunque cargada con el arraigo cultural de los paisas y del producto insignia de los colombianos, se produce panela y sí, también café, el primer café ‘afro’ del país. Desde 1700 los guamaleños se mantienen en un territorio al que también llegó la violencia, pero del que no desaparecieron del todo para conservar su historia, una que está marcada por el dolor de la esclavitud y el lazo familiar de una comunidad en la que todos son primos.

Moreno, todos son de apellido Moreno, para conservar la herencia de la que fuera una de las últimas amas esclavista, Josefa Moreno, una española que llegó con sus siervos a este recóndito lugar y en donde los descendientes de los africanos que trajo se apropiaron de su apellido.

Sin embargo, el conflicto armado llegó hasta este territorio no solo para hacer a los habitantes víctimas de desplazamiento, amenazas, asesinatos o reclutamiento forzado, sino también para afectar la cultura de las comunidades. Esto lo refleja un archivo de la Comisión en la que se habla del padecimiento del pueblo negro en medio del conflicto, en el que se detalla que, según la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, el hecho que más sufrió la población negra, raizal y palenquera fue el desplazamiento forzado seguido por las amenazas, los homicidios y la pérdida de bienes muebles o inmuebles.

Así mismo, añadió que mientras el 15 % de las personas que reportaron etnicidad fueron desplazadas de su territorio, el 98 % de los palenqueros y el 37,5 % de los negros/afrocolombianos.

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