Así fue la masacre de un grupo de habitantes de calle dentro de una Universidad en Barranquilla

A pesar del escándalo mediático, el caso permaneció en la impunidad y muchas de las víctimas aún no han sido reconocidas

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Diez indigentes fueron asesinados dentro de una universidad en Colombia hace más de 30 años.
Diez indigentes fueron asesinados dentro de una universidad en Colombia hace más de 30 años.

El 3 de marzo de 1992, Barranquilla estaba inmersa en los Carnavales, disfrutando una de las fiestas más importantes del país, en donde los colores y la vida se celebran a ritmo de cumbias, música tropical y marimondas. Y como una historia de algún libro olvidado del realismo mágico latinoamericano donde la tragedia se mezcla con la fiesta y la alegría, los habitantes de la capital del Atlántico despertaron con la noticia que alargaría los colores de la celebración.

Los registros de los periódicos de la época narran de manera cruda lo que para muchos todavía es un hecho de terror inexplicable y absurdo propio de mentes retorcidas y criminales. El principal diario de esa ciudad, El Heraldo de Barranquilla, tituló: ‘Asesinatos de indigentes sí se cometieron en la Unilibre’.

Este titular confirmaba lo que ya muchos sabían, dentro de la Universidad Libre de Barranquilla 10 habitantes de calle fueron asesinados a balazos y golpes para poder usar sus cuerpos dentro de la facultad de medicina y, supuestamente, comerciar con órganos.

Según los registros de la época, en la madrugada de ese fin de semana, uno de los habitantes de calle, identificado como Omar Enrique Hernández López, recorría las afueras de la Universidad Libre recogiendo basura y cartones para luego revenderlos cuando fue invitado por el celador que estaba de turno en ese momento para que recogiera unos papeles viejos dentro de la institución.

El reciclador aceptó la invitación y cuando estaba dentro de las instalaciones recibió un golpe en la cabeza, el cual tenía la intención de acabar con su vida. Al recuperar la conciencia dentro del anfiteatro, Hernández logró escapar y corrió hasta la estación de Policía más cercana.

Al llegar los uniformados no creyeron en su historia, pero debido a la insistencia del reciclador y las heridas visibles decidieron ir hasta las instalaciones a revisar lo que estaba ocurriendo.

Ya en la universidad, los celadores nerviosos les negaron la entrada a los policías, lo que despertó la sospecha de estos. Tras varios minutos y la llegada de más agentes permitió que los guardias de seguridad cedieron a la presión y los dejaran entrar al anfiteatro.

“Aquí, aquí están los otros cuerpos”, gritó Hérnandez a la Policía.

La imagen, según los relatos de los policías a los medios de la época, fue impactante y aterradora. Dentro del cuarto frío estaban los cuerpos de los indigentes, los cuales presentaban impactos de bala y visibles heridas por golpes, además en cubetas con formol flotaban los órganos que ya habían sido sacados de los cuerpos.

Entre los cuerpos encontrados estaba el de El Cartagenero, un hombre de 40 años, y el de Diana Leiva, La Chupichupi, una joven de 16 años, retrasada mental, que vivía hacía unos años con los recogedores de basuras.

De inmediato se inició una investigación judicial y forense para determinar qué era lo que había ocurrido. Una de las primeras personas en pronunciarse fue el director de ese entonces de la oficina de Medicina Legal, Pedro Carreño quien aseguró a El País de España que la presencia de esos cadáveres dentro de la universidad era extraña.

Es irregular la presencia de estos cadáveres en la universidad (…) Jamás se puede utilizar con propósitos científicos cadáveres de personas que hayan muerto en forma violenta.

Desde la Universidad solo atinaron a decir que se trató de una noticia falsa, así lo señaló Alfonso Tamayo, senador y presidente de la Fundación Universidad Libre en ese momento.

“Aún la universidad no puede explicar la presencia de los cadáveres, porque Barranquilla está paralizada por el carnaval; cuando se normalice la situación se aclararán las cosas”, dijo el senador a una emisora local.

Sobre los autores intelectuales y la efectividad de la justicia los datos son pocos, pues uno de los celadores involucrados Santander Sabalza Estrada se encuentra libre; el gerente de la universidad Eugenio Castro Ariza, quien –según las autoridades– fue el autor intelectual de la masacre y quedó en libertad en 1993, al igual que Pedro Viloria Leal, Sebastián Cuello Barbes, Saúl Hernández Otero, Armando Urieles y Elifrido Arias Ternera.

Por si fuera poco, un ex investigador del antiguo F2, ahora Policía Judicial Sijín le dijo a El Heraldo que los crímenes de los habitantes de calle quedaron en la impunidad.

No fueron capturados y encarcelados los individuos que, en realidad, estaban vinculados a los crímenes.

Por ahora, lo único que queda de las víctimas son unas réplicas de los rostros de los asesinados que nunca fueron reconocidos ni reclamados por sus familiares y sobre la universidad, la institución de educación superior no fue vinculada como sujeto procesal.

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