"La vida a pecho": la historia de la ciudad, el hotel y el club donde se fundaron los deportes de invierno

Cuando un loco visionario compró un viejo albergue en 1855 no imaginó que daría vida a un deporte único y al centro por excelencia de los deportes invernales. El surgimiento de la elegante y sofisticada St. Moritz, la comuna suiza cuna de las vacaciones de invierno alpinas

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St. Moritz o en francés Saint-Moritz es una comuna perteneciente al distrito de Maloja, ubicada al este de Suiza (Getty)
St. Moritz o en francés Saint-Moritz es una comuna perteneciente al distrito de Maloja, ubicada al este de Suiza (Getty)

Por Flavia Tomaello

Pensar en St. Moritz es volar alto. Los visitantes lo hacen literalmente en las prácticas tradicionales de los deportes de enero, recurriendo a las mejores pistas de Europa, sitio donde se reúne la crema y nata de las dinastías del mundo, reales por alcurnia histórica, y también de las otras, provenientes de las más fuertes fortunas del planeta.

El evento por donde pasa una de las más altas inversiones anuales en materia de deportes se produce en las Olimpiadas de invierno. En las de este año se movieron más de 4,7 billones de dólares en la que organizaron ambas Coreas.

Sin embargo, el encuentro para celebrar la práctica atlética sobre nieve o hielo no data de la Grecia antigua, sino más bien que llegó de la mano de Johannes Badrutt. Un personaje nacido el 2 de abril de 1819 en la localidad Suiza de Samedan. Hijo de un modesto agricultor y una costurera, debió emigrar junto a su familia producto de la hambruna. Instalados en el cantón de los Grisones, las tareas paternas variaron de jornalero a constructor. Cuando Johannes tenía once años construyó el alojamiento "Werk & Handelshaus für Bauwesen" y casi al mismo tiempo reformó la vivienda heredada en el hotel "A la Vue du Bernina", al que hizo funcionar junto a su familia. La llamativa casa redonda sigue en pie hoy en día.

Un busto de Johannes Badrutt. el primer dueño del legendario Hotel Kulm y visionario hacedor de una ciudad sofisticada
Un busto de Johannes Badrutt. el primer dueño del legendario Hotel Kulm y visionario hacedor de una ciudad sofisticada

Ese hito que significó un modo de supervivencia familiar, se convertiría en la piedra basal del nacimiento de St. Moritz, comuna ubicada al este de Suiza, tal como se la conoce hoy. Fue esa primera apuesta la que vinculó a Badrutt con el mundo de los viajes y la hotelería, con modestia, pero con un inesperado cerebro proyectual para construir genialidad donde habitaba la nada.

Primer ladrillo en la pared

Habiendo vivido de manera natural el lugar de anfitrión, la experiencia laboral paterna hizo mella y Badrutt se formó primero como herrero en Chur y Chiavenna. En 1843 se casó con Marie Berry, que dio a luz a once hijos, nueve de los cuales sobrevivieron. Para 1858, vendió el hotel de sus padres a Landammann Andreas Rudolf von Planta y compró la pensión Faller en St. Moritz luego de haberla alquilado por dos años. Bajo el nombre de "Hotel-Pension Engadine Kulm" comenzó a operar con apenas doce habitaciones. "Era ese el antecedente que daría vida al más antiguo y tradicional hotel de lujo de St. Moritz", contó Jenny Hunkeler, co-directora de la herencia del visionario.

A través de la adquisición selectiva de tierras, Badrutt creó las bases para el posterior imperio hotelero de su familia. A un par de años de su primera inversión, duplicó el espacio construyendo dos nuevos pisos. Pero sus ideas volaban más lejos y soñaba con un castillo. Intentó hacer que se viera su lugar como tal, sumando torres y almenas que hoy siguen siendo la estampa más tradicional de su creación.

Ilustración de la construcción inicial del Hotel Kulm, abierto desde 1856
Ilustración de la construcción inicial del Hotel Kulm, abierto desde 1856

Aún con los progresos logrados, St. Moritz seguía siendo un pequeño punto perdido en las montañas suizas. Es a Badrutt a quien se le debe la construcción de su imagen como destino de invierno y, además, la creación de la temporada deportiva. En el verano de 1864, de visita en Engadin, se hizo eco de los elogios de los visitantes del invierno de esa ciudad. En una jugada de marketing maestra los invitó a su hotel para la temporada siguiente. Estaba tan seguro de su emprendimiento que fue más allá: si la experiencia no les resultaba grata, él correría con todos los costos.

Heinz E. Hunkeler, CEO y codirector del proyecto de Badrutt, relató: "Los inviernos ingleses siempre eran fríos y húmedos, especialmente en Londres, y los invitados no podían imaginar que los Alpes suizos fueran diferentes. Sin embargo, llegaron St. Moritz en Navidad y terminaron quedándose hasta la Pascua. Cuando finalmente se fueron, lo hicieron tostados por el sol, revitalizados y felices. Cómo los primeros turistas de invierno alpinos ayudaron a definir una experiencia completamente nueva: las vacaciones de invierno en blanco".

Pecho inquieto

El adelantado Badrutt siguió dejando marca. De su mano, y con nuevas ampliaciones, nació el Kulm Hotel St. Moritz. Un sitio que se transformó en el eje estructural del posicionamiento de la ciudad y la región como muy pocos hoteles han hecho en la historia. "Ese sitio se transformó en el centro de la construcción de la ciudad tal como se la conoce hoy", afirmó Martin Berthod, director de St. Moritz Turismo.

Una imagen actual del Hotel Kulm, un ícono turístico de la ciudad suiza
Una imagen actual del Hotel Kulm, un ícono turístico de la ciudad suiza

Pero el inquieto Badrutt no se quedó en cuestiones privadas. Fue en el Kulm donde se encendió la primera luz eléctrica de Suiza en 1879, en una gala navideña en el Grand Restaurante. La inquietud la llevó a su país el propio hotelero luego de una visita a la Exposición Mundial de París un año antes. De inmediato instaló una planta de energía hidráulica. Una década más tarde se haría la primera comunicación telefónica pública de
Suiza, con la instalación de la única red a ese momento en el Kulm con 24 terminales.

Aunque el turismo invernal crecía fuertemente, los espíritus inquietos de los visitantes no contaban con tiendas donde hacer shopping o actividades que los entretuvieran. Los meses en el Kulm eran bucólicamente encantadores.

El St. Moritz Curling Club nació en los espacios del Kulm en 1883. Un año después llegaría la pista única de un deporte exclusivo: el mítico Cresta Run, un par de años después se completó la estructura con el Tobogganing Club. Se trata de una pista de hielo natural, construida a partir de cero cada año con nieve que luego se congela, una tradición que se renueva desde el invierno de 1885. En enero de ese año se construyó la primera Cresta Run. Fue un trabajo que tomó casi nueve semanas. Desde su inicio ha sido y sigue siendo una pista de hielo emblema en el mundo.

Aquella primera pista fue idea de cinco invitados que formaron el comité de entretenimientos al aire libre del Hotel Kulm. Su intención original fue que St. Moritz se transformara en una cita obligada destinada a competir con la International Toboggan Race organizada por Davos, para devolverle a la ciudad la hospitalidad mostrada en años anteriores.

Una ilustración de época del Cresta Run, una pista construida en 1884 cerca de la aldea de Cresta
Una ilustración de época del Cresta Run, una pista construida en 1884 cerca de la aldea de Cresta

Todavía hoy se construye desde cero cada año utilizando los contornos naturales del valle para proporcionar un espacio sobre el que apilar la nieve. "Comienza en St. Moritz, en el Kulm, y serpentea hacia un valle angosto, hasta llegar al pueblo de Cresta –detalla Serge Alder , coordinador de cultura y deporte de St. Moritz-. Tiene aproximadamente 1.212 metros de longitud, una caída de 157 y una pendiente que oscila de 1 a 8,7. El inicio se encuentra bajo los restos de una iglesia del siglo XII, derribada en 1890, de la que se conserva su cúpula y el cementerio, sitio conocido como la 'Torre Inclinada'".

La práctica estrella sobre este terreno es la cresta, una loca idea surgida a partir del tradicional trineo británico pero que, para hacerlo un poco más snob, decidieron adoptar la técnica de cabeza (boca abajo), a diferencia de la de los pies por delante (posición supina). Una especie de "pecho/patín". Las primeras experiencias se produjeron en las propias calles de St. Moritz. Dueña de pendientes escarpadas -que hoy alivian el trajín merced a un "up and down: escaleras mecánicas aquí y allá"- los trayectos adquirían velocidades desconcertantes que inquietaban a los transeúntes. Las demandas de éstos fueron escuchadas y las prácticas se mudaron a circuito que se transformaría en profesional. Una disciplina reservada para ellos, de la que las mujeres fueron expresamente excluidas desde 1929, aunque existe una competencia de cierre en los torneos a las que las damas son invitadas.

El Cresta Run es una competencia derivada del tradicional trineo británico
El Cresta Run es una competencia derivada del tradicional trineo británico

Pista adentro

Los primeros ingleses de St. Moritz introdujeron muchos otros deportes de invierno previamente desconocidos en Suiza, como el curling (dos equipos, cada uno con cuatro jugadores, se turnan para deslizar piedras de granito llamadas rocas, a través de la capa de hielo que se encrespa hacia un objetivo circular marcado en el piso) o el bobsleigh (deporte por equipos sobre un trineo en pistas estrechas). Para permitirles a sus invitados practicar Badrutt incluyó una línea de curling que se estrenó el 22 de diciembre de 1880. Para las damas, organizó paseos en trineo por el helado lago de St. Moritz.

El club de cresta vive puertas adentro del Kulm. Su Sunny Bar, por ejemplo, "es el sitio de reunión clásico de los cresta riders. Fue el primer bar deportivo de los Alpes", explicó su hoy chef, Claudia Canessa, quien impuso una experiencia culinaria con neta inspiración peruana.

Una imagen de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1928, celebrados en Saint Moritz, Suiza
Una imagen de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1928, celebrados en Saint Moritz, Suiza

El ala oeste del Kulm fue obra del arquitecto Nicolas Hartmann y se introdujo el concepto de lobby de hotel, que es la norma hasta hoy en todos los albergues del mundo. La más reciente renovación corrió bajo la mente de Norman Foster.

En los últimos años de su vida, Badrutt atravesó un proceso de enfrentamiento entre sus hijos. Los pasó retirado, se volvió oscuro y silencioso. Cuando murió, era el segundo terrateniente más grande de la aldea. Su familia poseía al lado del Kulm cinco casas con dependencias y mucha tierra. El hotel fue continuado por su hijo Peter Robert, acompañado por la envidia y el resentimiento de sus hermanos.

Los siete espacios gastronómicos que tiene la villa suelen funcionar a puertas cerradas para el selecto grupo de socios del club de deportes invernales. Aún así, casi a modo de excepción, es posible degustar una carta de rica variedades alpinas con vista a las montañas. Los pasillos cuentan con una seguidilla de fotografías que recuerdan a cada presidente y ganador de la asociación de cresta. De los techos, a modo de los bares yanquis,
penden los trineos (esqueletos) de competencias célebres, en tanto las paredes están repletas de memorabilia.

Mientras un cordero se deshace en el plato con el primer vistazo, en la mesa de enfrente puede estar el príncipe Alberto de Mónaco, quien saluda al llegar y al partir con un apretón de manos, en tanto ruega que se lo llame sencillamente Alberto, "aquí, sólo Alberto".

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