¿Pueden los virus cambiar nuestro comportamiento para aumentar su propagación?

Investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York explicaron cómo el SARS-CoV-2 podría cambiar la manera en la que se comportan los infectados, para que sean más propensos a transmitirlo. Estos efectos no son nuevos y se han informado antes para los virus de la gripe y la rabia

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Los investigadores sugieren que el virus puede actuar en un área del cerebro llamada corteza cingulada anterior (CCA), que está involucrada en el comportamiento social y la regulación emocional (REUTERS)
Los investigadores sugieren que el virus puede actuar en un área del cerebro llamada corteza cingulada anterior (CCA), que está involucrada en el comportamiento social y la regulación emocional (REUTERS)

¿Pueden virus como el que causa el COVID-19 atacar nuestro cerebro y cambiar nuestro comportamiento, prolongando así un brote? Esa es la sugerencia de investigadores estadounidenses que dicen que el coronavirus puede estar manipulando el comportamiento de las personas infectadas, a veces incluso antes de que muestren síntomas, para que se vuelvan más sociables.

Sin embargo, estos efectos de los virus que cambian el comportamiento, la denominada manipulación del comportamiento del anfitrión, no son nuevos y se han informado anteriormente para los virus de la gripe y la rabia, entre otros. La teoría es que los patógenos hacen esto para maximizar su tasa de reproducción (conocida como R0) y, a su vez, su propagación y supervivencia.

Ahora, investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York en Albany explican cómo el SARS-CoV-2, el virus que causa COVID-19, podría estar cambiando el comportamiento de las personas a las que infecta para hacer que sean más propensas a transmitirlo. Una idea es que puede hacer esto en el período de incubación, cuando las personas están infectadas pero no muestran síntomas, por lo que es más probable que socialicen.

Los investigadores sugieren que el virus puede actuar en un área del cerebro llamada corteza cingulada anterior (CCA), que está involucrada en el comportamiento social y la regulación emocional. Al manipular el CCA, en lugar de observar las reglas de distanciamiento, las personas se sentirían atraídas a “reunirse socialmente”, escribieron los autores en la revista Medical Hypotheses.

Los especialistas enfatizan que sus teorías se basan en los efectos de otras infecciones en el cambio de comportamiento y que no hay manipulaciones conocidas asociadas con el nuevo coronavirus. “Solo el tiempo dirá cómo manipula a su anfitrión para su propia supervivencia y replicación”. Para Frank Ryan, médico consultor y virólogo evolutivo de la ciudad inglesa de Sheffield, el virus SARS-CoV-2 también puede interferir con los niveles hormonales para cambiar nuestro comportamiento. “Si bien existen efectos sobre el comportamiento a través de cambios inducidos por virus en el sistema nervioso, el nuevo coronavirus también tiene el potencial de cambiar el sistema endocrino que produce hormonas que regulan muchas funciones, desde el sueño hasta la reproducción y el comportamiento social”, manifestó en diálogo con el Daily Mail.

Pero el apoyo a la idea de que el COVID-19 afecta el comportamiento social proviene de la evidencia con otros virus similares (REUTERS)
Pero el apoyo a la idea de que el COVID-19 afecta el comportamiento social proviene de la evidencia con otros virus similares (REUTERS)

Los efectos del comportamiento son especulativos, ya que se ha prestado muy poca atención al impacto del SARS-CoV-2 en el sistema endocrino, pero un estudio publicado en el Journal of Endocrinological Investigation confirma que el efecto del virus en el sistema endocrino es una complicación real. “El comportamiento humano es complejo y, en mi experiencia, la alteración endocrina a veces va acompañada de cambios de comportamiento”, aseguró Ryan, y agregó que los médicos que tratan a los pacientes, sin embargo, se centrarán naturalmente en los aspectos físicos de la infección.

Pero el apoyo a la idea de que el COVID-19 afecta el comportamiento social proviene de la evidencia con otros virus similares. En un estudio de 2010 que utilizó la vacuna contra la influenza (como un sustituto de la infección debido a problemas éticos al infectar deliberadamente a las personas), que contiene una forma modificada del virus, investigadores norteamericanos encontraron que en los dos días posteriores a la exposición, el número de pacientes se duplicó, de un promedio de 54 a 101, en comparación con los dos días antes de la inmunización, informó Annals of Epidemiology.

Los dos días inmediatamente posteriores a la exposición a la gripe son importantes porque es cuando las personas son más infecciosas, pero no muestran síntomas, por lo que es más probable que propaguen la enfermedad. Los investigadores descartaron el llamado efecto de conocimiento, que las personas se sentían más seguras después de la vacuna y, por lo tanto, eran más sociables, porque cuatro semanas después de la inyección, las tasas de socialización habían vuelto a los niveles anteriores a la vacuna, lo que sugiere que los dos días inmediatos son importantes.

“El comportamiento social humano cambió con la introducción del virus”, advirtieron. “Este es el indicador más fuerte descubierto hasta ahora de cambios de comportamiento relacionados con patógenos en humanos”.

El virus que ha atraído la mayor atención de la investigación sobre los efectos del comportamiento es la rabia, una infección del cerebro y los nervios que se contrae por la mordedura o el rasguño de un animal infectado (Shutterstock)
El virus que ha atraído la mayor atención de la investigación sobre los efectos del comportamiento es la rabia, una infección del cerebro y los nervios que se contrae por la mordedura o el rasguño de un animal infectado (Shutterstock)

El virus que ha atraído la mayor atención de la investigación sobre los efectos del comportamiento es la rabia, una infección del cerebro y los nervios que se contrae por la mordedura o el rasguño de un animal infectado. Se ha descubierto que puede manipular el sistema nervioso y hacer que los animales sean más agresivos y más propensos a morder, arañar y escupir, aumentando la propagación del virus, que mata a 59.000 personas al año en todo el mundo.

Un estudio de 2017 publicado en Scientific Reports de la Universidad de Alaska encontró que el virus bloquea los químicos en el cerebro humano que juegan un papel crucial en la regulación del comportamiento.

No son solo los virus los que pueden estar manipulándonos. Tomemos el caso de Toxoplasma gondii, un parásito unicelular: su huésped natural es el gato, que no representa un gran problema. Pero los ratones y ratas infectados con él se vuelven menos temerosos de los gatos y, por lo tanto, es más probable que sean devorados. Y esa es una buena noticia para el parásito porque penetra en el gato, el único animal en el que puede reproducirse, y pasar a otras especies.

Se cree que Toxoplasma gondii infecta a uno de cada tres humanos en todo el mundo, y los investigadores han descubierto que puede hacerlos menos temerosos, imprudentes y convertirnos en malos conductores. Según un análisis de investigación realizado en 2007 por parasitólogos de la Universidad Charles de Praga, las personas infectadas tienen 2,65 veces más probabilidades de verse involucradas en accidentes de tráfico.

Una teoría es que aumenta la testosterona, lo que puede aumentar la toma de riesgos. “Los resultados obtenidos durante los últimos 15 años sugieren fuertemente que influye en el comportamiento no solo de los roedores sino también de los humanos”, escribieron los investigadores en la revista Schizophrenia Bulletin.

Se cree que Toxoplasma gondii infecta a uno de cada tres humanos en todo el mundo, y los investigadores han descubierto que puede hacerlos menos temerosos, imprudentes y convertirnos en malos conductores (REUTERS)
Se cree que Toxoplasma gondii infecta a uno de cada tres humanos en todo el mundo, y los investigadores han descubierto que puede hacerlos menos temerosos, imprudentes y convertirnos en malos conductores (REUTERS)

Mientras tanto, un virus que se encuentra en las algas también puede afectarnos y reducir nuestras habilidades de navegación. Mientras estudiaban la capacidad mental en adultos, los investigadores descubrieron por casualidad ADN de un virus de algas en muestras de garganta. El ATCV-1 es un tipo de clorovirus que infecta las algas verdes, que son comunes en lagos y estanques, pero hasta entonces no se pensaba que infectara a los humanos.

Investigadores de la Universidad Johns Hopkins en los EEUU descubrieron que las personas infectadas con el virus tenían un rendimiento reducido en las pruebas mentales de procesamiento visual. No está claro por qué. “La exposición a ATCV-1 se asoció con cambios significativos en la regulación de más de 1.000 genes”, dicen los investigadores, cuyo estudio apareció en las Actas de 2014 de la Academia Nacional de Ciencias. “Si se confirman, estos hallazgos apuntan a que otros virus aún desconocidos pueden tener efectos sutiles en la salud y el comportamiento humanos”.

Algunos expertos incluso creen que los síntomas como tos y estornudos que desarrollamos debido a una infección viral pueden ser otra forma en que los virus manipulan el comportamiento para maximizar su propagación. La opinión generalizada es que tosemos, estornudamos o vomitamos (en el caso del norovirus) ya que esto ayuda a eliminar las células dañinas de nuestro cuerpo. Pero esta es una “teoría tonta”, dice Greg Towers, profesor de virología molecular en el University College de Londres.

“Parece más probable que virus respiratorios como el resfriado común hayan evolucionado para hacernos toser y estornudar para transmitir el virus de forma eficaz. Ningún estudio prueba que uno estornuda para deshacerse de los virus; esto es una conjetura. Dado que el virus está dentro de las células, es tonto sugerir que po toser estaríamos tratando de deshacernos de él. No funciona así, así que es una teoría tonta. La teoría de la transmisión es más probable. En otro ejemplo, el norovirus nos hace vomitar y tener diarrea al mismo tiempo, los cuales esparcen partículas de manera muy efectiva. La evolución de los virus junto a nosotros les ha permitido manipular cualquier parte de nuestra biología”, sostuvo el especialista.

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