Algunas imágenes al azar. Uno: es 1968 y Cacho Fontana hace preguntas a un participante. Dice: "Odol Pregunta", y estira la L para que quede resonando en la historia grande de nuestra televisión.
Segunda imagen: Pinky mira a cámara y dice que se siente desbordada. Está ahí "para despedir a una vieja amiga". Es el 1 de mayo 1980 y termina la televisión en blanco y negro en la Argentina, que va a ser reemplazada desde ese día por la televisión a color.
Tres: Pinky y Cacho Fontana, que llevan más de 20 años en la televisión (a veces en programas juntos, otras separados), pasarán 24 horas frente a cámara en una transmisión en homenaje a los soldados argentinos que combaten en Malvinas. Es el 8 de mayo de 1982 y Pinky y Cacho Fontana (Lidia Elsa Satragno -82 años-, y Norberto Palese – 86-, respectivamente), no se verán casi nunca más por los próximos 36 años.
Hasta que, vueltas de la vida, hoy los dos viven en el Inter Plaza, una clínica de rehabilitación en Palermo. ¿Cómo llegaron hasta ahí? Él, que siempre estuvo loco por ella, fue a su casa a buscarla. Y ella, que dice que nunca supo que él siempre estuvo loco por ella, aceptó irse con él. "Porque es un sol", dirá en esta entrevista. "Porque ella fue estrella siempre", dirá él.
Cuarta imagen al azar: dos de los conductores más emblemáticos de la televisión argentina se reencuentran 36 años después para vivir, de alguna forma realista y mágica, su propia historia de amor y amistad. Con o sin romance, "porque eso es lo de menos".
—¿Se volvieron a encontrar o se buscaron?
Cacho: —Para nosotros fue una coincidencia muy linda que nos regaló la vida. Lo que menos teníamos en mente que podía ocurrir, y ocurrió.
Pinky: —Estuvimos 30 años sin vernos. Hasta que este santo (señala a Cacho), le dijo a este otro santo (señala a Salvador, el dueño de la clínica), que yo no estaba bien. Vinieron a verme. Yo estaba en la cama. Y de ahí me convencieron para que viniera acá, a mejorarme. Y acá estoy.
—¿Qué le pasaba?
Pinky: —Yo creo que hubo dos cosas que me hicieron mal: una, que me caí 48 veces de espalda; y otra, que estuve en el Congreso de la Nación. El día que tuve que tomarle juramento al ex presidente (Néstor) Kirchner fue uno de los días más siniestros de mi vida. Me amenazaban, él no quería que yo le tomara juramento, me llamaban por teléfono, me dejaban notas… Nunca me insultaron de manera tan soez y a los gritos como ese día en el recinto.
—Imagino que fue doloroso para usted…
Pinky: —Fue muy doloroso.
—¿Por qué no se bajó de tomarle juramento, así no se exponía?
Pinky: —Porque yo amo a este país, y mi obligación era presidir la Cámara y tomarle juramento. La Constitución establece que hay que leerlo, todo el mundo se lo sabe de memoria, pero hay que leerlo. Y en la parte de "Si así no lo hiciera, que Dios y la Patria se lo demanden", él se fue. No lo escuchó.
—¿Cómo quedó después de eso?
Pinky: —Quedé muy mal, porque no era una cosa mía, personal, era el Congreso de la Nación.
—Cacho, ¿usted vio esa transmisión? ¿Qué pensaba?
—Pensaba dónde estaba ella, dónde había llegado, qué responsabilidad tenía en ese momento, cómo iba a responder… Pero es una persona preparada para un acto de esa naturaleza.
—¿Se acuerdan la primera vez que ustedes dos se vieron?
Cacho: —En un comercial. No sé, nos vimos muchas veces.
Pinky: —Fue hace apenas medio siglo.
Cacho: —Ella fue estrella siempre. Arrancó ya con nombre, con un prestigio propio. No es solamente que inauguró la televisión en colores sino que ya tenía una gran carrera. Creo que hicimos juntos una inauguración de Canal 13, el primer comercial que se grabó ahí. Debutamos en Canal 13 a las 10 de la mañana.
—¿Cómo se llevan tantos años de fama?
Cacho: —Es que nosotros ya no somos famosos, somos populares. Hay una diferencia enorme. Gente famosa tenemos: (René) Favaloro, (Juan Manuel) Fangio… Pero nosotros somos populares.
—¿Qué se siente ser parte de la historia de los medios de nuestro país?
Pinky: —Es algo importante. El 10 de agosto cumplí 62 años de tele. Tenía 33 mil apariciones la última vez que averigüé, ahora debo tener un poco más. Yo tuve unas instrucciones muy precisas cuando empecé. Era una intelectual que estudiaba Ciencias Económicas y manejaba la secretaría privada de la Municipalidad de la Matanza con 19 años. Un día me contratan para hacer un anuncio de televisión. Y el día que lo pasan se quema la cineteca de Canal 7 y no tenían copia. Entonces me llaman de vuelta y me dicen que me necesitan un minuto por día. "Ni loca", les dije. Y me dicen: "Pero mire que le vamos a pagar muy bien". "¿Y a qué le llama muy bien?", le digo. Yo ganaba 1100 pesos, más o menos. Y me dijo: "1500". "Muy bien", le dije. "¿A qué hora tengo que estar?".
—¿Solo un minuto por día, todos los días?
Pinky: —Un minuto. El minuto del anuncio. Y yo pensaba: "¿Cómo será esto?". Porque yo no había visto más que 10 minutos de televisión, no más, en la casa de una tía. Eran los años 50. Yo debuté en el 56.
—¿Qué significaba aspirar a hacer televisión?
Pinky: —Nada, porque no existía la televisión. No había nadie que quisiera hacer eso. Si querías verla ibas a la casa de algún rico que tenía una.
—¿Cuáles fueron esas instrucciones que le dieron?
Pinky: —Llegué al canal y estaba el maquillador. "Señorita, ¿ qué busca?", me dijo. Estaban Ana María Campoy ahí y José Cibrián. ¡No podía creer que estaban ahí vivos! "Vengo a maquillarme", dije. "Aquí maquillamos solamente a la gente importante", me respondió… Hay quien dice que yo tengo mal carácter, pero son mentirosos. Giré sobre mis talones y me fui, con la cara lavada. Fui al estudio C. Era un estudio minúsculo. Y el jefe de piso me dio las instrucciones que yo estaba esperando, que me iban a servir para toda la vida: "Cuando se prende la luz colorada, usted habla".
—¿Eso solo?
Pinky: —Es todo lo que recibí hasta hoy. Después me di cuenta de que el hecho de que no me dieran ninguna instrucción hizo que yo hiciera de Pinky. Y decían todos: "¡Qué natural es!". ¡¿Cómo no iba a ser natural si no sabía cómo se hacía?!
—¿Usted, Cacho, tenía la misma instrucción?
—Conmigo se dio una coincidencia muy particular porque mi ambición en un comienzo fue estar en Radio El Mundo. Y yo estuve cinco años de suplente ahí y el día en que me nombran finalmente locutor, aparece un señor que me ofrece conducir un programa de preguntas y respuestas que iba a iniciar su agencia. Iba a ir en Canal 7 y se iba a llamar Odol Pregunta. Era una apuesta porque me iba a perder de mi gran sueño de ser locutor en Radio El Mundo, pero acepté. Entonces me tuve que tomar la medida para hacerme el esmoquin y que me maquillen, todo de golpe para un chico humilde de Barracas.
—Fue una buena decisión animarse a renunciar a su sueño de ser locutor.
—¿Qué le parece? Acá estamos. Y le cuento algo parecido a lo de Pinky: yo dije Odol con muchas L porque no sabía dónde parar. Esa es toda la verdad.
—¿Cómo se enteró usted de que Pinky estaba mal?
—Todos los medios decían que hacía seis años que no hablaban con ella, que no atendía el teléfono, que no podían saber cómo estaba… Entonces la llamé, y me atendió. Hacía 30 años que no nos veíamos, desde las Malvinas.
—¿Por qué?
Cacho: —Porque cada uno se fue por su lado.
Pinky: —Hay algo que la gente no sabe: la idea de las 24 horas fue solamente de Cacho, no de nadie más. Fue un acto patriótico.
Cach: —Y la llamé a ella porque era la única que lo podía hacer.
—Entonces la llamó cuando se enteró que estaba mal. ¿Y qué pasó?
Cacho: —Me atendió y nos pusimos a hablar. Y al otro día aparecimos en la casa de ella. Esto que estamos viviendo es un regalo para nosotros. No solo por estar en el Inter Plaza, sino porque es un regalo para el alma. Nosotros de aquí vamos a salir mejor a como estuvimos en nuestra mejor época. Yo ahora estoy para ser romántico, no para ser ganador en una pareja. Pero romántico sí. Y chofer con gorra y todo también.
—Usted, Pinky, ¿qué opina? ¿Cacho es una persona romántica? ¿Es un buen amigo?
—Es un sol. Hace medio siglo que lo es.
—No es que yo no estuve loco por ella, eh…
—Eso iba a preguntar: ¿hubo romance?
Cacho: —No importa si hubo. Lo que yo le digo a usted es más importante: yo siempre estuve loco por ella. Si llegué o no llegué es una anécdota, es lo de menos.
—Pinky, ¿sabía que Cacho estaba loco por usted?
—No. No soy una creída.
—Ella lo dice para quedar bien. Pero estuvimos mucho tiempo juntos, trabajando juntos.
—Si le pregunto qué le trajo más satisfacciones, su vida en la tevé o en la política, ¿qué me dice?
Pinky: —En la televisión, mil veces. La radio y la televisión son los únicos lugares en los que nunca he tenido miedo.
—¿Un sueño que quieran cumplir?
Cacho: —Yo dije que quiero volver a la televisión. No sé hasta qué punto estoy haciendo bien promocionándome yo en lugar de que vean ellos lo que están haciendo mal. Porque yo puedo ser un locutor, puedo ser un galán más soft, o puedo ser un abuelo… Hoy el señor (Nicolás) Cabré está haciendo avisos, que lo está haciendo muy bien. Yo no tomo la cerveza como la toma (Ricardo) Darín, que te dan ganas de tomar, obvio… Pero creo que algunos avisos podría hacer. No sé por qué pusieron a los actores con el trabajo nuestro. El locutor es locutor, no es actor. La locución no es una materia, es una manera. Una manera de decir que se ajuste a las necesidades de la empresa.
—¿Todo cambió mucho?
Cacho: —La única diferencia es que a nosotros nos llamaban los patrones, y hoy no hay patrones, hay CEOs. El CEO no sabe quién soy yo. Yo he llamado a Odol y el pibe que me atendió me preguntó quién era…
—¿No sabía quién era Cacho Fontana?
—Qué va a saber… Pero bueno, es parte de la vida, y yo estoy muy agradecido con lo que nos da.
—¿Están contentos con lo que le devolvió la sociedad argentina?
Pinky: —Sí, conmigo se pasan.
Cacho: —Conmigo es muy buena también. Y la gente mayor lo único que nos da es amor. Los hijos y los nietos creen que somos tipos que cargamos cosas pesadas en el puerto… No saben las generaciones que tenemos nosotros. Pero me parece perfecto que la abuela diga: "Sacame una foto con ella", y el nieto le diga: "¿Y quién es esa?". La persona que hizo la
primera transmisión a color de la Argentina, nada más y nada menos por ejemplo.
Pinky: —Los desconcerté a todos aquella vez porque estaba vestida de negro. Tenía un bronceado espectacular y el vestido negro era de encaje, o sea que se me veía la piel dorada debajo del vestido… Pero los hombres de la televisión no entienden esas cosas. "De negro, Pinky", me decían. Sí, de negro.
—El color era usted misma.
—Yo nunca tuve libreto en la televisión. Y les dije: "¿Qué les parece si antes de presentar a la televisión a color despido a la blanca y negro? ". "Ah, sería bárbaro", decían. Y cuando lo estaba haciendo y las imágenes viejas iban pasando yo me decía: "Oíme estúpida, vos lo pediste, calmate que tenés que pasar al color y no hay otro que lo haga…".
—¿Estaba muy nerviosa?
—Emocionada. Me estaba despidiendo de la mitad de mi vida. Ya llevaba más o menos 20 años en la tele. Y hoy… bueno: yo tengo este problema, que alguien dejó abierta la puerta y entraron 82 años.
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