
Este viernes, la muerte de Daniel Hugo Piazzolla a los setenta años en Villa La Angostura, Neuquén, conmocionó al mundo del tango argentino. Nacido en Buenos Aires el 28 de febrero de 1945, Daniel fue hijo de Astor Piazzolla y de Dedé Wolff, así como padre de Daniel “Pipi” Piazzolla, el destacado baterista de Escalandrum. Se distinguió por su bajo perfil y por una vida volcada a preservar la memoria y la obra de su padre, al tiempo que construía un lazo familiar sólido.
La noticia fue confirmada por su círculo íntimo. En sus redes sociales, su hijo Pipi lo despidió con una tierna carta y una antigua foto en blanco y negro. “Hoy se fue mi papá, el que siempre me apoyó, el amigo de mis amigos, el que me dio la libertad de decidir, el que me enseñó que la familia está primero, el de las bromas pesadas, el que hizo de todo (músico, pintor de casas, afinador de pianos, instalador de alfombras, el que te estaciona el auto en un garage del microcentro, gastronómico, mecánico dental, astrónomo, motoquero, aventurero, divertido, ocurrente, rápido en las respuestas, excelente padre y esposo). Todo el mundo te quiso y te recordarán por siempre. Acompaño esta publicación con la canción que te compuse. Te voy a extrañar mucho. Buen viaje y que te encuentres con los tuyos, que no ves hace rato. Te amo”, relató en su posteo.
Lejos del protagonismo artístico habitual en otros miembros de la familia, Daniel forjó su propio camino, residiendo desde 2010 en Villa La Angostura con su esposa Lala y sus hijos Daniela y Daniel. Apasionado hincha de River Plate, compartía esa afición especialmente con su hijo Pipi. La denominación de su hogar, “Las tres D”, remite a la herencia familiar y sus transformaciones: “Antes éramos Diana, Dedé –su mamá, primera esposa de Astor Piazzolla– y yo, éramos las tres D de Astor. Ahora las tres D son Daniela, mi hija, mi hijo Daniel y yo, las tres D de mi mujer, Lala”, explicaba, enfatizando los lazos afectivos como parte central de su identidad.

Su participación artística tuvo uno de sus puntos más altos como integrante del Octeto Electrónico entre 1976 y 1977. Esa etapa, guiada por Astor Piazzolla, revolucionó el tango contemporáneo a través de una fusión de instrumentos eléctricos, climas influenciados por el jazz y una estructura musical que desafió las expectativas del público y la crítica especializada. En el grupo, Daniel asumió los sintetizadores, la percusión y funciones organizativas, siendo pieza clave en el engranaje de un proyecto que evolucionaba y exigía compromiso total.
Esta experiencia le permitió interiorizar el método de trabajo riguroso e innovador de su padre: atención estricta al ritmo, cuidado por el color instrumental y una visión del tango dialogante con vertientes contemporáneas. Con el paso de los años, Daniel se transformó en un referente para difundir el repertorio de Piazzolla, desempeñando esta tarea con un espíritu sobrio, evitando la nostalgia y mostrando siempre respeto por la obra original.
Buena parte de su labor puede rastrearse en el álbum Piazzolla por Piazzolla, donde revisitó piezas del Octeto Electrónico y sumó composiciones propias. Este disco se distinguió por su fidelidad arquitectónica y claridad, sin concesiones a actualizaciones superficiales. En 1996, organizó el concierto homenaje “Astortango” en el Teatro Ópera de Buenos Aires, reuniendo al Octeto Electrónico y a figuras del jazz internacional como Chick Corea y Gary Burton, quienes tenían lazos musicales directos con Piazzolla y abrieron la obra familiar al reconocimiento global.

El trayecto de Daniel incluyó peripecias personales que influyeron en su modo de relacionarse con la música y la familia. En distintas entrevistas recordó los doce años sin contacto con Astor, debido a diferencias vinculadas con el rumbo musical que el padre decidió tomar. Sin embargo, pese a la distancia, el cariño se mantuvo y lograron reencontrarse antes del fallecimiento de Astor, celebrando su último Día del Padre juntos, dos semanas antes del 4 de julio de 1992. Sobre la infancia, destacaba el consejo de Dedé cuando los hermanos compartían el hogar con un padre inmerso en la composición: “Chicos, nos tocó esto. Es un genio. Tratemos de hacer el menor ruido posible”.
Más allá de su rol como hijo y colaborador, Daniel Piazzolla fue también el padre de “Pipi”, quien ha proyectado el apellido a nuevos escenarios desde su labor como baterista en Escalandrum, siguiendo el linaje de creatividad y búsqueda que caracterizó a la familia.
La desaparición de Daniel Hugo Piazzolla cierra una etapa fundamental para la historia del tango y la música argentina. Su aporte, discreto pero profundo, permanece vigente entre quienes buscan comprender las transformaciones más innovadoras del género y el modo en que la obra de los Piazzolla redefinió la relación entre el tango y la modernidad musical.
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