La noche prometía ser inolvidable. Y lo fue, aunque no de la manera que Wanda Nara seguramente imaginaba. Con motivo de su 38° cumpleaños, la conductora organizó una mega fiesta que, más allá del lujo y el glamour, terminó sumergida en polémica y quejas vecinales. El escenario elegido fue la casa de la empresaria en el exclusivo country Santa Bárbara, donde con su círculo más íntimo y una larga lista de amigos y famosos disfrutaron de una celebración que hizo temblar el silencio habitual del barrio.
Desde el primer momento, la fiesta fue un despliegue de excesos y detalles provocadores, acordes a la temática “Bad Bitch” que eligió para su noche especial. El dress code era estricto: todos debían vestir de negro, símbolo de elegancia y rebeldía, en perfecta sintonía con la actitud que la mediática lleva como bandera. En el amplio parque de su casa, globos negros, plateados y fucsias creaban una atmósfera vibrante y, como toque distintivo, la cumpleañera dispuso una piñata con premios poco convencionales: juguetes para adultos. Un gesto tan audaz como predecible en alguien que domina el arte de la provocación.
Entre los invitados, no faltaron las caras conocidas. Su excompañero de MasterChef, Donato De Santis, se encargó de parte del catering, mientras que las tortas y postres corrieron por cuenta de Maru Botana, con quien compartió pantalla en Bake Off Famosos. Ambos chefs también estuvieron presentes, sumándose a la lista de amigos y familiares que acompañaron a la cumpleañera en una noche que prometía no tener fin.
La fiesta no tardó en convertirse en un espectáculo. Además de la música que sonaba a todo volumen, los invitados disfrutaron de shows en vivo. La misma Wanda Nara tomó el micrófono en algún momento para improvisar un recital, a lo que se sumaron las presentaciones de su pareja, el cantante L-Gante, y de Karina La Princesita. El despliegue de sonidos, luces y movimiento fue tal que, para los vecinos de Santa Bárbara, la celebración dejó de ser una anécdota para convertirse en una auténtica pesadilla.
La intervención de la Policía fue el punto de quiebre. Pasadas las 12:30, cuando el reglamento del country exige que los festejos finalicen en días hábiles, las quejas de los residentes llegaron a un punto límite. Una primera vecina relató que llamó a la garita de seguridad para denunciar los ruidos molestos y la cantidad de autos que circulaban sin cesar. Desde allí, le confirmaron que la conductora ya había sido notificada de las quejas. Pero la fiesta continuó sin modificaciones.
“No era tan tarde, pero claro, era lunes”, explicó Majo Martino, invitada al evento, en el programa Mañanísima. La Policía finalmente llegó al lugar y exigió que se bajara la música. Wanda, lejos de incomodarse, tuvo una reacción desafiante: “A ella no le importó nada y dijo que le cobraran la multa”, contó la periodista. Sin embargo, los agentes le aclararon que no había multa posible y que debía cumplir con la orden de reducir el ruido.
La tensión no terminó con la presencia policial. Mientras la fiesta se desvanecía hacia la madrugada, una segunda vecina denunció que, aunque su casa está a tres kilómetros de la propiedad de Nara, los ruidos se sentían como si estuviera “a metros de distancia”. La magnitud del evento fue tal que, según confió, el chat de los vecinos se convirtió en un hervidero de mensajes, donde la indignación era generalizada.
Ahora, el foco está puesto en las posibles sanciones que el consorcio de Santa Bárbara podría aplicar. Las vecinas entrevistadas deslizaron que Wanda podría enfrentar una multa de medio millón de pesos, una cifra considerable para cualquier residente, pero insignificante para una figura que acostumbra desafiar normas y opiniones. “A ella no le importa nada”, insistió Majo Martino al detallar incluso que todo continuó hasta las 4 de la mañana.
Pero para Wanda, la fiesta no terminó con las quejas ni con la música apagada. Tras el cierre del evento, la conductora se fue a acompañar a L-Gante a un show, demostrando que su energía -y su voluntad de celebrar- no tienen límites. La actitud desafiante, la falta de preocupación por el reglamento y el ruido que aún resuena en el country confirmaron lo evidente: Wanda juega bajo sus propias reglas.
Mientras tanto, los vecinos de Santa Bárbara parecen haber alcanzado su límite. Lo que comenzó como una fiesta privada se convirtió en un escándalo público que deja al descubierto la tensión entre la mediática y quienes comparten con ella el barrio cerrado. Una noche de excesos, lujo y polémica que, sin dudas, quedará en el recuerdo de todos. Así, en Santa Bárbara el silencio volvió. Pero la furia persiste.
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