
El auge de la computación orbital ha capturado la atención de empresarios tecnológicos de alto perfil, quienes apuestan por trasladar los centros de datos al espacio para resolver las crecientes demandas energéticas de la inteligencia artificial.
Este año, Baiju Bhatt, cofundador de Robinhood, lanzó la startup Aetherflux con el propósito de desarrollar satélites equipados con chips de inteligencia artificial (IA) capaces de aprovechar la energía solar espacial y, a partir de 2027, iniciar una carrera hacia una constelación de miles de nodos independientes en órbita.
La visión de Bhatt se apoya en la expectativa de que, mientras el consumo energético de los centros de datos terrestres debería duplicarse en los próximos cinco años, con un incremento del 30% anual motivado por la IA según la Agencia Internacional de la Energía, la capacidad del Sol para abastecer paneles solares orbitando la Tierra permitiría satisfacer esa demanda sin recurrir exclusivamente a una red eléctrica terrestre cada vez más saturada.
Cuál es la apuesta de las grandes empresas para fortalecer la IA desde el espacio

La apuesta de Bhatt no es aislada. En los últimos meses, Google ha presentado el Proyecto Suncatcher, que contempla el lanzamiento de satélites con unidades de procesamiento tensorial para reforzar el uso de IA desde el espacio.
Eric Schmidt, exdirector ejecutivo de Google, adquirió una participación mayoritaria en Relativity Space con el objetivo de impulsar centros de datos en órbita; y medios estadounidenses como The Wall Street Journal han reportado que tanto SpaceX de Elon Musk como Blue Origin de Jeff Bezos están invirtiendo recursos en desarrollos similares.
Los proyectos contemplan el despliegue de infraestructuras hasta 2030 y plantean que, a largo plazo, la inversión se justifica por una demanda insatisfecha y el posible alivio a problemas de disponibilidad e impacto medioambiental en tierra.
Qué viabilidad tiene potenciar el uso de IA desde el espacio

La viabilidad técnica y económica de esta nueva frontera, sin embargo, está lejos de estar asegurada. Chris Quilty, analista espacial citado por Forbes, sostuvo: “Sencillamente, la variable más importante para facilitar los centros de datos orbitales será el costo de lanzamiento”.
Philip Johnston, director ejecutivo de la startup Starcloud, argumentó que el costo energético podría descender a menos de un centavo por kilovatio-hora con un abaratamiento de los lanzamientos a 200 dólares por kilogramo, muy por debajo de los actuales 1.500 dólares por kilogramo que ofrece el Falcon Heavy de SpaceX.
No obstante, la escala de ingeniería requerida implica desafíos como desarrollar radiadores ligeros y económicos para refrigerar chips en ausencia de gravedad y aire, y garantizar una protección suficiente contra la radiación espacial, factores que aumentan tanto el peso como la complejidad operativa de cada satélite.
Cómo los satélites recibirían la energía directa del sol

Los datos que manejan los promotores no son menores. Bhatt especificó que cada satélite de Aetherflux transportaría un panel solar de 93 metros cuadrados, capaz de alimentar aproximadamente diez unidades de procesamiento gráfico, junto con radiadores de 46 metros cuadrados (500 pies cuadrados) para mitigar el sobrecalentamiento.
El plan prevé alcanzar miles de unidades en el espacio antes de que finalice la década. Hasta la fecha, la startup ha obtenido 90 millones de dólares en inversión y su valoración asciende a 270 millones según cifras de Pitchbook, aunque el interrogante sobre el retorno financiero sigue abierto.
Qué preocupaciones ambientales y regulatorias hay
A las complejidades del lanzamiento y operación se suman las preocupaciones medioambientales y regulatorias. La instalación de satélites en órbita baja, definida entre 160 y 1.930 kilómetros sobre la superficie terrestre, puede intensificar la congestión causada por los desechos espaciales y los satélites ya activos.

Además, la luz solar reflejada por los grandes paneles agrandaría el problema de la contaminación lumínica, y la intervención del hardware ante posibles errores plantea dudas operativas y de coste frente a infraestructuras terrestres ya amortizadas.
Asimismo, la construcción de centros de datos tradicionales enfrenta obstáculos locales y trámites que pueden dilatar la puesta en marcha hasta ocho años, según Bhatt. Pero, lanzar GPU al espacio puede acortar de manera drástica la espera, permitiendo que empiecen a funcionar casi inmediatamente tras su despliegue.
Entretanto, Bezos y otros líderes del sector sostienen que, en el próximo decenio, la mayoría de los nuevos centros de datos destinados a IA se levantarán ya fuera del planeta.
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