Todos los años se repite en la capital de San Luis un desfile tal vez único en el mundo, que organiza una sedería desde hace más de una década: un promedio de unas 15 chicas, dueñas de los vestidos, caminan por las veredas como modelos, iluminando la calle con brillos, tules bordados, lentejuelas, organzas, sedas. Los diseñadores y las típicas modistas de barrio de todos los rincones de la ciudad que compraron sus telas en su local, dan a conocer sus trabajos, de forma gratuita. Cero gasto. Es un desfile sin modelos y sin pasarela.
El ciclo se llama Moda en vereda y la organizadora es Virginia Chada (55), una bailarina, coreógrafa y farmacéutica que abrió una sedería en 2011 que sin proponérselo se convirtió en una impulsora de la moda en la ciudad, alimentando la búsqueda de la perfección en una puntada. Y a la vez, rompiendo con todos los cánones establecidos de belleza, desde el campo de acción. Quien quiera puede ser modelo en su ciclo, auspiciado por nadie, porque así le gusta.
La historia de los desfiles de Moda en Vereda nace cuando Virginia Chada, también madre de cinco hijos, concluía con una etapa muy importante de su vida, que le había dado muchas satisfacciones: su academia de danza Cascanueces cerraba después de 35 años de funcionamiento. ¿El motivo? Un día al entrar a dar clase, sintió que la música la había “sobrepasado”. “Sentí que me descomponía. Ese día le dije a mi gente, a mi esposo que no daría una clase nunca más en la vida. Él me preguntó si me había pasado algo. Le dije que no. Pero no quería que me pase. Hasta acá llegué con la danza”, resolvió.
Virginia pasaba horas acompañada de música en sus clases, y muchas veces por pianistas que musicalizaban las clases. “Algo poco usual en el interior del país que una academia de danza tuviera su piano, su pianista. A mí siempre me movió la pasión. Y el día que flaquea, como ese día que entré al salón de danza y algo me molestó, pensé que había que terminarlo”, cuenta. Y así lo hizo, con su familia se mudó a una casa a 15 kilómetros del centro, en Juana Koslay, que hoy lo transformó en un “vergel”, y convirtieron la casa en la que vivían en un salón de ventas de su Sedería First.
No era la primera vez que Virginia tenía una sedería. A los 22 años, al frente de su academia de danza que había abierto a los 18, y mientras estudiaba Farmacia, decidió abrir un local con la clase de géneros que necesitaba para el vestuario de sus alumnas de ballet, porque no los conseguía en San Luis y tenía que viajar a Buenos Aires para conseguirlas. En el momento en que empieza a crecer su familia, se vio obligada a dejar una actividad, por la imposibilidad de llevar tantas cosas adelante. No quiso resignar la carrera de Farmacia, su parte más fría y cerebral. Y fueron llegando “preciosamente” sus hijos a su vida: Candelaria, Fernando, Bernardo, Federico y María Paz.
Cuando vuelve a instalar la sedería en 2011, dice que el momento era más complejo. “No había tantas modistas en San Luis, pero si lo pude hacer con la danza, que no habían nada, trayendo a los mejores maestros del país a dar clase en la academia. Siempre digo con orgullo que Franco Cadelago fue mi alumno, pasó por esta academia y ahora es maestro en el Teatro Colón”. A Virginia le gusta decir que cuando las cosas están bien hechas, se puede dar un paso al costado. Y eso pasó con la danza clásica en San Luis, que está instalada. “Mis alumnas me superaron ampliamente, en un montón de aspectos”, expresa con la felicidad de la misión cumplida.
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En pocos días, Virginia puso en marcha su sedería, a tres cuadras de la Catedral de San Luis. Viajó a Buenos Aires a ver sus proveedores, algunos no estaban más y otros pisaban los ochentas. Algunos la reconocieron, otros creyeron que era la hija de aquella Virginia Chada. “No. Soy la misma”, aclaraba casi 40 años más tarde.
La sedería fue inaugurada el 28 de diciembre de 2011. El día del inocente. Cuando se refiere al desfile anual que realiza todos los años, no le gusta hablar en primera persona, porque se trata del trabajo de muchas personas que ella ayuda a visibilizar.
Cuando inauguró se fue acercando a quienes sabía que cosían contándoles que había abierto. Y a una modista, muy sencilla, le preguntó con quién le gustaría estudiar costura. Y ella le nombró a Hermenegildo Zampar (muy conocido por las clases que daba en el canal Utilísima, un maestro de la moldería). “Así que lo llamé: ‘Hola Hermenigildo. Cómo está Usted. Le hablo de San Luis. Me gustaría tenerlo acá y que nos ayude con nuestras modistas. Y me lo traje a Hermenegildo Zampar a San Luis. Lo que había aprendido con la danza lo transpolé y traje a este hombre a la ciudad. Una vez al mes venía en persona a enseñarles a coser, acá arriba de la sedería. Rápidamente de sacar la primera y segunda serie de modistas, entendieron que había que estudiar, aprender, informarse, que hay que profundizar en el hacer, porque si no lo hacés todo es banal y mediocre”.
Las modistas que algo sabían y decidieron aprender más, pronto comenzaron a dar clases en sus casas. Tienen sus talleres y grupo aprendiendo. Y al viralizarse los conocimientos se dieron cuenta que algo se estaba gestando.
“Estaba sorprendida con lo que habíamos podido hacer en un año y quise hacer un desfile. Cada vez que tenía que hacer una muestra con la Academia era buscar teatro, que costaba millones, todo era caro, todo era difícil. Acá me va a salvar la calle, pensando también que había que poner la moda en vereda, encaminar la moda. Entonces jugando con esas palabras, convoqué a las modistas y les dije: inviten a sus clientas a las que han comprado las telas porque las vamos a hacer caminar por las veredas de San Luis sin decir nada a nadie, no vamos a avisar a la Municipalidad, no le vamos a decir al Gobierno”.
Virginia invita a imaginar la situación que se repite año tras año, cada 28 de diciembre cuando se cumple el aniversario de su sedería. “Ver caminar unas 15 chicas por la calle, vestidas de fiesta, por la vereda, una detrás de la otra. “No lo puede creer nadie. ¿Esto de dónde salió? Estás dando algo precioso, gratis, que nadie cobró ni se molesta a nadie. La gente se para por momentos, aplaude en la calle, hay algún que otro piropo, pero nadie dice nada fuera de lo correcto. Son tan lindas, tan impresionantes. Llegan peinadas y maquilladas como el día en que se lo pusieron en la fiesta, haya sido de cumpleaños, egreso, casamiento”, detalla. Quien quiera puede preguntarles durante la caminata quién le hizo el vestido. En su cuenta de Instagram pueden verse más imágenes de los desfiles @sederiafirst
La ex bailarina y farmacéutica se pregunta cuánto cuesta impulsar un nuevo diseñador. Hay un chico de 26 años, llamado Matías Herrera. “No sabés lo que cose. Cómo hago para llevar este chico y que lo vean en un desfile de moda. ¿Cuánto es lo que hay que invertir? Una fortuna. Pero en la calle no nos cuesta nada”, manifiesta.
Las chicas que suelen ir acompañadas por las modistas, si están interesadas toma su teléfono y las llama una semana previa al desfile. Virginia se considera muy creativa. No lo considera un don, sino algo que desarrolló, ya que todos los años presentaba entre 15 y 20 coreografías creadas por ella. “Ay Dios mío, mi cabeza”. Y asegura que en esa tarea nunca tuvo necesidad de copiarle nada a nadie.
Nada es un impedimento para desfilar, dice la propietaria de la sedería, “Yo creo que todas tienen el derecho de sentirse hermosas. No todas podemos tener medidas 90, 60, 90 pero podemos ser modelos. Todas podemos ser un modelo de persona. No todas medimos 1,70 m pero todas podemos ser modelos. Es una experiencia preciosa para el autoestima de cada una de las personas que participan, las chicas, las modistas que no tienen la oportunidad de mostrar lo que hacen y son maravillosas”.
Hasta el momento, a Chada no le interesan los auspicios. Dice que estamos muy acostumbrados a eso. “No me interesa el auspicio de nadie. Vamos solos, sin rendirle cuentas a nadie”, concluye. Ya se anotaron 10 chicas para el próximo desfile y todavía quedan muchas fiestas por delante en lo que va del año.
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