Samba y amor en Bip Bip: el argentino que rescató de la tristeza al último bar de la bohemia de Copacabana

Matías Bidart, un argentino de Adrogué, es quien sostiene el legado que dejó Alfredo Melo, o “Alfredinho de Bip Bip”, el creador de un bar de Río de Janeiro. Mítico y minúsculo, por el local pasan desde hace 40 años, y sin ser vistos, los mejores músicos de Brasil

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El argentino Matías Bidart, en el centro de la foto, junto a sus hijos, su compañera Marina y los parroquianos del mítico bar Bip Bip de Río de Janeiro; tras la muerte de su creador, Alfredinho Melo, él se puso al frente del emprendimiento de su amigo (Facebook Bip Bip)
El argentino Matías Bidart, en el centro de la foto, junto a sus hijos, su compañera Marina y los parroquianos del mítico bar Bip Bip de Río de Janeiro; tras la muerte de su creador, Alfredinho Melo, él se puso al frente del emprendimiento de su amigo (Facebook Bip Bip)

Alfredo Jacinto Melo tenía 25 años en diciembre de 1968, el año de la convulsión social, las revoluciones, las flores y los rifles, de Vietnam, los Beatles, la nouvele vague y Derrida. Alfredo aún vivía en Cosmos, un barrio ferroviario de la zona oeste de Río de Janeiro, aunque pasaba gran parte de su vida, especialmente los fines de semana, en un departamento que compartía con amigos en Copacabana, corazón carioca de la posmodernidad. Por allí andaba cuando, de camino a la farmacia, se asustó por un estruendo a metros de su pequeña y barbuda humanidad. A pesar de la época, las explosiones no eran tiros ni bombas. Eran la celebración de algo, observó tras el susto, y se acercó: un grupo de gente festejaba la inauguración de un local.

Era un barcito muy pequeño. Se llamaba Bip Bip -corrieron decenas de hipótesis a lo largo de los años pero nunca nadie sabrá el origen de ese nombre onomatopéyico- y su dueño, un inmigrante portugués, apenas vendía batidas y salgados. Todo a media cuadra de la playa. Todo tan Río de Janeiro.

Como sería a lo largo de toda su vida, la cerveza le tiraba más que los remedios (aunque la cerveza ERA un remedio), así que Alfredinho dejó el plan de la farmacia, se mezcló entre los parroquianos y brindó con ellos durante toda la noche.

Alfredo Melo murió en marzo de 2019: tenía 75 años y fue reconocido por su defensa del arte popular (Facebook Bip Bip)
Alfredo Melo murió en marzo de 2019: tenía 75 años y fue reconocido por su defensa del arte popular (Facebook Bip Bip)

Bip Bip se presentaba en aquel entonces como un “boteco” más de los miles que hay en casi todas las cuadras de Río de Janeiro. Sin embargo, le esperaba un destino de mínima grandeza. Alfredo no sabía todavía que él sería quien lo llevaría de la insignificancia cotidiana al espacio de referencia mítica para los sambistas de las nuevas y viejas guardias: un lugar de eterna juventud.

Es decir, algo mucho más que un bar: punto de encuentro y amistad, un proyecto de ayuda social, un espacio para la poesía, la proclama política, las personas en situación de calle y, por supuesto, y sobre todo, un reducto para que los mejores músicos de la música popular del Brasil se sientan como en casa.

No lo sabía Alfredinho porque todavía faltaban 15 años para eso. Melo, militante socialista, cristiano fiel y practicante y fanático de Botafogo, trabajó durante ese lapso intermedio de la década de los 70 en el mundo financiero. Hasta que cobró una nutrida comisión por la venta de un avión, lo que le permitió liberarse de las ataduras del mundo capitalista y cumplir su sueño: comprar el Bip Bip para juntarse con sus amigos.

Bip Bip unos días antes del triunfo de Lula en las elecciones de 2022: de fondo, una foto de Alfredinho junto al Presidente de Brasil (REUTERS/Ricardo Moraes)
Bip Bip unos días antes del triunfo de Lula en las elecciones de 2022: de fondo, una foto de Alfredinho junto al Presidente de Brasil (REUTERS/Ricardo Moraes)

Agosto de 2012. Bip Bip ya es un reducto célebre, uno de esos “secretos mejor guardados” de Río de Janeiro, el último eslabón de la bohemia carioca. El argentino Matías Bidart acaba de iniciar su aventura en la ciudad con una mochila, una guitarra y un trabajo en la cocina de un hostel. A poco de llegar, alguien le advierte que tiene que conocer Bip Bip: un día cualquiera te podés encontrar a Cristina Buarque de Hollanda o Naná Vasconcelos.

Ese mismo día fue. Y al llegar vio lo que vieron todos los que alguna vez pisaron Bip Bip: un minúsculo local de 18 metros cuadrados, apenas tres mesas encimadas, sin puerta, sin ventanas, una continuidad de la calle, y un anfitrión muy particular, barbudo y cascarrabias, sentado en una mesita en la vereda, que anotaba en una planilla las cervezas que los músicos y clientes sacaban de la heladera para consumo personal. Un sistema en desuso, caótico y basado en la confianza del “cuando te vas me pagás todo”.

Matías tampoco imaginó en aquel momento lo que vendría después: su amistad profunda con Alfredo, su muerte años después, justo un sábado de Carnaval, y la responsabilidad descomunal de mantener vivo su legado.

“Aquella primera vez llovía mucho. Llegué y lo vi a Alfredo sentado en la puerta y solo una pareja, dos italianos que miraban fascinados las fotos pegadas en la pared. Era miércoles de bossa nova. Enseguida llegó un músico. Pero llovía tanto que no vino nadie más”, cuenta Matías.

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Alfredinho en Bip Bip en la Copacabana de fines de los 80 (Facebook Bip Bip)
Alfredinho en Bip Bip en la Copacabana de fines de los 80 (Facebook Bip Bip)

El músico solitario observó las uñas de guitarrero de Matías y lo invitó a tocar. Sin música Bip Bip es como un corazón quieto. Bidart, que ya había visto en los retratos de las paredes a figuras como Milton Nascimento abrazadas a Alfredinho, se resistió. Dijo que no dos veces.

La mirada de Alfredo era pura presión. Es que el silencio y las tarjetas de crédito son lo único prohibido en Bip Bip. Entonces agarró “una guitarra desastrosa que estaba en el bar” y tocó todo lo que había aprendido en su casa del conurbano sur. Alfredo lo observó de arriba abajo. ¿Un argentino tocando bossa nova? Le gustó. Fue el chispazo de la hermandad. Esa madrugada Melo y Bidart, un poco borrachos, bajaron la persiana del bar juntos. Lo harían siempre de ahí en más.

“A mí el lugar me había encantado inmediatamente. Y Alfredo entonces me dice que vuelva a tocar”, cuenta Matías como quien relata el primer instante de un amor. Así empezó a frecuentar el bar y a ser incluido en las “rodas” de bossa nova a pedido de Alfredo hasta que se ganó el cariño y el respeto de los otros músicos.

El plan original de Alfredinho de usar el bar para beber con amigos era muy romántico pero poco efectivo. No había pasado un año y se encaminaba hacia la quiebra. En la esquina frente al bar vivía Cristina Buarque, otra carioca de alma, voz de Brasil, a la que le gustaba estar en la vereda, fumar, cantar y beber. La hermana de Chico -nada menos- se sumó como socia.

El presidente de Brasil, Lula Da Silva, junto a Alfredinho Melo y la cantora Cristina Buarque de Hollanda, socia en Bip Bip
El presidente de Brasil, Lula Da Silva, junto a Alfredinho Melo y la cantora Cristina Buarque de Hollanda, socia en Bip Bip

Con ella, al bar llegaron artistas inmensos como Elton Medeiros, Nelson Sargento, Beth Carvalho, Mario Lago. Todos tocaban y cantaban para ellos mismos en la calle, en la vereda. Y la fama subterránea de Bip Bip creció al punto que los vecinos empezaron a pedir que por favor no aplaudieran a los músicos hasta altas horas de la noche. Así nació otro rasgo único de este bar carioca: se aplaude con chasquidos de los dedos.

“Chico nunca vino”, afirma Bidart. Cuentan que el autor de Cotidiano fue una sola vez, pero frenó con su auto en la vereda, a pocos metros de la mesa de la “roda”, y nunca bajó. “Estacionó y se quedó escuchando con la ventana un poco baja y después subió a la casa de su hermana y su mamá. Pero nadie lo vio. Es casi un mito”, ríe Bidart.

Después de aquel miércoles, la relación entre Alfredo y Matías se estrechó hasta convertirse en un vínculo familiar. Bidart fue el hijo que Melo no tuvo. “Fueron muchas madrugadas juntos, iba prácticamente los siete días. Alfredo siempre fue muy generoso. Yo encontré una casa. Cuando llegué él había perdido a su compañera hacía un mes. Pero nunca bajó los brazos. Lo veías siempre con el teléfono y era porque le estaba resolviendo siempre algo a alguien, el dentista a un pibe de la calle, un laburo para un amigo, alguna discusión sobre política”, cuenta Bidart.

Alfredo en su clásica mesa en la vereda de Bip Bip: por su ayuda social era adorado por las personas en situación de calle de la zona sur de Río de Janeiro (Facebook Bip Bip)
Alfredo en su clásica mesa en la vereda de Bip Bip: por su ayuda social era adorado por las personas en situación de calle de la zona sur de Río de Janeiro (Facebook Bip Bip)

Alfredinho ayudaba a los muchos “moradores da rua” de la zona sur de Río. Cada Navidad organizaba una larga mesa con comida para las personas en situación de calle. Hasta hace unos años, un hotel de la zona ofrecía su cocina. Después los abandonó y se arreglaron como pudieron. Matías hacía choripaneadas en la vereda y pasaban el 25 de diciembre todos juntos. Los pobres del barrio amaban y respetaban a Alfredo.

“Si durante el año Bip Bip es el templo profano de la bohemia y de la música, en Navidad es el territorio sagrado de la caridad”, escribió el periodista Luís Pimentel.

“Mis lugares en el mundo son el Bip y las tres baldosas frente a la parrilla del patio de la casa de mis viejos en Adrogué”, se emociona Matías, padre de dos hijos cariocas frutos del amor con Marina, carioca que conoció, obviamente, en Bip Bip.

Un sábado de Carnaval, más concretamente el del año 2019, Alfredinho se apagó. Venía apagado hacía algunos meses. Había empezado a responderles “estoy” a los que le preguntaban cómo estaba. Murió en su casa, a pocas cuadras del bar. Lo encontraron los amigos. Como Ary Barroso en el 64 ó Pixinguinha en el 73, dos mitos del samba, Melo también partió en medio de la fiesta pagana.

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Lalo Mir (con una remera con la cara de Alfredo), Juan Pablo Sorin y Kevin Johansen, algunos de los argentinos que cada vez que visitan Río de Janeiro pasan por el Bip Bip de Alfredinho y Matías Bidart
Lalo Mir (con una remera con la cara de Alfredo), Juan Pablo Sorin y Kevin Johansen, algunos de los argentinos que cada vez que visitan Río de Janeiro pasan por el Bip Bip de Alfredinho y Matías Bidart

“La despedida fue una fiesta”, recuerda Matías. “La ciudad estaba llena de blocos, todos divirtiéndose, todos disfrazados. Y se empieza a correr la bola que falleció Alfredo. Empiezan a homenajearlo en todos los blocos que se iban enterando y todo el mundo empieza a ir para el bar”, se emociona.

Mientras en la zona sur todos se iban enterando de la partida de Alfredo, esa noche en el sambódromo Marques de Sapucaí, allá en el barrio Cidade Nova, desfilaba Mangueira, la escola de la que él siempre fue hincha, como Chico Buarque. La música de su desfile de ese año había sido hecha por pibes que empezaron en el bar, como la compositora Manu da Cuíca y Tomás Miranda. Ese año Mangueira salió campeona. La obra llevaba como título, sugestivamente, “Canciones de cuna para gente grande”.

La despedida fue una fiesta, sí. Y siguió el lunes. El bar abrió y todo el mundo pudo velar a Alfredinho sobre las tres mesas encimadas de los músicos. “La funeraria llegó muy temprano y estaba yo solo, y en la vereda había un morador da rua, así que entramos el cajón entre los dos”, se emociona Bidart.

Una noche de roda de samba en Bip Bip, corazón bohemio de Río de Janeiro (Facebook Bip Bip)
Una noche de roda de samba en Bip Bip, corazón bohemio de Río de Janeiro (Facebook Bip Bip)

“Él le tenía miedo a la muerte. No hablaba de eso. Pero empezó a morir antes”, susurra Matías. Y enumera: el crimen de Marielle Franco, el golpe a Dilma Rousseff, la prisión para Lula, la muerte del nieto de Lula y el triunfo de Bolsonaro.

En uno de esos días de 2018 Melo atravesó uno de los peores momentos de su vida en el bar cuando una noche propuso un brindis por Marielle Franco y fue interrumpido por un policía -de civil, frecuentador del bar- que reclamó que también levantaran las copas por los agentes asesinados en servicio. Se generó una discusión y el policía sacó un arma. Fue noticia en todo Brasil. Alfredo quedó muy afectado.

“Murió de Brasil”, sintetiza Matías Bidart, que en poco tiempo se convirtió en el ladero de Alfredo. Eso fue lo que los familiares de Melo vieron el martes siguiente a la muerte cuando le propusieron que lo que hasta ahora hacía por amor a su amigo, ahora lo realizara profesionalmente. En memoria de Alfredinho.

Matías Bidart y Alfredo Melo, amigos inseparables (Facebook Bip Bip)
Matías Bidart y Alfredo Melo, amigos inseparables (Facebook Bip Bip)

“Acepté con la condición de que siga todo igual, con los proyectos sociales, con las entregas de cestas básicas, digamos que soy un gerente con mucha autonomía”, ríe Matías, sentado ahora en la mesa de la vereda, con la planilla para anotar las cervezas que sacan de la heladera, un poco menos chinchudo que Alfredo. Toda la comunidad del Bip, las decenas de amigos de Alfredo, respaldaron la decisión de que fuera el argentino quien evitara el cierre por tristeza.

“Fui muy feliz de conocer a Alfredo, fue una conexión muy feliz. Una convivencia muy intensa, de muchas madrugadas, es una bendición seguir su legado, él es la cosa más linda que me pasó, un ser humano de los mejores, un imprescindible”, enumera Matías en la puerta del bar. Un hombre lo interrumpe: “Anotame dos cervezas”.

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