El chapuzón de los porteños: de la pileta pública de Retiro, a la del aeroparque que medía 8 cuadras

No todos saben que la ciudad de Buenos Aires contó con grandes piletas públicas, tanto en el barrio de Retiro como en Núñez. Fueron construidas en distintas épocas y persiguieron objetivos similares: el del esparcimiento y el de refrescarse del calor estival que apretaba

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Iban todos. El balneario construido en la costanera sur convocaba a una multitud. La calle, tapizada de vehículos. Foto Gobierno de la Ciudad
Iban todos. El balneario construido en la costanera sur convocaba a una multitud. La calle, tapizada de vehículos. Foto Gobierno de la Ciudad

Hurgar sobre el origen de algunos lugares de la ciudad de Buenos Aires que en su momento fueron populares y que el progreso los hizo desaparecer es todo un desafío, más cuando sobreviven pocos antecedentes y testimonios. No siempre encontramos respuesta a la pregunta de qué había antes aquí cuando transitamos por cualquier calle. Tal vez vivió un hombre público reconocido, ocurrió un hecho resonante, tal vez funcionó una institución colonial o algo un tanto inverosímil.

Como una pileta pública, al aire libre, en medio de la ciudad.

Pasar el verano en la ciudad no era sencillo. Para los más potentados, a partir del 26 de septiembre de 1886, cuando llegó por primera vez el tren y se logró evitar el odioso e interminable trajín por un camino en gran parte de tierra, se acrecentó el número de veraneantes a Mar del Plata.

Pero lo que no tenían la suerte ni los recursos de aventurarse a la costa atlántica, tenían cómo hacerlo en la ciudad de Buenos Aires. En la tarde del 11 de diciembre de 1918 el intendente municipal Joaquín Llambías inauguró un espigón de 180 metros del Balneario Municipal Sur y el tramo de la avenida Tristán Achával Rodríguez, entre Brasil y Belgrano, en Costanera Sur. Terminaba así un viejo reclamo de los vecinos, cansados de denunciar que la zona era peligrosa de transitar por el aguantadero en el que se había convertido.

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Pronto el lugar fue un imán para los porteños, no solo en el verano, sino durante todo el año para pasear por las tardes, ya que se habían instalado confiterías a todo trapo. Sobrevive el edificio de la Munich, construido en 1927, y que con el paso de las décadas fue convertido primero en el museo de telecomunicaciones y luego en el Centro de Museos de Buenos Aires.

Vista de la pileta pública construida en Retiro, frente a la estación del ferrocarril San Martín. Fotografía Archivo General de la Nación
Vista de la pileta pública construida en Retiro, frente a la estación del ferrocarril San Martín. Fotografía Archivo General de la Nación

Había paseos coronados con esculturas, como Las Nereidas, de Lola Mora, que la moralidad de la época hizo que se la ubicase allí, para que las figuras femeninas no mostrasen sus pechos al aire en la esquina céntrica de Alem y Cangallo, donde se la había instalado. También se emplazó la de Luis Viale, quien murió ahogado luego de ceder su salvavidas a una mujer en el naufragio del vapor América el 24 de diciembre de 1871.

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Había además confiterías, bares y hasta un parque de diversiones. Los embotellamientos de vehículos daban cuenta que todo Buenos Aires se daba cita allí.

Ubicación de la pileta, en lo que actualmente es Plaza Canadá. Fotografía aérea de 1940 del Gobierno de la Ciudad.
Ubicación de la pileta, en lo que actualmente es Plaza Canadá. Fotografía aérea de 1940 del Gobierno de la Ciudad.

Los cambios de hábitos y la aparición de otras playas, más hacia la zona de Vicente López, y la creciente contaminación de las aguas, determinaron que el complejo comenzara un lento proceso de decadencia que llevaría a su desaparición. A fines de la década del 70, demolieron aquellas instalaciones que, sumidas en el abandono, habían resistido el paso del tiempo.

El balneario de la costanera sur no sería el único punto de solaz y de chapuzón. Porque en el barrio de Retiro, donde entonces era un gran descampado, y hoy está la Plaza Canadá, se levantó una pileta pública.

La pileta que el gobierno peronista había construido junto al aeroparque convocaba a muchísima gente. Fotografía Archivo General de la Nación.
La pileta que el gobierno peronista había construido junto al aeroparque convocaba a muchísima gente. Fotografía Archivo General de la Nación.

Fue una iniciativa de la Comisión Permanente de Fiestas Populares, un organismo que presidía el intendente municipal porteño y que tenía su sede en la calle Piedras al 100. Tenía vocales de renombre, como el paisajista Carlos León Thays. Por 1938 el intendente era Arturo Goyeneche quien, el año anterior debió vetar la ordenanza que disponía la demolición del obelisco, inaugurado el año anterior.

Esta comisión, palabra autorizada en la organización de festejos como eran, por ejemplo, los carnavales, tuvo la iniciativa de construir una pileta pública frente al galpón de madera donde funcionaba la terminal del ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, renombrado San Martín cuando el gobierno peronista nacionalizó los ferrocarriles el 1 de mayo de 1948.

Se la levantó por 1938 con un presupuesto de cien mil pesos, recaudados con la celebración de la quinta feria de Buenos Aires. Según informaron los diarios, se la describió como la más grande de la ciudad.

Podía albergar a unos 500 bañistas y su profundidad iba desde los ochenta centímetros, para los más chicos, a los tres metros, donde se había colocado un trampolín. En el medio, instalaron una fuente.

Captura de una toma aérea de la pileta que funcionó pegada al aeroparque. Tomada de la película "Buenos Aires en Relieve".
Captura de una toma aérea de la pileta que funcionó pegada al aeroparque. Tomada de la película "Buenos Aires en Relieve".

El proyecto integral quedó trunco, porque se preveía, en una segunda etapa, la construcción de una pista de patinaje, un bar, restaurante, y negocios donde funcionarían distintos servicios.

En la década siguiente comenzó a languidecer y diversas planificaciones urbanas la sumieron en el olvido, aunque los nostálgicos que por allí paseaban podían, aún años más tarde, adivinar su trazado.

A comienzos de la década del 60 ese terreno fue bautizado con el nombre de Plaza Canadá, enmarcada entre Antártida Argentina, Avenida San Martín, Gustavo Martínez Zuviría y Ramos Mejía. El embajador de ese país donó un totem tallado por indígenas del norte de Vancouver.

Hubo otra pileta, de mayores dimensiones. Es más: el gobierno la promocionó como la más grande del mundo. Medía un poco más de 800 metros, aunque en la película de propaganda del gobierno peronista “Buenos Aires en relieve”, estrenada en marzo de 1954, afirmaba que su largo era de un kilómetro y medio. Era parte de un vasto plan de obra pública que contemplaba el esparcimiento del creciente número de habitantes de la ciudad y del conurbano. Así nació el Parque de la Ancianidad (hoy el Pereyra Iraola) y las piletas de Ezeiza, por dar un par de ejemplos, enmarcados en un vasto plan de obra pública proyectado por el general Juan Pistarini, que entre 1944 y 1952 estuvo al frente de la obra pública, responsable de la construcción del aeropuerto de Ezeiza en el que la pileta no estuvo ausente.

Entre 1936 y 1946 el país había experimentado un importante aluvión de lo que se llamaba “la pampa gringa”. Con sus más de 4.600.000 habitantes, Buenos Aires y el cinturón formado por Vicente López, San Martín, Morón, La Matanza, Avellaneda y Lanús fueron un importante imán de migrantes que llegaban de todos los puntos del país. A través de una política paternalista, el peronismo pondría su sello distintivo en esos nuevos trabajadores, que recibieron el mensaje de la justicia social, que incluía el esparcimiento y lo que los historiadores definen como la democratización del bienestar, que abrió la puerta a los sectores bajos a áreas de consumo hasta entonces vedadas.

Esta pileta abrió por 1950 y se ubicaba en el terreno que hoy ocupa la playa de estacionamiento del Aeroparque metropolitano. Por su cercanía con el río, se usaba su agua para renovarla y los memoriosos recuerdan que el barro se asentaba en su fondo. Tenía vestuarios, contenidos dentro de una galería, levantada en una de las cabeceras del natatorio.

Convocaba a mucha gente, que aprovechaba a visitar el precario aeroparque, que ofrecía paseos gratuitos en avión, promocionados como “bautismo de vuelo”.

Asistía muchísima gente de los barrios aledaños, aún en horarios nocturnos. Los testimonios que recogió Infobae coinciden en que eran una pileta popular inmensa.

También se cuenta que había una serie de piletas en lo que en el futuro se conocería como Parque Norte.

Por supuesto que existían otros puntos en la costa donde los que vivían en la ciudad y en el conurbano podían ir los fines de semana a refrescarse, como las piletas de La Salada, inauguradas en la década del 40 en plena cuenca Matanza-Riachuelo, los balnearios de la costa de Quilmes, de Punta Lara Sur, o dirigirse a Olivos o a Vicente López, por citar a algunos.

A mediados de la década del 40, abrió La Salada, un balneario popular instalado cercano al Riachuelo.
A mediados de la década del 40, abrió La Salada, un balneario popular instalado cercano al Riachuelo.

Finalmente, la pileta monumental no soportó las necesidades de expansión que requería el aeropuerto y el crecimiento urbano y para la década siguiente se desactivó y también pasó a ser un recuerdo, uno más de ese Buenos Aires que ya no está, y que aún caminamos con la esperanza de hallar señales de un pasado que no siempre deja huella.

Fuentes: FADU-UBA; Juan C. Torre y Elida Pastoriza (2002) – La democratizació0n del bienestar. En Los años peronistas (1943-1955); Web Gobierno de la Ciudad; Archivo General de la Nación; colección revista Caras y Caretas;

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