Crímenes, suicidios y fantasmas: la leyenda negra del hotel Cecil, que no tiene habitaciones “sin salpicaduras de sangre”

La muerte de la joven Elisa Lam, cuyo cuerpo apareció en un tanque de agua en la terraza del establecimiento después de una conducta extraña en un ascensor, alimentó la leyenda negra del edificio de 19 pisos del peligroso barrio Skid Row de Los Ángeles. El caso se sumó a los catorce suicidios y siete crímenes comprobados, los dos asesinos seriales que tuvo entre sus huéspedes y los espectros en sus ventanas

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Los 19 pisos del hotel Cecil (Foto: especial)
Los 19 pisos del hotel Cecil (Foto: especial)

Oscuros personajes del delito, asesinos en serie, gente cansada de la vida y fantasmas malévolos habitan la historia del Hotel Cecil en el corazón de la ciudad de Los Ángeles, en los Estados Unidos. Entre sus paredes, una realidad sórdida y sangrienta se conjuga con la imaginación más desenfrenada. Prostitución, robos, comercio de drogas, suicidios, homicidios, violaciones y hasta fenómenos paranormales, atribuidos a espíritus malignos, han convivido durante década con los audaces huéspedes que sobreviven a su maldición.

También llamado Hotel Muerte o El Suicida, este imponente edificio de macabra reputación, se ha convertido en uno de los protagonistas de la nueva miniserie de Netflix: “Escena del crimen: desaparición en el Hotel Cecil”.

El documental, del género del true crime, narra el caso de Elisa Lam, una joven turista -de 21 años- que apareció muerta en uno de los gigantescos tanques de agua del edificio, en el año 2013. El misterio sobre su muerte se popularizó luego de que se difundiera un video, captado por las cámaras de seguridad del hotel, donde se la ve aterrada poco antes de desaparecer. Esas imágenes, que ponen los pelos de punta, siguen suscitando, hasta el día de hoy, todo tipo de especulaciones e intrigas. Pero lo cierto es que esa no fue la única muerte a la que estuvo ligado el hotel. Las desgracias, desde su inauguración, se cuentan por docenas.

Es por ello que la historia del hotel maldito merece ser contada.

El caso de Elisa Lam, que puso la lupa sobre el Hotel Cecil

Nace una leyenda negra

Había una vez, allá por el año 1924, tres empresarios hoteleros (William Banks Hanner, Charles L. Dix y Robert H. Schops) que querían construir un magnífico hotel en el centro de la ciudad de Los Ángeles. Más exactamente en el número 640 de la calle S Main Street. Lo bautizaron Hotel Cecil y tenía como objetivo albergar a turistas y ejecutivos de negocios de alto perfil. El diseñador encargado de plasmar el estilo arquitectónico Beaux Arts fue Loy Lester Smith; él responsable de construirlo fue W.W. Paden.

Enormes placas de mármol, magníficos vitrales, macetas con palmeras y estatuas de alabastro, se dieron cita en el opulento lobby. El edificio contaba con 19 plantas y 700 habitaciones. Edificarlo costó un millón y medio de dólares y el total de la inversión alcanzó los dos millones y medio (el equivalente a unos treinta y nueve millones de dólares actuales).

El Cecil se inauguró en el año 1927.

No pasó mucho tiempo hasta que sus dueños enfrentaron el primer desafío: la Gran Depresión de 1929. La tremenda crisis económica puso en stand by los glamorosos objetivos del hotel. Los empresarios llegaron a la conclusión que, para sobrevivir, deberían abaratar los precios y alquilar las habitaciones a largo plazo.

Elisa Lam dentro del ascensor del hotel Cecil
Elisa Lam dentro del ascensor del hotel Cecil

Desnaturalizada la clientela para la que había sido concebido, en un par de años, el lugar se transformó en un sitio donde pululaban, sin control, personajes siniestros. La policía no patrullaba la zona y devino en un auténtico antro de prostitución y drogas.

El hotel que aspiraba a ser un cinco estrellas había quedado en el camino y se había convertido en un sucio y peligroso hospedaje que no llegaba a las dos estrellas.

En los años ´40 hubo un intento para que el Cecil recobrara algo de su elegante nacimiento, pero fue inútil. El área que lo rodea, Skid Row, era una zona roja que se había poblado de indigentes y marginales. Unos diez mil vagabundos vivían en las cercanías del hotel que se volvió un punto de encuentro cotidiano para prostitutas, amantes ilegales de bajo presupuesto, adictos perdidos y asesinos. Por esos años, los criminales que eran detenidos por la policía solían compartir una particularidad: ser residentes habituales del Hotel Cecil.

Todo esto condimentado con la alta tasa de suicidios que ostentaba el edificio, fueron configurando un legajo funesto. El majestuoso y brillante mármol del lobby no podría acallar la pésima fama adquirida.

Los bomberos y la policía de L.A. bajan el cadáver de Elisa Lam de uno de los tanques de agua del hotel Cecil
Los bomberos y la policía de L.A. bajan el cadáver de Elisa Lam de uno de los tanques de agua del hotel Cecil

Ambiente sórdido

Por los años cuarenta, solía decirse que si no tenías dinero y estabas desesperado, el Hotel Cecil era el sitio adecuado para ir a acabar con todo. También era ideal para cualquier actividad ilícita. Con cientos de habitaciones, cero control y rodeado de tugurios, el Cecil prometía ser el epicentro de las crónicas policiales sin causar demasiado alboroto.

El primer suicidio que quedó documentado fue en el año 1931. Un pasajero llamado llamado W.K. Norton (que tenía 46 años y se había registrado con otro nombre) murió en su habitación luego de haber ingerido veneno en cápsulas.

En 1932, Benjamín Dodich, de 25 años, fue encontrado por una mucama del hotel: se había disparado en la cabeza.

En julio de 1934, el sargento del Cuerpo Médico del Ejército norteamericano Louis Borden, de 53 años, se rebanó el cuello en su habitación con una navaja, luego de escribir varias notas suicidas. En marzo de 1937, Grace Magro, cayó de una ventana del noveno piso y su cadáver quedó enredado en los cables telefónicos. No se pudo comprobar si fue un suicidio o un homicidio. En enero de 1938, el bombero de la Infantería de Marina de los Estados Unidos Roy Thompson, de 35 años, saltó del último piso y cayó sobre el techo de vidrio de un edificio vecino. En mayo de 1939, el oficial de la Armada Erwin Nablett, de 39 años, fue hallado muerto luego de haber ingerido veneno. En enero de 1940, la maestra Dorothy Seger, de 45 años, también tomó veneno para terminar con su vida.

En septiembre de 1944, Dorothy Jean Purcell, de 19 años, que compartía su cuarto con su novio, comenzó a sentirse mal. Como no quería despertar a su pareja, se metió en el baño. Allí “sorpresivamente” según declaró, dio a luz a un bebé. Como pensó que estaba muerto, lo arrojó por la ventana. El pequeño cuerpo cayó en el edificio contiguo. Se defendió diciendo que no sabía que estaba embarazada. Fue acusada de asesinato, pero exculpada por demencia.

En 1947, Robert Smith, de 35 años, se tiró de una de las ventanas del séptimo piso.

Ya para ese entonces habían sido tantos los suicidios que al edificio se lo llamaba informalmente “El Suicida”.

Elizabeth Short, rebautizada "La Dalia Negra" tras su horrendo asesinato
Elizabeth Short, rebautizada "La Dalia Negra" tras su horrendo asesinato

La Dalia Negra

El primer asesinato al que se lo asocia data del año 1947. Elizabeth Short, fue vista por última vez con vida tomando una copa en el bar del Cecil. El 15 de enero de 1947, fue hallada en un baldío brutalmente asesinada.

Pocos días antes del asesinato se había estrenado la película La Dalia Azul, que trataba de la desaparición de una chica a la que luego encontraron muerta. Como la bella camarera Elizabeth Short, de 22 años, pelo castaño y ojos azules, siempre se vestía con tonos oscuros, fue bautizada por la prensa como La Dalia Negra.

Elizabeth había llegado a Los Ángeles, con 19 años, para acercarse a Hollywood. Soñaba con ser actriz. Los seis meses previos a su muerte vivió en pensiones y todo lo que ganaba como camarera se lo gastaba en ropa y maquillaje. Fantaseaba con que alguien del espectáculo la descubriera, pero la muerte la encontró antes.

Su cuerpo vilmente maltratado fue hallado por una vecina del lugar. Pensó que era un maniquí roto, pero en realidad era su cadáver seccionado en dos. Tenía la cara cortada desde los labios hasta las orejas y le habían arrancado el corazón, el bazo y los intestinos. Su torso estaba tendido de espaldas con sus manos por encima de la cabeza en una extraña posición. La autopsia indicó que tenía marcas por ataduras con una cuerda en muñecas y tobillos. Eso sugería que había estado maniatada y que había sido torturada durante tres días.

El 23 de enero de 1947 su asesino llamó al editor del periódico Los Angeles Examiner. Dijo estar preocupado porque no estaban cubriendo la noticia del crimen. Anticipó que les iba a enviar elementos pertenecientes a la víctima. Al día siguiente, llegó al diario un paquete que contenía su certificado de nacimiento, fotografías y una agenda que tenía escrito en su tapa el nombre de Mark Hansen.

El anuncio de la policía pidiendo datos sobre el asesino de Elizabeth Short. Nunca se conoció quién la mató
El anuncio de la policía pidiendo datos sobre el asesino de Elizabeth Short. Nunca se conoció quién la mató

Hansen y otros muchos hombres fueron considerados sospechosos. Por distintos motivos y coartadas, nada pudo comprobarse. El último que la vio con vida fue el recepcionista del Hotel Cecil, a las diez de la noche, del día 9 de enero, cuando ella dejó el bar, cruzó el lobby y salió a la calle.

El sospechoso más llamativo de este caso fue un médico millonario: George Hodel. Su propio hijo, el investigador privado Steve Hodel, descubrió en un álbum de su padre, en 1999, una foto de Elizabeth Short. Empezó a investigar y terminó convencido de que su padre era quien había asesinado a La Dalia Negra. Los indicios que lo llevaron a semejante certeza fueron los siguientes:

-George Hodel era médico y tenía los conocimientos requeridos para los cortes que sufrió el cadáver.

-Su consultorio médico estaba situado a dos cuadras del Cecil.

-Varios testigos dijeron haberlos visto juntos.

-Una hija lo había denunciado por abuso sexual.

-La posición del cadáver le recordaba a un cuadro llamado El minotauro, cuyo autor Man Ray era un amigo cercano de su padre.

-El auto que vieron los vecinos en la escena era muy parecido al de George.

-Un detalle más: su padre había estado, justo en esos días, solo en la mansión que poseían en Hollywood.

George Hodel, el principal sospechoso del crimen de Elizabeth Short
George Hodel, el principal sospechoso del crimen de Elizabeth Short

Además, Hodel descubrió que la policía había vigilado la casa de su padre porque era un firme sospechoso. En las grabaciones que le hicieron, George Holden hablaba de abortos clandestinos y decía saber que la policía lo consideraba el asesino de La Dalia Negra. Según Steve, las autoridades tenían pruebas, pero no lo apresaron porque temían que destapara una serie de tratos ilegales que había entre médicos abortistas y agentes policiales.

Más saltos al vacío y crímenes

En octubre de 1954, Helen Gurnee, de 55 años, empleada de una firma papelera, se arrojó del séptimo piso. Estaba registrada con otro nombre. El 11 de febrero de 1962, Julia Frances Moore, de 50, saltó desde el octavo y su cuerpo golpeó contra la baranda del segundo. El mismo año, en el mes de octubre, Pauline Otten, de 27 años, después de discutir con su marido se lanzó de la ventana del noveno. En su caída mató a un peatón llamado George Gianinni, de 65 años.

El 4 de junio de 1964, hubo otro homicidio. Goldie Osgood era una operadora telefónica del hotel, ya retirada, que continuaba viviendo allí. La anciana de 79 años era muy apreciada por todos los residentes permanentes. Su principal entretenimiento era darle de comer a las palomas. Fue encontrada muerta en su cuarto: había sido violada, apuñalada y estrangulada con una alfombra. Su dormitorio, además, había sido saqueado.

Sus vecinos de habitación dijeron que la habían visto momentos antes de ser asesinada. Pocas horas después del crimen, un hombre llamado Jacques B. Ehlinger, de 29 años, fue detenido y acusado por el hecho. Había sido visto caminando cerca de donde ella estaba alimentando a los pájaros y tenía la ropa manchada con sangre. No hubo demasiado empeño oficial para dilucidar el caso y, en poco tiempo, el acusado fue absuelto.

La agenda de suicidios y crímenes continuó.

En diciembre de 1975, una mujer no identificada por los medios, se tiró desde el piso doce. Tenía 23 años, se había registrado como Alison Lowell y estaba alojada en la habitación 327.

En 1976, Jeffrey Thomas Paley, de 26 años, compró un rifle y subió a la azotea. Desde esa altura disparó quince tiros hacia abajo, a la calle. Por suerte nadie salió herido.

Richard Ramirez, seguidor de Satanás, el 20 de septiembre de 1989 tras escuchar el veredicto de su contra por sus 13 asesinatos Credit: Photo by Zuma/Shutterstock
Richard Ramirez, seguidor de Satanás, el 20 de septiembre de 1989 tras escuchar el veredicto de su contra por sus 13 asesinatos Credit: Photo by Zuma/Shutterstock

El huésped bañado en sangre

Entre 1984 y 1985, vivió en el Hotel Cecil uno de los asesinos en serie más sanguinarios de California: Richard Ramírez.

Cuentan las crónicas negras que un día Ramírez llegó al hotel bañado en sangre, pero nadie reparó en él. En ese mal ambiente, nada llamaba la atención. Un barrio abandonado por la policía y asolado por el crimen era ideal para camuflar las peores intenciones. Ramírez merodeaba y acechaba a sus víctimas en la zona de Skid Row, cercana al hotel. Por eso, había elegido hospedarse allí. Se cree que fue durante su prolongada estadía en el Cecil que cometió gran parte de sus asesinatos y que el alojamiento funcionó como su base de operaciones.

El temible personaje, que se autoproclamaba admirador de Satanás, se instaló en el piso 14, donde vivían los residentes de períodos largos; pagaba 14 dólares la noche y mató a 14 personas.

Fue detenido en 1985 -gracias a que una de sus víctimas sobrevivió y pudo describirlo- y condenado en 1989. Murió en 2013, el mismo año en que Elisa Lam fue hallada muerta dentro del depósito de agua. Para los arquitectos de leyendas urbanas, Elisa podría haber sido poseída por la mente diabólica de Ramírez quien la habría conducido hasta su zambullida final.

En el año 1988, el comerciante Robert Sullivan de 28 años fue arrestado en el hotel. Era otro asesino. En su casa había sido hallado el cuerpo de su pareja, la enfermera Teri Francis Craig.

El asesino serial Richard Ramírez junto a sus abogados en la Corte de San Francisco Credit: Photo by Zuma/Shutterstock
El asesino serial Richard Ramírez junto a sus abogados en la Corte de San Francisco Credit: Photo by Zuma/Shutterstock

Jack, el estrangulador

La historia de Ramírez atrajo la atención de otro depredador serial: el periodista austríaco Jack Unterweger.

Unterweger había sido condenado por haber estrangulado, en 1974, a una prostituta de 18 años.

Pero en la cárcel se había mostrado arrepentido y había descubierto su talento literario. Tras los barrotes se dedicó a escribir poesías, cuentos, obras de teatro y una autobiografía. Se volvió muy popular y los intelectuales de su país (entre ellos la escritora feminista, luego ganadora del nobel, Elfriede Jelinek) pidieron su liberación. Decían era un verdadero ejemplo de rehabilitación para mostrarle al mundo.

En 1990, luego de 15 años de prisión, Jack Unterweger fue puesto en libertad. Era una celebridad que solían invitar a los programas de televisión. Unterweger se empezó a dedicar al periodismo.

En 1991, una revista austríaca lo contrató para escribir un artículo sobre un crimen que había sucedido en Los Ángeles. Querían también que comparara el tema de la prostitución en Europa y en los Estados Unidos.

Unterweger viajó a Los Ángeles y eligió el Hotel Cecil para alojarse con la excusa de documentar mejor su historia. En realidad era un guiño de admiración a “su maestro” Ramírez.

Jack Unterweger, otro asesino serial que se alojó en el hotel Cecil
Jack Unterweger, otro asesino serial que se alojó en el hotel Cecil

Unterweger comenzó a patrullar los barrios rojos junto a la policía. Durante esos días, a espaldas de la ley, violó y estranguló con sus propios corpiños a tres prostitutas.

Cuando volvió a Europa, las autoridades comenzaron a sospechar de él por estos tres crímenes que habían sucedido en el extranjero. El FBI comenzó a seguirlo. Había vuelto a asesinar en los dos continentes. Fue arrestado en Miami, en febrero de 1992, y acusado de un total de 12 asesinatos. Fue condenado a cadena perpetua y se suicidó, colgándose en su celda, el mismo día en que escuchó su sentencia.

Los últimos casos… que sepamos

El 1 de septiembre de 1992, en el callejón trasero del Cecil, fue hallado muerto un hombre que habría caído del piso 15. Tenía entre 20 y 30 años y nunca se supo su nombre.

Después de un período sin grandes novedades, en el 2007, gran parte del hotel fue renovado. Era lógico, el edificio había cambiado de manos. En 2011, dejó de llamarse Cecil y fue rebautizado como Stay on Main. Pero seguía siendo un hotel de bajo presupuesto al que le habían sumado unos pequeños departamentos de alquiler. Ese año crearon también, para evitar a los fanáticos del morbo, una nueva web (stayonmain.com). El antiguo sitio (thececilhotel.com), desapareció de Internet a finales del 2013, luego de la muerte de Elisa Lam. Pero lo cierto es que, para la época en que la joven desapareció, el edificio seguía manteniendo el letrero original donde se leía “Hotel Cecil” y la antigua publicidad al costado del edificio.

Elisa Lam, después de su muerte, el hotel recibió atención y cambió su nombre
Elisa Lam, después de su muerte, el hotel recibió atención y cambió su nombre

El 19 de febrero de 2013, fue hallado el cuerpo de Elisa Lam y los peritos forenses catalogaron su muerte como un ahogamiento producto de un brote por su bipolaridad. Aseguraron que no había indicios de que hubiera sido un asesinato, ni que hubiera habido intento de violación. Sin embargo, son muchos los se niegan a creerlo. Encuentran, casi imposible, que Elisa hubiera podido subir al tanque de la terraza sin que sonara ninguna alarma, lo hubiera destapado y se hubiera lanzado, desnuda y en la oscuridad, al agua. Sospechan que, esa noche, podría haber habido alguien más involucrado. Los seguidores fanáticos del caso también hablan de conspiraciones estatales, de juegos peligrosos y de magia negra. Por un lado, porque el video, que tiene todas las virtudes de un guión de Hollywood, alimenta muchas de las ideas descabelladas que circulan. Por otro, porque el caso nunca tuvo una resolución racional que conformara a todos.

La nueva serie de Netflix analiza lo existente en la investigación y su director, Joe Berlinger (el mismo de Las cintas de Ted Bundy), intenta poner blanco sobre negro.

El 13 de junio de 2015, el cuerpo de un joven de 28 años fue encontrado en la puerta del hotel. Se habló de suicidio, pero luego nadie confirmó lo ocurrido.

Su gemelo londinense

Vale la pena contar que, entre las cientos de historias que rodean a este hotel, está “el descubrimiento” que hicieron algunos exploradores digitales sobre un hermano gemelo del Cecil en la ciudad de Londres.

El Hotel Cecil europeo había sido construido en 1886 y demolido en 1930. Edificado con piedra oscura y ladrillos colorados era un hotel lujoso para una élite de la época. Su nombre se debía a que había sido construido sobre las tierras del Conde de Salisbury, Robert Cecil.

Este hotel fue centro de reuniones de las logias masónicas. Y también de las actividades de Aleister Crowley, que se llamaba a sí mismo “la bestia 666”, y estuvo viviendo en el hotel en el año 1898. Crowley era un conocido e influyente practicante del ocultismo y tenía seguidores fanáticos. Era, además, escritor, poeta, alquimista y mago.

Los que no creen en las coincidencias se remontan a las actividades esotéricas de Crowley para justificar los hechos paranormales del Cecil de Los Ángeles. En una palabra: la maldición podría haber llegado, desde otro continente, de la mano de este hombre.

Millones y fantasmas

En enero de 2014, un joven fotógrafo llamado Koston Alderete, sacó una foto en el hotel donde se observa, fuera de la ventana del cuarto piso, una figura fantasmal. La prensa divulgó la foto: con un poco de imaginación parece verse una figura traslúcida, de pie, en la cornisa.

Ese mismo año, el hotel fue vendido a un hotelero de Nueva York, Richard Born, que desembolsó treinta millones de dólares. La compañía Simon Baron Development, fue quien arrendó la propiedad por 99 años. Matt Baron, su presidente, reconoció que si bien la firma pretendía renovarlo, se comprometía a preservar su valor arquitectónico. Planeaba, también, hacer una piscina en la célebre azotea del hotel.

Mientras se realizaban las refacciones, que deberían haber estado listas para fines de 2019, en febrero de 2017 el Ayuntamiento de Los Ángeles votó para que el viejo Cecil fuera declarado monumento histórico y cultural.

El hotel fue escenario de suicidios y muertes, como la de Lam. Los bomberos en la terraza, donde hallaron su cadáver REUTERS/Jonathan Alcorn
El hotel fue escenario de suicidios y muertes, como la de Lam. Los bomberos en la terraza, donde hallaron su cadáver REUTERS/Jonathan Alcorn

La búsqueda por las tradicionales aplicaciones para reservar hoteles fue infructuosa: la web nos redireccionó siempre hacia otros hoteles con el argumento que este no estaba disponible.

Parece que desde 2017, coincidiendo con la declaración de su valor arquitectónico, el rebautizado Cecil como Stay On Main Hotel, está cerrado a cal y canto. Como su pasado, su futuro también es misterioso… Hay quienes dejaron trascender que abrirá sus puertas otra vez a mediados de 2021.

Quizá hayan decidido esperar la oportuna publicidad que puede reportarle la serie de Netflix.

Una de las leyendas negras sobre este hotel sostiene que no hay habitación que no esté salpicada con sangre. Y los crímenes espantan a algunos, pero atraen a los amantes del morbo. Con la serie de Netflix, la maldición que pende sobre el Hotel Cecil, está más vigente que nunca.

¿Qué es lo que realmente sucede dentro de este gran edificio de los años ´20? ¿Es solo una mera coincidencia de hechos desgraciados y fortuitos? ¿O los demonios y fantasmas que acarrean sus entrañas pueden darnos un susto mortal?

Para averiguarlo habría que esperar a su reapertura, desafiar al destino y dormir en él. Algo que intuyo, gran parte de los mortales, incluida la persona que escribe esta nota, no estaría dispuesta a hacer.

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