Homenaje a los caídos en batalla: las sentidas palabras de Ronnie Scott, el argentino de 103 años que combatió en la Segunda Guerra Mundial

Nació en el barrio de Devoto en 1917: ese mismo año, Laurence Binyon publicó el libro de versos For the fallen (“Para los caídos”). En 1943, a sus 26 años, se enroló como voluntario en la Armada Real Británica. Cada año, en el marco del Día del Recuerdo, recita una estrofa del poema en el Cementerio Británico de Buenos Aires

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La celebración del Día del Recuerdo en el Cementerio Británico de Buenos Aires

Robert Laurence Binyon fue dramaturgo e historiador del arte: presume 40 años de funcionario en el Museo Británico, donde se consagró con estudios sobre arte holandés y asiático. Nació el 10 de abril de 1869 en Lancaster y murió el 10 de marzo de 1943 en Reading. Su vasta obra tiene una puerta de acceso. En 1917, a sus 48 años, publicó For the fallen (Para los caídos), un libro de poemas en homenaje a las víctimas de la Primera Guerra Mundial. Esa puerta es la que abre cada víspera del 11 de noviembre un argentino, un prohombre, Ronald David Scott.

Llevaba boina azul, saco, camisa y corbata al tono, prendedores que suponen distinción. Repite el vestuario todos los noviembres. Esta vez incorporó un barbijo negro. Ronnie tiene canas, es más bajo que los demás y más viejo, más veterano. Tiene 103 años, cumplidos el último 20 de octubre. Nació el mismo año en que Binyon difundió su mayor éxito, los versos que sintetizan su legado: en 1917, en Villa Devoto, Buenos Aires.

No sabrá, por entonces, que conocerá por casualidad al Príncipe de Gales, el futuro Rey Eduardo VIII, que eso lo llevará a fascinarse por el Eagle, el primer portaaviones que amarró en el puerto porteño, y que su devoción por el buque y los aviones redundará en volar con Saint Exupéry y en alistarse como voluntario en la Armada Real Británica en pleno bullir de la Segunda Guerra Mundial. Argumentó su decisión de involucrarse parafraseando un poema de Thomas Macaulay, inspirado en la defensa mítica de Roma que hizo Horacio: “¿Qué mejor manera de morir puede tener un hombre, que la de enfrentarse a su terrible destino, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?”.

La ceremonia se realizó el domingo 11 de noviembre a las once de la mañana en el Cementerio Británico de Buenos Aires. Duró una hora, participaron quince personas y se realizó en un estricto protocolo sanitario
La ceremonia se realizó el domingo 11 de noviembre a las once de la mañana en el Cementerio Británico de Buenos Aires. Duró una hora, participaron quince personas y se realizó en un estricto protocolo sanitario

Recordará cada año otro poema, el de Binyon. Y lo recitará. Como el último domingo, en el Cementerio Británico del barrio porteño de Chacarita, en la cruz de las avenidas Del Campo y Elcano, fundada como Asociación Civil hace exactos 200 años. Dijo en una ceremonia homenaje por el Remembrance Day -el Día del Recuerdo- lo que dice cada noviembre: la tercera de las seis estrofas del poema. En inglés, profesa: “No envejecerán, como envejecemos los que quedamos / La edad no los cansará, ni los años los condenarán / Al ponerse el sol y al amanecer… / Los recordaremos”. (“They shall grow not old, as we that are left grow old / Age shall not weary them, nor the years condemn / At the going down of the sun and in the morning / We will remember them”). En un video de la Catedral Anglicana Argentina, repetirá los versos con una dedicatoria especial: “Pensando en los 4.000 voluntarios de la Argentina a la comunidad británica, pensando en ellos…”.

El domingo 8 de noviembre fue un día de sol sin interrupciones. El ritual asigna la celebración al domingo más cercano a la efeméride. Cada 11 de noviembre se rememora aquel 11 de noviembre de 1918, cuando Ronnie y el poema a los caídos cumplían su primer año. A las once de la mañana de ese día 11, se ejecutó el armisticio de la Primera Guerra Mundial. El tratado de paz se había firmado en absoluto secreto a las 5:12 de la mañana en el vagón de tren parado en el bosque francés de Compiègne, al norte de París. Había entrado en vigor el suceso global entendido como “el once del once a las once”.

En el Cementerio Británico de la Ciudad de Buenos Aires, Ronnie participó de un homenaje privado y reducido en virtud de las recomendaciones sanitarias en tiempos de coronavirus. En 2019, la celebración había sido masiva y extendida: 200 invitados a lo largo de toda una jornada. En 2020, la comitiva se redujo a quince integrantes: la guardia escocesa, miembros de la legión británica, el representante de la embajada británica, directivos de la asociación y Scott, el último piloto argentino sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial.

Nació en el barrio de Devoto en 1917: ese mismo año, Laurence Binyon publicó el libro de versos For the fallen ("Para los caídos"). En 1943, a sus 26 años, se enroló como voluntario en la Armada Real Británica. Cada año, en el marco del Día del Recuerdo, recita una estrofa del poema en el Cementerio Británico de Buenos Aires

A las once de la mañana, el comienzo de la ceremonia: se guardó un minuto de silencio para recordar los sacrificios de los miembros de las fuerzas armadas y los civiles en tiempos de guerra, desde el primer gran conflicto bélico. La cita se extendió durante una hora, al aire libre. Se entonó la gaita, se emitieron palabras en homenaje a los caídos y Ronnie Scott recitó la estrofa del poema, una oda del recuerdo.

En su pecho también llevaba -él y todos- el símbolo de la flor de amapola, el distintivo que se utiliza como emblema para honrar a las víctimas de la Primera Guerra Mundial. También debe su origen a un poema: “En los campos de Flandes”, obra del teniente coronel canadiense John McGrae, el autor describe cómo brotan las amapolas de las tierras donde yacen los caídos en combate. Así comienza: “En los campos de Flandes / crecen las amapolas. Fila tras fila / entre las cruces que señalan nuestras tumbas”.

Al mediodía, Ronnie ya estaba de nuevo en su casa de San Isidro. Tiene 103 años y todavía sale a pasear en bicicleta por su barrio. Su vitalidad sorprende a los ajenos y no sorprende a los propios. Come frutas, bebe una copa de vino cada mediodía de su vida y sigue practicando deportes. Había sido uno de los cinco mil voluntarios argentinos que participaron de la Segunda Guerra Mundial: es el único piloto de caza de la Segunda Guerra Mundial sobreviviente en América Latina, según el libro Volaron para vivir, de Claudio Meunier.

"Hitler para mí era realmente un horror. Este tipo, que había sido un cabo en la Primera Guerra, era un demagogo. Ya había entrado en Polonia y estaba haciendo un desastre", le dijo a Infobae en 2018 (Maximiliano Luna)
"Hitler para mí era realmente un horror. Este tipo, que había sido un cabo en la Primera Guerra, era un demagogo. Ya había entrado en Polonia y estaba haciendo un desastre", le dijo a Infobae en 2018 (Maximiliano Luna)

Se enroló para defender las cenizas de su padre y el templo de su Dios. “Sentía y estaba completamente seguro de que algo tenía que hacer en contra de Hitler y compañía”, dijo en una entrevista a la Asociación Profesional Argentina de Despachantes de Aeronaves. Tenía 26 años, jugaba al rugby en Belgrano Athletic y decía que Hitler era un malnacido que había provocado un horror. En 1943, viajó a Europa para enfrentarlo.

Emprendió viaje hacia Inglaterra en un barco con 400 voluntarios, la mayoría argentinos, los otros uruguayos, chilenos y brasileños. Querían transferirlo al ejército británico pero él deseaba, desde aquella vez que había visto el Eagle amarrado en el puerto porteño, ser piloto naval. Lo derivaron a Canadá, donde lo nombraron piloto teniente de aviación. En junio de 1944 se integró al Escuadrón 794 para atacar a la Luftwaffe, la fuerza aérea nazi. Participó de misiones de reconocimiento, entrenamiento y prácticas de tiro. Voló aviones Tiger Moth, Blackburn Sea Skua, Miles Master y el Supermarine Spitfire.

Alemania capituló el 8 de mayo de 1945. Japón se rindió hacia finales de septiembre. Recién después Ronnie Scott fue dado de baja. Hacia finales del año siguiente, emprendió su regreso a su país. No quiso quedarse en Inglaterra ni emprender una carrera militar: había viajado solo para ganarle a Hitler. Cuando cumplió su misión, se sintió realizado. Volvió a la Argentina: “Te digo una cosa: analizando mis años no creo que en ese período de los 40, conmigo a los 25, tuviéramos una sociedad que no conocíamos reos. Era lindo vivir acá, volver. Supe de entrada, cuando jugaba al rugby y miraba a mi alrededor, que teníamos una comunidad de gente buena. No necesariamente rica, pero gente de buen nivel, educada, ¿qué más querés?”, explicó en una entrevista con Infobae de 2018.

Ronnie Scott recitó en la ceremonia una estrofa del poema de Laurence Binyon "For the fallen" (Para los caídos)
Ronnie Scott recitó en la ceremonia una estrofa del poema de Laurence Binyon "For the fallen" (Para los caídos)

Es padre de dos hijos, que hoy viven en Australia y Malta y que lo hicieron abuelo de tres nietos, dos hombres y una mujer. Trabajó en la conducción de una compañía inglesa en Buenos Aires, pero se desentendió porque “necesitaba ver el aire”. Para ver el aire se convirtió en piloto comercial de Aeroposta, la línea aérea fundada en 1920 y antecesora de Aerolíneas Argentinas. Participó en vuelos inaugurales entre el continente y Tierra del Fuego y fue tesorero de la firma.

Vivió una vida con épica y avatares. Peleó contra guerras y procesos. A sus 103 años, lo sorprendió un virus fatal y sigiloso. Su voz y su perseverancia tenían poder de convencimiento: protagonizó un video para promocionar el cuidado sanitario en la pandemia. Su mensaje trazaba paralelismos entre el coronavirus y el conflicto bélico: “Soy un voluntario más en esta guerra. Así la vamos a ganar. Me quedo en casa”.

Solo salió de su casa para rendir homenaje a los caídos en batalla. El último domingo se corrió el barbijo para decirles a los que no están que al ponerse el sol y al amanecer, los recordará.

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