Un matrimonio –cuyas identidades, pidieron, serán reservadas– llegó al país el pasado 21 de marzo en un vuelo de Aerolíneas Argentinas proveniente de Miami. La pareja es parte de los miles de argentinos que ya fueron repatriados por orden del gobierno nacional luego del estallido mundial generado por la propagación del coronavirus COVID-19. Apenas aterrizaron en Ezeiza les tomaron la temperatura y los trasladaron inmediatamente al hotel Presidente, en la calle Cerrito, para que cumplan con la cuarentena obligatoria. Junto a ellos, unas 100 personas (todos residentes de la Capital Federal) quedaron alojadas en ese lugar y el contacto entre ellas quedó prohibido. Es decir, desde el sábado pasado para cada huésped, su mundo se convirtió en una simple a una habitación de hotel con las comodidades suficientes para pasar el tiempo. Sin embargo, los días encerrados no son fáciles.
En diálogo con Infobae, la mujer relató cómo la está pasando con su esposo confinada en una habitación del noveno piso del hotel. Las horas se hacen eternas y las molestias crecen día a día. “Llegamos el 21 desde Miami y nos llevamos la sorpresa del nuevo protocolo. Nos parece bien y lo cumplimos sin problema. El tema es que sólo nos tomaron la temperatura una sola vez en el aeropuerto y desde entonces ningún médico nos vino a ver. Ni mi marido ni yo tenemos síntomas y creo que después de cuatro días, podrían considerar autorizarnos a cumplir el resto de la cuarentena en nuestra casa, en el barrio de Núñez”, pidió la mujer.
La pareja se queja de que no recibieron ningún tipo de comunicación oficial. Simplemente les dicen en la recepción del hotel que deberán estar los 14 días alojados y que tienen que esperar. “Estamos en una habitación de cuatro por cuatro las 24 horas. La limpieza es mínima, no nos permiten lavar la ropa, la alfombra acumula mugre y las condiciones cada vez son más precarias. Hay falta de higiene total. Nadie viene hacer una limpieza profunda de la habitación ni del baño. Solo una persona entra a repasar las superficies con un trapo. Solicité varias veces que vengan a pasar la aspiradora y nadie se presenta. Yo viajé sólo con ropa de invierno y no tengo más. Estar encerrado entre cuatro paredes es inhumano. Acá nadie tiene en consideración la parte psicológica. Deberían evaluar caso por caso”, exigió la mujer.
La mujer contó que cuando el personal de limpieza se acerca a la habitación los obligan meterse dentro del baño y es ahí cuando repasan las superficies del lugar. Inmediatamente después los obligan a salir y limpian las superficies y grifos del baño. Según les explicaron, hay médicos expertos en epidemiología que están recorriendo los distintos hoteles para examinar a los pacientes en cuarentena y que por eso no los revisaron hasta el momento. Si bien no sabe con exactitud qué pasa con el resto de los pasajeros que venían en el vuelo, contó que en el grupo hay gente muy mayor e incluso con ataques de nervios.
“Hoy a la mañana una persona de otra habitación golpeaba la puerta desesperadamente porque se manifestó en crisis. Era eso o romper un vidrio. La verdad nos dio mucho miedo”, dijo.
Ella y su esposo viajaron a Nueva York de vacaciones el pasado 10 de marzo, un día antes de que la Organización Mundial de la Salud declarara el coronavirus como una pandemia. “La verdad es que tuvimos suerte en que logramos la repatriación, pero hay un montón de falencias en este método de aislamiento. Pedimos simplemente que nos examinen y poder irnos a nuestra casa si no tenemos síntomas”, exigió.
El hombre es dueño de una pequeña empresa y por lo pronto no tiene obligación laboral más que la de poder atender su negocio, aunque sabe que en estos tiempos de cuarentena todo está paralizado. “Yo soy empleada en relación de dependencia, pero otra cosa que me preocupa son mis hijos. Tengo dos adolescentes. Una de 14 está con mi hermana y el otro de 16 con otro familiar. Están separados pasando la cuarentena. Cuando yo vuelva no sé cómo traerlos de vuelta”, lamentó.
Sus días pasan entre Internet y la televisión, aunque eso ya no alcanza. “Los días se hacen lentos, además a veces la conexión es malísima y ni podemos usar Internet correctamente. Usamos el teléfono pero no mucho más”, contó la mujer, quien aclaró que en cuanto a la comida no tiene problemas salvo por los horarios en los que se las suministran. Es que en un principio el hotel se hizo cargo pero, por una cuestión presupuestaria, el Gobierno de la Ciudad es el que les lleva las viandas cuatro veces al día hasta la puerta de la habitación. Hasta ayer el desayuno se lo llevaban a las 10:30 aproximadamente, mientras que el almuerzo se los dejaban a eso de las 16. Tres horas después comían la merienda y la cena poco antes de la medianoche.
"La comida es buena aunque los voluntarios del Gobierno de la Ciudad que están a cargo nos la traen a cualquier hora. Toda gente joven y muy predispuesta. Golpean la puerta y te entregan la bandeja en mano, siempre con guantes y barbijos. La realidad es que ellos también están expuestos”, remarcó.
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