“El Dinamitero” del Plan Cóndor: la oscura historia del espía chileno que asesinó al general Prats y terminó apuñalado por un taxi boy

A Enrique Arancibia Clavel se lo conocía por ese apodo por su habilidad en el manejo de explosivos. En 1974, Pinochet lo envió a la Argentina para que hiciera volar por los aires al antiguo jefe del Ejército de Salvador Allende. Se quedó en Buenos Aires, actuó junto al Batallón 601 y, a la vez, se dedicó a espiar a los militares argentinos. Su final en un departamento de Tribunales

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El espía chileno Enrique Arancibia Claver, lo llamaban "el Dinamitero" por su experiencia con los explosivos
El espía chileno Enrique Arancibia Claver, lo llamaban "el Dinamitero" por su experiencia con los explosivos

Enrique Arancibia Clavel había nacido en Punta Arenas, el sur chileno, y su padre había llegado al rango de almirante. Era más bien menudo y su intento de hacer carrera naval le duró menos de dos años. A los 18 creyó que lo suyo era la Ingeniería. Sin embargo, cuando cursaba cuarto año, dejó abruptamente los estudios cuando una comisión policial lo tomó de sorpresa.

Terminaba octubre de 1970 y Salvador Allende, tras ganar las elecciones, se preparaba para asumir la presidencia: era masón, socialista y había ganado con los votos de los comunistas y otras agrupaciones de izquierda. La derecha chilena, en estado de alerta, empezó a desestabilizar a Allende aún antes de llegar a la Casa de la Moneda, el palacio presidencial.

En efecto, el grupo Patria y Libertad había colocado una gran cantidad de bombas en Santiago de Chile y en cada caso dejaban panfletos cerca firmados por una inexistente “Brigada Obrero Campesina”. Creaban un clima de zozobra para dar luego el gran golpe: secuestrar al entonces comandante en jefe del Ejército, René Schneider.

En la mañana del 22 de octubre de 1970, los comandos de ultraderecha asesinaron al Jefe del Ejército, general Schneider, quien enfrentó sus metrallas a punta de pistola. Schneider era el garante de la continuidad de la democracia en Chile
En la mañana del 22 de octubre de 1970, los comandos de ultraderecha asesinaron al Jefe del Ejército, general Schneider, quien enfrentó sus metrallas a punta de pistola. Schneider era el garante de la continuidad de la democracia en Chile

En la mañana del 22 de octubre de 1970, a bordo de varios autos, los comandos de ultraderecha se dirigieron al barrio Las Condes y esperaron la llegada del vehículo de Schneider para bloquearlo. El jefe del Ejército, lejos de amilanarse ante las metralletas que lo apuntaban, tomó su pistola para defenderse. Le dispararon varias veces, lo abandonaron y el general murió tres días después en el hospital. Schneider era el garante de la continuidad de la democracia en Chile.

La investigación llevó de inmediato a identificar a los autores y, en una redada, varios de ellos fueron capturados. Entre ellos, Arancibia Clavel, quien se hizo cargo ante los tribunales de haber participado de los atentados. Sus cómplices confesaron, entre otras cosas, que a ese estudiante avanzado de Ingeniería lo llamaban “el Dinamitero”.

En el allanamiento a su casa, además, la policía halló varios explosivos. Patria y Libertad tenía suficientes lazos como para lograr que Arancibia Clavel lograra la libertad condicional de inmediato.

Al año siguiente, con documentos falsos, cruzó la cordillera hacia la Argentina, donde fue protegido por funcionarios de la dictadura de Juan Carlos Onganía.

Dirección de Inteligencia Nacional

Consumado el golpe de Estado en septiembre de 1973, Augusto Pinochet creó la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), oficializada meses después por un decreto presidencial, y puso al frente de la policía secreta al temible coronel Manuel “Mamo” Contreras.

El presidente Salvador Allende y el general Augusto Pinochet. Consumado el golpe de Estado en septiembre de 1973, el dictador creó la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA)
El presidente Salvador Allende y el general Augusto Pinochet. Consumado el golpe de Estado en septiembre de 1973, el dictador creó la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA)

Arancibia Clavel se presentó de inmediato para sumarse al clan de espías. Como conocía la Argentina y en ese momento gobernaba el peronismo, “el Dinamitero” fue destinado a cruzar nuevamente la cordillera, esta vez con un documento a nombre de Luis Felipe Alemparte Díaz y un puesto en el Banco del Estado de Chile que le servía de cobertura.

Vivía en el distinguido barrio de Belgrano C y logró conquistar a Hugo Zambelli, un joven bailarín de teatro de revistas, con quien convivía al tiempo que participó de sangrientos atentados.

El asesinato de Prats

El domingo 29 de septiembre de 1974, "el Dinamitero” perpetró la muerte de otro general chileno, Carlos Prats, que quedó destrozado al interior del Fiat 125 al que subía con su esposa Sofía Curthbert mientras vivían exiliados en Buenos Aires. Ambos cuerpos quedaron destrozados. Prats había sucedido a Schneider al frente del Ejército y al consumarse el golpe logró asilo en la Argentina.

Pratt_carlos y su esposa - jóvenes
Pratt_carlos y su esposa - jóvenes

La confirmación de la participación de Arancibia Clavel se tuvo un cuarto de siglo después. Fue la jueza María Romilda Servini quien, a fines de los ‘90, estuvo a cargo de la instrucción de la causa por la muerte del matrimonio Prats.

La jueza supo que en junio de 1974, el “Momo” Contreras había dado las instrucciones para matar a Prats.

En un documento secreto de la DINA -desclasificado y enviado a Servini- figura que la dirección del crimen y la hora en que se había cometido. El informe lo había enviado Arancibia Clavel a sus superiores.

El brutal atentado contra el general Prats y su esposa en Buenos Aires
El brutal atentado contra el general Prats y su esposa en Buenos Aires

Quien también lo incriminó fue uno de sus cómplices: el agente de la CIA Michael Townley, que también formaba parte desde los inicios del grupo Patria y Libertad. Townley se hizo cargo de varios asesinatos cometidos contra exiliados chilenos y eso le permitió quedarse en los Estados Unidos en los términos establecidos por el Programa Federal de Protección de Testigos.

A cargo de “la estación”

Para 1974, Arancibia Clavel había cumplido 30 años y estaba al frente de la “estación” de la DINA en Buenos Aires. Desde allí dirigió varios crímenes que fueron parte de la coordinación de grupos operativos de Chile, Argentina, Paraguay, Brasil y Uruguay. Se trataba del Operativo Cóndor, inspirado y alentado por uno de los hombres más destacados de la diplomacia de Estados Unidos, Henry Kissinger. La CIA financió parte de las acciones del Cóndor y también envió a algunos de sus agentes al cono sur latinoamericano.

Con el propósito de alentar un golpe militar en la Argentina, los “cóndores” llevaron a cabo el Operativo Colombo entre mayo de 1974 y febrero de 1975. Un total de 119 cuerpos sin vida fueron hallados en ese período. Algunos eran de militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y otros eran cuerpos de argentinos a quienes les “plantaban” documentos de miristas chilenos.

Tan criminal como sofisticado era el mecanismo para desinformar. Con fecha 15 de julio de 1975, un pasquín porteño llamado Lea publicaba una doble página enviada desde “Ciudad de México” titulado “La vendetta chilena”, dando esa versión del ajuste de cuentas mirista. En Santiago de Chile lo publicaba el diario La Tercera.

El traspié de Arancibia

En la Argentina, finalmente, se consumó el golpe de Estado, pero la relación entre los dictadores Jorge Videla y Augusto Pinochet tenía mucho de cooperación y, al mismo tiempo, una gran rivalidad.

Después del Mundial ’78, el vínculo se puso al rojo vivo por la disputa del Canal de Beagle. Arancibia Clavel aún convivía con el bailarín Hugo Zambelli pero en paralelo a su vida sentimental incrementó su actividad como espía.

En efecto, durante dos años, fue el enlace del país transandino con el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército argentino.

Por entonces, la DINA le pedía a Arancibia que espiara no solo los movimientos militares en el sur patagónico sino que también husmeara las intimidades de Palacio de los dictadores argentinos.

El 24 de noviembre de 1978 fue arrestado por lo mismo que antes era protegido: ser un espía chileno.

Enrique Arancibia Claver-espía chileno
Enrique Arancibia Claver-espía chileno

Arancibia fue arrancado por una patota de la SIDE de su departamento en Belgrano C. Allí encontraron un archivo escondido en el doble fondo de un placard. Las carpetas estaban ordenadas con los mensajes de la sede de la DINA en Santiago y la estación de Buenos Aires a cargo de Arancibia.

Uno de los informes hablaba del presunto romance entre Eduardo “el Negro” Massera y una despampanante Graciela Alfano. De inmediato, la inteligencia naval fue a interrogar al “Dinamitero”. Como resultado de la visita naval, quedó con los dedos fracturados.

El gobierno de Pinochet interesó al Vaticano por la suerte de su espía y, gracias a los oficios papales, Arancibia recuperó finalmente la libertad, pero recién en 1981.

Condena y de nuevo libertad

Pasaron quince años desde entonces hasta que, en 1996, “el Dinamitero” fue detenido por el crimen de Prats y su esposa. Se declaró inocente ante Servini, pero la jueza ya contaba con los documentos de la DINA y también con la declaración del propio Townley que, dicho sea de paso, se hizo cargo de haber sido quien apretó el botón de la bomba que hizo volar el Fiat de Prats.

En 2000, Arancibia fue condenado a cadena perpetua. Pese a las apelaciones, tanto la Cámara de Casación como la Corte Suprema de Justicia ratificaron la condena.

Eso no fue todo: en 2003, en otro juicio llevado a cabo por el secuestro de dos ciudadanas chilenas que sobrevivieron, Arancibia fue condenado a 12 años.

Por un cálculo inaudito –o la mano de los servicios secretos- pudo salir en “libertad condicional” en 2007. Había cumplido 11 años de prisión efectiva.

Esta vez, no fue a vivir a Belgrano sino que alquiló un departamento en la zona de Tribunales, más precisamente en Lavalle 1418, mucho más cómodo para asistir a los requerimientos judiciales.

Un encuentro con Ragendorfer

En agosto de 2007, el periodista de investigación Ricardo Ragendorfer caminaba por la avenida Corrientes cuando “el Dinamitero” llevaba unos pocos meses en libertad. Su foto había salido publicada y Ragendorfer dedicaba buena parte de sus notas a los crímenes de los años de las dictaduras latinoamericanas. Al llegar a la galería Apolo, cerca de Talcahuano, el periodista reconoció a Arancibia. El ex espía estaba solo, sentado cerca de la ventana. Ragendorfer entró al bar, se aproximó y le preguntó lo obvio:

-¿Usted es Arancibia Clavel?

-Sí – respondió el hombre y lo invitó a sentarse.

Ante dos cafés, el cronista le preguntó sin vueltas casi todo lo que recordaba acerca de su trayectoria criminal.

Enrique Arancibia Clavel fue condenado a cadena perpetua en el 2000. Tres años después, en otro juicio llevado a cabo por el secuestro de dos ciudadanas chilenas que sobrevivieron, fue condenado a 12 años.
Por un cálculo inaudito –o la mano de los servicios secretos- pudo salir en “libertad condicional” en 2007. Había cumplido 11 años de prisión efectiva
Enrique Arancibia Clavel fue condenado a cadena perpetua en el 2000. Tres años después, en otro juicio llevado a cabo por el secuestro de dos ciudadanas chilenas que sobrevivieron, fue condenado a 12 años. Por un cálculo inaudito –o la mano de los servicios secretos- pudo salir en “libertad condicional” en 2007. Había cumplido 11 años de prisión efectiva

“Arancibia no se inmutó –recuerda Ragendorfer para Infobae- y negó todo. Me pidió que lo llamara Enrique. Se excusó con mucha amabilidad de contestar aludiendo que estaba cumpliendo condena en libertad condicional. Apuntó a (Carlos) Menem porque decía que su detención era una pantalla para desviar la atención del atentado a la AMIA. ‘Hicieron anunciar mi detención –me dijo Arancibia- como la captura de un peligroso terrorista internacional’. Pronunció esas tres últimas palabras con una exagerada teatralidad”.

Al cabo de un rato, y después de dejarle su teléfono por si tenía algo para contarle, el periodista se fue del bar Apolo.

“Para mi sorpresa, Arancibia me llamó. Pero no fue para contarme algún secreto sino para decirme que había olvidado mis anteojos en la mesa y que él se los había dejado al cajero”, recuerda Ragendorfer.

La muerte a manos de un taxi boy

Apenas terminadas las Pascuas de 2011, el jueves 28 de abril, cuando tenía 66 años, Arancibia encontró la muerte en su departamento de la calle Lavalle. Sus años de espionaje no fueron suficientes para evitar que cayera en su propia ratonera.

"El Dinamitero” había establecido una relación con un muchacho de 21 años que se ganaba la vida vendiendo sexo.

El primer cuchillazo fue directo al abdomen. En la reconstrucción del hecho se estableció que Arancibia se agarró la panza con una mano y con la otra quiso frenar los siguientes puntazos, que fueron una decena.

Actuó la Policía Federal y en menos de un mes el comisario Néstor Roncaglia pudo dar con el homicida de Arancibia Clavel. Era un joven misionero a quien el ex espía chileno había conocido en Recoleta meses antes, no bien salió en libertad condicional. Las sospechas acerca de un ajuste de cuentas entre espías quedaron inmediatamente descartadas.

Todos los agentes secretos, aún los más entrenados, los más crueles, tienen su talón de Aquiles.

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