Son amigos y sobrevivieron a Cromañón: la responsabilidad de Callejeros es la única grieta que los separa

Federico y Cristian sobrevivieron a la tragedia que hace trece años se cobró 194 vidas en un recital de Callejeros. Sin embargo, sobre las culpas y responsabilidades de la banda que les marcó la vida no se pueden poner de acuerdo

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(INFOBAE)
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Federico y Cristian se conocen desde que son chicos y, por distintas circunstancias y personas que los unían, estaban acostumbrados a verse las caras. Pero la vida siguió cruzándolos hasta que, una noche y cada uno por su cuenta, ambos compartieron un momento que los iba a unir para siempre. Los dos conocieron el mismo infierno.

El anteúltimo día del 2004 ambos pretendían despedir el año con un buen recital. Federico tenía 20 años, era fanático de Callejeros -una banda barrial que para entonces ya era convocante- y había decidido seguirlos a todos lados. Su mejor amiga Mariana, "la Negra", estaba de novia con Pato Fontanet, cantante y líder de la banda, por eso entre ambos ya había amistad. Él había sido el principal "divulgador" de sus canciones entre los suyos. Por eso ese jueves fue con amigos y sus novias a la última de las tres fechas de esa semana en República Cromañón, un boliche del barrio porteño de Once. Ese había sido sin dudas el mejor año de la banda y había que festejarlo.

Cristian tenía 18 años y había terminado la secundaria. Trabajaba en un puesto de diarios con su hermano y ganaba cinco pesos por día. Se había ahorrado diez para ir el 29 a Cromañon con su hermano y el 30 se fue con cuatro amigos en un colectivo de la línea 165 por segunda vez en la semana a ver a Callejeros, con 20 pesos que le había dado su mamá. La noche estaba agradable, así que se tomaron una cerveza, comieron un pancho y encararon para el lugar del que, sin saberlo, horas después querrían escapar.

El jueves 30 de diciembre de 2004 el recital que fueron a ver Cristian y Federico nunca pudo terminar de empezar. Cuando recién sonaban las primeras estrofas de Distinto, el primer tema del álbum Rocanroles sin Destino que se presentaba esa noche, la pirotecnia que usaba el público para adornar el festejo desató un tremendo incendio y se produjo una tragedia que dejó 194 muertos y cientos de heridos que hoy son sobrevivientes.

(DyN)
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"Los dos recitales anteriores había un poco menos de gente pero ese día era fin de año, era un día espectacular para ir a un recital", dice Federico. "Cuando iba medio tema y yo estaba buscando a quien dejarle la mochila para irme adelante veo un chabón adelante mio tirando con un candela hacia arriba, deliberadamente a la media sombra. Cuando lo ví empecé a salir hacia la puerta porque yo conocía Cromañon y sabía que era una única puerta muy chica. La puerta de emergencia nunca la vi hasta esa noche".

Cristian y sus amigos habían llegado temprano y vieron el recital de Ojos Locos, la banda que teloneaba, y se quedaron en el fondo. "Cuando terminó le dije a mi amigo que nos fuéramos para adelante y cuando estábamos ya cerca de la valla salió Callejeros. Hasta ahí era un recital normal pero ese día cuando entrabas al lugar se sentía el calor, era una sensación de calor impresionante".

A mitad del primer tema entre bengalas y candelas algo salió mal. "Vimos que se había prendido fuego el techo y no le dimos bola porque por ahí era normal, pero cuando nos damos vuelta otra vez vimos que el techo se había tomado todo. Se había prendido fuego todo el lugar", narra Cristian que atinó a subirse al escenario y escapar por ahí mientras el humo le quemaba la garganta. "Todo esto pasó en segundos, la gente estaba desesperada".

Federico salió caminando, como cualquier persona que acostumbra ir a una cancha de futbol o a recitales y sabe que las avalanchas no son cualquier cosa: "'Salgamos tranquilos que vamos a salir todos', decía yo. Ahí me empujan, caigo con la rodilla en el piso y se me cae un pibe adelante. Lo quise levantar y no pude, no sé si no le rompí el brazo de lo que tiré. Cuando estoy llegando a la puerta ahí sí que me asusté de verdad. Vi una bola de fuego, sentí el calor, sentí que se me prendía fuego todo". Cuando llegó afuera pensó que ya no iba a poder salir porque entre la tos, la gente que empujaba y las vallas era muy difícil no quedar atrapado. "Afuera ya era un desastre, ya estaban los bomberos, no se cómo pasó tan rápido".

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Lo que siguió fue un descontrol. En esos "segundos" que ambos describen los camiones de bomberos y las ambulancias colmaban la calle entre los gritos y la desesperación de los que estaban afuera y no encontraban a sus amigos, hermanos o parejas. Algunos se desmayaron, otros nunca pudieron salir. Federico arrancaba gente que había quedado atrapada en las vallas en su camino hacia afuera y Cristian trataba de salir por la puerta de atrás. "A diferencia de Fede yo no me acuerdo nada de lo que pasó, no sé cómo salí. Cuando abrí los ojos estaba en una dársena de colectivos a tres cuadras, me estaban despertando a baldazos de agua".

"Me encontré con Pato en el medio del desastre", cuenta Federico. "Estaba todo sucio buscando a la Negra, igual que yo: era la novia de él y mi mejor amiga. Cuando se cortó todo yo lo vi bajar del escenario a buscar gente". Mientras estaba internado en la Clinica Estrada de Remedios de Escalada todavía sin saber donde estaba la Negra (que estuvo internada en la Clínica de la Trinidad y falleció días después), Federico ya sabía que un amigo de él había fallecido y tuvo que ir a reconocerlo a la morgue el 31 a la noche.

Cristian no tuvo una noche mejor. En el Hospital Evita el escenario era dantesco entre jóvenes que se compartían el oxígeno, análisis de sangre para evaluar la cantidad de cianuro en sangre y el recuerdo de ver una persona fallecer a su lado.

Se quedan callados y se miran. "Mirá que hablamos un montón de veces gordo, eh", le dice Cristian a Federico. "Pero nunca hablamos de cómo fue que salimos. Es fuerte escucharlo". Es que todas las veces que tocaron el tema hablaron de otras cosas, de lo que nadie pudo parar de hablar las horas, días y meses que siguieron y que sigue siendo el punto principal hoy: las culpas y responsabilidades. Hoy, a trece años, esa grieta sigue abierta.

Federico tiene un tatuaje de Callejeros y la firma de Mariana (la Negra), su mejor amiga y novia de Fontante que falleció
Federico tiene un tatuaje de Callejeros y la firma de Mariana (la Negra), su mejor amiga y novia de Fontante que falleció

La banda, el manager, la seguridad, el dueño del lugar, los responsables políticos. Desde Fontanet y todos los músicos que pasaron o pasan tiempo en la cárcel, pasando por el gerente del local Omar Chabán que murió privado de su libertad hasta Anibal Ibarra, destituido de su cargo como Jefe de Gobierno de la Ciudad, el debate nunca cesó.

Con el tiempo esa división no tardó de marcarse también entre los sobrevivientes y familiares de las víctimas. Cristian y Federico, que afianzaron su vínculo y su amistad posteriormente, son otro ejemplo de ello. Un suceso tan trágico y con tanto detrás, es difícil de reducir a una sola mirada. Federico, habitué de Cromañon (estuvo ahí las tres veces que casi se prende fuego), amigo de Mariana que falleció ahí y Fontanet, tiene una interpretación de los hechos. Cristian, que pensó en primer lugar en su familia, otra.

—¿Qué fue lo que les pasó en los años que siguieron a Cromañon?

—Cristian: Para mi el post-Cromañón fue muy difícil a nivel personal. Me costó mucho rehacer mi vida. Tenía el sueño de ser futbolista, más allá de saber que por ahí no hubiese triunfado en un club de Primera División, hubiese podido jugar tranquilamente en la C o en la D. Tengo la gracia de Dios y de la Virgen de Luján, que le agradezco siempre, de estar metido en el deporte, pero no es lo mismo estar en el banco que poder estar ahí adentro. A mi Cromañon me robó eso. Yo tenía además muy en claro desde los 12 años que quería ser profe de educación física y mi sueño era entrar en el Cenard y ser el mejor. Yo no quería ser un profe más, quería ser el mejor de todos. Y cuando la médica me dijo que no podía hacer actividad física en dos años me mató. Para mí muchísimos sueños murieron ese día.

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—Federico: Yo estuve mucho con Pato, nos aferramos mucho por la Negra. Estuve todos los días ahí en la Trinidad hasta que un día me llamó la madre que fuera a despedir. Estuve con él, lo vi sufrir, sé la injusticia de que esté preso. Entiendo que es una injusticia. Los tipos estaban tocando y si el lugar no hubiese estado habilitado no pasaba. Ahí el Estado nos cagó, nos volvió a cagar como siempre. La impericia y la complicidad hicieron que ese lugar estuviera abierto cuando tenía que estar clausurado. La culpa política está en Anibal Ibarra que está en los actos políticos y a mí me indigna. Él es el responsable político y la banda la paga de una manera que a mí me parece vergonzante porque, y aunque voy a caer en un lugar común, es cortar el hilo por el lugar más delgado.

—C: Yo puedo decir que fui uno de los primeros que empezamos a hacer los banderazos. El primero de todos fue en Parque Centenario y escuchamos 30 temas saltando abajo de la lluvia, pidiendo que la banda vuelva a tocar. Ese era mi anhelo. Yo quería que Callejeros volviera a tocar. Un día en el Obelisco apareció toda la banda. Yo quería abrazarlo al Pato en ese momento, quería darle un beso, decirle que yo estaba con él, que lo apoyaba. Me fui a Córdoba, a La Rioja, viajé para todos lados con mis amigos.

Pero mi vieja a pesar de que yo era mayor de edad no quería que fuera a los recitales. Yo me iba sin avisar, la llamaba y le decía 'Ma, estoy acá en Córdoba, Olavarría o La Rioja para ver a Callejeros, un beso' y ella se ponía mal, se angustiaba. Un día charlando con mi viejo me dice 'Cristian, tu mamá se está enfermando porque vos hacés lo que tenés ganas. No es justo'. En ese momento me di cuenta. Tomé conciencia, empecé a pensar en mi familia y dejé de ir. Sentía que me estaba enfermando yo y a mi familia. Y empecé a ver todo de otra manera cuando la banda se empezó a separar y se empezaron a pelear entre ellos.

—F: No voy a coincidir con lo que vas a decir, negro.

—C: No me dejes mentir, gordo. Entre los integrantes de la banda se empezaron a agarrar a piñas por todo, porque ya pensaban que iban presos y hasta cambiaron los abogados. Eso me empezó a hacer ruido y desde que hablé con mi viejo dejé de ir. Yo te puedo asegurar que a la banda la defendí a morir hasta que me di cuenta que no me cuidaron. Yo no siento que son culpables de lo que pasó pero sí responsables, que es otra cosa. Hay una cadena de responsabilidades.

(Nicolás Aboaf)
(Nicolás Aboaf)

—F: Pato paraba los recitales. Yo aporté el audio a la causa porque yo los grababa siempre. Pato los paraba porque siempre le había costado respirar, era asmático, y nunca alimentó esta cuestión de las bengalas. Lo vi varias veces hacerlo y todas las otras bandas que yo iba a ver no lo hacían. Un día en 25 de Mayo un pibe se subió a una torre de sonido y Pato paró hasta que el pibe se bajara para que no se electrocute. Yo lo vi, no me lo contaron. Tengo plena conciencia de que la banda tenía en claro que había peligros e intentaban cuidarnos. Se había generado una especie de liturgia, a ver la banda que prendía más bengalas, a ver el que hacía más fiesta y carnaval.

—C: Yo dejé de creer en ellos. Lo que pasa es que Pato y todos ellos nunca me tocaron la puerta de mi casa. Yo esperaba ese gesto. No me parece bien que hayan salido. Son responsables. Se murieron 194 pibes ese día.

—F: ¡El chabón fue a tocar y perdió un montón de gente que quería! ¿Cómo podés ser víctima y culpable? Es medio extraño. Es una injusticia que esté preso. Yo lo vi a Pato llorar un montón de veces por mucha gente, él no quedó bien.

—¿Qué les pasó con su música? ¿Todavía pueden escuchar las canciones?

—C: Callejeros es mi adolescencia, mi vida, se me pone la piel de gallina. Pero hoy en día no puedo escucharlos. Me da ganas de abrazarlos, pero por otro lado está el rencor. Es muy duro volver a escuchar. A mi a veces me pasa que voy con alguien en el auto y suena un tema y es una incomodidad tremenda. No podés andar con un cartel que diga que sos sobreviviente de Cromañon.

—F: Yo lo escucho, a veces. Yo querría que hubiera podido seguir el camino hermoso que tenía por recorrer. A mi sus mensajes me llegaron de manera tal que no tengo más agradecimiento de que me haya movilizado tanto.

(INFOBAE)
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Cristian y Federico se chicanean, se desafían constantemente y se enojan cuando el otro los interrumpe. Es muy difícil para ellos querer contarle al otro, que vivió lo mismo, lo que pasó.

Para Cristian es una decepción que la banda no los haya cuidado, para Federico la banda es una víctima más. Aún así se respetan y se aman. Se dicen que se quieren constantemente, se demuestran todo el tiempo su cariño y lo mechan con algún que otro insulto. Para ellos no son amigos sino hermanos y, aunque tal vez no lo reconozcan, ni su ideología política, ni su amor por Racing, ni sus gustos musicales los hermanaron tanto como lo que pasaron esa noche y cómo volvieron a nacer.

Federico cuenta de sus "cromañonismos". El recuerdo de la desesperación que no puede sacarse. La sensación que no lo deja subirse a un subte o a un colectivo, o volver a un recital y meterse adelante de todo. Cristian lo entiende porque si va a bailar o a comer algún lado lo primero que hace es ubicar la salida de emergencia. No pueden -a pesar de que Callejeros sea un tema de disputa entre ellos, incluso hasta públicamente en sus redes sociales- dejar de lado que entre ellos se entienden como nadie.

"Yo en los peores momentos tuve a este impresentable que lo amo con todo mi corazón al lado mio. Por ahí las demás personas no tienen la misma sensación que yo todos los diciembres. Pero él, mis hermanos, mi viejo, mi novia  sí. Esos son los que cuentan". "Gente como el negro es esa que desde el respeto está con vos", agrega Federico. "Nosotros no la pasamos bien. Por eso compartimos tanto".