Kate y Darcy: las monjas de la marihuana de California

Por Gabriela Esquivada

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En el valle central de California, en un rincón perdido en el Condado de Merced, luego de pasar por sembradíos de almendros y haciendas productoras de leche, se llega a una pequeña propiedad donde la aplicación GPS del celular se niega a captar su señal.

La casa de Sisters of the Valley (Hermanas del Valle) es una propiedad con tres construcciones: una abadía, un espacio administrativo y un garaje que, cuando las 12 plantas de marihuana que cultivan la Hermana Kate y la Hermana Darcy no pueden desarrollarse al sereno, funciona como invernadero.

La Hermana Kate abrió la puerta a Infobae y pidió atención al caminar dentro de la casa: una camada nueva de gatitos aprendía en esos días a caminar, a treparse por las piernas de las personas, a usar los dientes recién crecidos.

Una de sus colaboradoras trabajaba en la sala, inmersa en los números de venta de los productos que se fabrican en la abadía: derivados del CBD, un principio activo del cannabis que, a diferencia del THC, no es psicotrópico pero tiene propiedades analgésicas y tranquilizantes. Si a finales del año pasado las Hermanas del Valle vendían unos 10.000 dólares mensuales de Aceite de CBD, Bálsamo de CBD y Tintura de CBD –junto con otros productos como Palo Santo, Aerosol de Salvia Sclarea y Tintura de Escutelaria–, a finales del primer trimestre de 2016 llegaron a los 40.000 dólares mensuales, y ahora alcanzaron los 60.000.

En la habitación contigua, la Hermana Darcy miraba la pantalla de su computadora, donde suele monitorear el e-commerce del emprendimiento, que desde que Etsy cerró su comercio online en marzo de 2016 se concentró en una web propia, y dedicar dos horas diarias a lo que llama "Tiempo de Biblia": la difusión de la buena nueva del CBD en respuestas a las preguntas que las personas dejan en su cuenta de Facebook.

Ambas lucen un hábito azul oscuro con una cinta en dorados suaves. Al comienzo usaban unas largas faldas de jean que compraban en tiendas de ropa usada y una camisa blanca. "Pero se volvió muy difícil encontrarlas. A veces, usamos blue-jeans viejos que convertimos en faldas", explicó la Hermana Kate, quien tiene habilidades de modista y hace los delantales y los tocados.

Gracias a una buena racha de ventas, pudieron gastar por primera vez 1.000 dólares en hábitos verdaderos, no sólo para las tres monjas ya ordenadas –las hermanas Kate, Darcy y Rose, quien cultiva sus plantas en el Condado de Mendocino– sino para otras tres que se sumarán en los próximos meses, entre ellas una ex monja católica.

–Además de los hábitos azules, tienen unos púrpuras para ocasiones especiales. ¿Por qué el color?

–Púrpura es el color del sufrimiento. Y fue el color del movimiento Occupy. Y también es el color que se obtiene al unir en una mezcla el azul y el rojo de nuestro sistema político bipolar.

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"No somos un comercio normal"

El emprendimiento se define con pocas palabras en cada envase de sus productos: "Hecho a mano con la voluntad de sanar".

Ellas plantan, cuidan el crecimiento de las matas, cosechan las hojas, las secan y las guardan en bolsas herméticas en una heladera ubicada en la abadía, y allí mismo –un espacio consagrado que no se limpia con tóxicos y donde no suenan los celulares– elaboran las medicinas en ollas de cocción lenta con cera, vitamina E y aceites orgánicos de coco, oliva, caléndula y lavanda.

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Al costado de la mesa enorme de la cocina, donde caben ocho ollas de cocción lenta cuyas pócimas pasan luego por un filtro triple, el reproductor de música aporta el último elemento para un ritual que comienza con la bendición de las hojas vivas en la tierra. Las monjas queman un atado de salvia sclarea mientras dicen sus oraciones.

La Hermana Kate comenzó a pensar en los productos basados en CBD cuando trabajaba con pacientes en cuidado paliativo y sufría al ver que los enfermos terminales intentaban aprender a fumar marihuana, pero algunos no podían con el esfuerzo. Habló con herboristas y médicos para encontrar una fórmula más fácil de consumir. "Así desarrollé mis recetas propias. Creía tanto en el poder del CBD que pensé que aún si mis productos resultaban mediocres iban a sanar".

Somos activistas de la planta entera, nos gustaría ver el CBD y el THC tal como la madre naturaleza los concibió. Pero por ahora el CBD, que es lo que podemos comercializar dentro de la ley, ayuda a mucha gente.

El ciclo de producción, de acuerdo con el de la luna, se realiza durante dos semanas al mes. "A veces también nos extendemos a la tercera semana, en lo que respecta al envasado y etiquetado", dijo la Hermana Kate. "Para no dejar que nuestros clientes sufran, a veces terminamos el proceso después del ciclo lunar. Pero todos los lotes comienzan con la luna, y aquellos que llegan hasta una tercera semana se venden con precio descontado y la debida aclaración". No hacerlo sería mal karma. "Hay muchos niveles en lo que hacemos –agregó–. Mucho simbolismo".

"Y por cierto, activismo", complementó la Hermana Darcy. "Somos activistas de la planta entera, nos gustaría ver el CBD y el THC tal como la madre naturaleza los concibió. Pero por ahora el CBD, que es lo que podemos comercializar dentro de la ley, ayuda a mucha gente. No obstante, no somos un comercio normal; muchas veces cuando alguien necesita también el THC, le preguntamos dónde vive y averiguamos cómo son las normas allí, así puede obtener lo que le hace falta aunque no podamos convertirlos en nuestros clientes. Si usamos este hábito es porque nuestro propósito principal es hacer medicinas para aliviar el dolor, no hacer dinero".

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Cómo nació la Hermana Kate

"¡Es una travesía que tiene potencial para un documental!", dijo la monja sobre su historia de vida.

Se reía. Le habría gustado hacer ese documental a condición de que los fondos que generase se donasen a la campaña de Bernie Sanders, pero el día de la entrevista en el campo con las 12 plantas de marihuana que se pueden tener legalmente en ese municipio, el precandidato demócrata brindó su apoyo a su competidora Hillary Clinton.

Hace ocho años, con el nombre de Christine Meeusen que recibió al nacer en Milwakee hace casi seis décadas, regresó a los Estados Unidos luego de otros ocho años de residencia en Amsterdam y un divorcio feroz. Para mantener a sus tres hijos, se instaló en California, donde su hermano administraba un negocio de productos medicinales derivados de la marihuana; en su adolescencia no había probado la hierba, pero un médico holandés la había familiarizado con ella para tratar los síntomas de la menopausia.

Sintió entonces que vivía una transformación personal y política. "En una ocasión viajé por trabajo desde Cincinatti a la Florida y vi que habían volado algunos picos en los Apalaches, ¡cosas que no vuelven a crecer! Me encontré en un país completamente diferente al que había dejado. Me quedé horrorizada por eso y también porque de costa a costa se encuentra lo mismo exactamente, basura y Walmarts. Desde Ohio al desierto del Mojave, el mismo K-Mart".

Acaso alguien nacido fuera de los Estados Unidos puede ubicar esa uniformidad opresiva mucho tiempo atrás; la Hermana Kate adquirió esa perspectiva al vivir en Europa. "Uno se da cuenta que Irlanda parece andrajosa e Inglaterra parece lujosa. Dondequiera que uno vaya es fácil distinguir qué pueblo fue conquistado y qué pueblo fue conquistador. Y cuando volví aquí sentí que miraba a un pueblo conquistado".

En ese momento, la relación con su hermano se agrió. Ella se encontró sin hogar –vivió así durante cuatro meses, con una hija todavía en la escuela– y sintió un enorme deseo de protestar, por lo que fuera. "Me sentía muy enojada con todo lo que veía". Se vinculó al movimiento Occupy Wall Street, arraigado también en California.

En 2011, cuando se discutió la posibilidad de que el Congreso declarara que la pizza era un vegetal para que se la pudiera seguir imponiendo en el menú de las escuelas en lugar de alimentos más nutritivos pero más caros (todo quedó en que la salsa de tomate se consideró dos porciones de vegetales), topó con su límite de tolerancia: "Si la pizza es un vegetal, yo puedo ser una monja".

Y se vistió con un hábito, una sobra de Halloween.

Descubrió que, para la gente con la que se cruzaba, su ropa no era un disfraz.

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De Occupy Wall Street a las medicinas con CBD

"Muchos hombres y mujeres se querían unir a mi congregación, y tenía que explicarles que no existía tal cosa", recordó.

–Bueno, pero ¿cómo podemos ser parte del grupo?

–¡No hay un grupo!

–Entonces hace falta armar uno.

"En una ocasión, un grupo de nativos americanos me invitaron a participar en un ritual ancestral que practicaban en una montaña. De nuevo expliqué que no era una monja católica. Y me dijeron que la que no entendía era yo: les daba lo mismo que lo fuera o no. Porque en esencia se trataba de la voluntad de la gente".

Así se convirtió en la única activista anarquista autodenominada monja. Iba con su hábito a todas las protestas que podía: problemas de transporte, acuerdos salariales injustos, la industria bélica. "Me empezaron a llamar Hermana Occupy".

–¿Debería dejar de hacer esto? –preguntó a varias personas–. Es una locura. Mi familia está muy enojada.

–¡No, no, no dejes de hacerlo! ¡Es genial!

Un día se cruzó con un sacerdote católico, uno graduado del seminario. "Bueno", pensó; "problemas". Pero el cura quería elogiarle un artículo que ella había publicado en un medio local sobre la falta de presencia religiosa en un momento de crisis social. "Yo preguntaba algo legítimo: ¿dónde está el clero? Cuando Martin Luther King Jr. y otros luchadores marcharon, las hermanas y los sacerdotes, los monjes y los hare-krishna, todos los religiosos, marchaban para pedir igualdad de derechos sociales".

El sacerdote le pidió que no revelara que había ido a verla. "Pero sentí el apoyo secreto, en bambalinas, de la Iglesia Católica". Sus raíces —había sido educada en el catolicismo– marcaron algunas orientaciones a su nuevo camino.

Pero ella no quería formar una religión. "Preferí una organización que perteneciera a las mujeres, que diera poder a las mujeres, que permitiera que las mujeres creásemos nuestros propios empleos".

De 2011 a 2014 se dedicó a sentar las bases de las Hermanas del Valle, esa organización que daría poder y trabajo a las mujeres.

Preferí una organización que perteneciera a las mujeres, que diera poder a las mujeres, que permitiera que las mujeres creásemos nuestros propios empleos

Experta en marihuana y cultivos orgánicos

La historia de la Hermana Darcy es completamente diferente de la de su mentora, pero también comenzó en el extranjero.

"Fui a Nueva Zelanda durante un año, y aprendí mucho sobre cultivos, agricultura y orgánicos. Cuando regresé al país, pude utilizar mi carnet médico para cultivar marihuana en el jardín de mi casa", narró. Tenía 24 años, se llamaba aún Darcy Johnson y vivía en el estado de Washington que, junto con Colorado, actualmente ha liberado por completo el comercio de marihuana, más allá de los fines medicinales.

"Fue algo que me ayudó mucho para pagar mi educación y mis gastos, pero sobre todo para contribuir al bienestar de la gente a mi alrededor: mi familia, mis vecinos. Fue una experiencia de vida muy positiva. Trabajaba como camarera en el turno de la noche, regresaba a mi casa para dormir un poco durante el día y cuando me despertaba me entregaba directamente al cuidado de las plantas. Eso me daba tanta alegría, y antes me había sentido tan mal… Mediante el cultivo conocí a tantas otras mujeres, tantas otras personas de mi comunidad, que me cambió completamente", dijo.

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–¿Cómo llegó hasta esta granja?

–Fue el destino. Un amigo en común nos presentó –miró a la Hermana Kate–. Ella necesitaba ayuda y yo estaba preparada y deseosa de transplantarme, de cambiar mi vida para hacer algo positivo con esta planta en un campo verdadero, y de comenzar algo de cero. Estaba dispuesta a venir, instalarme y trabajar gratis.

–¿Qué sabía de la Hermana Kate?

–Había escuchado cosas sobre ella mucho antes de que me ofreciera esta experiencia de aprendizaje. Conocía sus escritos en internet, su página de Facebook. Fue muy divertido darme cuenta que alguien a quien no conocía tenía los mismos puntos de vista que yo. Vine un verano. Sabía que había un uniforme en el asunto. Y estaba lista para ponérmelo.

 

De las beguinas a la marihuana

Una de las preguntas que más les hacen es si son monjas de verdad.

No pertenecen a una denominación aprobada por El Vaticano, pero creen que ocupan un lugar social que la vida moderna dejó vacante. "Todo el mundo extraña su espiritualidad, pero ya nadie va a las iglesias", sintetizó la Hermana Kate.

"Y muchas personas, en especial las mujeres jóvenes, buscan un empleo honorable con un salario honorable. Entonces me propuse crear un trabajo que combinara la espiritualidad –a este trabajo hay que traer lo mejor de una– con la medicina". Las mujeres jóvenes del Condado de Merced se acercaron al emprendimiento. "No quieren respetar a un dios invisible o una iglesia hecha por el hombre, pero se sienten cómodas si respetan el poder curativo de la naturaleza. Nuestra espiritualidad es para nosotras; la medicina y el activismo, para todo el mundo".

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A la Hermana Kate la inspiraron las beguinas, una agrupación de cristianas que se dedicó a la atención de enfermos y pobres, reunidas en comunidades autónomas, en las que trabajaban para autosustentarse y de las que podían salir para casarse. No tenían votos, acaso sólo el compromiso de servir funcionaba como eso. Surgieron en la Edad Media y se extinguieron –muchas terminaron como monjas carmelitas– entre los siglos XV y XVIII, presionadas por Roma.

Las Hermanas del Valle conciben su orden con criterios de las beguinas, a quienes consideran las monjas originales. "Construían sus casas, cultivaban sus campos, rezaban para trabajar, utilizaban las mismas ropas. Cultivaban cáñamo para hacer telas. Las mujeres tenían la propiedad y hacían las reglas. Compartían la vida con los hermanos, pero ellos no podían tener la propiedad de la tierra. Eran mujeres con poder, pacíficas, espirituales".

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–¿Cuáles son los votos que ustedes hacen?

–Se hace la promesa de dedicar la vida a la planta y a la medicina basada en plantas, pero no es necesario prometer que eso sucederá acá. En el futuro –se ilusionó la Hermana Kate–, cada una puede tener su propio cultivo, y trabajar con otras mujeres.

–¿Hacen votos de pobreza?

–No: hacemos la promesa de vivir con sencillez, porque creemos que con una distribución equitativa de los recursos del planeta nadie tendría que vivir en la pobreza.

–¿Qué otras promesas las unen?

–El voto de ecología, que significa que somos conscientes de nuestra huella en el planeta y que tratamos de reducirla a cero. Nos comprometemos a no causar daño al preparar nuestras medicinas, lo cual hoy implica no emplear productos animales al elaborarla, y esperamos que pronto se implique también la posibilidad de prescindir de combustibles de fósiles. El voto de activismo: cierta cantidad de tiempo de cada semana se dedica a elevar la causa de los oprimidos a nuestro alrededor. Y un voto de castidad, que consiste en estar siempre cubiertas para honrar a la planta, como hacían nuestras antiguas madres.

–¿Qué opinan del celibato?

–Al requerir castidad no requerimos celibato. Por costumbre somos célibes cuando preparamos nuestras medicinas de acuerdo con el ciclo lunar. Pero no es un requisito ni un voto, lo concebimos como una costumbre para concentrarnos mejor, porque los hombres pueden ser una distracción. Pero no lo consideramos un pecado. Si queremos darle poder a las mujeres, ¿cómo vamos a controlar sus vaginas? Sólo pedimos que la sexualidad sea algo privado, que no se hable de ello.

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Activismo político y evangelización

La Hermana Darcy no tuvo una educación religiosa. "Nunca fue adoctrinada", comentó la Hermana Kate con la melancolía de quien extraña algo que nunca vivió.

La primera vez que salieron juntas a las calles del pueblo más cercano, ambas vestidas con sus hábitos, un hombre les preguntó:

–Disculpen, hermanas, ¿son cristianas?

–No, señor –le respondió la Hermana Darcy con aplomo–. Somos ex cristianas.

–Lo que dijiste es hermoso, pero por favor no vuelvas a hacerlo –le dijo la Hermana Kate entre carcajadas, cuando el hombre se fue, perplejo.

Esa ausencia de dogma permite que para la Hermana Darcy sea natural que un rito de bendición comience con una canción antigua noruega, por ejemplo. Crean así una nueva fe, en un país cuyas raíces incluyen la búsqueda de libertad religiosa.

–¿Conoce la palabra? –le preguntó en una ocasión un evangelista.

–¿La palabra del CBD? –le devolvió el saque la Hermana Darcy–. Porque esa es nuestra tarea, difundir la palabra del CBD.

Para ella, los sentimientos religiosos nada tienen que ver con ir a un templo. "Se trata más de respetar la tierra, saber de dónde viene una, ver hacia dónde va y tratar de hacer algo al respecto. Y sacar ese sentimiento cristiano del interior y ponerlo en el ambientalismo, y tratar de difundirlo como la gente difunde la religión, pero sin que se confunda".

–¿A qué se refiere?

–A que esto es activismo. Esto se trata de hacer algo con respecto a dónde vamos como pueblo, como cultura. Se puede dejar la Biblia a un lado y trabajar en el ámbito que nos rodea. Y si una quiere cambiarlo, pues a hacerlo.

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Respeto por los ritos, respeto por la mujer

Cada cultivo comienza con un día festivo, un paseo hasta la costa donde se encuentra la botánica donde buscan los nuevos retoños de híbridos con alta concentración de CBD y baja de THC. "Vamos a comer a un restaurante bonito y nos ponemos nuestros hábitos mejores para regresar con las plantas en un clima muy especial, porque no queremos energía negativa a su alrededor", dijo la Hermana Kate.

–¿Por qué buscan retoños?

–Comencé así porque no sabía cultivar desde la semilla y lo mantenemos porque se volvió una ceremonia. Ahora, gracias a la Hermana Darcy, si quisiéramos podríamos cultivar desde la semilla.

Cuando la naturaleza no les brinda todo el material necesario para cumplir con la ley de las 12 plantas y a la vez satisfacer la demanda de los clientes, recurren a un proveedor de Colorado que trabaja exactamente del mismo modo que ellas, con respeto por el ciclo lunar, con rezos y con meditación. Y la Hermana Rose, que tiene 20 años de experiencia en el cultivo de una cepa de marihuana con alto CBD, aporta la materia básica desde el Condado de Mendocino.

Es el hombre, y su testosterona, lo que le da mala fama a la planta.

"Nos encanta la idea de que el proceso entero se realice desde nuestra tierra hasta nuestro envasado, pero también creemos que con el cannabis sucede lo mismo que con la miel: cuanto más local, mejor", comparó la Hermana Kate. "Por eso regalamos semillas para que algún día todas las mujeres tengan su fuente de CBD en el jardín de sus casas, en todo el planeta. Si esto fuera así, las leyes se acomodarían en todo el planeta. Es el hombre y su testosterona lo que le da mala fama a la planta".

–Los hombres están de acuerdo en que arruinaron las cosas –intervino la Hermana Darcy.

Entonces, dialogan entre ellas en la sala contigua a la abadía. Ya cae el sol y las Barbies vestidas de monjas en la biblioteca se van perdiendo en la sombra del estante.

–¿No preferiríamos que fueran las mujeres quienes hicieran las leyes sobre la guerra, por ejemplo?

–Sería mejor.

–Hay más varones que mujeres interesados en apoyar este emprendimiento, pero queremos mantenerlo dentro de un círculo de mujeres. Si bien aceptamos hermanos, por cada uno tenemos que tener una hermana, para mantener el equilibrio de poder. No estamos en contra de los varones. Sólo pensamos que ya es hora de que las mujeres dirijan cosas.

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