Para hablar de salud mental debemos dejar atrás los estigmas que avergüenzan

El rechazo a lo diferente aún persiste muchas veces por desconocimiento o miedo. Tratar de “loco” o “débil” condiciona a las personas y su posibilidad de iniciar un tratamiento

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La estigmatización puede ser tanto externa como interna. Ya sea la discriminación que proviene de la sociedad, o la que se refiere a la forma en que las personas estigmatizan su propia enfermedad mental
La estigmatización puede ser tanto externa como interna. Ya sea la discriminación que proviene de la sociedad, o la que se refiere a la forma en que las personas estigmatizan su propia enfermedad mental

Las personas que sufren de enfermedades mentales a menudo son estigmatizadas como “locas” o “débiles”, lo que puede hacer que se sientan avergonzadas de su condición y eviten hablar de ella. Esto lleva a una sensación de aislamiento y soledad, lo que empeora su salud mental.

Es muy interesante la historia de la psiquiatría porque de alguna manera es una mirada hacia la historia de la humanidad según donde uno se ubique para observarla, desde la estigmatización o, por el contrario, la compasión, es decir el compartir la pasión y la carga que lleva el otro.

Ese otro que puede ser uno mismo, bajo el avatar y el momento menos pensado.

Poner el foco en la salud mental

Si bien durante el año se celebran distintas efemérides vinculadas a la salud mental, como la Semana Internacional del Cerebro, el Día Mundial de la Esquizofrenia o el del Alzheimer, y eso aumenta la concientización, la visualización y el debate sobre aquello que se conmemora, en muchas ocasiones, la deseada luz sobre lo que se busca resaltar vuelve a su cauce normal, quizás a la espera del siguiente año.

Sólo tres de cada 10 personas que padecen algún malestar psicológico buscan ayuda en profesionales de la salud mental, según un estudio del Observatorio Humanitario de Cruz Roja Argentina  (Getty)
Sólo tres de cada 10 personas que padecen algún malestar psicológico buscan ayuda en profesionales de la salud mental, según un estudio del Observatorio Humanitario de Cruz Roja Argentina (Getty)

Esto es particularmente evidente en lo que hace a la salud mental, el sistema nervioso, la mente, el cerebro, que ha sido y de alguna manera lo sigue siendo, un área del ser humano rodeada de un halo particular que hace que se ignore su importancia, se magnifique o tejan muchas fantasías alrededor de ella.

“Pienso, luego existo” postuló el incomprendido René Descartes, quien era un escéptico en el sentido filosófico tradicional de la palabra, dudaba de la posibilidad de establecer a ciencia cierta cualquier argumento. Sin embargo, llegó quizás a una única conclusión, ya que dudaba de su propia existencia, pero desde el momento en que pensaba en esa duda existía como ente pensante, consciente, por ende debía existir: “Cogito ergo Sum”.

A veces usamos la expresión “pensamiento cartesiano” para referirnos a que tenemos una mente y por el otro lado la materia, el cuerpo, lo tangible, un concepto que desde la mirada de Santo Tomás (el primero, no de Aquino o Moore), convertía esa tangibilidad en real. Sin embargo para Descartes la prueba misma de la existencia era la capacidad de una ente de poseer conciencia, de allí quedaba demostrada su existencia en el resto de la áreas del ser.

Es interesante que ese mismo planteo nos lo estamos haciendo desde hace unos años en cuanto a ser sintientes o poseedores de conciencia, al hablar de animales o más recientemente sobre algo que hablaremos y es el advenimiento de la singularidad de la inteligencia artificial, es decir el momento que la IA cobre conciencia de sus propios pensamientos, cobrará conciencia de su existencia.

La pasión por la normalidad

De acuerdo a los datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en el año 2030 (Getty Images)
De acuerdo a los datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en el año 2030 (Getty Images)

Siempre empezamos por la mente, somos lo que pensamos y actuamos en consecuencia, sin embargo se le da menos importancia que a lo físico, lo tangible. Esto se debe en gran parte al temor ancestral que generó siempre lo desconocido. El “loco” (lauca) aquel que no estaba en su lugar, que era el propio, ocupaba el lugar de lo extraño (estraneus, aquel de afuera, la extranjeridad a nosotros mismos como diría Julia Kristeva), “ex centrico” es aquel que está fuera del centro.

Los prejuicios, el miedo, los dogmas, hicieron el resto. La estigmatización allí sirvió de advertencia, la marca era de lo ajeno, la virtud el no poseer esa marca, y al igual que los otros extranjeros, los leprosos del medioevo, no poseer el estigma era la virtud.

De allí nuestra pasión por la normalidad o en la actualidad por lo que la reafirma, buscar ser lo más anormal posible así dando el famoso giro “total” de 360 grados que inevitablemente nos coloca en el mismo lugar solo que bajo otros disfraces, otras máscaras.

La estigmatización de las enfermedades mentales y sus múltiples circunstancias, es una forma de discriminación que afecta a millones de personas en todo el mundo. Se basa en la ignorancia, pero básicamente el miedo, y puede tener consecuencias graves para la vida de las personas que la sufren y sin mostrarlo para aquellos que creen que señalando se apartan de ello cuando ocurre exactamente lo contrario.

A veces las personas con síntomas de depresión son estigmatizadas por su entorno. Familiares o amigos creen que los afectados solo son vagos o que tienen desinterés por conectarse (Getty Images)
A veces las personas con síntomas de depresión son estigmatizadas por su entorno. Familiares o amigos creen que los afectados solo son vagos o que tienen desinterés por conectarse (Getty Images)

La estigmatización puede ser tanto externa como interna. La externa se refiere a la discriminación que proviene de la sociedad, mientras que la interna se refiere a la forma en que las personas estigmatizan su propia enfermedad mental. La neurasténica, la histérica, el obsesivo, el maníaco, el bipolar, la anorectica, en estos tiempos el psicópata, el narcisista, etc, no refiere a otra cosa que etiquetar para evitar quedar en el espejo de su propia mirada (como Narciso, que selló su destino no escuchando a la bellísima Echo). Así, el estigma, la calificación, la etiqueta nos protege casi mágicamente y al mismo tiempo permite la denuncia y la exclusión (otra vez el prefijo ex) de la anomalía.

La estigmatización interna se refiere a la forma en que las personas estigmatizan su propia enfermedad mental. A menudo, se sienten avergonzadas de su condición y se culpan a sí mismas por su enfermedad. Esto puede llevar a una sensación de desesperanza y a la creencia de que no pueden ser ayudadas.

Aquí tenemos el gran problema no solo de la percepción de la enfermedad sino la vergüenza social de aceptar un tratamiento científico, médico, pero con un nombre estigmatizado: psiquiatria. Todos entienden que si sufren un dolor en el pecho que se irradia a la mandíbula consultan a un cardiólogo, no ocurre lo mismo con la psiquiatria, con tanta campaña sobre los aspectos oscuros en una época que no se tenía ningún elemento y así la soluciones eran castigos en algunos casos. Hoy eso ha cambiado de manera absoluta.

Además, la estigmatización también puede tener consecuencias graves en el lugar de trabajo. Las personas con enfermedades mentales a menudo son discriminadas en el trabajo y tienen menos oportunidades de carrera. Recuerdo empezar hace años hablando de la psicóloga estadounidense Christina Maslach y el burnout. Cuánto hay que trabajar sobre la pérdida de sentido de la propia existencia al perder el de la función que le da un propósito y un significado.

Con la crisis global que produjo la pandemia por el coronavirus, aumentaron los casos de personas con síntomas de depresión. A tres años, hay personas que aún no accedieron a un tratamiento (Gettyimages)
Con la crisis global que produjo la pandemia por el coronavirus, aumentaron los casos de personas con síntomas de depresión. A tres años, hay personas que aún no accedieron a un tratamiento (Gettyimages)

La falta de conciencia también puede hacer que las personas que sufren de enfermedades mentales se sientan incomprendidas e incapaces de comunicarse con los demás. Pueden sentir que nadie los entiende y que no hay nadie con quien puedan hablar y especialmente que esto solo les pasa a ellos. ¿Cuántas veces he tratado a un paciente con un trastorno obsesivo compulsivo que cree estar loco? Esto puede empeorar su aislamiento y dificultar su recuperación.

La estigmatización que rodea a las enfermedades mentales y a la falta de conciencia en torno a ellas es una patología en si misma. Se comenzará a solucionar y dejamos atrás el miedo a romper esquemas y senderos prefabricados.

A pesar de que se han logrado algunos avances en los últimos años, todavía hay mucho por hacer para cambiar la percepción de la sociedad sobre la salud mental y para garantizar que las personas tengan acceso al tratamiento que necesitan, que es mucho, y no tiene nada de mágico.

A pesar de los obstáculos, hay razones para ser optimistas. En los últimos años, ha habido una mayor conciencia sobre la salud mental y el impacto que puede tener en la vida de las personas. Muchas organizaciones han trabajado para educar a la sociedad sobre las enfermedades mentales y cómo pueden ser tratadas.

Santo Tomás necesitó constatar las heridas de la cruz, el estigma, pero la enseñanza es que no es necesario tocarlas para valorar su existencia, tampoco usarlas como una marca que excluye y revictimiza.

Hoy empezamos aquí un camino. Como todo sendero iremos descubriendo donde nos lleva, quizás la clave sea vencer los prejuicios, la vergüenza y, especialmente, el miedo.

* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista

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