50 días con los chicos sin salir de casa y una gran preocupación: ¿fobia al mundo exterior?

A casi dos meses de que los niños dejaron de ir al colegio y se mantienen confinados entre cuatro paredes en medio de la pandemia por COVID-19, la visión de especialistas sobre los posibles miedos que podrían manifestar y los efectos del aislamiento en la infancia

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Se cumplen 50 días de encierro de los niños en casa (Shutterstock)
Se cumplen 50 días de encierro de los niños en casa (Shutterstock)

El viernes 13 de marzo fue el último día con los niños en las aulas, en la escuela de manera presencial. Las clases se suspendieron en todo el país el domingo 15 para contener el avance del coronavirus. 5 días más tarde, el Gobierno dispuso por Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) el aislamiento social, preventivo y obligatorio por el cual las personas deben permanecer en sus casas, salvo contadas excepciones. Los más chicos se encuentran en sus hogares hace 50 días, 1 mes y 16 días de corrido.

Ante esta situación, nunca antes vivida en la historia, los padres comenzaron a compartir su preocupación en redes sociales, en los grupos de WhatsApp y en sus salidas al trabajo, al supermercado o a la farmacia -oportunidad de esparcimiento vedada para los menores- ante el comportamiento inusual de sus hijos, algunos con marcada irritabilidad, estrés, dificultad para dormir y en donde el miedo a salir al mundo exterior manifestado los puso en alerta.

En este contexto, Infobae consultó a cuatro especialistas sobre los posibles miedos, fobias y efectos del aislamiento en la infancia y cada una de ellas dio su opinión sobre el tema.

Silvia Justo, licenciada en Psicología (UBA), especialista en psicología clínica (M.N. 9656), fundadora y directora de Cesamende (Primer Centro de Especialistas en Salud Mental de Villa Devoto):

Expertos en psicología opinaron sobre el encierro de los niños en casa tras la suspensión de clases (Shutterstock)
Expertos en psicología opinaron sobre el encierro de los niños en casa tras la suspensión de clases (Shutterstock)

La vivencia real de quien se ha quedado adentro, de buenas a primeras, y que no tiene posibilidad de salir es el lugar complejo que les toca atravesar a los niños en esta cuarentena. A diferencia del adulto que puede entrar y salir, el niño quedó absolutamente privado de su libertad. Ser niño en esta situación de encierro no es nada fácil.

El aparato psíquico, y mucho más el de un niño que está en plena estructuración, no puede procesar todo lo que le llega en forma sorpresiva, inesperada. ¿Pero cuáles son las respuestas que dan los niños a semejante irrupción que les llega de un día para otro como una prohibición arbitraria e incomprensible?

Ellos han perdido sus lugares habituales, sus encuentros presenciales con pares, con sus abuelos, el ritmo se rompió: no pueden ir a la plaza, ni al shopping, a todos esos lugares en donde encontraban el placer de lo lúdico.

El modo en que cada niño puede expresar su padecimiento frente a las diversas pérdidas que implican el encierro es a través de diferentes manifestaciones sintomáticas, siendo distintas estas expresiones debido a que el padecimiento en la condición humana es singular.

Lloran con frecuencia, supuestamente, sin causa aparente. La angustia pasa al polo motor y pueden moverse sin parar convirtiéndose así en niños hiperactivos, al no encontrar recursos de descarga física ya que no hay una plaza para correr, para andar en bicicleta o patear la pelota.

Aunque realizan diversas actividades, extrañan el mundo exterior y el contacto con sus pares (Shutterstock)
Aunque realizan diversas actividades, extrañan el mundo exterior y el contacto con sus pares (Shutterstock)

-El enojo, el estar agresivo - disfraces de la angustia -, son manifestaciones sintomáticas del encierro. La ansiedad en exceso los hace comer en demasía.

-La torpeza motriz comandada por la ansiedad desmedida, umbral de la angustia, toma el universo del niño aislado.

-El aburrimiento, la insatisfacción se presentan como la ausencia absoluta y real para ellos de un objeto que los entretenga.

Un niño puede pasar de ser un alumno atento en su rendimiento escolar a un niño con dificultades para sostener la atención en el aprendizaje virtual.

Los más chicos pueden hacer regresiones a etapas ya superadas como perder el control de esfínteres. También pueden volverse muy demandantes pidiendo la constante atención de sus padres.

Los más grandes tienen temor a la muerte de sus padres pero fundamentalmente a la de sus abuelos.

No hay una única respuesta frente a lo mismo.

Si para los padres el encierro se convirtió en lo imposible de soportar, si están angustiados, desbordados por el miedo, los niños - que son finos lectores del malestar de sus padres- pueden quedar tomados por el miedo del adulto, que en muchos casos se ha convertido en un virus más potente que el COVID-19. El miedo tiene un inmenso potencial cuya función para cada uno de los adultos es diferente.

Tomando en cuenta que el niño no tiene un psiquismo adecuado para metabolizar sólo esta situación, y si no tiene adultos con disponibilidad para ayudarlo a procesar la misma, el paso de los días puede tender a transformar la claustrofobia inicial en una progresiva agorafobia por transmisión del miedo de los padres al niño y por desplazamiento del miedo a estar en espacios cerrados al miedo a estar en espacios abiertos.

Las respuestas sintomáticas no son únicas y depende ,fundamentalmente, de cómo tramiten psíquicamente o cómo atraviesen los padres este encierro.

María Florencia González, licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires (M.N. 18.821):

Según la especialista la mayor parte de angustia proviene de los adultos (Shutterstock)
Según la especialista la mayor parte de angustia proviene de los adultos (Shutterstock)

Debemos saber que hay una diferencia entre la fobia configurada como un trastorno psicológico y lo que podríamos llamar manifestaciones angustiosas, temores, preocupaciones y miedos esperables que tienen que ver con el confinamiento y con esta situación excepcional de aislamiento social preventivo y obligatorio que estamos viviendo.

Si tenemos que considerar cuál sería el impacto que esto podría producir en los niños, como psicoanalista no podría establecer una generalización. El Psicoanálisis trata con la singularidad y con la significación particular que cada sujeto le da a los acontecimientos de su vida.

En el caso concreto de los niños para mí la clave está en la relación entre padres e hijos. Los niños, sobre todo los más pequeños, hasta determinada edad responden y reciben mucho lo que le transmiten sus padres. En los adultos sabemos que hay estructuras más fóbicas, las preocupaciones se ven más exacerbadas, el miedo al otro, al posible contagiado de COVID-19. El semejante se tornó peligroso. Entonces el riesgo está en que los padres trasladen esas angustias e incertidumbres a su entorno familiar. Ninguna situación es traumática per sé para los niños (obviamente estamos excluyendo los casos donde sucede alguna catástrofe, o muerte real). Se configura traumática de acuerdo a como quede significada la vivencia desde cada sujeto.

Los niños cuentan con herramientas propias, con sus fantasías, pueden encontrar sus refugios en los juegos, se interesan por sus amigos, cuentan con escolaridad virtual, cosa que a los adultos les cuesta más.

También vemos que las familias absorben la influencia de los medios de comunicación, de la televisión que es fuente de “noticias de urgencia”: preocupaciones, recomendaciones, cifras de contagiados y de muertos. Todo esto exacerba las angustias e incertidumbres tanto en los adultos como en los chicos quienes no están ajenos , ni por fuera de lo que los grandes transmiten y ellos mismos perciben.

El mayor punto de angustia proviene de los adultos, quienes en este momento tienen la función de contener, escuchar y comprender a los más pequeños. Esta es nuestra responsabilidad.

Seguramente en los chicos más grandes todo esto es distinto, depende de las edades. No es lo mismo un adolescente que está en un momento de mayor necesidad de independencia e intimidad, que un niño que está en la primaria o en el jardín de infantes. Cada edad también tiene su particularidad. No es bueno generalizar porque no somos todos iguales y tampoco tenemos todos las mismas realidades ni contextos sociales.

No es lo mismo transitar esta cuarentena en el seno de una una familia de clase media con ciertos privilegios que en una familia de bajos recursos, con una situación más precaria y de mayor vulnerabilidad.

Diría que no es posible hacer predicciones sobre el futuro, más bien debemos ocuparnos por darle lugar a lo que estamos viviendo y sintiendo, sabiendo que no contamos con todas las respuestas.

Celia Antonini, licenciada en Psicóloga (M.N. 10.494 / M.P. 5.239), especialista en trastornos depresivos:

La falta de ejercicio hace que los chicos puedan estar en este aislamiento con más irritabilidad, con mayor sensibilidad (Shutterstock)
La falta de ejercicio hace que los chicos puedan estar en este aislamiento con más irritabilidad, con mayor sensibilidad (Shutterstock)

El tema principal acá es que después de tantos días -50 jornadas- lo que empieza a suceder es que al no haber ejercicio físico, pueden aparecer síntomas y complicaciones en los chicos. Esto es porque el ejercicio físico favorece el desarrollo cognitivo y aporta muchos beneficios a la salud, sobre todo a la mental. La falta de ejercicio hace que los chicos puedan estar en este aislamiento con más irritabilidad, con mayor sensibilidad, con trastornos del sueño, con una tendencia a la obesidad. Ya han empezado algunos niños a subir de peso. Algunos están muy estresados, sobre todo aquellos que escuchan que sus padres se quedaron sin trabajo o no tienen dinero, o si está la televisión prendida todo el tiempo y se habla del peligro que corren las personas mayores. Depende de cómo es cada familia pero la televisión prendida todo el día no es algo que se pueda recomendar para donde hay chicos chicos en la casa.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que los chicos entre 5 y 16 años deberían hacer una hora de ejercicio físico por día. Estos 50 días sin la descarga física que es necesaria para un buen desarrollo cognitivo en la niñez y por eso está prevista en todos los colegios, es necesario el ejercicio físico.

Hay muchos chicos que ya empiezan a tener síntomas de estrés, al igual que los adultos. En los niños se puede ver a través de trastornos del sueño o que explotan por cualquier cosa. Lo que sí se recomienda es que los padres le cuenten lo que está pasando, le digan la verdad y que adecúen la forma de hablar a la edad del menor. La falta de ejercicio físico es lo más importante después de 50 días.

No se sabe hoy sobre las fobias. Esta es una situación en la que las consecuencias que va a tener la cuarentena todavía son desconocidas y no hay antecedentes de confinamientos de menores de más de 50 días en sus casas. Todo dependerá de la estabilidad emocional con la que esté el menor. Cuanto más trastornos emocionales tenga, más irritabilidad, cuanto más problemas tenga, probablemente alguno manifiesta fobia al exterior. Pero no se sabe, no se sabe que es lo que va a pasar o si esto va a traer consecuencias en el futuro, y si va a quedar esta situación en los chicos como algo agradable o como una situación traumática, dependerá de cómo cada uno la viva y el marco familiar que se tenga. Son todos interrogantes que se van a conocer con el transcurso del tiempo. Qué mella y que quedó en el cerebro, y cuanto lastimó o no, cuanto favoreció o no el desarrollo de un menor el desarrollo de esta cuarentena no se sabe todavía.

Sonia Almada, psicoanalista, (M.N. 22.366) especialista en Infancia y adolescencia y presidenta de Aralma asociación civil dedicada a la asistencia, investigación y capacitación en Infancia, adolescencia y familias

Los niños no participan de las decisiones (Shutterstock)
Los niños no participan de las decisiones (Shutterstock)

Hace muchos años describí en Argentina un síndrome denominado por auto encierro, en los años 2000, que ya existía en Japón, había más de 1 millón de jóvenes encerrados por decisión propia. Son chicos que les resulta muy difícil la vida en el exterior y la relaciones sociales, por lo que comienzan a encerrarse, rompen todo lazo social, dejan la escuela, se separan de amigos y familiares y se encierran en sus cuartos.

Las familias hacen lo que pueden dentro de la desorientación general y la angustia que provoca una situación sin precedentes. El primer momento del encierro pudo ser aprovechado para realizar actividades que antes no se hacían porque el trabajo diario no permite largas horas de convivencia. Pero las tareas educativas han sido excesivas.

Los niños no son sujetos públicos, no participan de las decisiones, no votan. La infancia es contada por las experiencias adultas, como un recuerdo. Nunca es un aquí y ahora. Apenas comenzado el aislamiento pensamos como tramitarían esta situación los más chicos.

Se ha dejado a los niños y adolescentes solos y encerrados aturdidos con tareas educativas, domésticas y de entretenimiento superficial. Se dejó solas a las familias, en cierto desamparo de cómo afrontar esta crisis. Necesitamos pensar y construir mecanismos para salir también de esta cuarentena, donde si salís te enfermás y si no salís también. La salud mental es fundamental. ¿Cómo hacer para construir salidas transitorias de cuidado de la salud psíquica y física de niños, niñas y adolescentes? Será el desafío de los próximos días.

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