
Si en 2015 alguien hubiera anticipado que el mapa agrícola de América se reordenaría por completo, pocos lo hubieran creído.
Sin embargo, la última década movió fichas que parecían fijas: la soja cambió de dueño, el maíz modificó su ritmo y la década lo impulsó con fuerza y el trigo sorprendió con nuevas tendencias.
Estados Unidos, Brasil y Argentina se mantuvieron en el podio mundial de los tres cultivos, pero lo hicieron con trayectorias muy distintas. ¿Qué pasó entre 2015/16 y 2024/25 para que el tablero quedara casi irreconocible?
Soja: el reinado cambió de manos
La soja fue protagonista de uno de los giros más notorios. Brasil pasó al frente con una producción que creció en promedio 6,9% anual, impulsada por la expansión de la frontera agrícola y mejoras en el manejo del suelo y la biotecnología.
La superficie creció 3,8% por año y la incorporación de nuevas zonas productivas lo llevó al liderazgo desde 2019/20.
En Estados Unidos, la oleaginosa perdió intensidad. Con un territorio que ya no permite grandes ampliaciones y con el maíz compitiendo por superficie, el crecimiento quedó casi inmóvil. Según el informe, alcanzó “cierta estabilidad” marcada por un “techo tecnológico” y por la falta de espacio para crecer.
En Argentina, la soja mostró un retroceso: la producción cayó 2,2% anual, la superficie se redujo 1,4% y los rendimientos bajaron 0,4%.
Entre las causas, se mencionan “derechos de exportación elevados, restricciones comerciales y escasa inversión en biotecnología”. La falta de incentivos económicos empujó a los productores hacia cultivos más convenientes.
Maíz: el cereal que cambió el juego
El maíz escribió una historia distinta. Brasil volvió a ser el más dinámico con un 7,6% anual en la producción, apoyado en la expansión del maíz safrinha y mejores rindes.
Estados Unidos, aunque estable en crecimiento, sigue siendo el mayor productor mundial. Con rendimientos altos (109,3 qq/ha en promedio) y una fuerte demanda interna –especialmente para etanol– mantuvo el liderazgo apoyado en tecnología, pero sin ampliar superficie.
Argentina mostró una década favorable: el maíz avanzó 3% por año. El impulso llegó con la siembra tardía, la eliminación de cupos a la exportación y un derecho de exportación más bajo que el de la soja.
Además, el cultivo ofrece beneficios para el suelo gracias a su sistema radicular, lo que incentiva a mantener o aumentar el área.
Trigo: recuperación en el sur, retroceso en el norte
El trigo dejó un panorama mixto. En Estados Unidos, la producción cayó 0,8% anual por una menor superficie y cambios en políticas que otorgaron más libertad para elegir cultivos. También influyó la competencia en el mercado internacional del cereal.
Brasil, en cambio, sorprendió: con un crecimiento del 6% anual en producción, logró mejorar rendimientos gracias a inversiones desde 2018 en genética y manejo de suelos, clave para producir trigo en climas subtropicales. El objetivo: depender menos del grano importado.
Argentina también vivió un ciclo positivo, con un incremento del 5,5% anual. La reducción de derechos de exportación y el fin de los cupos permitió ampliar el área e intercalar el trigo con soja y maíz.
Un nuevo equilibrio global
El cierre de la década dejó un resumen claro:
- Brasil se transformó en el motor regional con crecimiento simultáneo en los tres cultivos.
- Estados Unidos sostuvo su eficiencia con un modelo maduro, estable y de alto rendimiento.
- Argentina combinó avances y retrocesos: maíz y trigo crecieron, pero la soja perdió terreno.
¿La conclusión clave del informe? El futuro dependerá de adaptación tecnológica, gestión del riesgo climático y políticas que sostengan la inversión. Los próximos años dirán si este nuevo mapa agrícola se consolida o vuelve a cambiar de forma.
Fuente: BCCBA
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