
El peronismo está más unido que antes del martes de 10 de junio, cuando la Corte Suprema ratificó la condena de Cristina Kirchner en la causa Vialidad y dejó firme la sentencia del Tribunal Oral Federal N°2, por la que tendrá que cumplir 6 años de prisión y estará inhabilitada para ejercer cargos públicos de por vida.
Desde esa tarde fresca y espesa, en la que gran parte de la dirigencia peronista pasó por la sede histórica del PJ, hasta este fin de semana, en el que se están diagramando los detalles de la masiva movilización que se realizará para acompañar a la ex presidenta a Comodoro Py, el peronismo dio señales claras de reunificación y reorganización. Momentos y postales. Ninguno de esos movimientos pueden ser considerados definitorios.
La foto que quedó de la reunión que hubo el jueves en la sede del PJ es la de un espacio político que intenta encontrar un rumbo. La de una dirigencia que, mayoritariamente, se aglutinó detrás de CFK para manifestar su respaldo y ratificar, en un discurso unificado, que existe una intención manifiesta de la Justicia y el poder económico de querer proscribirla.
Una imagen que unió en la misma mesa a Máximo Kirchner, Sergio Massa, Ricardo Quintela, Juan Grabois y Guillermo Moreno. Nombres propios que han caminado disociados entre sí, que han estado distanciados o enfrentados con la ex mandataria, y que el jueves se unieron para consensuar una serie de acciones de protesta respecto a la condena judicial.

La foto de la unidad es una realidad a medias. No hay unidad real hasta que en esa imagen no aparezca Axel Kicillof. Es la pieza que falta. La que representa a un sector importante del peronismo bonaerense y del sindicalismo que está concentrado en los límites del Movimiento Derecho al Futuro (MDF). La del único gobernador kirchnerista de la Argentina.
“Quieren mostrar un supuesto peronismo unido, pero sin Axel”, reflexionó un funcionario provincial de estrecha relación con Kicillof. Es la sensación que quedó en La Plata después de una semana de cortocircuitos, reproches entre líneas, cánticos en contra y saludos helados. Por ese túnel de momentos incómodos caminó el Gobernador en los últimos cinco días.
En el kicillofismo duro dicen que a pesar de las hostilidades, no se irán de Unión por la Patria (UP). “No vamos a romper”, repiten. Piensan que el camporismo busca que Kicillof pegue el portazo para acusarlo de romper el peronismo. “Nosotros buscamos unidad. Y vamos a trabajar por eso”, dicen una y otra vez en la agrupación ultra K, en la que consideran que el Gobernador se victimiza y no se hace cargo de la reacción negativa que generó en la militancia.
Durante la semana, Máximo Kirchner fue de los pocos dirigentes que hizo alusión a la interna. “Hay algunos que piensan que si no estamos nosotros pueden crecer, pero cuantos más seamos mejor“, fue el dardo que lanzó el diputado nacional con una dirección más que clara. Los mensajes entre líneas son una constante en la interna K. Digo sin decir, pero con la claridad necesaria para que se entienda.

En el cristinismo sigue vigente la idea de que Kicillof no apuesta a construir un proyecto conjunto y que ha errado en su decisión de buscar absoluta independencia en esta instancia del año electoral. “No nos vamos a olvidar que rayó y limó el liderazgo de Cristina”, sentenció un dirigente camporista de la primera línea.
En ese punto reside uno de los mayores cuestionamientos. En el cristinismo, pero particularmente en La Cámpora, hay sectores que no aceptan la decisión de Kicillof de querer imponer condiciones en una negociación con CFK. Entienden, en una concepción ultra verticalista de la convivencia política, que el Gobernador debería acatar los lineamientos de la líder. Eso ya no sucederá.
La tensión en el vínculo está más que expuesta. Cuando se recurre a los formalismos para explicar las ausencias, se entra en un terreno donde resulta difícil explicar lo inexplicable. En cualquier otro momento de la historia del kirchnerismo, Kicillof hubiese estado presente en la reunión del jueves en el PJ, en el instante en el que CFK conoció la condena y en el departamento donde reside la ex presidenta.
La condena a la ex mandataria se convirtió en un punto de encuentro momentáneo. El desafío que tiene el peronismo es utilizarlo como base de reorganización política y electoral. El día después de que quede detenida, la fuerza volverá a enfrentar el calendario de elecciones y tendrá que, inevitablemente, apurar las negociaciones internas para competir en una lista conjunta. Hay intenciones de acordar, pero siempre está presente la posibilidad de una fractura expuesta.
“Si La Cámpora no acepta el lugar que tiene Axel, será difícil cerrar un acuerdo. Ellos parecen encaminarse a ser una minoría intensa”, definió un funcionario bonaerense que forma parte del MDF. El viernes el ex intendente de Ituzaingó Alberto Descalzo le puso voz a la avanzada kicillofista cuando aseguró que “el camino abierto por el MDF es imparable”. Ese es el sentimiento que atraviesa a los embanderados en el proyecto que lidera Kicillof.
Detrás del monotema que tiene a CFK en el centro de la escena, hay una postura consistente del esquema de Kicillof que no se ha modificado en los últimos vertiginosos y tumultosos días. En La Plata creen que hay que dejar pasar la semana que viene, donde la ex presidenta quedará detenida, y después volver a sentarse para buscar un acuerdo. El calendario electoral los apremia. El tiempo pasado se consumió por una interna furiosa que, por momentos, no tuvo demasiado sentido.
“Esperemos que prime la cordura”, afirmó uno de los principales referentes del MDF. La discusión sobre la candidatura de la ex jefa de Estado ya quedó archivada. En breve debe empezar el debate por el armado de listas. Hay tiempo hasta el 19 de julio. Queda poco más de un mes. En el medio del caos que es el peronismo, no parece ser demasiado tiempo.
Sin CFK en la cabeza de la lista por la tercera sección electoral, Kicillof puede volver a pelear por el control de la lapicera. La jugada de la ex mandataria había obturado el poder de decisión del Gobernador sobre la designación de nombres en la sección más populosa y más influyente en la elección bonaerense. La ex vicepresidenta estará detenida, pero eso no la invalida para dirigir y jugar fuerte en el tablero político. Resistirá y tratará de imponer condiciones. La batalla por el poder sigue, aunque ahora todo parezca diluirse.

“La premisa es que cualquier alquimia de unidad tiene que tener como principal punto fortalecer a Axel”, sostienen en el MDF. Esa es una de las grandes batallas internas. Para esa estructura política lo primordial es que el Gobernador tenga el respaldo de todo el peronismo, teniendo en cuenta que es de los pocos mandatarios que quedó en pie en la última elección.
Para el camporismo lo más importante es que todo el resto del espacio político entienda que hay una sola líder y una sola conducción: Cristina Kirchner. Cualquier sublevación está teñida de una traición. Pensar un acuerdo en esos términos de diálogo cruzado resulta ser inviable.
La unidad real del peronismo necesita de un acuerdo sólido entre el cristinismo y el kicillofismo. Actualmente no están dadas las condiciones para que eso suceda. El objetivo de mínima es acercar posiciones y diseñar las listas bonaerenses en conjunto. Lograr ese solo objetivo ya parece ser una tarea bastante dificultosa.
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