
El deterioro de la política acaba de sumar una nueva entrega. La Vicepresidente y dirigente más gravitante del oficialismo acaba de vincular directamente al principal espacio opositor con el ataque sufrido hace poco más de dos meses en las puertas de su piso de Recoleta. Nada conmueve: ni el mensaje de Cristina Fernández de Kirchner (un tuit), ni la respuesta opositora (un par de comunicados), ni la reacción del resto del Gobierno (el silencio). No hay registro de la gravedad de la denuncia como hecho, incluso -o también- en contraste con lo que expresa ese capítulo en la causa judicial. El resultado es otra señal de utilización y banalización del tema.
Desde que se produjo el atentado contra CFK, el oficialismo puso en la mira a la oposición, aunque no en sentido material sino como generadora de un “clima de odio” que finalmente podía alentar este episodio. Utilizó políticamente el tema, en lugar de sacarlo del prematuro juego electoral y colocarlo en escenario de repudio colectivo e institucional. Eso mismo funcionó en contra de la credibilidad del mensaje oficial.
El kirchnerismo fue más lejos. Y en rigor, la denuncia vía Twitter de la ex presidente contra el diputado Gerardo Milman terminó siendo la expresión más clara de las operaciones que desde hace rato buscaban involucrar sin vueltas a sectores de la oposición con el ataque. La otra pata está constituida por las referencias al “financiamiento” directo o indirecto al grupo de los copitos, sumada todo a la descalificación de lo actuado por la jueza María Eugenia Capuchetti.
En términos prácticos, esta ofensiva se traduce en la recusación de la jueza, planteo que a su vez demoraría el final de la etapa de instrucción del caso. En cuanto al discurso, escala en las cargas sobre el “partido judicial”, al cual acusan de quererla “presa o muerta”. Algo similar había expuesto CFK en su reaparición pública, en el acto organizado hace una semana por la UOM.
De hecho, el kirchnerismo viene motorizando una movida mayor, vinculada con la afirmación de la ex presidente en el centro del oficialismo -en la perspectiva del 2023- y el frente judicial que la atormenta, en especial el pronunciamiento del tribunal oral en la causa Vialidad. Se estima que la sentencia se conocería hacia fines de mes o principios de diciembre. No es el único caso que se está moviendo y en ese terreno se suma la batalla por mantener espacios en el Consejo de la Magisatrura.

En esa línea se anota la renovada tensión con la Corte Suprema, a raíz del fallo que repone por pocos días un sillón para Luis Juez en el organismo que selecciona y puede remover jueces, como representante de la segunda minoría del Senado. Y se lo niega al kirchnerista Martín Doñate. CFK volverá a sostener el lugar de su senador, en base a la maniobra que descalificó la Corte y el tema otra vez será judicializado. El oficialismo actúa sin fisuras en esta pulseada. Olivos sumó su rechazo a la decisión de la Corte, pero lo hizo con pronunciamientos de ministros y cuidando la exposición del Presidente.
Alberto Fernández mantuvo el silencio sobre la denuncia de CFK contra Milman. Viajó a París y allí dejó trascender que regresaría no un día antes sino un día después del acto que encabezará la ex presidente en La Plata, a medio siglo del primer regreso de Perón al país. La escala francesa y la posterior participación en la reunión del G20 son consideradas como parte del intento de recuperar oxígeno en el relegado lugar en que lo colocó la interna.
El Presidente hace rato endureció su discurso hacia la Justicia para sintonizar con CFK. No resultó suficiente en la valoración del kirchnerismo duro. Ahora, prefirió eludir el tema y cuidar su estadía en Francia y su participación en la reunión del G20, la semana que viene, en Bali.
Los ruidos también llegaron desde sus cercanías. La patética referencia de Gabriela Cerruti al homenaje de familiares de los muertos por COVID-19 trató de ser enmendada por un tuit formal. El uso político también en este terreno expresa desconsideración sobre las huellas que dejó la pandemia y el desmanejo del Gobierno en ese terreno, además de los escándalos por la vacunación inicial y por las fotos del festejo en Olivos.
Mientras el oficialismo dejaba esas postales, Juntos por el Cambio analizaba cómo plantarse frente a la carga de la ex presidente. Además de las declaraciones individuales de dirigentes y del propio Milman, hubo comunicados de diputados -el PRO y la UCR- y un pronunciamiento nacional de JxC. Fue una reacción medida, motorizada al parecer por consideraciones “tácticas” sobre la conveniencia o no de dar pelea en el terreno planteado por el kirchnerismo y salirse de la agenda pública, con renglones sobre la economía, la inflación y las causas que inquietan a CFK.
En otras palabras, la oposición evalúa que esa carga se diluye por los propios elementos de la causa abierta por el ataque a la ex presidenta -en este punto, la vertiente del falso testimonio- y que, por eso mismo, no debería darle trascendencia, más allá de dejar sentado el repudio formal. Llamativo: no estima que eso mismo sea grave.
El cuadro expone así los trazos gruesos del nivel de la disputa política. La utilización kirchnerista del caso estaría lejos de explicar que la oposición lo asuma también en términos de utilidad para calibrar la respuesta. Cerrarlo en ese plano banaliza la cuestión. Nada bueno para nadie.
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