
Un importante ministro del gobierno nacional negó con un tuit que Alberto Fernández le hubiera pedido operar para precipitar la salida de un importante ministro bonaerense. ¿Normal? Los ministros en cuestión son Eduardo “Wado” de Pedro, además referente de peso en La Cámpora, y Sergio Berni, de alineamiento directo con Cristina Fernádez de Kirchner. Todos remiten a jugadas mediáticas, cuando en rigor muchos saben y algunos alimentan la expresión externa de los conflictos domésticos que se suceden. Fuentes calificadas niegan en estas horas cambio alguno en el área de seguridad bonaerense. Del mismo modo, son rechazadas versiones sobre modificaciones en el equipo presidencial. Parece un juego estéril, si no fuera por el posible costo y el riesgo fuera del microclima del poder.
Las disputas entre Berni y la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, se han repetido en estos primeros siete meses de gestión. Fueron quizás las más ruidosas. Pero esta última entrega agregó un dato significativo en las versiones que se dejaron circular dentro del oficialismo: esta vez mostraban a la funcionaria en franca posición de pelea, no sorprendida por una escalada de Berni, sino decidida a confrontar. Eso fue traducido como fruto de una indicación presidencial motorizada por su propio enojo y destinada a ponerle fin a las cargas de Berni.
No sería la primera vez que Alberto Fernández comunica su malestar y que plantea el tema de forma directa o por otra vía a Axel Kicillof. Dicen además que pidió un compromiso de convivencia razonable, con modos reservados para dirimir diferencias. Kicillof siempre se mostró activo para bajarle el volumen al conflicto, con expresiones públicas como el último encuentro entre los encargados de Seguridad, que fue seguido por la difusión de la nueva pelea. Ese fue el ingrediente distintivo, o que al menos habría sido entendido de ese modo cerca de Berni y en el círculo más cercano a CFK.

Con ese cortinado de fondo, y a pesar de algunos gestos para bajar el tema de la cartelera pública, las versiones crecieron al punto de poner en duda la continuidad de Berni en el corto plazo. El ministro, que había sido muy contenido en su primer contacto con la prensa, habló después de “opereta” en su contra. En los días previos habían surgido además versiones sobre posibles cuestionamientos desde organizaciones de derechos humanos por denuncias de violencia institucional que involucran a la policía bonaerense.
Coincidencia al menos temporal, hubo una reunión –para nada inusual- de CFK con Axel Kicillof y su hijo Máximo, a la que se le adjudicó como tema destacado de análisis el caso de Berni. Dicen que ese no fue el eje. Lo cierto es que en paralelo, desde La Plata aseguraron que no está en discusión la permanencia del ministro de Seguridad. Parece lógico el mensaje y expone un reflejo básico de la política: la defensa de una pieza propia, aunque sea incómoda y hasta contraproducente, cuando el desplazamiento puede ser interpretado como una derrota política, interna o externa.
Con sensatez, y sin entrar en pormenores de la interna, hay quienes señalan por encima de todo que la realidad –y particularmente la realidad bonaerense- no daría margen para un cambio abrupto y conflictivo. Es un cuadro que combina el crecimiento de contagios de coronavirus –y la alternativa de una nueva etapa de mayores restricciones-, la delicada situación social y otra vez la inseguridad. Además, en el plano más cerrado en torno de la ex presidente, se destaca el valor de la “lealtad” del ministro, de larga trayectoria con CFK y de respaldo en momentos especialmente críticos de su gestión.

Claro que el kirchnerismo duro tampoco puede mirar hacia otro lado en esta etapa de cruces recargados. Varios integrantes del gabinete nacional son alcanzados por ácidas críticas desde esas filas. Han circulado cuestionamientos a Santiago Cafiero y también a los ministros Claudio Moroni, María Eugenia Bielsa y más levemente, Matías Kulfas. Ultimamente, Ginés González García vio cuestionado su escudo de referente “histórico” en políticas sanitarias. Son, se advierte en respuesta a las especulaciones sobre cambios de gabinete, funcionarios intocables para el Presidente. A la regla política referida se agregaría en algunos casos la amistad.
De manera algo contradictoria, asoma a la vez la concepción del desgaste de imagen como un tema de comunicación o de disputa en el terreno mediático. Es un dato que remite, por otra parte, al alto grado de exposición del Presidente, en continuado y por momentos colocando casi al mismo nivel de atención un anuncio oficial y la respuesta a alguna crítica.
En ese contexto, asoman cada tanto reclamos internos de mayor protagonismo de ministros y referentes, algo así como la constitución informal de un batallón mediático. Nada nuevo. Evaluaciones y respuestas similares se expresaron en otras etapas: desde el Grupo Rating en años de Carlos Menem, pasando por experiencias similares en las gestiones kirchneristas, hasta ensayos parecidos en la etapa macrista. No resultaron y más de una vez potenciaron conflictos de entrecasa.
Otra paradoja del microclima.
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