
Alberto Fernández confía en Martín Guzmán y considera una obviedad que los bonistas internacionales cuestionen la estrategia de su ministro de Economía y hayan iniciado una deliberada campaña de acción psicológica para afectar su capacidad de negociación a pocas semanas del sprint final entre la Casa Rosada y los poderosos acreedores privados.
“Si un deudor le dice al acreedor que no le puede pagar hasta dentro de tres o cuatro años, es razonable que esté caliente”, comentó el presidente en la intimidad de Olivos, mientras chequeaba los mensajes del celular y su gaseosa -sabor pomelo- reposaba en la mesita baja de su despacho privado.
-Los fondos dicen que la oferta que les presentó Guzmán es inconsistente y que los lleva al default-, comentó un miembro del gabinete.
-Guzmán no presentó ninguna oferta. Todavía es un secreto de Estado-, replicó Alberto Fernández.
-Los Fondos dicen que Guzmán ofertó no pagar los intereses este año, un uno por ciento en 2021, y entre 2 y cinco a partir del 2022. Eso dicen los bonistas que estuvieron en Buenos Aires-, agregó el funcionario cuando caía la tarde en la quinta presidencial.
-No sé que dicen los bonistas. Pero la oferta ya está, todavía es un secreto de Estado, y Guzmán aún no la comunicó a los fondos de inversión-, cerró Alberto Fernández.

Martín Guzmán recibió a Pimco, BlackRock, Ashmore, Gramercy y Macrosinergy, entre otros fondos de inversión, y las conversaciones quedaron en un punto muerto. Ese punto muerto -explicaron a Infobae voceros del gobierno y de los bonistas- fue causado por el método lacónico de Guzmán para explicar la estrategia presidencial y la expectativa de los fondos de inversión que pensaban que llegaban a Buenos Aires y accedían a la oferta del Ministerio de Economía.
La propuesta del gobierno a los acreedores privados será presentada en la última semana de abril. Y para que ello ocurra es necesario que sucedan ciertos eventos en Washington, Buenos Aires y New York, adonde el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Departamento del Tesoro, los bonistas que operan en Wall Street, los bancos colocadores -Bank Of America, HSBC-, el asesor financiero -Lazar-, Alberto Fernández y su ministro Guzmán exhibirán distintos grados de protagonismo.
Esa cadena de acontecimientos técnicos, burocráticos, financieros y políticos determinarán los detalles exactos de la oferta que Guzmán presentará a los bonistas bajo legislación extranjera. Se trata de una situación extraña y paradojal: intereses contrapuestos, miradas ideológicas cuasi antagónicas, y distintas responsabilidades privadas y públicas, causarán un resultado económico, financiero e institucional que puede marcar la historia de la Argentina en los próximos cincuenta años.

La confianza del presidente respecto a su ministro de Economía está blindada. Alberto Fernández confía en los criterios técnicos de Guzmán, lo dejó avanzar en los procedimientos de contrataciones, y solo se puso al frente para contener con diplomacia el lobby que llegó desde Estados Unidos y Europa.
El jefe de Estado escuchó las razones de Ana Botín a favor del Banco Santander, que pretendía ser contratado como agente colocador de los nuevos bonos que deberán emitirse tras los acuerdos con los fondos de inversión. Alberto Fernández conoce a Botín desde hace muchísimo tiempo. Y sirvió de nada: Guzmán contrató como bancos colocadores al BOFA y al HSBC.
Pese al respaldo presidencial, Guzmán es cuestionado dentro del Frente de Todos. Las críticas al ministro apuntan a su mirada ideológica de los mercados y a su escasa capacidad de conectar con los fondos de inversión. Dentro de la Casa Rosada, y también en el Congreso, se asegura que Guzmán está encorsetado por sus papers académicos y que esa cerrazón política puede desembocar en un default no querido.
“Esos son chismes palaciegos. Guzmán cumple su papel en la negociación, y ejecuta una estrategia que pensamos en detalle. La idea es honrar la deuda, y pagar cuando sea sostenible. No vamos a caer en default”, reiteró Alberto Fernández a sus asesores.
-¿Y cuándo creés que estará cerrada la negociación con los bonistas?-, le preguntaron.
-Se atrasó unos días. No más allá de abril-, completó Alberto Fernández.
Olivos ya estaba en penumbra, y los canales informaban -una y otra vez- que la Mesa de Enlace había decidido cuatro días de paro. El presidente se levantó de su sillón, miró un instante por la ventana, y concluyó: “Estoy a favor del diálogo, la ley me permite subir las retenciones, y les avisé”.
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