Salvados por Francisco: cómo es el libro sobre la actuación del Papa durante la Dictadura

En su nuevo libro, el historiador Aldo Duzdevich narra las gestiones de Jorge Bergoglio, por entonces un sacerdote jesuita, para ayudar a jóvenes perseguidos por los militares

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Nos llevaste en tu auto a San Miguel. Me pediste que tratara de ocultarme y que no mirara el camino que íbamos a hacer. Pensé: "¿Se habrá dado cuenta este curita del riesgo al que se está exponiendo?". Entonces no sabía que eras el Provincial de los jesuitas. En San Miguel me dijiste que me sacara el anillo de casado y simulara que estaba haciendo un retiro espiritual como si fuera a entrar en la Compañía […].

Una mañana me llamaste a tu escritorio. Estabas con mi hermano y nos redactaste el plan que íbamos a seguir. Nos llevaste al aeropuerto en tu auto y nos acompañaste hasta el último momento. El aeropuerto era de esos puntos clave controlados por militares y policías de civil. Pasamos los controles y nada ocurrió. […]. Volamos a Iguazú y nos fuimos caminando hasta la frontera sin tomar taxi ni ómnibus, como nos habías sugerido. Ahí esperamos el último barco, que era el de los contrabandistas, donde los controles militares aflojaban un poco. Pasamos a Brasil y nos tomamos un ómnibus a Río de Janeiro. Allí me despedí de mi hermano, Juan, que me había acompañado en todos esos difíciles momentos. Al tiempo, me refugié en las Naciones Unidas y volé a Alemania, donde me dieron asilo político…

Hace unos días, yo estaba con unos amigos y sonó el celular. Era mi hermano, que me gritaba del otro lado: "Gonzalo, ¿te enteraste? ¡Han nombrado Papa a Bergoglio!". Pero casi al mismo tiempo empezaron a salir noticias en los diarios, en programas de radio, donde se te acusaba de haber colaborado con la dictadura, de haber traicionado a dos jesuitas, etc. Llamé entonces a mis hermanos para que vinieran a cenar a casa y les conté que pensaba salir a la prensa y contar todo lo que habías hecho por mí. En las entrevistas, puse siempre el énfasis en la lucidez y el valor que tuviste no solo en lo personal, sino también en lo institucional, al correr esos riesgos por mí, que era un desconocido. […] El día de tu asunción pediste que rezáramos por ti. Yo le pido a Dios que en esta vida que comienzas ahora tengas la misma lucidez, valentía y compromiso que tuviste hace treinta y seis años en circunstancias tan difíciles. Me quedé con ganas de darte un abrazo y las gracias.

Gonzalo Mosca

P. D. Nunca pensé que le iba a escribir una carta al Papa

El relato de Gonzalo sorprende y motiva a pensar. Si no supiéramos que se trata de Jorge Bergoglio, podríamos imaginar que quien lo ayudó fue un experimentado militante revolucionario. Las medidas de seguridad y el plan de fuga no se corresponden con los de una persona que brinda su apoyo a alguien por primera vez. Comienza llevándolo "tabicado" (mirando hacia abajo para que no reconozca adónde lo conducen), realiza maniobras de "contraseguimiento", lo esconde en el tercer piso del Colegio Máximo de San Miguel, le detalla el plan de fuga al extremo de sugerirle el último barco de los contrabandistas o "bagayeros" y, finalmente, se expone por entero acompañándolo a tomar el avión cuando los aeropuertos eran un hervidero de policías y "marcadores". Eso significa que el joven Jorge Bergoglio no era un improvisado, sino que poseía cierta experiencia y pericia en protección y fugas. Y utilizó los instrumentos a su alcance para salvar muchas vidas. Seminaristas, sacerdotes y estudiantes cercanos al mundo jesuítico argentino lograron sobrevivir en virtud del coraje de ese sacerdote.

En cada momento de la historia, las personas ocupan un lugar desde el cual tienen mayores o menores posibilidades de lidiar con su contexto. Por eso es equívoco trasladar al actual Papa Francisco, antes cardenal Jorge Bergoglio, a los años de la dictadura sin antes describir ese contexto. Hacerlo llevaría al gravísimo error de confundir el rol de un superior de la orden jesuita con los niveles más jerárquicos de la Iglesia católica argentina.

Bergoglio no tuvo militancia política en los años setenta. Pero, por el papel de responsabilidad que le tocó desempeñar desde 1973 en su cargo como Superior de la Compañía de Jesús, la tragedia lo rozó muy de cerca y lo convirtió en un sobreviviente más.

Sin embargo, a partir del miércoles 13 de marzo de 2013, fue sentado sin más en el banquillo de los acusados. Eran las 15.07 cuando de la Capilla Sixtina, en el Vaticano, comenzó a salir el humo blanco que indicaba que los cardenales habían elegido un nuevo Papa. Entonces el protodiácono Jean-Louis Tauran anunció: "Habemus Papam".

Se trataba del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, que adoptaría el nombre de Francisco. Era el primer Papa latinoamericano y jesuita de la historia. En la Argentina, la palabra para describir el momento fue "sorpresa". Es que ni los más avezados analistas habían otorgado chances a Bergoglio. En un país futbolero, un conocido periodista de televisión incluso llegó a decir: "Bergoglio tiene menos chances de ser Papa que yo de ser el diez de Boca". De inmediato la conmoción se trasladó al ámbito político. La entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner emitió un breve comunicado que decía: "En mi nombre, en el del gobierno argentino y en representación del pueblo de nuestro país, quiero saludarlo y expresarle mis felicitaciones con ocasión de haber resultado elegido como nuevo Romano Pontífice de la Iglesia Universal. Le hago llegar a Su Santidad mi consideración y respeto". El presidente de Ecuador, Rafael Correa, tuiteó: "¡Tenemos Papa latinoamericano! ¡Vivimos momentos históricos sin precedentes! ¡Que viva Francisco!". Por su parte, Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, expresó: "En nombre del pueblo brasileño, felicito al nuevo Papa Francisco I y saludo a la Iglesia católica y al pueblo argentino". Incluso la entonces diputada opositora Elisa Carrió celebraba la noticia: "Es el mayor signo de tiempos distintos. Para mí es una fiesta".

Papa Francisco (Foto: Reuters)
Papa Francisco (Foto: Reuters)

Sin embargo, el diario más cercano al kirchnerismo, Página/12, tituló en tapa "¡Dios mío!", a la vez que sostenía: "El alto prelado ha sido denunciado por complicidad con la dictadura militar, mantuvo una relación conflictiva  con los gobiernos kirchneristas y fue un tenaz opositor del matrimonio igualitario y las políticas de educación sexual y salud reproductiva". La prensa mundial recorrió ávida los links de información argentina buscando datos sobre el perfil del desconocido cardenal devenido en Papa. Y a partir de las dudas sembradas por algunos medios locales poco tardarían en dirigir la mirada hacia el rol de Jorge Bergoglio durante la dictadura militar.

Menos conocidas son las críticas que recibió de los sectores ultraconservadores de la propia Iglesia. Antonio Caponnetto, director de la revista de la derecha católica Cabildo, desde hacía muchos años se ocupaba de calificar a Bergoglio de "colaborador del marxismo internacional". Ya en mayo de 2010 comentó el libro El Jesuita, de Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti, aparecido para esa fecha: Son páginas sin desperdicio para medir el fondo del pecado y del temor servil al que ha llegado este desventurado. Su afán de mostrarse colaboracionista del marxismo alcanza aquí a su punto culminante. […] Durante aquellos años, la patria argentina fue blanco de una guerra declarada, conducida y financiada por el Internacionalismo Marxista como parte del programa total de la Guerra Revolucionaria. En esa contienda, Bergoglio estuvo del lado de los enemigos de Dios y de la Patria. […] Emocionada con los altos y muchos servicios que su amigo, el Padre Jorge, prestaba a la causa [la abogada Alicia] Oliveira recuerda que no solo puso el Colegio Máximo al servicio del ocultamiento de los zurdos, sino la misma Universidad del Salvador, pues "muchos nos fuimos a resguardar allí". Ella, en efecto, dictaba Derecho Penal con Eugenio Zaffaroni.

Como se puede apreciar, si desde la izquierda se lo acusaba de colaborar con la dictadura, desde la derecha (con mucha menos prensa) se lo acusaba exactamente de lo contrario. Si Bergoglio fuese hoy un cura jubilado y viviera en la vieja casona del barrio porteño de Flores como era su plan, el hecho sería una anécdota más entre las miles que existen sobre aquellos años tan difíciles. Pero pasó a ser Francisco, el gran reformador de la Iglesia.

Ni aquel Jorge ni este Francisco merecen que reiterada y persistentemente se sigan agitando sombras oscuras de su pasado, sombras que lograron confundir incluso a los sectores que hoy coinciden casi totalmente con su pensamiento y acción. Como el propio Bergoglio escribió en 2010 en Sobre el cielo y la tierra, en coautoría con el rabino Abraham Skorka: "Un análisis histórico siempre hay que realizarlo con las pautas de la época, con su hermenéutica. No para justificar los hechos, sino para entenderlos". Si bien varios de sus biógrafos argentinos y extranjeros tocaron el tema de sus años como Provincial de los jesuitas y su papel en la convulsionada década de 1970, no existe una investigación exhaustiva sobre esa etapa que pueda mostrar otra visión y equilibrar los ríos de tinta vertidos para descalificar a Jorge Bergoglio. Es hora de intentar subsanar el error.

El texto es el prólogo del nuevo libro "Salvados por Francisco. Cómo un joven sacerdote se arriesgó para ayudar a perseguidos por la Dictadura", de Aldo Duzdevich (Ediciones B)