Las “celebraciones” por el bicentenario de la declaración de independencia en el 2021 y la Batalla de Ayacucho en el 2024 fueron opacadas por una crisis política y social que no ha terminado. Lo cierto es que la reflexión sobre los caminos que ha transitado el Perú durante 200 años de república no ha calado en la mayoría de la ciudadanía, pero existen publicaciones que constantemente nos recuerdan la importancia de esta tarea postergada.
“En el umbral de lo desconocido” (2024) de la doctora Carmen Mc Evoy explora los orígenes del proyecto de país al mismo tiempo que analiza la coyuntura nacional, la misma que día a día refleja lo lejos que está el Perú de ostentar el título de República. En conversación con Infobae Perú, la historiadora advierte sobre los peligros de lo que sería una inevitable anarquía.

El Perú no ha superado la barrera de ser un proyecto de república. Luego de 200 años de historia, ¿cómo entender ese concepto?
La república tiene dos pilares establecidos por los padres fundadores: la institucionalidad y la ciudadanía. Después de 200 años los dos se están viniendo abajo. Por un lado, la violencia en las calles ya es insoportable y el balance de poderes todos los días se está rompiendo. Existía un proyecto republicano y en el camino la guerra lo fue destruyendo. Al no poder concretar este modelo institucional, porque son finalmente soldados los que asumen la construcción de la república, nos quedamos con lo que tenemos ahora llevado a unos extremos insoportables: un Estado prebendario por un lado y una explosión delincuencial que no tiene control alguno por el otro.
¿El ser un país geográficamente tan grande sería una de las razones por las que el proyecto republicano no prosperó?
Eso lo dice (Bernardo de) Monteagudo. Es imposible una república en un territorio tan grande, con tanta diversidad y conflicto interno. Sánchez Carrión le contesta que efectivamente es una apuesta difícil, pero que en una monarquía seríamos excelentes vasallos, pero nunca ciudadanos. Ellos están apuntando a una república federal, una en la que hay autonomía municipal y provincial, pero no se logra.
¿Habría que volver a debatir el federalismo?
Yo creo que sí. Hay que volver a la piedra fundacional de la república que es la municipalidad. Desde ahí, explorar proyectos con cierta autonomía que lentamente nos convoquen a lo que es una república. La república es una asociación de asociaciones. Primero se debieron poner estos cimientos sólidos y después construir este edificio y no al revés.

¿El republicanismo siempre fue para usted el proyecto que el Perú debía abrazar o en el camino de sus investigaciones otras propuestas empezaron a llamar su atención?
No hay que ver al republicanismo con los ojos del siglo XIX. Fue un modelo imaginado por hombres ilustrados, no tiene la inclusión que quisiéramos ver. Por otro lado, tiene ideas muy poderosas como la justicia, la libertad y la felicidad. Los cimientos republicanos todavía son válidos, pero hay que volverlos a definir.
El Perú suele repetir ciclos históricos. ¿A qué momento de nuestra historia se parece la crisis que estamos atravesando?
No hay que ser absolutamente optimistas porque esta es una situación gravísima. Esta es una suerte de momento parecido a las posguerras. La posbatalla de Ayacucho también es un momento de anarquía, guerra civil, descalabro económico y lucha por el poder. Tenemos la anarquía de los 30 y la posguerra del Pacífico. El Perú cíclicamente ha llegado a sus límites y después ha tomado fuerza para reinventarse. Yo creo que tocamos fondo en 1871 cuando es asesinado José Balta y se cuelga a los hermanos Gutiérrez, pero como viene la Guerra del Pacífico no hay momento para reflexionar. Ahora habría que reflexionar aunque no vayamos a encontrar las soluciones para este momento. Aun así, vale la pena pensar sobre lo que queremos para el siglo XXI.
¿Los grupos manchados por corrupción, los que promueven la xenofobia y el racismo tienen espacio en esa conversación?
Tienen que entrar todos los que quieran dialogar. Los que están metidos en sus propios núcleos de corrupción o que trafican mujeres, droga y minerales quizás no les interese este diálogo.
Siendo realistas, no harán caso a ese llamado.
A ellos no les interesa porque están defendiendo sus territorios. Esta es una guerra territorial. Lo triste de la situación, que yo creo que es la más dramática que ha vivido el Perú, es que el Estado ya no tiene llegada. En el proyecto “Diálogos por el Perú” nos hemos dado cuenta de que si vas a diversos puntos del país, hay un interés por un reencuentro y una discusión sobre el Perú. Hay que llegar a los lugares donde el diálogo es una posibilidad y el resto se quedará fuera por decisión propia.
¿Qué vallas encuentra en el camino ese interés por el diálogo?
El interés personal. Esto lo identificaron los primeros republicanos, ellos le tenían miedo a la corrupción y la anarquía. Saben que se van a enfrentar al interés personal y lo dice Luna Pizarro: “El gran problema de la república son los intereses personales que atentan contra el bien general”. ¿Cómo convencer que el bien general nos va a favorecer a todos? Yo creo que ahí está la clave del éxito de cualquier diálogo.
¿Frente a este debilitamiento de las instituciones y del Estado, la anarquía es un momento inevitable?
No solo eso, si la crisis se torna más complicada, la salida siempre ha sido la dictadura. Eso es lo que está ocurriendo en muchas partes del mundo, el miedo del desorden social te lleva a los brazos del dictador y eso sería un terrible daño a la democracia. Estamos avanzando hacia ese camino.

Algunos dirían que ya estamos en una suerte de dictadura.
Lo que pasa es que no conocemos dictaduras de las reales.
¿Ya no las hemos conocido?
Esa dictadura es la venezolana, la que te roba las elecciones de manera descarada.
En el 2000 nos ocurrió lo mismo.
Claro, pero ahora estamos tu y yo conversando, todavía nos permitimos criticar. Hay que preservar estos espacios democráticos, apreciar lo que tenemos. Es verdad que estamos lentamente moviéndonos en una suerte de dictadura congresal en la que se imponen leyes que no representan a la mayoría. Se está rompiendo el equilibrio de poderes. Ante eso, ¿qué va a pedir una población cansada? Te pide un sistema más duro y empieza a circular la idea de la pena de muerte. Vienen las soluciones en la que los derechos humanos empiezan a ser amenazados.
Ante a esta situación, ¿es legítima la llegada al poder de un caudillo que no defiende posturas que amenacen a los derechos humanos, pero sí abrace el clamor ciudadano?
A ello se le llaman las dictaduras organizadoras, pero creo que no. Creo que los peruanos vamos a reaccionar. ¿Hablas de una suerte de golpe de Estado blando en el que no nos damos cuenta y lentamente caemos en manos de un autoritarismo?
Exactamente. Es algo que no quisiéramos que suceda, pero ya se ha repetido en diversos espacios.
En la medida que el Estado no cumpla con su deber de cuidarnos, la población se va cansando y pierde la confianza en la Policía o las fuerzas del orden. Eso lleva a pensar en la figura mesiánica y el remedio termina siendo peor que la enfermedad.

Tenemos poca data sobre las encuestas de hace más de 50 años, pero ¿hay algún gobierno en nuestra historia republicana con tan poca legitimidad?
Creo que no. Es una secuencia de errores como la no rectificación, el uso de la violencia indiscriminada y la frivolidad que van minando la legitimidad. En un momento tan dramático no eres capaz de entender que tu presencia tiene que ser legítima en términos de ética y servicio y estás pensando en otras cosas.
¿Qué espacio tiene el diálogo cuando el día a día de los ciudadanos es sobrevivir? No hay tiempo para dialogar para una gran mayoría
Hay que hacerse el tiempo. El diálogo no tiene que empezar con grandes abstracciones, sino que pasa por el parque público, el mercado o en tu distrito. En los comités vecinales se puede empezar a practicar el diálogo por el bien público para potenciarlo con elementos que interesen a todo el Perú. Hay que empezar con lo pequeño.
Hemos hablado de las críticas a la clase política y militar, pero no quería desaprovechar esta conversación para también hablar de la prensa. ¿Qué papel hemos cumplido y qué tan bien nos hemos comportado en estos 200 años?
La prensa nace como el cuarto poder desde el día uno. Ahora está cada vez viviendo más lo coyuntural. A la prensa ahora la distrae si la presidenta fue a Mykonos o con quién estaba. Estamos perdiéndonos en esos pequeños detalles y no planteamos un proyecto nacional a futuro. Hay que volver a contenidos en el largo plazo, referentes en el tiempo que nos permitan hacer ciertas comparaciones. Yo hago columnas y en cierta medida practico la labor informativa, pero siempre trato de que en mis textos existan contenidos que dejen una lección y que permitan entender que hay una memoria histórica a la que podemos recurrir. Si no te quedas con un coyuntura suelta y las personas se confunden. Uno termina por no ver las noticias, ya no leen los periódicos y evaden la información. Una prensa que vuelva a los contenidos sería decisiva para este momento tan difícil que estamos viviendo.
¿En el caso de los historiadores e historiadoras no existe el peligro de encasillarse en la discusión sobre el pasado y terminar siendo ajeno a las acciones que hacen falta en el presente?
Yo no evado la coyuntura, no evado “ciudadano Chibolín”, las violaciones, ni el horror, pero siempre trato de ponerlo en un contexto que nos permita pensar hacia atrás y adelante. Sin la memoria te quedas confundido y con la sensación de que no hay una salida posible. Dar esperanza probablemente también es parte de nuestra tarea.
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