La ciencia ha avanzado a pasos agigantados durante los últimos años. Actualmente convivimos con lo que fue un sueño para nuestros antepasados, responsables de sentar las bases para el desarrollo en áreas como la medicina, la física, la tecnología, y demás. Lo cierto es que esto nos lleva a mirar al futuro con la certeza de que el ser humano camina hacia lugares inexplorados.
Un área donde se puede apreciar este desarrollo con más frecuencia es la carrera espacial. Desde que el hombre puso un pie fuera del planeta, no ha apartado la vista del cielo y se ha esforzado por conocer poco a poco los misterios que encierra el mundo más allá de nuestra atmósfera.
Como resultado, la cantidad de personas que buscan involucrarse en este sueño ha aumentado con el paso del tiempo. En el país esto no es diferente, y aunque el camino de la investigación todavía está en pañales, existen compatriotas que no se han amilanado ante el desafío, como es el caso de Jeel Moya-Salazar, investigador y científico peruano, quien desde un simulador de condiciones espaciales en Polonia compartió su experiencia con Infobae Perú.
Entre la ciencia y la investigación

La vida de Jeel empezó con un pequeño kit de laboratorio que su madre, enfermera de profesión, le regaló cuando era un niño. Desde esos primeros pasos, entre el juego y la inocencia de la niñez, su vida se iba orientando un poco más allá de las fronteras terrícolas.
Como era de esperarse, las áreas de la salud no le fueron indiferentes y decidió estudiar la carrera de tecnología médica; sin embargo, explica que desde el principio estuvo ilusionado con la ciencia.
“Estudié tecnología médica en Lima buscando una carrera que haga ciencia, y generalmente las carreras de salud están más abocadas a atender a los pacientes, a diagnosticar, cosa que está bien, pero no hay una carrera netamente científica. Como tal nadie va a estudiar ciencia en una universidad, sino que vas a una carrera y luego te desempeñas haciendo ciencia”, precisó.

Narró también que el camino inicial no fue fácil, pero pasó por algunas maestrías que le abrieron las puertas, además de obtener becas de estudios. Es en ese momento donde decidió ir por una de las cosas que lo habían apasionado en su vida: la investigación espacial. Tras pasar algún tiempo, logró llegar hasta su primera simulación análoga en 2016, la cual se llevó a cabo en el Mars Desert Research Station de The Mars Society, en el desierto de Utah, Estados Unidos.
Corría el 2016 y esa fue la primera vez que Jeel estuvo en uno de estos centros de simulación, pero no sería la última.
Su experiencia en LunAres Research Station

Desde una pequeña habitación y con un permiso bastante breve para comunicarse, Jeel explicó a Infobae Perú un poco sobre el lugar donde se encontraba al momento de esta entrevista; nada menos que en las instalaciones de LunAres Research Station, un espacio diseñado para simular misiones espaciales tripuladas, donde expertos de diversos campos aplican para mantenerse en aislamiento y vivir las condiciones que afrontarían en una misión espacial real.
“Son alrededor de 20 a 25 centros en todo el mundo, muchos de ellos pertenecen a la NASA o a la Unión Europea, a organizaciones sin fines de lucro nacionales o privadas. Estos lugares análogos simulan condiciones lunares o marcianas [...] este está construido sobre una estructura antigua de la Unión Soviética, ubicada en la ciudad de Piła, en Polonia”, mencionó.
Explicó también cómo son las condiciones dentro de este espacio en el cual pasa dos semanas acompañado de otros investigadores, todos tripulantes de la misión Pioneer.

“La temperatura es demasiado fría, acá siempre estamos a 0 grados, menos 10 grados, que es más o menos lo que se va a sentir en la luna, y luego durante dos semanas no tenemos contacto con el exterior, estamos encerrados sin ver la luz solar y eso en definitiva va a alterar nuestra nuestra salud, nuestra fisiología [...] digamos que esta es la ‘casa’ donde vivimos en la luna, y cuando salimos de acá a investigar el suelo lunar, el centro de simulación tiene una especie de cancha lunar con piedras y componentes químicos de las piedras tipo regolito, tipo meteorito”, comentó.
Precisó que para la simulación se hace uso de trajes espaciales que siguen los parámetros de la Agencia Espacial Europea y de la NASA.
“Pesan entre 10 y 14 kilos, para que te des una idea de lo que es”, narró, entre risas. “Los cascos son bastante grandes, así que es incómodo moverse y justamente eso se está probando, qué es lo mejor para el ser humano, para poder salir a la luna con las condiciones de microgravedad que tiene [...] tenemos que salir con linternas, seguimos un protocolo estricto de ejercicios, de nutrición, de consumo de agua, consumo energía entre otras cosas”, sostuvo.
Preparación previa

Aunque se trata de un centro de simulación, la preparación de rigor estuvo presente antes del ingreso de Jeel Moya-Salazar y la tripulación que lleva a cabo la misión número 35.
“LunAres evalúa tu currículum, qué proyecto vas a llevar, la experiencia que tienes y desde que llegas hay un pre-entrenamiento, lo que se llama el pre fly, que es el prevuelo antes de despegar supuestamente a la luna. Seguimos un nuevo sistema de ejercicio que se llama maxforce, que es como una pastilla grande negra [...] basta eso para mantener la rigidez de los cuerpos”
Sin embargo, el entrenamiento también pasa por conocer las instalaciones y tener ciertos cuidados, por ejemplo, con las provisiones o el uso de estas, conforme detalló nuestro compatriota.

Sobre este apartado, el investigador también resaltó que pasaron una serie de chequeos médicos para saber su estado de salud, un perfil psicológico, entre otras pruebas.
“Luego nos dan un rol a cada uno, yo soy el Oficial Médico y de Seguridad de la tripulación, pero hay otros compañeros que son el comandante, personal de ingeniería [...] soy el primer peruano que viene acá, estudié Medicina como segunda carrera, entonces ejerzo el rol de investigador dentro de lo que es microbiología y salud”, manifestó.
Investigación para el futuro
Dentro de las actividades diarias de Jeel en el centro de simulación en Polonia se encuentra el velar por la salud de los tripulantes que comparten el día a día con él, además de examinar niveles de estrés, cortisol o incluso la función pulmonar. De ese modo se podría medir el impacto que tienen las condiciones marcianas en la salud de los astronautas en funciones.
“Todos los días en la mañana y en la noche vigilamos la cantidad de agua, la cantidad de orina, cómo está nuestra presión arterial, nuestro pulso, la temperatura, nuestro peso, la visión, el tema psicológico, ya que también hay una evaluación diaria que hacemos para ver cómo nos sentimos al estar aislados”, contó.
Enfatizó que hay algunos desafíos al convivir con personas de otras culturas y un trabajo conjunto para que la misión sea exitosa, sin embargo, resaltó los lazos que se crean entre los seres humanos. También sostuvo que la investigación médica y biológica que lleva a cabo de manera personal apunta la creación de protocolos de salud para las salidas al universo exterior.
“Estoy evaluando las bacterias. Tengo estos medios de cultivo, pequeños y delgados como una hoja de papel que los he traído para poder evaluar qué rastro microbiológico estamos dejando, porque nosotros los humanos tenemos nuestra propia flora. Entonces, cuando vayamos al espacio o a cualquier parte del universo vamos a llevar a nuestras bacterias, nuestros hongos [...] la idea de este proyecto es ver cuánto de nosotros dejamos en la mesa, en el dormitorio, en la zona de trabajo, para plantear protocolos de seguridad e higiene”, destacó.

Moya-Salazar agregó que los protocolos de seguridad también son necesarios para evitar la posibilidad de traer microorganismos del espacio exterior, una realidad que actualmente no sería extraña considerando que el ser humano continúa la carrera espacial con la esperanza de, tal vez, encontrar vida en otros planetas.
“Eso también sería peligroso para nosotros. Por ejemplo, encontrar un nuevo patógeno, una nueva bacteria que esté viviendo en otro planeta, introducirla a la base [...] incluso podríamos movilizarla hasta la tierra y causaría problemas epidemiológicos, como la pandemia que ocurrió por un nuevo patógeno [...] no conocemos bien lo que hay afuera, pero los protocolos nos dicen que mientras no sepamos, no podemos explorar de manera libre”, puntualizó.
El peruano hizo hincapié en que no hay suficientes protocolos en el mundo relacionados a salud e higiene cuando de viajes al espacio se trata. “No hay una exploración del tipo microbiológico afuera por lo menos hasta el 2030, parece mentira, solo algunas publicaciones de Cospar basándose en lo que se teoriza” explicó, entusiasta de que su proyecto contribuya con la creación de guías oficiales para futuros viajes.
Preocupación por Perú
Jeel, quien ha logrado establecer una prolífica carrera en la investigación a sus cortos 30 años, manifestó cierta preocupación por el futuro de las ciencias en el Perú. Mencionó que actualmente en el país, Pampa de la Joya, en Arequipa, ha sido reconocido como uno de los lugares que más se asemeja al suelo de Marte, sin embargo, poco se ha hecho para construir una base de simulación y promover el interés por las ciencias y el espacio entre los jóvenes.
“Según la NASA, es el lugar que más simula condiciones de Marte, incluso superando a Estados Unidos, a Hawái y a otros lugares. No se ha podido aprovechar hasta ahora”, expresó, sin dejar de mencionar la importancia de que este tipo de investigaciones llevadas a cabo por peruanos creen nuevos campos para los profesionales y el establecimiento de carreras como la medicina espacial, entre otras.
El científico nacional también ofreció detalles de sus próximos pasos, y comentó que está orientados a participar en una nueva simulación análoga en una base en Brasil, donde ya ha sido aceptado, y otra en Colombia, de la que aún no tiene certeza.

Enfatizó que, aunque el centro donde se encuentra tiene proyectos en colaboración con importantes universidades como la de Zúrich o Viena, de los cuales también forman parte él y otros investigadores, está llevando su propia investigación de manera individual en LunAres y espera presentar sus resultados en los próximos meses.
Para finalizar, el científico confesó que, como muchos, él también ha soñado con llevar a cabo una misión real como astronauta. “Aun me queda tiempo”, sostuvo, para luego mencionar que, en parte, es la razón por la cual viene a los centros de simulación.
“Tal vez con uno de estos protocolos o proyectos que tengo haya la posibilidad de contribuir con una agencia espacial y llevarlos a la Estación Espacial Internacional o a la base lunar. O tal vez no ir, ¿no?”, concluyó, aclarando que su carrera todavía tiene un largo camino de éxitos para recorrer.
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