Nicolás de Ribera: esta es la historia de ‘El Viejo’, el primer alcalde de Lima

Lima cumple 488 años de vida y sobre esta ciudad que fue fundada con el nombre la Ciudad de los Reyes, han pasado varios alcaldes. El primero fue el español Nicolás de Ribera y se habla poco de sus nobles acciones, apoyando a los más necesitados incluso hasta después de su muerte.

Nicolás de Ribera nació en 1487 en la Torre de Alháquime, pequeña localidad andaluza levantada en torno a una fortaleza y ubicada junto a la villa de Olvera, al noreste de Cádiz, cuando las naves de Cristóbal Colón ni siquiera habían asomado por América. Así lo señaló él mismo en algún testimonio público otorgado en la Lima de los primeros años. Sin embargo, otros indicios dicen que pudo haber nacido en 1492. Sus padres fueron Beatriz de Laredo y don Alonso de Ribera.

Tuvo un homónimo que también llegó al Perú y fue regidor, pero se trata de alguien menor que nació en 1485 en Vitigudino, Salamanca. Esa diferencia de años hizo que tomara el apelativo de ‘El Viejo’, aunque también se le conocía como ‘El olvereño’, haciendo referencia a la ciudad donde nació.

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En enero de 1835, a la par de la fundación de la Ciudad de los Reyes, como denominó Francisco Pizarro a Lima, Nicolás de Ribera fue designado el primer alcalde. Como se redacta en su biografía escrita por Efraín Trelles Arésteguí, Nicolás fue un “organizador innato, conciliador y aguerrido soldado. Bisagra entre los pobladores nativos y los españoles en sus muchos encuentros, desde Cajamarca hasta Lima. Le tocó evadir todo tipo de conspiraciones y conciliar situaciones con un agudo instinto político”.

Años más tarde (el 13 de mayo de 1556) y mostrando toda su bondad, ‘El Viejo’ fundó con su propio dinero un hospital en San Nicolás de Hurin, Ica. Su plan fue que en allí se acoja a los indígenas con pocos recursos.

“A causa de no haber enteramente guardado la orden que para justificación de la dicha conquista era necesaria, y por haber cometido algunos excesos, así en el maltratar a dichos indios como en haberles tomado algunas cosas indebidamente, o haber cobrado o recibido de ellos algunos tributos demasiados y fuera de lo que honesta y buenamente, sin mucho trabajo ni fatiga de sus personas, me podían y debían tributar, o por haber yo dexado de cumplir con ellos lo que en recompensa de dichos tributos y servicios soy obligado, o por no les haber dado tan bastante y cumplida doctrina como debía, o por otras causas y cosas hechas sobre la conquista, podía y puedo haber incurrido en algunos cargos de conciencia, y sería posible que esté obligado a restituir el daño, y tengo voluntad de salir del cargo y satizfasser a todos y cualesquier indios a quien esté obligado, para satizfazión y enmienda de lo susodicho, y por vía de restitución, como más convenga a la seguridad y saneamiento de mi ánima...”, redactó Ribera en la escritura de constitución del hospital.

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Así como es cierto que De Ribera no intervino en la captura y muerte de Atahualpa al no encontrarse en Cajamarca, sí gozó del reparto del botín y de otros tesoros de la conquista. Sin embargo, en su testamento otorgado el 4 de enero de 1563, legó la suma de 14 mil pesos a favor de los más desprotegidos.

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