
Como personas, pasamos mucho tiempo mirándonos a la cara. Es la primera señal para saber qué piensa alguien. Pero, ¿se puede entrar en la mente de un perro de la misma manera?
Un reciente estudio de la Universidad Estatal de Arizona (ASU) ha revelado que los humanos tienden a interpretar de forma inversa las emociones de los perros según su propio estado de ánimo. De acuerdo con los resultados publicados por Science Focus, cuando las personas se sienten felices, suelen percibir a los perros como tristes, mientras que, si atraviesan un momento de tristeza, interpretan que los perros están alegres.
Este hallazgo desafía la creencia común de que los humanos comprenden con facilidad el estado emocional de sus mascotas y plantea nuevas preguntas sobre la convivencia humano-animal y el bienestar animal.
El contraste con la interpretación de emociones humanas es notable. Según el análisis de Science Focus, en las interacciones entre personas, existe una tendencia a proyectar el propio estado de ánimo en los demás, es decir, se perciben emociones similares a las propias. Sin embargo, el estudio de la ASU demuestra que, en el caso de los perros, este patrón se invierte, lo que podría tener consecuencias en la forma en que los humanos responden a las necesidades emocionales de sus mascotas.

Cómo se realizó el estudio
Para llegar a estas conclusiones, el equipo de investigación de la Universidad Estatal de Arizona, liderado por la doctora Holly Molinaro y el coautor Clive Wynne, diseñó dos experimentos con la participación de aproximadamente 300 estudiantes universitarios. En la primera fase, los voluntarios observaron imágenes destinadas a inducirles estados de ánimo positivos, negativos o neutros. Posteriormente, visualizaron breves videos de perros y evaluaron cómo creían que se sentían los animales.
Los resultados, detallados por Science Focus, mostraron que quienes habían sido expuestos a imágenes alegres calificaron a los perros de los videos como más tristes, mientras que aquellos que vieron imágenes negativas percibieron a los mismos perros como más felices.
Los videos presentaban a tres perros —Oliver, Canyon y Henry— en situaciones diseñadas para provocar diferentes estados emocionales: se utilizaron golosinas, juguetes y la promesa de visitar a la “abuela” para animarlos, mientras que la presencia de aspiradoras y fotografías de gatos buscaba generar incomodidad.
El fenómeno sorprendió a los propios investigadores. Clive Wynne, coautor del estudio, expresó a Science Focus: “En este ámbito de cómo las personas comprenden las emociones de los perros, me sorprendo continuamente. Apenas estamos comenzando a explorar lo que resulta ser un gran misterio”.

Por su parte, Holly Molinaro subrayó la importancia de estos hallazgos para el bienestar animal. “Si logramos entender mejor cómo percibimos las emociones de los animales, podremos cuidarlos mejor”, afirmó en declaraciones recogidas por el mismo medio.
Consecuencias en la convivencia humano-animal
Las implicaciones prácticas de este estudio son relevantes para el cuidado de mascotas. Según los investigadores de la Universidad Estatal de Arizona, una interpretación errónea de las emociones caninas puede afectar la respuesta de los dueños ante las necesidades de sus perros, lo que podría influir en su bienestar físico y emocional.
Mejorar la capacidad de los humanos para identificar correctamente los estados de ánimo de los animales contribuiría a una convivencia más armoniosa y a una atención más adecuada.
A pesar de los más de 14.000 años de convivencia entre humanos y perros, la investigación de la ASU, difundida por Science Focus, pone de manifiesto que persisten importantes desafíos en la comprensión de las emociones caninas. Aunque los perros han aprendido a adaptarse a la vida junto a los humanos, aún existen notables vacíos en la forma en que las personas interpretan lo que sienten sus mascotas.
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