
El 26 de abril de 1986, es una fecha bisagra que transforma a Chernobyl, Ucrania, a través de su central nuclear, en un claro protagonista de la historia mundial al ocurrir allí el mayor desastre nuclear registrado en todo el planeta. Lo ocurrido obligó a evacuar a la población de las ciudades de Prypiat y Chernobyl debido a su cercanía con la central (3 y 18 kilómetros respectivamente), situadas al norte de Ucrania, zona que por entonces pertenecía a la Unión Soviética.
Frente a las evacuaciones llevadas a cabo hubo algunas excepciones, entre ellas: los perros que no pudieron ser llevados a otros territorios.
El medio ambiente en Chernobyl es particularmente brutal. La explosión e incendio en la usina ucraniana lanzó polvillo radiactivo a la atmósfera. Treinta trabajadores murieron como secuela inmediata.
Poblaciones enteras de animales silvestres fueron devastadas por la radiación a lo que se sumó la determinación de generar una matanza controlada para evitar la propagación de esos efectos. Algunos animales consiguieron sobrevivir a la catástrofe nuclear y continuaron su reproducción, como es el caso de un grupo de perros ferales o asilvestrados.

Más de 35 años después del accidente nuclear más grave del mundo, los perros de Chernobyl vagan entre los edificios abandonados alrededor de la usina clausurada. De alguna manera han encontrado la manera de alimentarse. Los científicos estudian estos perros con la esperanza de que enseñen a los seres humanos cómo vivir en los ambientes más hostiles y degradados.
Más de 300 perros viven hoy en la conocida como Zona de Exclusión de Chernobyl (ZEC). La población canina de Chernobyl tiene un gran potencial como fuente de información para estudios de gestión de recursos medioambientales en una población resurgente. El análisis de los perfiles genómicos ha revelado que existen, en la zona, 15 familias distintas de perros.
La mayor de ellas abarca todos los lugares de la ZEC , lo que demuestra que ha existido migración de perros entre la central y la ciudad de Chernobyl. Los animales procedentes de las zonas más cercanas a la central muestran una mayor diferenciación genética dentro de su población. Es esta la primera caracterización que se realiza de una especie doméstica en Chernobyl, y se destaca la importancia del estudio genético que describe los efectos de la exposición a largo plazo a dosis bajas de radiación ionizante.

Los estudios hasta la fecha respaldan la afirmación de la supervivencia por predominancia genética y protección de la misma índole a los efectos de la radiación por lo que muchas especies animales, entre ellas los perros, se han recuperado y podido reproducir tras el accidente nuclear.
Con los años, la falta de humanos favoreció el retorno de la vida silvestre y la presencia de animales salvajes, algunos de ellos, como los perros, descendientes de los animales domésticos que quedaron allí.
Algunos estudios han analizado los efectos genéticos de la exposición a la radiación ionizante (se sabe que eleva las tasas de mutación genética en diversas especies de plantas y animales), pero sigue sin estar claro cómo puede afectar a poblaciones de animales grandes como los perros.

Las más recientes investigaciones concluyen que la población actual no deja de ser un resultado de la particular mezcla de razas que sobrevivieron al sacrificio de animales domésticos en 1986, así como a las introducciones posteriores y resultan ser un ejemplo de cómo las especies se pueden recuperar pasivamente e inclusive con incrementos poblaciones notables.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internaciona
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