
Parece que el microuniverso viene alineándose a su favor, con resonantes vientos de cambios. Julieta Ortega (45), que cree en aquello de que para que los deseos se cumplan hay que contarlos a viva voz y desperdigarlos entre amigas con determinación, está pasando por uno de los momentos más plenos de su vida. Después de una etapa de tranquilidad romántica, se enamoró y está en pareja hace cinco meses (con el empresario Esteban Eskenazi, licenciado en sistemas, de 58 años) y, en lo profesional surfea varios focos en paralelo, como actriz y empresaria.
Por un lado, apuesta fuerte a su marca de pijamas y ropa de descanso Jota & Co; por otro, se sumó a un proyecto destinado al público infantil (Heidi para Nickelodeon) y, finalmente, acaba de terminar de grabar Un gallo para Esculapio, el unitario de Underground. "Creo que cuanto más específico es uno con lo que quiere, más chances tiene de que ocurra lo que imaginó", se sincera la mayor de las hijas mujeres del clan Ortega, un rato después de la producción de fotos con Para Ti y antes de reunirse con su hermana Rosario para una campaña de su empresa de ropa.
Aunque con sus cinco hermanos tiene una relación muy cercana, a ella la ve más seguido porque viven a pocas cuadras, en el barrio de Palermo. Con Sebastián y Luis, claro, se cruza además por cuestiones laborales; y a Emanuel, el único que vive en el exterior, en Miami, trata de visitarlo al menos dos veces por año para no perder la cotidianeidad. Eso sí, últimamente admite falta con aviso a los asados domingueros que organiza su padre. Con novio en zona norte, se complica. Aunque su hijo Benito (12, de su matrimonio con el cantante Iván Noble) pasa largas jornadas en casa de los abuelos.
-¿Ya le presentaste a tus viejos a Esteban o te cuesta? Pensaba que ellos conforman uno de los matrimonios más sólidos del ambiente, algo que a nuestra generación le cuesta muchísimo sostener…
-Sí, lo presenté rápido, pero no es algo que me complique. Además, la mía es una familia muy divertida para entrar, si no te llevás bien con uno te llevás con otro. Es cierto que veo lo de mis papás con mucha admiración y como algo utópico que me subyuga, pero yo vivo el amor de otra manera. Pero prefiero no hablar mucho de él porque no es un hombre público. Me limito a decir que estoy muy feliz y que fue algo totalmente inesperado… o no, porque era lo que yo quería para mí. Tanto lo imaginé que una amiga cuando lo conoció me dijo: "Me pone la piel de gallina". Vos lo describiste así antes de conocerlo.

-Sé que lo fantaseaste sin zapatillas y yendo a trabajar a una oficina todos los días…
-Sí, yo quería que mi próximo novio no tuviera nada que ver con el ambiente, que viniera de otro lado, más formal.
-¿Estabas buscando una relación?
-No, porque yo soy una militante del estar sola, bien y disfrutar de eso. Enamorarse de una misma y construir desde ahí. Desde el divorcio con el papá de mi hijo, que fue a mis treinta y largos, dije: "lo que ocurra a partir de ahora viene de yapa". Mi plato, en un punto, ya está lleno. Sentía que tenía algo mío construido en relación a mis vínculos, mi hogar, mi desarrollo profesional. Y también, en este tiempo, estoy más sabia respecto a las relaciones. Sé que el amor es muy frágil y hay que cuidarlo mucho. Si no se deshilacha y tiene fecha de vencimiento.

-¿Algún consejo para socializar?
-Aprendí por qué vale la pena sudar y por qué no, por qué tiene sentido pelear o alzar la voz y por qué no. También a ponerme en el lugar del otro, entender que no todo es "me hizo", "me dijo". El otro también está peleando sus propias batallas y no todo lo que te dice es para un escándalo o para que te vayas de la casa. Tengo amigas de treinta años a las que siempre les digo: "Es una pavada lo que estás sufriendo, no vale la pena, la vida después se encarga de poner drama".
Hay cosas que si te sentás dos minutos, respirás y las ves desde la perspectiva del otro no son tan terribles. Entiendo que cada uno hace lo que puede. Yo también. Por eso también tengo buena relación con mis ex. No sólo con Iván, con quien me llevo bárbaro.
-¿Y Esteban se la banca?
-Cuesta entender un poco, pero yo vine así. Lo primero que le dije es "mirá que yo vengo con ex a los que veo y con los que no pasa absolutamente nada". Soy muy fiel, muy leal. Cuando estoy con alguien, estoy con alguien.

-¿Y pensás ser mamá nuevamente o ya es un asunto cerrado?
-(N. de la R.: Esteban tiene dos hijos grandes que ya no viven con él). Lo pienso, pero creo que no. En principio, no tengo deseos de tener otro hijo. No los tuve en todo este tiempo: no me ocupé ni de congelar óvulos porque pensé que si sucedía, bien, y si no estaba bien así. Me parece que estoy más para no tener hijos que para tener.
MIS PROPIAS REGLAS. Poco resuena en Julieta el paradigma de "mujer de" que atraviesa la identidad de Nancy, su personaje en Un gallo para Esculapio: alguien que intuye que su marido (Chelo, interpretado por Luis Brandoni, "una especie de delincuente de guante blanco") gana el dinero de un modo poco transparente, pero prefiere no preguntar.
"Igual que la mayoría de las mujeres de mi generación, pago mis cuentas desde que firmé mi primer contrato, a los veinticuatro años. Me gusta la independencia económica porque considero que el dinero no es sólo dinero, te da libertad y poder de decisión. Lo mismo aplica para la crianza de Benito, ambos respaldamos sus necesidades y por eso también sé que no puedo dejar de trabajar. La marca la creé pensando también en eso: no depender solamente de mi trabajo como actriz, que a veces es muy inestable".

-¿Incluso siendo una Ortega y con veinte años de carrera te preocupa la estabilidad económica?
-Sí, los actores ganamos muy bien un tiempo y después no. Y el respaldo familiar está si el día de mañana tengo un revés de algún tipo. Tengo una red donde caer y eso no lo tiene todo el mundo, y tanto yo como mis hermanos lo valoramos muchísimo; ninguno de nosotros fue mantenido por nuestros padres.

-Cambiando de tema, ¿qué licencias sentís que te trajo la edad en relación con la estética?, ¿en qué te relajas más?
-El otro día una amiga me comentó que cambió crossfit por pilates, prioriza disfrutar. La verdad es que nunca me exigí demasiado porque nunca fui una gran belleza; la caída es más dura cuando estás muy alto. Hago lo mejor que puedo con lo que tengo. Trato de mantenerme dentro de mi peso y me cuido la piel. Me hago limpiezas de cutis cada mes y medio, me pongo crema, me saco el maquillaje, pero no mucho más.
-Por último, hace poco te vi con una remera que decía: "Las mujeres que se portan bien rara vez hacen historia", ¿qué es para vos portarse mal?
-Salirse del lugar de mujer sumisa que no tiene punto de vista. Portarse mal es romper con todo, rebelarse contra un montón de cosas, correr el riesgo de ser mirada como la loca o como la que se va quedar sola. Portarse mal es poder plantarse y decir las cosas en voz alta y sin miedo. Tiene que ver con intentar ser, de algún modo, la mujer de tus sueños.
textos MARA DERNI (mderni@atlantida.com.ar) fotos MAXI DIDARI producción SILVINA MAFUCHE
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