El fanatismo de los oportunistas

El Congreso no brilló, aunque planteó límites indispensables y la novedad de un debate de ideas que nunca deberíamos haber abandonado

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Cámara de Diputados
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Aludimos hasta el cansancio a la fe de los conversos, individuos que, al cambiar de ideología, religión o coyuntura, se convierten en seres mucho más fanáticos y sectarios que cualquiera de los partícipes de la estructura de pensamiento a la que acaban de incorporarse. En el caso de nuestra sociedad, lo que asombra es la fe, la convicción, el dogmatismo de los obsecuentes, de aquellos que llevados por los vientos de la historia, se acomodan a cada propuesta política que se les presenta como ventajosa y expresan un desmesurado oficialismo que, sin ruborizarse , habrán de cambiar en próximos convites de cualquier índole ideológica . Los ejemplos abundan en periodistas, políticos y economistas, siendo sin duda el caso de Daniel Scioli la consumación más perfecta de dicho proceso: alguien que pasó de ser candidato presidencial de un partido a terminar como funcionario de una alternativa absolutamente opuesta a la que parecía encarnar en campaña.

He escuchado con asombro a un periodista y a un economista decir, sin atisbo alguno de duda, que los votos de Milei estaban asegurados para el futuro porque ningún argentino votaría a alguien que lo llevase a bajar el valor de sus inversiones. Esos dos personajes representan con nitidez el grotesco de quienes no son conscientes de su pertenencia socio-económica a un 30% acomodado, absolutamente distante de un 70% que no llega a fin de mes, no logra salir de la miseria y jamás se imaginó siquiera en calidad de inversor. En cambio, nos vamos acostumbrando a una de las publicidades que más recorre nuestros medios, la de los compradores de joyas, de las joyas de la abuela. Representa la imagen de una sociedad que debe deshacerse de la riquezas que generó en tiempos en que pertenecía a la clase media, es un indicio de pertenencia actual a la clase baja que se desprende lo poco valioso que poseía para satisfacer quién sabe qué necesidad urgente de su vida cotidiana presente.

El oficialismo logró un triunfo electoral nada desdeñable, pero en el debate profundo del presupuesto, intentó un acto perverso: buscar al mismo tiempo la derogación de dos leyes- Discapacidad y Universidades-, ambas reivindicadas por absolutas mayorías en contra del veto presidencial. La votación del presupuesto en general fue un logro y también un fracaso, por los pocos votos que obtuvo la reivindicación de ese artículo, que era básicamente una muestra de la perversión de quien lo enviaba y de la indignidad de quienes lo votaban. ¿Qué les pasa a Milei, Caputo y Sturzenegger con la discapacidad y con el saber universitario que los combaten con una caprichosa obstinación solo comprensible a partir de la ignorancia y la ausencia de talento que acompaña desde siempre a la falta de grandeza y al desprecio por los valores del humanismo?

Finalmente, después del presupuesto, el Gobierno eligió a tres representantes para un organismo de relevancia: uno propio, uno de Máximo Kirchner y un tercero, de los gobernadores, dejando en claro que carece de la más mínima lealtad y reconocimiento hacia aquellas fuerzas que como el PRO, los radicales o el grupo de la Coalición Cívica lo acompañaron desde el inicio en los grandes desafíos y que ahora deben asumir que siempre estuvieron muy lejos de ser respetados por el oficialismo. Algunos de ellos traicionaron principios fundamentales de sus partidos y a sus propios votantes en repetidas oportunidades so pretexto de colaborar con la gobernabilidad de Milei. El Gobierno apostó en medio del presupuesto a una exageración que pagó cara al mezclar un logro de voto en general y una derrota que no pudo atenuar mediante obsequios y prebendas .

En esa larga noche de debate, pudimos escuchar algunos discursos,como el de Nicolás Massot, cuya profundidad y riqueza mantuvieron a sus enunciadores al margen de los fanatismos de los gobernantes de hoy y de ayer. Fuera de ellos, surgieron expresiones políticas que marcan quizá un nuevo camino hacia la construcción de una alternativa opositora que supere el uso de los sellos, como peronismo, radicalismo o el pasado político para reivindicarse en la profundidad de sus contenidos.

Frente a tanto acompañamiento prebendario, se impuso por poco un acto de dignidad. En consecuencia, uno puede decir que de una noche de debate parlamentario surgen dos hechos positivos: uno es la presentación y aprobación del presupuesto, y el segundo, que no haya nivel de dádiva que pueda en algunos momentos aplastar la lucha de aquellos que no estaban dispuestos a borrar con el codo lo que antes habían votado respetuosa y dignamente. Que un ministro del Interior haya fatigado sin descanso los despachos del Congreso ofreciendo beneficios a cambio de votos desmerece aún más a un gobierno que intenta de cualquier manera imponer su concepción ideológica, sin advertir que en su andar choca contra las limitaciones del nacimiento de un nuevo pensamiento coherente que excede sellos y sectarismos y se instala en la coherencia y el respeto.

Para un presidente que asumió el poder de espaldas al Parlamento, los términos de este debate implican mucho. Tiene más votos que antes, es cierto, pero encuentra también los límites que suele imponer la política. En alguna medida, la prebenda no ha podido triunfar sobre la idea. También es cierto que la desmesura del gobierno anterior no puede ser superada por la del actual, porque, en el fondo, el renacimiento de la política, como espacio de la coherencia y del pensamiento, se va a dar más allá de las coyunturas, en las cuales pareciera que solo imperan los intereses, los logros, los ATN o los beneficios.

El parlamento no brilló, aunque planteó límites indispensables y la novedad de un debate de ideas que nunca deberíamos haber abandonado. Los sectarismos son una forma de negar el pensamiento y terminan siempre confrontando con la vocación de una sociedad que va a intentar, sin duda, la construcción de un futuro de coherencia, de ideas, de política, en serio, no limitada ni por los equilibrios fiscales ni por los favoritismos gubernamentales. Más allá de eso, está renaciendo un pensamiento político al margen de las intolerancias presentes y pasadas.