
La tendencia es invertir en tecnología para procesar y entrenar modelos de Inteligencia Artificial con el objetivo de generar imágenes, contenido, voces o deep fakes, estos funcionan las 24 h. Influencers virtuales, redacción y escritura de guiones o novelas, artículos periodísticos, campañas de marketing, diseño de productos y hasta resolver la tarea universitaria o escolar de niños pequeños. Sí, las personas con las que crees que discutís en “X” o en redes sociales son producidas en una probeta de bits y bytes, no respiran, no viven, son fabricantes de opinión, simulan ser reales, crean oleadas de tendencias falsas para que te subas, inflan vistas, likes, especialmente en entornos de video como TikTok o YouTube, igualmente en transmisiones en vivo, convierten algo artificial en lo que el público cree y etiqueta como popular. La ingeniería social está determinando que ves, que pensás y que debes comprar.
Pero para que la alquimia surta efecto la pócima necesita de otro ingrediente: nosotros y nuestros datos.
Alexa o Siri son asistentes virtuales que se activan a nuestro pedido indicando una frase, para ello deben estar escuchando todo el tiempo, usuarios han denunciado que Siri, el asistente virtual de Apple, supuestamente escucha y graba conversaciones, incluso sin que se active la función “Oye Siri”, dando lugar a una demanda colectiva contra Apple, que acordó pagar una suma millonaria como indemnización, reconociendo que estas grabaciones se utilizaban para mejorar la precisión de Siri, pero también para fines publicitarios y de marketing.
Años atrás Amazon y Alexa fueron denunciados ya que sus empleados escuchan conversaciones de los usuarios y tienen información filiatoria de ellos.
La necesidad de cosechar nuestros datos es definitivamente voraz, dispositivos móviles de todo tipo, ahora nuestro automóvil está conectado a internet, Smart TV’s, electrodomésticos, heladeras, microondas, lavarropas y hasta cafeteras wifi, cámaras de seguridad y el registro continuo y permanente de nuestra huella digital, GPS, WhatsApp, TikTok, medios de pago, billeteras, redes sociales y todas las apps que descargas sin verificar que cuando das “ok” de consentimiento para instalar acabas de regalarle acceso irrestricto a tu vida digital.
La industria conoce absolutamente todo sobre nosotros, sabe sobre nuestro “comportamiento” y “apetencias”, estamos generando oceánicos volúmenes, con mayor precisión y detalles pormenorizados y esto será utilizado para diseñar productos ajustados a nuestro perfil, los necesitemos o no y en todo caso estimularán nuestro deseo, pero por sobre todo forjarán nuestra opinión, aquello que pensamos y no necesariamente compartimos ni comunicamos e influirá necesariamente en nuestras decisiones.
La Casa Blanca ha restringido el uso de WhatsApp por motivos de seguridad, argumentando preocupación sobre la seguridad de la aplicación y posibles filtraciones de información, considerándola de alto riesgo, la restricción se aplica a dispositivos utilizados por funcionarios y empleados del gobierno. Asimismo, Dinamarca acaba de innovar proponiendo una nueva ley que considera la imagen digital de una persona, incluyendo su rostro, voz e imagen como un elemento protegido de la identidad personal, enmarcándola en una iniciativa impulsada por la Unión Europea para fortalecer los derechos digitales. El camino parece tortuoso y difícil, en un solo sentido, mientras tanto la fábrica produce a toda máquina gracias a lo mejor que tiene, nosotros.
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