
Me desperté con la triste noticia de tu partida. En ese instante vinieron a mi mente todos los momentos en los que tuve el honor y la felicidad de estar cerca tuyo.
Nos conocimos en la UCA, en el evento en conmemoración de los 25 años del pontificado de Juan Pablo II. Me invitaron a recordar mi encuentro con él años antes en el Vaticano, en el aniversario de la muerte de Madre Teresa. Allí leí unas palabras tuyas a favor de la vida. Recuerdo la alegría cuando escuchamos tu nombre como nuevo Papa. ¡Qué orgullo! ¡Un Papa argentino! ¡Latinoamericano!
A los pocos meses fuimos con Alejandro a saludarte y nos encontramos en Plaza San Pedro, después de la misa. Nos preguntaste por nuestros hijos. Así que volvimos con toda la familia. Fue un momento memorable, muy emotivo.

En 2015, me llamaron de la Academia Pontificia para proponerme ser maestra de ceremonia en un encuentro de intendentes de todo el mundo, para exponer sobre cambio climático y esclavitud moderna. Temas de los que hablás en tu encíclica Laudato Si’. Obvio que allí estuvimos con Alejandro. Estaba tan nerviosa que no pude dormir la noche previa. Afronté ese desafío con gran responsabilidad y agradecida por estar ahí. Al final de una larga jornada de exposiciones, llegaste para cerrar un día memorable con tus palabras.

Al año siguiente me volvieron a convocar, y esta vez el encuentro era con jueces y fiscales de todo el mundo. Volví a estar allí, con orgullo de sentirme parte de tu lucha por nuestra Casa Común, el planeta y todos los que aquí habitamos. Esta vez fuimos con mi madre, y recuerdo que cuando te la presenté, miraste a Alejandro y le dijiste: “Gravier, sos un santo, viajás con tu suegra”. Provocaste la risa de todos y dejaste una vez más en evidencia tu simpatía, tu cercanía y tu humor argentino.
En 2019, volvimos a encontrarnos, esta vez con motivo de un gran evento: un recital en Madrid a favor de la Fundación Scholas. Muchos artistas de todo el mundo se sumaron a este grito por la paz y la educación de los más pequeños. Algo que te preocupaba especialmente: los más jóvenes. Por eso los llamaste a hacer lío, a no quedarse callados, a ser auténticos y luchar por sus ideales.
Un día antes del concierto fuimos al Vaticano a pedirte que grabaras unas palabras para poner en pantalla al abrir el evento. Fuiste tan generoso. Sin dudarlo, nos grabaste cinco minutos maravillosos que todos disfrutamos en el estadio.

En enero de este año, hablando con Fabio, nuestro oftalmólogo y amigo en común, nos dijo que iba a verte y nos sumamos a la visita. Nos recibiste a toda la familia y fue tan lindo, tan importante para nosotros. Hablamos mucho del significado y la importancia de la familia como centro fundamental de toda sociedad. Nos contaste de la tuya, de tu infancia y adolescencia en tu barrio. Te interesaste por cada uno de mis hijos: qué hacían, sus sueños, sus intereses… hasta escuchaste cantar a Taína. Nos regalaste una hora que estará por siempre en nuestros corazones. Tus palabras, tu sonrisa, tu humildad, tu lucha, tu valentía, tu sabiduría… vivirán por siempre en todos nosotros.
Me siento triste y conmovida por tu partida, pero estoy segura de que el cielo está de fiesta. Estás junto al Dios que tanto defendiste y nos llenaste de su palabra. Gracias, y seguiremos rezando por vos y luchando por el mundo que soñaste.
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