Estudiantes de un país en guerra

En el Campamento Intensivo de Biología del Instituto Davidson, en Israel, conviven 24 estudiantes judíos, drusos y circasianos. Desarrollaron proyectos sobre bacterias, clima y sustentabilidad

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Los alumnos no pueden volver
Los alumnos no pueden volver a sus casas y regresan a centros de desplazados al terminar el campamento (Foto ilustrativa: EFE/Alaa Badarneh)

Hace unos días visité el Instituto Davidson, el área educativa del Instituto Weizmann de Ciencias, en Israel. Allí había 24 estudiantes judíos, drusos y circasianos del último año del secundario que se reencontraban por primera vez como grupo después de 13 meses. Son de Galilea, al norte del país, y desde el inicio de la guerra no pueden regresar a su escuela ni a sus casas, destruidas o bajo ataque permanente de misiles. Viven en centros para evacuados y en hoteles, y solo tienen clases por Zoom.

Como respuesta a los requerimientos académicos para estudiantes desplazados por la guerra, el Davidson creó un Campamento Intensivo de Biología, avalado por el Ministerio de Educación de Israel. El programa es parte de un proyecto llamado “Josen” en hebreo, que significa “Resiliencia”. Reciben a decenas de grupos de los últimos años del secundario, de todos los orígenes y religiones, y les brindan las horas de laboratorio presencial que necesitan para finalizar el ciclo lectivo.

Durante tres días conviven y visitan los laboratorios del Weizmann, hacen experimentos con técnicas de biología molecular y microbiología, y tienen clases presenciales con educadores, científicos y sus propios maestros, a quienes también reencuentran tras el inicio de la guerra. Los especialistas del Davidson explican que las actividades multidisciplinarias se diseñan teniendo en cuenta su situación traumática: son adolescentes aislados de sus pares, sin acceso a su hogar, en alerta constante por ataques de misiles, con familiares y amigos asesinados o en combate. Más allá de cumplir con la currícula, el programa contiene una dimensión humana conmovedora: vuelven a estar juntos.

Durante mi visita, Iair, de 17 años, corrió a presentarme a su mejor amiga, Dana, a quien no veía personalmente hacía más de un año. Y siguió corriendo, con su cuerpo de 1,90 de altura, para jugar en el renovado Jardín de Ciencias Clore, que es un parque de diversiones científico y a cielo abierto. Cuando escuchó que había una argentina en la sala, Danielle vino a contarme que su abuela Paulina nació en Buenos Aires. Y Ela se acercó por el pasillo para comentar que veía la telenovela argentina “Soy Luna”.

Este grupo desarrolló proyectos sobre bacterias, clima y sustentabilidad. Hicieron cristales, terrarios y gomitas comestibles con productos naturales.

Con 12 años de experiencia en el Davidson, la doctora Michal Stolarsky Ben-Nun, coordina el programa junto a un equipo de educadores. Los estudiantes les comparten vivencias de la guerra sin filtro. Y ellas las atesoran con apoyo psicológico especialmente diseñado para transitar este rol. Me mostraron la foto de una joven del sur, del Kibutz Kfar Aza, que participó de “Josen” hace pocas semanas y traía tatuado el número 14 con alas en su brazo. Ese era el número que llevaba su novio Yonatan en la camiseta de básquet. El 7 de octubre de 2023, Hamas asesinó a Yonatan, a sus padres y a sus dos hermanos. “Cuando termina cada campamento, los estudiantes no se quieren ir ni volver a separarse de sus amigos”, dijo Michal.

Durante mi visita, las risas de los adolescentes resonaron hasta la noche, con la música de rap que eligieron para distenderse. A la hora de la cena, se amontonaron en la cocina, exaltados y alegres. Desde que dejaron sus casas y viven en hoteles, por primera vez volvieron a preparar su propia ensalada.

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