
El populismo aplicado en las tarifas de los servicios públicos para tener precios artificialmente bajos no ha sido gratis desde que empezó en 2005. Entre 2006 y los siete primeros meses de 2022 se gastó en esa política el equivalente a USD 240.351 millones, de los cuales USD 144.799 millones se destinaron al rubro energía, el resto correspondió a los subsidios al transporte público de pasajeros y servicio de agua, principalmente.
Los subsidios energéticos representaban 46,5% del total en 2005, y subió a 78,6% en los primeros 7 meses del corriente año. En ese período hubo gente que se benefició y gente que solo pagó los costos, pero no obtuvo ningún beneficio.
Además del costo fiscal pagado con emisión monetaria, endeudamiento del sector público y más impuestos, hubo efectos colaterales en el sector externo y en la pésima asignación de los recursos productivos.
En primer lugar, en cualquier clase de introducción a la economía, cuando se explica el efecto de los precios máximos se destaca que siempre se lo pone por debajo del nivel al cual está operando el mercado. Si el mercado opera en equilibrio a un precio de 100 por unidad, tiene sentido que el Estado ponga un precio más bajo. De ese modo, automáticamente aumenta la demanda porque se percibe que el producto es artificialmente barato y se contrae la oferta porque desaparecen los productores marginales, que son aquellos que tienen costos de producción mayores que sus competidores.

El gráfico muestra claramente cómo crece la producción de gas a partir de las privatizaciones y el nuevo marco regulatorio de los años 90, porque llevó a generar inversiones en el sector y exportar lo que antes se venteaba.
La producción de gas aumentó un 154% hasta el 2004 cuando ya el precio interno fue “pisado” por el gobierno de manera muy grosera y empezó el declive hasta el 2012, luego se recupera en particular en el período de gobierno de Cambiemos y vuelve a caer, con el retorno del populismo.
No obstante, a pesar de la disminución en la producción de gas el consumo se mantuvo en continuo aumento. En la versión populista, esa suba se explica porque la economía creció, en la versión real ese aumento del consumo estuvo dado por un mayor consumo domiciliario. Por el contrario, el uso industrial se estanca a partir del 2006.

Este dato es relevante porque pareciera desmentir que Cambiemos perdió las elecciones por el aumento de las tarifas de servicios públicos, en particular la energía. La caída más abrupta de consumo de gas domiciliario se da en 2017 año en que Cambiemos gana las elecciones arrasando en las urnas. La caída posterior es por efecto de la crisis económica que comenzó en abril de 2018 y los fenómenos inesperados en años recientes.
Pérdida de soberanía energética
Este desastre populista llevó a tener que importar gas a precios disparatados como fueron los que se debieron pagar por el gas licuado, disparando los gastos en subsidios.
Bajo el kirchnerismo Argentina dejó de exportar gas y tuvo que empezar a importarlo para poder abastecer el consumo domiciliario, y para la generación térmica de energía eléctrica.

De no exportar gas, a partir de la privatización del sector energético, se llegaron a despachar al resto del mundo hasta 30 millones de m3 por año.
Luego, con el control de precios y el populismo tarifario cayó la producción, aumentó el consumo domiciliario, faltó gas y la exportación se desplomó, al tiempo que empezó a importarse gas. Como puede verse en el gráfico en 2009 se cruzan las curvas de exportación e importación de gas. Esto llevó al problema adicional de la falta de dólares en un mercado también con precios controlados que exigió de una mayor cantidad de divisas para poder importar.
En definitiva, el populismo manifiesto en el nivel de los servicios públicos llevó a la destrucción de la producción gasífera, el aumento artificial del consumo domiciliario, recurrir a la importación en cantidades crecientes, destruir la exportación y, provocar un faltante de dólares.
De ahí que el actual faltante de dólares no es solo fruto del intervencionismo en el mercado de cambios sino también consecuencia del populismo energético que llevó a cabo el kirchnerismo, y que hoy se busca arreglar con un tarifazo y aumentos del régimen del tipo de cambio múltiples por sectores, y en forma transitoria, como para el complejo sojero.
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