La casa no está en orden

Las frases de Cristina sonaron como un tiro por elevación a Alberto. También apuntó contra la OTAN, la ONU y el “partido judicial”. Mientras tanto, la inflación arrojó un 6,7% en marzo y el Presidente sigue pretendiendo hacer pie en un peligroso equilibrio inestable

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Cristina Kirchner y Alberto Fernández, cada uno por su lado (REUTERS/Matias Baglietto)
Cristina Kirchner y Alberto Fernández, cada uno por su lado (REUTERS/Matias Baglietto)

Los “pibes para la liberación” arroparon con estruendo la reaparición de Cristina Kirchner. Con cánticos y consignas a viva voz, sostuvieron el tono exultante de la Vicepresidenta en su discurso de apertura ante la sesión plenaria de EuroLat.

La puesta fue deslumbrante. En el marco que ofrece el mítico salón “Ballena Azul”, CFK reapareció empoderada por los suyos en un ejercicio de militancia prolijamente pensado y ejecutado. Nada quedó librado al azar.

“Que te pongan la banda y te den el bastón no significa que tengas el poder… Y si no hacés lo que tenés que hacer, peor todavía”. La frase sonó como un tiro por elevación al corazón de Alberto Fernández.

Fue probablemente el momento más celebrado por la excitada militancia que rodeó el regreso de la jefa política en medio de la feroz interna del oficialismo, que no parece contemplar tregua alguna para esta Santa Santa.

Los legisladores que la precedieron la llenaron de mieles y lisonjas. A su lado, el legislador de la izquierda catalana, Javi López, la miraba arrobado, acompañando cada una de sus frases. El hombre que aseguró sentirse como un “telonero de los Beatles” sobrellevó con sonrisa y dignidad que ella lo llamara Jordi varias veces confundiendo su nombre.

Con una audiencia atenta y expectante a la espera de alguna señal que permita decodificar que está realmente pasando y qué va a pasar de aquí en más en el oficialismo, la jefa política de la facción K se concentró en el tema del poder.

“Hablamos de poder cuando alguien toma una decisión y esa decisión es respetada por el conjunto”. CFK se centró en la influencia que sobre las decisiones políticas ejercen mercados, monopolios y el poder financiero internacional. Desde ese convencimiento dijo que hay una insatisfacción generalizada con la democracia e instó a la dirigencia a repensar la actual ingeniería institucional e incluso crear nuevas instituciones para investirlas de poder “antes que sea tarde”. No explicó en qué tipo de cambios institucionales está pensando. Preocupa.

CFK volvió a la carga con su artillería, disparando munición gruesa contra los de siempre. Nada nuevo.

Fustigó a los empresarios que resisten impuestos y cargas especiales para hacer frente al pago de la deuda, cuando recibieron y aceptaron asistencia económica del Estado durante la pandemia. “Sí no juego más, no juego más”, insistió en tono irónico, burlón y muy propio, para deleite de los suyos.

La emprendió también contra la OTAN y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y rescató a China y a su manera tendió una mano a Rusia, reclamando “normas de derecho internacional respetadas por todos los países”.

La referencia a la Justicia fue directa y durísima. Habló de “partido judicial”, para regocijo de las gradas repletas de militancia.

Tras asegurar que el crédito otorgado por el FMI a la Argentina fue ilegal, Cristina señaló que ningún juez vio ilegalidad en el entendimiento. Siempre autorreferencial, recordó, por oposición, el procesamiento del que fue objeto en la causa del “dólar futuro”.

A apenas horas de que caiga la composición actual del Consejo de la Magistratura, en cumplimiento del fallo que declara inconstitucional la actual composición del cuerpo, y cuando ya se vislumbra un nuevo enfrentamiento con la Suprema Corte de Justicia de la Nación tras la advertencia de Oscar Parrilli de que se desconocerá la decisión del Superior Tribunal, Cristina optó por señalar a los jueces como parte del maléfico poder real.

No pudo dejar pasar la oportunidad para traer a esa escena internacional el tema que personalmente más le preocupa: la compleja situación judicial que atraviesa y que parece arrojarla a una guerra sin cuartel contra los jueces en general y la Corte Suprema en particular.

El discurso de este miércoles era esperado con ansiedad en la Casa Rosada y sus adyacencias. En los últimos días la tensión que tiene en vilo al oficialismo mutó de manera inesperada.

A la aparición de Martín Guzmán reafirmando su continuidad en el cargo y la decisión de mantener el rumbo trazado por lo acordado con el FMI, se sumaron las declaraciones del Ministro de Seguridad de la Nación.

Aníbal Fernández respaldó al Ministro de Economía, pidiendo “que por lo menos no estorben”. Un claro mensaje a los combatientes ultra K del fuego amigo. “No soy tan talibán como para decir que tienen que irse”, agregó.

“La última palabra es del Presidente, es la que se ejecuta. Fue elegido para eso por la voluntad popular, todo lo otro son chamuyos”. Dixit Aníbal Fernández.

Desconcertados, muchos de los que pretenden analizar la  situación política, creen ver en esta seguidilla de declaraciones una suerte de reacción del “albertismo”, orientadas a enfrentar activamente la embestida del kirchnerismo contra el Presidente de la Nación. Si se trata de una decisión tomada por AF en orden a ejecutar las políticas con independencia o de un mero globo de ensayo para tantear la reacción de los rebeldes está por verse.

“Las desigualdades son productos de decisiones políticas o de falta de decisiones políticas”, dijo este mediodía la líder del espacio político que gobernó la Argentina durante al menos catorce años en lo que va del siglo. Si la aseveración tiene como destinatario a Alberto no quedó del todo claro. Si desde el Ejecutivo se esperaba una pista acerca de cómo seguir fue insuficiente.

Las primeras repercusiones en el Ejecutivo intentaron apaciguar los ánimos restando trascendencia a los dichos vicepresidenciales.

La mayor urgencia del momento está relacionada con los datos de inflación conocidos este miércoles. El índice de precios del consumidor arrojó un 6,7%, llevando la medición interanual al 55,1% y los alimentos a un alarmante 7,2%.

El primer trimestre acumula la mayor inflación desde 1991 y los peores registros de la Administración Macri.

Párrafo aparte para el rotundo fracaso de las políticas de control que implementó Roberto Feletti. El Secretario de Comercio que ahora dice " no poder hacer magia”, tirando tarde y mal la pelota a Martín Guzmán, y al que Aníbal Fernández manda a callar al afirmar que las definiciones de Felletti “no suman y terminan siendo un estorbo”.

La moneda está en el aire y solo Alberto Fernández tiene en este momento la potestad de definir si confirma el rumbo reivindicado en las últimas horas por su gabinete o por el contrario sigue pretendiendo hacer pie en un peligroso equilibrio inestable.

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