La jueza Mariel Suárez: una vuelta de tuerca

El cuartito carcelero de las frotaciones ha de haber apestado. No como una manera general, sino en el mismo lugar donde jueza y asesino unieron las bocas dudosas

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La jueza Mariel Suárez
La jueza Mariel Suárez

Cosas tenemos que vivir en nuestra tierra afligida. Los aumentos de contagios frente al hacinamiento de playas como en alzamiento y secta frente a los virus, la rebelión manifiesta de que no se cree en nada. No hace falta un estudio al respecto ni las agobiantes reiteraciones sobre curvas y gráficos de los que nos informan una y otra vez, los precios, la herrumbre política y la convivencia.

Ya está, alcanza con verlo.

Sobre lo ocurrido acerca de la jueza conocemos todo. El centro escabroso es la visita de Mariel Suárez y el encuentro con Omar “Mai” Bustos, un delincuente brutal: mató a un niñito de nueve años, hijo o hijastro, da igual, partiéndole la columna vertebral en un ataque de ira sangrienta. Mató a un policía y a un carabinero en Chile, atacó a una menor (en una de las causas Suárez se mostró en disidencia con los otros integrantes cuando votó por una pena inferior). Fue en la cárcel de Trelew por pedido de la juez.

La repugnancia que producen las visitas –fueron dos días seguidos, la primera de tres horas y la segunda, de una de hora y media- no tiene solo que ver con los besos, los mates, los abrazos, sino con la ruptura de lo que aún permanece en pie. La jueza pulverizó toda forma de decencia, fidelidad a la justicia, el mínimo sostén en defensa de tanta descomposición.

No hay puritanismo aquí -ha llegado a escucharse-: Mariel puede hacer con su vida íntima lo que quiera. Pero ir a ver un condenado de tal vileza y perversión durante horas en la cárcel, resiste cualquier forma de razón y abre la idea de que hay algo de burla -cámaras- y de un mundo oculto detrás de la ficción y la pantomima de la justicia.

El momento en el que la jueza besa al preso
El momento en el que la jueza besa al preso

Quedan fuera tanto los honestos como los miles de hombres y mujeres que enmohecen y pierden toda esperanza durante años y años como prisioneros condicionales. Sin que ningún juez se ocupe, ni se acerque y, ya juzgados al fin, mucho menos que una jueza trastornada y desafiante se acerque para una sesión amorosa. Apesta. Diría que también el cuartito carcelero de las frotaciones ha de haber apestado. No como una manera general, sino en el mismo lugar donde jueza y asesino unieron las bocas dudosas. Un olor para taparse la nariz. Cuerpos malolientes. Gente maloliente.

Ciertas preguntas comunes.

¿Qué clase de persona es la jueza Mariel Suárez?

¿Por qué alguien así puede ser jueza?

¿Le seducen la violencia, los psicópatas?

¿Cree acaso que los criminales son la vanguardia para luchar contra un sistema injusto?

¿Se trata de una cínica enancada en la posibilidad de la fama y un dinero? (Dice que eran estudios experimentales para ”conocer a fondo " y contarlo en un libro (todos hacen un libro y tienen el cosquilleo de la serie) ¿Puede delirar con “A sangre fría” o “Pena de muerte”, con Susan Sarandon y Sean Penn, película mayor? Difícil. De dónde no hay no se puede sacar, jueza.

¿Es posible que no se suspenda a la jueza que había pretextado una licencia con juicios en funcionamiento cuando en realidad había preparado la cita en Trelew?

¿Es lícito mentir?

No mentiras más o menos burocráticas y menores que todos cometemos: llegó tarde el taxi, justito recibí una llamada, etc. Mentiras graves.

¿Quién es de verdad la jueza?

¿Por qué pidió ver al preso?

¿Se conocían?

¿De dónde?

¿Por qué?

¿Quiénes la protegen para actuar así?

¿Por qué razones?

Razones elementales, interrogantes que se pierdan en el camino de las (necesarias) interpretaciones. Solo que antes vienen esas razones y esos interrogantes. Es probable que se minimizan las reuniones entre jueza y condenado para considerarlo un episodio chico, una anécdota como defensa frente a lo inverosímil de las conductas y la corrupción, enfermedad epidémica de un país y de una región, América Latina. Puede ser. Qué pase y siga. Será difícil, sin embargo.

Hay quien mantuvo que la jueza Suárez perjudicó a la causa feminista. ¿Y eso? El feminismo es una causa noble con mucha historia formada por personas diversas, no una legión angélica persona por persona. En cierto modo Mariel Suárez procedió como machista al revés: un tipo tenebroso como el llamado Mai estaba en esos momentos bajo dominio de una autoridad. En sus manos. Se ve cuando mira la presencia de las cámaras y se contiene, no quiere ir más allá, teme. La jueza se muestra más efusiva y más activa. Promovió la entrada en la cárcel de Trelew, manejó con dominio de la situación. Al correr de estas líneas se piensa en este sitio que fue, aparte de todo, una forma de abuso sexual. Si se lo observa y si se piensa bien, lo es. No fueron solo hormonas, ni el verso del libro, ni una vía de corriente sexual bajo la lente para ponerla más jalapeño. Hay un átomo de extorsión en el barro de lo ocurrido. Las situaciones no estaban en equilibro. Mariel Suárez tenía más poder.

El pegote de este esperpento cae como una breva caída sobre el conjunto de un verano caliente.

No será del todo inútil lo sucedido. Nos despierta del sopor y la frustración. Es mejor ver que ser tapado. Tendrá que defenderse. Diría que no se trata de colgar a alguien en una jaula, una picota medieval para escarnio de cuanto pasara por allí. Vendrá bien para soportar el calor y la vergüenza por un tiempo.

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