El extraño “festejo” de una derrota aplastante

Cualquier persona que no tuviera información y mirara lo que ocurrió anoche podía concluir que se trataba de un grupo de personas que había triunfado en algo. La verdad era exactamente la opuesta

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Alberto Fernández y el gobernador Kicillof, en el festejo de la derrota de anoche. (Franco Fafasuli)
Alberto Fernández y el gobernador Kicillof, en el festejo de la derrota de anoche. (Franco Fafasuli)

El presidente Alberto Fernández, en el final de su discurso en el bunker del Frente de Todos, le pidió a la militancia que concurriera a la Plaza de Mayo el próximo miércoles para “celebrar este triunfo como corresponde” (sic). Fue ovacionado. Antes que él, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, manifestó su alegría porque se incrementó la participación de votantes respecto de las primarias y porque el peronismo recuperó el control del Senado de la provincia de Buenos Aires. Le respondieron con cantitos alusivos a “los soldados de Perón”. El más eufórico era Sergio Massa, que le pidió a los asistentes que festejaran que el peronismo retuvo la primera minoría en la provincia de Buenos Aires. “Que me importa lo que digan –coreó entonces la militancia—los gorilas de Clarín, yo milito con Cristina, para liberar el país”.

Cualquier persona que no tuviera información y mirara lo que ocurría en ese acto, podía concluir que se trataba de un grupo de personas que había triunfado en algo. La verdad era exactamente la opuesta: acababan de recibir una derrota histórica. Ayer, el peronismo fue unido en todo el país y obtuvo apenas el 33 por ciento de los votos a nivel nacional. Solo esa cifra le da una dimensión a lo sucedido. Desde que lo fundó el general Juan Domingo Perón en 1945, nunca su movimiento había recibido semejante cachetazo.

En 1983, Raúl Alfonsín derrotó a un peronismo unido, que obtuvo el 40 por ciento de los votos. En 1999, Fernando de la Rúa también derrotó al peronismo unido, que obtuvo el 39 por ciento, pero ganó en distritos claves como la provincia de Buenos Aires.Tal vez sirva como referencia que, en su peor momento, Mauricio Macri obtuvo el 41 por ciento de los votos, en 2019: ocho puntos más que el peronismo ayer. Ese podría ser el piso de los votantes de la coalición que él fundó en 2014. El piso del voto peronista hoy es menor.

El segundo elemento que permite percibir la magnitud de lo ocurrido es la identidad de los triunfadores. Raúl Alfonsín se fue del poder y debió esperar 8 años para que una alianza integrada por su partido volviera a ganar una elección. Carlos Menem nunca más triunfó desde que se fue en 1999. Es realmente muy exótico que dirigentes como María Eugenia Vidal, que fueron derrotados de manera muy contundente hace muy poco, lograran un triunfo como el de ayer. Es rarísimo que una sociedad votara como primera fuerza a un conglomerado político que, en ningún momento, escondió al ex presidente Mauricio Macri.

(Franco Fafasuli)
(Franco Fafasuli)

Los gobiernos de Macri y Vidal terminaron en medio de una situación muy caótica, con las cifras de pobreza a inflación volando por el aire. Eso hizo que la sociedad los rechazara en las urnas hace muy poco. Por eso, en cada acto de campaña, Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Máximo Kirchner y Axel Kicillof se ocuparon de recordarles lo que había sido aquello. Pese a todo, la sociedad eligió aquel modelo, que fue tan traumático, en lugar de este. Se ve que el enojo es tan profundo que entre esta realidad y aquella, con lo difícil que fue para la sociedad, la gente dijo claramente: preferimos aquella, incluso con las mismas caras, y no esta.

Por eso: ¿Cuál es el triunfo que celebrarán el miércoles en la plaza de Mayo? ¿Cuál es el triunfo que celebraban ayer?

Axel Kicillof, además, festejó que votaran más personas en la general que en las primarias. “Aumentamos la participación”, dijo. Pero eso siempre ocurre. El dato revelador y preocupante es que estas fueron las elecciones generales con menor participación desde el regreso de la democracia: todo lo contrario a lo que decía el gobernador. Massa festejaba que, en medio de la debacle, el peronismo retuvo la primera minoría en diputados. Pero la noticia es que en su recinto la oposición descontó mucho la diferencia a favor del oficialismo, y –sobre todo-- que el peronismo perdió el control del Senado por primera vez desde 1983. Fernández felicitó a los dirigentes del Chaco y de Tierra del Fuego por haber dado vuelta el resultado de las PASO. Pero el peronismo ganó apenas en 8 provincias en todo el país: el peor desempeño en toda su historia. Perdió además en cuatro de las cinco grandes y, al cierre de esta nota, también perdía en la provincia de Buenos Aires.

Tal vez haya pequeños detalles que el gobierno puede celebrar en medio de la debacle: una relativa recuperación en el conurbano, por ejemplo, respecto de las primarias. Pero cualquiera que imaginara en agosto, aun los más optimistas de Juntos por el Cambio, como saldría esta elección jamás habría calculado que el oficialismo perdía de manera aplastante en todo el país, y también en territorio bonaerense. El panorama general para el oficialismo es tan desolador que cualquier celebración parece un acto de negación patológica y no una reacción razonable de dirigentes serios. Algunos militantes saltarán de alegría. Hay gente para todo. Pero el resto del país tiene derecho a percibir un preocupante desacople entre quienes conducen el país y la realidad.

Como dijo el Presidente en su discurso grabado antes de conocer los resultados, ahora empieza la segunda etapa de su Gobierno. Es cierto que los primeros dos años estuvieron marcados por la pandemia. Pero Fernández deberá enfrentar los que siguen sin dinero, con pocos votos, y con una fuerza política que ha dado pruebas evidentes de falta de cohesión. Enfrente, tiene una sociedad que, con su voto, expresó fastidio y cansancio, por decir lo menos.

Tal vez sea mejor apoyar los pies sobre la tierra antes que inventar festejos eufóricos de derrotas durísimas.

Con o sin pandemia, lo que viene no será nada sencillo.

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