
El año pasado los países de la región sufrieron una de sus mayores recesiones históricas a raíz de la crisis de la pandemia: Paraguay tuvo una contracción del 1,0%, Brasil sufrió una caída del 4,1%, Chile cayó 5,8%, Uruguay lo hizo en un 5,9%, Colombia en un 6,8%, Bolivia y Ecuador en un 7,8%, Argentina se desplomó en un 9,9% y Perú lo hizo en un 11,1 por ciento.
Ante este contexto, el mercado laboral se vio fuertemente afectado con una pérdida de horas de trabajo 4 veces mayor que en la última crisis financiera del 2009; cientos de pérdidas de empleo; reducciones de ingresos laborales y persistentes cifras de informalidad.
Nuestro país no se escapa al caso y se evidencia un empeoramiento de las condiciones laborales que se suman a los problemas estructurales preexistentes. Un país que exige a gritos una reforma laboral, tuvo que enfrentarse a una pandemia que dañó al tejido laboral.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo, la Argentina fue el segundo país en la región la pérdida de horas de trabajo más altas (21,0%). En primer lugar, se encuentra Perú con el 27,5%. Nuestro país perdió más horas laborales que Colombia (20,9%), Bolivia (20,5%), Ecuador (17,6%), Costa Rica (17,5%), Chile (16,7%), Brasil (14,9%), México (12,5%), Paraguay (11,4%) y Uruguay (11,2%).
Nuestro país perdió 4 puntos porcentuales más de horas laborales que en el promedio de la región latinoamericana y triplicó al del promedio de pérdidas de horas laborales a nivel mundial (8,8%).
Esto se explica por las medidas de sostenimiento del empleo implementadas por el gobierno que en un intento de sostener las relaciones laborales favorecieron la reducción de horas de trabajo o incluso con horas nulas de trabajo. Es así que el sistema de indemnización por despido desalentó el trabajo y le colocó una gran mochila al sector privado.
Más allá de que durante la pandemia se redujeron las horas de trabajo, lo cierto es que en el mundo en los últimos años se observa una reducción de la carga horaria laboral con una mejora en los ingresos percibidos. Así en países como Nueva Zelanda el promedio de horas laborales (33) es más bajo que en la Argentina (35) pero perciben un salario promedio mensual siete veces más que en nuestro país. Esto se ha logrado gracias a las reformas estructurales llevadas adelante por el país a partir de la década de los 60. Inclusive, al comparar con Chile, un país que aplicó más reformas estructurales, solo el 13% de los que se encuentran trabajando, superan las 49 horas laborales por semana cuando en Argentina casi las duplica (20%); y, mientras el primero posee un salario laboral mensual de US$611, nuestro sueldo promedio mensual es de USD 403.
No obstante, el empleo también se vio afectado. En nuestro país, se registró una caída del empleo en 2020 del 9,2%, en un 9,5% para hombre y 8,7% para mujeres. Aunque, el ratio por sexo de empleo sobre el total se mantuvo en 56% para hombres y 44% para las mujeres.
Por tipo de ocupación, las caídas más importantes se observaron en el sector del agro, la sivicultura y la pesca con una pérdida del empleo del 56%; en Gerentes del 43%; en Operadores de plantas y máquinas, y ensambladores con una caída del empleo del 36%; y, en profesionales del 33%. Estas cuatro actividades explican más del 16% del empleo total en nuestro país. En tanto, el sector de los servicios tuvo una merma del 29,8% y sólo ese sector explica más del 17% del empleo total en la Argentina. Asimismo, el 53,1% del empleo total de este rubro es empleo femenino.
Si comparamos con el resto de la región latinoamericana, podemos observar que Ecuador fue el país con mayor caída del empleo total (10,0%) y empleo femenino (12,4%), pero la Argentina fue el país con mayor caída de empleo masculina, 1,3 puntos porcentuales por arriba de Ecuador. Por su parte, cabe remarcar que, Brasil fue el país con menor caída del empleo (8,5%).
Otro punto a remarcar es que la recuperación del empleo total en la región del último período está fogoneado por la recuperación del empleo informal más que del formal. Es más, en la Argentina, el empleo formal en el cuarto trimestre de 2020 fue inferior al valor del segundo trimestre de ese año, contribuyendo negativamente a la generación neta de empleo en ese período.
Nuestro país posee altas tasas de informalidad que persisten durante muchos años. En 2010 la tasa de informalidad era del 49%, con un 48% para hombres y 50% para mujeres. En 2019 se mantuvo en 49% la tasa de informalidad total pero ahora con un 49% con un 49,4% para mujeres y 49,3% para hombres. En tanto, en 2020 se redujo levemente al 46%, con un 46,9% para hombres y 45,8% para mujeres.
Si comparamos con el resto de la región vemos que la tasa de informalidad de nuestro país es la más alta de la región, después de Perú (68%), duplicando la tasa de informalidad de Chile que es del 25%. Un país cuyo mercado laboral se adapta más a las condiciones del siglo XXI y permiten la rápida inserción laboral de los chilenos.
Por ende, es imprescindible que nuestro país lleve adelante una reforma laboral que cree empleo formal y permita la inserción en el mercado laboral de cientos de personas.
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