La Grieta S.A.

La unidad nacional no es que todos estemos de acuerdo. En democracia, la unidad nacional está reglada por la Constitución, que marca las distintas esferas del Poder Público y su vinculación con los derechos y deberes de la sociedad civil.

A eso se le suma la irrupción de un verdadero “Cuarto Poder”, que es la prensa libre. La inmensa mayoría de las Cortes Supremas de los países democráticos ha hecho doctrina en el sentido que es mejor el “libertinaje abusivo” de la opinión libre que cualquier forma de censura.

Todo este tramado institucional -poderes del Estado, prensa, organizaciones sociales, individuos, grupos de presión- generan su propio equilibrio, muchas veces con las inequidades producto del peso diferente de los actores sociales: los poderes concentrados tienen más recursos humanos y materiales que los sectores más débiles de la sociedad (pobres, desocupados, indigentes, niños, ancianos, zonas marginales y escasamente pobladas, poblaciones indígenas).

El gran desafío de las sociedades es resolver la inclusión social, la sostenibilidad del crecimiento económico y la sustentabilidad medioambiental. Los países nórdicos son tomados como ejemplo en estas materias y hay países identificados como “vanguardia” en cada región del mundo: Costa Rica y Uruguay en Latinoamérica, Singapur en Asia, Israel en Medio Oriente, Nueva Zelanda, Japón o Corea del Sur en el Asia-Pacifico.

China es el caso de mayor éxito en inclusión social, pero su modelo político es incompatible con la democracia occidental. El mundo musulmán no ha podido superar, hasta ahora, su concepcion teocratica autoritaria.

En Argentina, veníamos desarrollando uno de los modelos más civilizados del mundo. Terminadas nuestras guerras civiles en 1880, generamos una propuesta basada en 3 pilares: 1) la educación universal, gratuita y laica; 2) las elecciones con voto obligatorio y secreto; 3) el servicio militar obligatorio. A esto se sumaba el “crisol de razas” -criollos y mestizos + inmigrantes europeos, judios y árabes-, la incorporación de tecnologías de avanzada para la época -ferrocarriles, telégrafo, frigoríficos, energía eléctrica, silos y maquinaria agrícola-, el “modelo agro-exportador” producía abundantes divisas y el Peso argentino era considerado, para 1920, la moneda más sólida del mundo.

La llamada oligarquía, que había sido “progresista” entre 1880 y 1930, empezó a intervenir irregularmente en el proceso político a través de golpes de Estado militares, al no poder construir un Partido Conservador con posibilidades electorales. Así ocurrió en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976.

Los dos grandes partidos populares -el Radicalismo y el Peronismo- fueron perdiendo eficacia al dejarse arrebatar el poder por minorías aliadas al estamento militar o por perder control del proceso económico y social.

Desde la década del 70, el derrumbe fue absoluto. Nunca más creció nuestro PBI, que se estancó hasta el presente. Habilitamos así el camino para que los obreros y sindicatos fueran sustituidos por los “planeros” y los movimientos sociales, para que se destruyera una red de pequeña y mediana industria combinada con agricultores, comerciantes y profesionales liberales que constituían la mayor parte de la población, generando un “emprendedurismo” capitalista que alimentaba un “Sueño Argentino” de avance social basado en el trabajo, el estudio y el ahorro.

Esta descomposición social generó sus fenómenos sustitutos: la corrupción, la fuga de capitales, el sobreempleo público y la generación de un clientelismo creciente, al punto que, a la fecha, tenemos 22 millones de planes sociales, 7 millones de jubilados y 5 millones de empleados públicos: 34 millones de Argentinos que dependen directamente del Estado para sobrevivir. La inflación y el empobrecimiento creciente, hicieron el resto.

La generación de los 70 fue la de los sueños imposibles, por eso fracasó. La de los 80, fue la de los sueños posibles, pero no pudo concretarlos. La de los 90, incorporó el cinismo liberal y terminó con el default del 2001. La del 2000, sumó el cinismo Nac&Pop, con la multiplicación de los planes y el subdesarrollo sostenible. La última, la del 2010, institucionalizó la “Grieta S.A.”, el cinismo compartido y asociado.

Y aquí viene la consecuencia última y más devastadora: la construcción de una dirigencia, mejor dicho de dos dirigencias de facciones, que se turnan en el poder y se enfrentan como si fueran enemigos irreconciliables, pero que en la realidad son socios estrechos, con intereses comunes y una falta de vínculo auténtico y sincero con la población a la que dicen representar.

De un lado y del otro de la “grieta” se vive igual: los mismos barrios cerrados de alta burguesia, colegios privados para los hijos, las más cara prepagas médicas, se puede ser “Patria” o “Anti-Patria”, “Liberacion” o “Dependencia”, “negro” o “blanco”, pero siempre cínico y amoral. Es solo la perinola que cae de un lado o del otro.

Se puede ser Ministro, Gobernador, Intendente, Concejal, Diputado o Senador, poco importa, se ha producido una verdadera grieta entre representantes y representados, tan perfecta que garantiza el triunfo alternado en elecciones libres, sin que cambie absolutamente nada.

Lo mismo ocurre con los dirigentes empresariales y sindicales, cada día se cierran más empresas y se pierden más puestos de trabajos formales, pero la fiesta continúa.

La sociedad del bienestar se achica y expulsa a sus propios hijos a la marginalidad interior o el exilio.

Pero esta “asociación para el mal” puede convertirse, más por “espanto” que por “amor”, en un vínculo virtuoso y revertir lo destruido. Para eso, tiene que haber un ejercicio de autocrítica, quizás desesperado, pero posible.

La conciencia del pecado puede transformarse en energía para el cambio, hay una base de millennials que quiere ser protagonista de su siglo XXI y puede convertir la virtualidad de las redes y el aislamiento del COVID-19 en aventura creadora.

Los cínicos “cuarentenials” y los mayores sobrevivientes -como yo- podemos aportar experiencia, mapa de los errores y algunas cualidades remanentes.

Al final, “la vida es sueño, y los sueños, sueños son...”.

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