
El 23 de junio del 2016 el mundo se llevó una sorpresa. Ese día los británicos votaron, contrariamente a lo que estimaba la mayoría de los analistas, a favor de dejar la Unión Europea. Y, luego de un largo proceso de negociaciones, esto finalmente ocurrió el 31 de enero del 2020. ¿Qué evaluación podemos hacer de esta decisión? ¿Fue un error o un acierto?
Existen distintas maneras de analizar esta cuestión. En el plano económico, y según un estudio del propio gobierno británico, se estima que en los próximos 15 años la economía británica sufrirá una baja del 5% como consecuencia del Brexit. ¿Por qué? En gran medida porque el establecimiento de nuevas barreras entre las economías de Gran Bretaña y la Unión Europea (esta última representa el 40% de las exportaciones británicas) disminuirá el comercio y posiblemente también la llegada de inversiones. De hecho, ya se observa una migración de compañías del sector financiero desde Londres hacia ciudades como Ámsterdam, París y Frankfurt.
¿Cuáles podrían ser los beneficios económicos del Brexit? Básicamente una mayor flexibilidad para el sector privado británico. En efecto, con el paso del tiempo la Unión Europea incrementó sus regulaciones y, al asumir mayores responsabilidades, las dificultades que conlleva alcanzar acuerdos entre más de veinte gobiernos. Ahora sin estas trabas, las empresas podrían volverse más productivas y la economía en general tendría la posibilidad de adaptarse más rápidamente a los shocks externos. Este mayor nivel de flexibilidad de hecho podría explicar el éxito de su campaña de vacunación contra el COVID-19 con relación a la de la Unión Europea.
Desde la perspectiva de la política exterior, las desventajas del Brexit parecen más claras. Luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la dirigencia británica optó por posicionarse como el principal aliado de los Estados Unidos en Europa. De esta manera, y especialmente luego de su ingreso a la Unión Europea en 1973, Londres fue capaz de jugar un rol internacional más importante del que le hubiese correspondido si consideramos su cuota de poder económico, político y militar. Gran Bretaña se transformó en un puente entre Europa y los Estados Unidos.
Pero con su salida de la Unión Europea, Gran Bretaña ya no podrá jugar este rol. Resigna, de esta manera, influencia tanto en Washington como en las capitales europeas. Las consecuencias de esto ya se ven reflejadas en la política europea que lleva adelante la administración de Joe Biden, que ahora tiende a priorizar las relaciones con Berlín y París. ¿Cuál sería entonces la lógica detrás del Brexit? Sus defensores señalan que a partir de ahora Londres tendrá la posibilidad adoptar una estrategia incluso más global de la que ya tenía. Al no formar parte de un bloque económico que está perdiendo influencia, contará con mayor libertad para expandir su influencia en regiones de mayor crecimiento. Pero esta apuesta parece riesgosa. Al fin y al cabo, la Unión Europea le permitía a Londres negociar desde una posición de mayor fuerza tanto la firma acuerdos comerciales como la resolución de las disputas diplomáticas que Gran Bretaña pudiese tener con otros Estados.
Pero el principal motivo por el cual el pueblo británico, en su mayoría, optó por salirse de la Unión Europeo tiene más que ver más con su identidad que con consideraciones económicas o geopolíticas. En los últimos años fue tomado fuerza un sentimiento nacionalista -especialmente en Inglaterra- que rechazaba la influencia que las elites europeas ejercían desde la lejana Bruselas sobre sus asuntos internos. En este sentido, es importante señalar que la experiencia de Gran Bretaña, al no haber sido invadida durante la Segunda Guerra Mundial, difiere de la de Europa continental. Al no haber sufrido una experiencia tan traumática, el sentimiento a favor crear una Europa más unida que pusiese fin a todas las guerras nunca fue tan fuerte.
En la última década también creció la preocupación sobre la llegada de inmigrantes desde el este de Europa. Recordemos en este sentido que, dado que el libre movimiento de personas dentro de la Unión Europea representa un principio básico del bloque, las autoridades británicas no tenían margen para restringir su entrada. De hecho, los inmigrantes pasaron de representar el 9% de la población británica en 2004 al 14% en la actualidad. No debe extrañarnos entonces que, luego del Brexit, el gobierno de Boris Johnson haya pasado una ambiciosa reforma migratoria que busca satisfacer las demandas de aquellos que temen el debilitamiento de la identidad nacional. De esta forma, muchos defensores del Brexit obtuvieron lo que buscaban.
¿Fue entonces el Brexit beneficioso o perjudicial para los intereses británicos? Quizás todavía sea demasiado temprano para responder esta pregunta. Y en parte esto es así porque todavía está por verse otro de sus posibles efectos: la independencia de Escocia. En efecto, los escoceses votaron mayoritariamente en contra del Brexit porque existen lazos económicos, históricos y culturales que los unen a Europa continental de una forma que no sucede con los ingleses. Hoy incluso las encuestas señalan que una mayoría de escoceses votaría a favor de su independencia y que tan sólo un 42% de todos los británicos se opone a su salida. Es por lo tanto posible que en los próximos años tenga lugar un referéndum que ponga fin a Gran Bretaña como la conocemos actualmente. ¿Será esta la principal consecuencia del Brexit?
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