2020: el año que nos demostró que sobran discursos y faltan acciones

La pandemia del COVID-19 ha sido el detonante que ha puesto en evidencia que los modelos de producción y de consumo deben cambiar

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El 2020, sin dudas, se transformó en ese año que nadie quería que llegará… pero lo hizo. El mensaje de urgencia por la crisis climática es repetido desde hace años por la comunidad científica, ambientalistas y por los jóvenes que también han tomado la bandera del movimiento climático. Sin embargo, este año nos ha demostrado que las medidas para cuidar nuestro planeta y a los ciudadanos tienen que ser urgentes y drásticas.

La pandemia del COVID-19 ha sido el detonante que ha puesto en evidencia que los modelos de producción y de consumo deben cambiar. En la actualidad, muchas ciudades del mundo han vuelto a las restricciones en la circulación o al aislamiento, mientras en otras la cuarentena se ha flexibilizado. A pesar de que los ciudadanos del mundo hemos modificado nuestras rutinas diarias para protegernos y evitar la dispersión del virus, las industrias más contaminantes nunca se detuvieron y los planes de recuperación están lejos de apostar al cambio que el planeta necesita.

Los incendios en Australia, en enero, que arrasaron con 12 millones de hectáreas en un corto periodo de tiempo provocaron el inicio de un año que marcará un antes y después en la historia de la humanidad. Por otra parte, en nuestro continente, el Amazonas sufrió su mayor índice de deforestación en 12 años. Argentina lamentablemente no salió indemne. Más de un millón de hectáreas fueron arrasadas por el fuego en el país, y reportes oficiales estiman que el 95% de los incendios son intencionales o producto de la negligencia. Todas las provincias tuvieron focos activos que afectaron directamente a bosques nativos, humedales y selva de yungas. Córdoba y Entre Ríos fueron las más perjudicadas.

En el Delta del Paraná, que alberga a las provincias de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires, los incendios fueron continuos, con un pico de crecimiento en el mes de agosto. Las emisiones de CO2 por los incendios en el Delta equivalen aproximadamente a 700.000 autos circulando por un año. La deforestación es una de las principales causas de emisiones de gases de efecto invernadero, luego de la industria de combustibles fósiles. Y ni la cuarentena la detuvo.

En el norte del país, región del Gran Chaco argentino, se deforestaron 50.000 hectáreas durante el aislamiento obligatorio y preventivo. Hace pocos días, se celebró el quinto aniversario de la firma del Acuerdo de París, en el que los gobiernos del mundo se comprometieron a limitar la temperatura de la Tierra en 1.5C°. Estos no son simples números que quedan en un papel, deben transformarse en un compromiso serio porque de ello depende el bienestar de la humanidad y de nuestro planeta.

Argentina, por ejemplo, es responsable del 4% de las emisiones globales. Por eso, nuestro país debe comprometerse a detener la destrucción de bosques nativos y humedales y evitar la devastación en el Mar Argentino por parte de la pesca intensiva y la industria petrolera; la protección de estos ecosistemas es clave para combatir la crisis climática. Además, debe iniciar una transición acelerada hacia la producción de energías renovables.

La crisis sanitaria y ambiental global que hoy vivimos realmente debe abrir las puertas a modelos equitativos para reconstruir un futuro más justo y sostenible. Por eso, es momento de dejar los discursos de lado y generar acciones concretas y urgentes.

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